Alexander

—Decidiste meditarlo, ¿eh?

—En realidad investigué.

—De haber sabido que tendrías la capacidad para averiguar sobre el presidente jamás te habría dicho nada — Lexa llegó a mi altura —. Señores, Aidah forma parte del club a partir de ahora.

—No nos consultaste, Lexa.

—Ya sabe demasiado. Aidah, él es Benedict Leavitt — el señor con aspecto mayor se acercó a mí y estrechamos nuestras manos—, él se encargó de reclutarnos a todos y nos ayudó a diferenciar el mal crimen y el buen crimen, si es que hay. Este otro es Raven Jordan, es un experto con las armas de tiro largo y nos ayuda a fabricar esa clase de armas — el chico que me quitó la tela de la boca se acercó y me dio un abrazo muy corto — Malcom Hanley, sabe de todo un poco pero destaca con el enfrentamiento cuerpo a cuerpo y lucha con armas punzo cortantes — un chico, tal vez un poco mayor que Lexa se inclinó y volvió a sus asuntos — Kade Teel, es un gran estratega y casi siempre es quien averigua primero de nuestras víctimas — un chico de aspecto fino y pacífico me sonrió y meneó su mano saludándome — Sólo falta Wade Parish, él siempre sale para estudiar la zona y poder salir a hacer lo nuestro sin que logren encontrarnos.

—¿Dónde está?

—Tal vez vagando por las calles — interrumpió Kade, creo —. Oh, lo lamento. Es sólo que ya me tiene hasta la coronilla ese maldito holgazán.

—Vamos, Kade, sin él no podrías armar tus jugadas.

—Cállate, humano sin cerebro.

—Continúa insultándome, nerd.

—¿A quién llamas nerd ? — Kade se había enderezado y dejó ver su gran altura.

—Maldito antisocial. ¿Quieres que te quite esas gafitas?

—Chicos, chicos, tenemos una dama aquí, ¿qué tal si se comportan? — Benedict estaba listo para retenerlos.

—Realmente que se peleen no representa un problema para mí.

—¿Estás a favor de las peleas? — Lexa había puesto toda su atención en mí por el comentario que hice.

—No, claro que no, lo que quería decir era- — todos posaron sus ojos en mí — nada.

—Lindo atuendo — dijo Raven.

—Gracias.

Bajé la cabeza para mirar mi ropa y cuando la alcé para continuar conversando descubrí a todos, menos Benedict, contemplando mis medias y zapatillas. Tomé ambos lados de mi capucha y cubrí mis piernas, intenté evitar que vieran el rubor que había aparecido en mis mejillas. Aclaré un poco mi voz con la garganta y di media vuelta.

—Hasta la próxima, caballeros.

—Necesitamos saber dónde vives.

—¿Para qué? ¿Me van a secuestrar cuando me necesiten? No, prefiero una llamada.

—Va a tardar en superarlo — murmuró Lexa de tal manera que podría asegurarse que lo escuché.

Abrí la puerta con todas las fuerzas que tenía, estaba muy pesada. Volví a escuchar el leve sonido que hacía y supe que todos ellos habían salido para verme partir; me até el cabello y me puse el gorro de la capucha. Subí al edificio más pequeño por la gran cantidad de tuberías que tenía y lancé una veloz mirada hacia el callejón y, en efecto, estaban allí todos. Sonreí levemente y me fui saltando de techo en techo.

El clima era perfecto para la reunión, me abrigué con un saco y una bufanda negra, a pesar del frío el sol alumbraba bastante, busqué mis gafas de sol y salí del hotel como si fuera cualquier otro civil normal. Abrí la puerta del café y la recepcionista me guió a una mesa cerca de la amplia ventana; me entretuve viendo pasar a la gente por muy poco tiempo. La campana que anunciaba la llegada de alguien o su salida sonó y alcé la mirada. Ya había llegado.

—Llegas tarde — comencé.

—Convencer a la gente no es nada fácil.

—¿Traes lo que te pedí?

—Sinceramente no creí que tú fueras esta clase de personas, siempre buscas el bien mayor sobre el tuyo y-

—¿Lo traes?

—Sí.

—Dámelo.

Abrió su maletín y sacó una carpeta, la colocó en la mesa y la abrió para que pudiera leerla.

—Aquí está toda la información que pude recopilar del presidente Lowe.

—¿Es suficiente?

—¿Para tu acto? No lo creo.

—Por favor.

—Enserio, puedo buscar un poco más.

—No es necesario.

—Puedo hacerlo yo sola — cambió la voz en un tono más chillón —. Te conozco lo suficiente, sé que eres capaz de lograr cualquier cosa que te propongas.

—Entonces deja las cosas como están. Yo me encargaré de lo demás.

—¿Segura?

—Aquí está tu dinero — saqué de mi bolsillo un sobre gordo lleno de billetes —. Aprovéchalo en buenas cosas.

—Te diría que lo haré, pero estaría mintiéndote.

