Esta historia inicia hace veintidós años poco más o menos había un rey en Frige que tenía un hermano al cual mandó exiliar, el buen corazón del monarca y el consejo de un amigo muy benévolo le hicieron tomar esta
decisión, creyendo que enviándolo lejos no causaría más problemas, ¡cómo se equivocaron ambos!, tras seis años de exilio regresó con un enorme ejército que el reino de Dardum le ayudó a reunir, no sin antes haber solicitado una gran garantía, la cosecha y el ganado de un año entero, para las prósperas tierras de Frige era una barbaridad, además de la posesión de tres minas de oro, cinco de plata, seis de esmeraldas y carbón en la frontera.
El rey Honorio fue ejecutado por su hermano Pascal decapitándolo como a un plebeyo ante la mirada atónita de su amado pueblo, el antiguo consejero del rey, el barón Rubrum huyó junto a su familia, no tenían muchas propiedades, así que sólo les quedó refugiarse en su casa de campo a las afueras de una pequeña ciudad en el condado de Arista, donde el Marqués Viridi tenía sus tierras.
Sobrevivían de lo poco que ahorró el barón, pero esto se complicó cuando la esposa enfermó gravemente y junto a sus dos hijos pequeños fallecieron de causas desconocidas, sólo quedaron con vida el padre y su hijo mayor, cuando el chico tenía apenas 5 años, Pascal después de otorgar lo prometido al reino de Dardum se dio cuenta que manejar un país no había sido lo que pensó y al ver a sus consejeros incompetentes y al pueblo alienado contra él porque les dejó sin prácticamente nada que comer por un año mandó llamar al barón de Rubrum de quien se había olvidado, se escondieron juntos por años hasta que hallaron al hombre; sabiamente el barón dejó a su hijo en casa para entonces el chico tenía 8 años y era delgado y un poco bajo para su edad, de constitución delicada hacer el viaje le podría costar la vida le dijo el boticario de solo verlo, el padre sabía que no era así pero de este modo su hijo no insistió ya que su padre le dijo que no soportaría su pérdida.
Cuando Pascal le ordenó ser su consejero el barón simplemente se negó valientemente, pero sin pensar las consecuencias, que él no serviría a un traidor, la noticia de la muerte de la baronesa Rubrum y sus hijos se había dado a conocer, pero no sabían que quedaba un hijo con vida, el rey entró en cólera y mandó encerrar en el calabozo al barón su enojo se debió a que no tenía como coaccionarlo.
El chico sabía dónde estaba el dinero de su padre y lo poco que recibía de las rentas de las propiedades que aún le quedaban por lo que comenzó a vivir solo, en cada rincón Fortis, que así se llamaba, muy irónico dada su constitución, creía ver u oír a su madre, a sus hermanos.
Temeroso de ser reconocido iba al pueblo con una capa y volvía con rapidez, sólo le quedaba ir al bosque que colindaba con las tierras del marqués Viridi. Necesitaba sobrevivir tratando de no volverse loco.
El chico descubrió un arroyo lejos del ajetreo del camino que casi nadie frecuentaba, un día en el que leía uno de los libros de su padre escuchó los inconfundibles sonidos de unos pasos, temeroso se escondió detrás de un arbusto y esperó.
Para su sorpresa apareció una pequeña niña de apenas 4 o 5 años, muy delgada y alta para su edad, aunque la carita la delataba, ella estaba llorando y moqueando, sus ropas eran finas, pero gastadas y le quedaban justas, el chico no supo que hacer así que se quedó quieto. Después de llorar la niña se recompuso, esbozó una sonrisa y volvió por donde vino. Fortis salió de su escondite, la escena se repitió dos días después y durante una semana fue
testigo del lagrimeo casi incesante de esa pequeña infante.
Dos semanas después Fortis aún se preguntaba si en realidad debía hablar con la pequeña ya que ella iba casi todos los días, lloraba largamente y se iba. Ese día llevó el diario de su padre que había escrito detallando todos los consejos que le dio al anterior monarca, incluido el de perdonar a Pascal, Fortis pensó que si algún día él tenía el poder de un rey JAMAS perdonaría a sus enemigos, con esto en mente, la imagen de su padre en el calabozo le puso triste, se enteró esa mañana al ir al pueblo sin darse cuenta se quedó dormido, olvidando que era la hora en que su pequeña visitante llegaba.
-¿E-eres un fantasma? – preguntó la niña moviéndolo con suavidad, los obscuros ojos de Fortis vieron a la niña, retrocedió, pero era tarde, ella ya lo había visto, los ojos enrojecidos le confirmaron lo que ya sabía llegó llorando
- ¿Y si lo fuera? – replicó solemne aguantando la risa\, hacía mucho tiempo desde que no bromeaba o hablaba con alguien algo que no fuera el precio de las verduras o el pan en el mercado\, la niña abrió los ojos tratando de pensar una respuesta\, pero esta no llegó. Una hermosa tarde de otoño que Fortis nunca olvidaría la tenía grabada en su cabeza porque su vida cambió para bien
Después de un rato el chico contempló su pelo castaño que le llegaba hasta la cintura y sus ojos color violeta que le encantaron.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó Fortis temiendo que ella desapareciera y fuera solo producto de la imaginación en los libros de su padre se describía cómo los soldados muchas veces si estaban aislados mucho
tiempo padecían visiones.
- Vengo a llorar – contestó la niña – mi nana dice que no debo llorar en casa o mi padre se enfadará aún más, por ello vengo aquí y luego vuelvo a casa – Fortis se quedó callado, la violencia familiar era algo común incluso entre los nobles - ¿ Y tú? – preguntó con inocencia temiendo todavía que fuera un fantasma
- Vengo a leer – replicó el chico, ella abrió los ojos con curiosidad y le pidió que le leyera algo, el chico buscó un pasaje donde su padre describía cómo aconsejaba al monarca comprar un collar de rubíes para contentar a su esposa luego de hacerla enojar por insinuar que estaba gorda, cambió los nombres de los involucrados y dado que la anécdota era bastante jocosa ella comenzó a reír a carcajadas, propio de esa edad es olvidar bastante rápido los problemas, ambos terminaron riendo y Fortis sintió que volvía a vivir, se prometió volver al día siguiente y encontrarse con ella, hicieron un pacto de meñiques y quedo zanjado el asunto.
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