Me levanté y me despedí, me dirigí a la biblioteca para leer los documentos que había recibido.

Nicolas Lowe mantenía alianzas ocultas con los reinos del Oriente, sobre todo con Durbatú, por eso todos esos reinos han estado atacando a los enemigos de Amyra y no a Amyra, casi siempre van en contra del mundo; participó en un genocidio en Virazy y culpó a sus "amigos" terroristas; realizó varias campañas para apoyar a la población y más de la mitad del dinero se depositó en su cuenta bancaria, que cuenta con más de tres billones de iris; repartió armas ilegales a los reinos de Durbatú, Nebir y Heded en la reciente guerra y ocultó al mayor delincuente mundial, Johan Lund. El presidente era un criminal en el poder y ayudaba a sus otros amigos a cometer sus fechorías sin presentar cargos ni juicios.

Tan pronto acabé de analizar la información corrí al hotel y me cambié mi ropa normal por mi capucha, salí a la guarida del Club de los Anti-asociales y me detuve varias veces a estudiar los movimientos que empezaban a producirse diario por el trabajo y los estudios.

No toqué la puerta, sólo la empujé con mi pie y los vi a todos jugando cartas. Aventé la carpeta, arruinando su juego, y fui a la cocina por un vaso de agua.

— Quizá les interese eso — les grité desde el refrigerador.

— ¿Qué es? — gritó Malcom.

— Velo tú.

El silencio invadió toda la propiedad y me acerqué a ellos para romperlo, Benedict ya estaba de pie caminando de un lado a otro y Lexa leía con desesperación la información, Raven tenía las yemas de sus dedos en el frente y los frotaba con su piel con frecuencia, Kade estaba pensativo con sus manos entrelazadas tocando sus labios y Wade me miraba con desprecio.

—¿De dónde lo sacaste?

—Tengo mis medios.

—¿Corrupción?

—Estoy en contra de eso, Wade, si quieres acusarme de algo, mejor ten pruebas, ¿vale?

—Basta, Wade, ésto es peor de lo que todos pensábamos. ¿De dónde lo sacaste? — intervino Lexa.

—Ya dije que tengo mis medios.

—¿Qué medios? — Lexa se puso de pie y se acercó a mí con mirada desafiante.

—Tengo un buen amigo que me ayudó.

—¿Estás segura que hace trabajo limpio?

—Claro, trabajé con él por mucho tiempo.

—Así que es él.

—Atrévete a investigar sobre él y juro que no te perdonaré.

—No me interesan tus amiguitos, Aidah.

—Lexa-

—Tú me dices Alexander.

—Bien, señorito Lee, no es de su incumbencia mi trabajo.

—Dije Alexander.

—No te conozco ni me interesa conocerte, Lee.

Alexander frunció el ceño y me dio la espalda, él y Wade compartieron la misma mirada hacia mí.

—Aidah, tu información nos fue de gran ayuda, gracias.

—Benedict, estamos en el mismo equipo, no hay nada que agradecer.

—Claro que lo hay — se acercó a mí —. Vamos a tomar un café, ¿te parece? Los demás no se ven con el ánimo suficiente para que nos ayuden a alegrar el día.

—Por supuesto. Sólo que mi ropa es-

—Vuelve a casa y cámbiate algo casual. Nos vemos en el café.

Salí de ahí y fui directo al hotel, encontré la ropa más cómoda que tenía y salí; Benedict esperaba en la puerta del café y entramos juntos, ordenamos algo ligero y nos quedamos callados un momento, al poco tiempo de que Benedict se acabó su plato sacó un cigarrillo de la bolsa de su camisa y lo prendió. Intenté soportar el horrendo olor que desprendía y esperé a que su cigarrillo se extinguiera.

—La juventud es complicada — lo miré confundida —. Lexa puede ser un poco pesado y obstinado pero en realidad es muy bueno.

—No entiendo por qué nos comportamos tan bien antes y ahora-

—La juventud es complicada — le volví a lanzar mi mirada de confusión —. A veces Lexa puede ser lo peor que han visto tus ojos pero otras veces puede ser lo mejor.

—No concuerdo con eso.

—Es porque no lo conoces tanto como yo; todos piensan lo mismo de él cuando lo conocen, todo inicia muy bien y al poco tiempo ya todo se derrumbó.

—¿Desde cuándo lo conoces?

—Él tenía ocho años cuando lo encontré perdido en el mercado, lo llevé conmigo en busca de ayuda para devolverlo a su casa, sus padres me contactaron poco después de que di el informe a la policía, me dijeron que nunca le dijera que se habían comunicado conmigo y que le inventara una historia. No lo querían con ellos. Cuando cumplió trece comenzó con sus problemas emocionales, experimentó una gran curiosidad por sus padres y yo no pude ocultárselo por mucho tiempo, a los quince se lo dije todo. Poco tiempo después sus padres habían aparecido muertos.

—Vaya vida tan más fea.

—Alexander es un chico fuerte, a partir de que le dije su historia podría aguantar cualquier tipo de dolor emocional. Hasta que te conoció, por alguna extraña razón él se acercó a ti de una manera poco sospechosa y te ayudó, no estuvo tranquilo hasta que notificaron en todos los medios que habías escapado.

—Espera un segundo — alcé mi dedo índice para que callara — ¿Alexander fue el chico que me ayudó a deshacerme del candado?

—¿Sorpresa? Alexander no es lo que aparenta ser. Sufrió bastante en su niñez, perdió a sus padres y se fue a vivir con un extraño que resultó bueno en los negocios criminales y no pudo evitar que se uniera. Yo realmente quería que fuera un hombre mejor que yo y terminé criándolo para que fuera como yo.

—Oye, escúchame, cada quien hace lo que se le hace correcto, no todos pensamos de la misma manera y eso es lo que hace al mundo más divertido. Al menos Alexander te tomó como ejemplo.

—Yo no quería eso.

—Algo bueno ha de haber sacado de ti, Benedict.

Entonces Alexander suele comportarse frío con todos, incluso con el hombre que lo crió después de perderse, ¿por qué me salvaste hace tres años? Benedict me miraba en silencio y parecía que quería descifrar lo que iba a pasando por mi mente; bajé la mirada y después parpadeé lentamente. El miedo nos invadió a todos al momento que sonó una explosión del otro lado de la calle, salí corriendo del café con Benedict y nos separamos, él se fue con los demás y yo a mi hotel. Eran terroristas.

Entré a mi habitación llena de desesperación y salí vestida de delincuente, corrí lo más rápido que pude sin cansarme tanto hasta el café; me detuve en seco, los hombres que habían causado eso ahora tenían en un círculo a al menos treinta personas. Bajé por los callejones y caminé hasta el centro de la calle, los miré bien al recibir sombra en mis ojos, todos los civiles parecían más asustados que antes y los hombres más satisfechos. Moví la cabeza hacia un lado y busqué una buena estrategia de ataque, la mirada se me detuvo cuando vi a Benedict con los demás chicos detrás de los hombres, siendo unos espectadores más. Estaban asustados. Sonreí un poco de un solo lado, avancé hacia ellos e iniciaron los murmullos, todos decían que había sido planeado por mí.

Los hombres terroristas dieron varios pasos al frente y nos encontramos, algunos de ellos se inclinaban un poco para ver mis ojos, aclaré la garganta y saqué mi daga, la apunté al cuello del que parecía el líder; hice un movimiento circular con mi cuello y le indiqué que se arrodillara, obedeció a mis órdenes y el resto de ellos se arrodilló tan solo unos pasos más atrás. Alcé la mirada de los rehenes, quienes al recibirla salieron corriendo fuera de ahí para ser libres; giré sobre mis talones y yo me fui alejando, entonces alguien me jaló de los pies y me tiró.

Di un giro para poder ver hacia arriba y aquel hombre al que le apunté con la daga estaba sobre mí.

— Lindos ojos, princesa.

Sin dudarlo un segundo, me estiré para tomar mi daga y la clavé en su cuello, toda su sangre me salpicó en la cara; lancé su cuerpo y me senté en el suelo, los demás hombres que lo acompañaban se echaron a correr en dirección contraria. Tenía los ojos bien abiertos, jamás había asesinado de tal forma, mi respiración se agitó al ver la expresión de todos, incluso Kade se veía traumado. La presencia de la policía se iba sintiendo, me levanté del suelo y corrí hacia donde habían ido los demás terroristas, avancé unos cuantos metros cuando escuché varias voces autoritarias pedirme que me detuviera. No miré hacia atrás, no me importaba quién fuera.

Subí a los techos y los policías me perdieron de vista, en una esquina me encogí como un feto en el vientre de su madre, hundí la cabeza en mis brazos y lloré; intenté limpiar mi rostro de la sangre que empezaba a secarse y me di por vencida al ver que solo me manchaba más. Desahogué mi dolor gritando al cielo por mi desgracia, ¿cómo me convertí en esto? Golpeé el suelo hasta que aparecieron cortadas en mis manos, pero aun así no me detuve, parecía loca y berrinchuda. Sé que pasaron horas, el sol ya no estaba en el cielo. Lexa y Kade aparecieron frente a mí; Kade me limpió la cara y la sangre de las manos, y me ayudó a bajar del edificio, Lexa me llevó cargando hasta su guarida y sin darme cuenta me quedé dormida en sus brazos.

— ¿Crees que esté bien?

— Confía en mí, Lexa, de algo sirvió estudiar un poco de medicina.

— No sé cómo pagártelo, Kade.

— No hay necesidad, ya es un miembro del Club, ¿no? Nos preocupamos por todos.

— ¿Si les avisaste que la encontramos?

— Sí, les hice repetir lo que dije. No sé por qué no han llegado.

Poco a poco sus voces se fueron apagando y todo se tornó oscuro.

 

 

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