Debilidad

Gabriele

–Más. Dame más –pide la mujer en mi brazos mientras le muerdo el labio inferior.

Recién me estaba acostumbrando al fuego que hay en su boca, a su impaciencia y sobre todo a su entrega cuando de pronto quiere más.

Más.

Tomo su muslo y lo subo a mi cadera para que vea lo excitado y perdido que me tiene en este momento.

Jadea y todo mi cuerpo se tensa y endurece más aún. Me tiene como un muchacho de trece años desesperado por hacer un movimiento.

–¿Está bien así, fierecilla? –pregunto sobre sus labios, retándola con la mirada.

–Quiero más –pide sorprendiéndome. Coge mi rostro con sus pequeñas manos y pasa sus uñas por mi cuero cabelludo–. Necesito más –agrega con un tono de súplica que me tiene a sus pies.

Me pregunto si será consiente que estoy a punto de follarla en la habitación de mi amigo, con personas comiendo a unos metros de nosotros, y con mi propia hija como testigo de este incendio que se apoderó de todos mis sentidos.

No sé qué pasa, pero esto se siente tan bien. Su pequeño cuerpo encaja perfectamente en el mío.

Mi mano cubre prácticamente toda su espalda. Sé que el cuerpo en mis manos es frágil, casi demasiado, con solo un movimiento podría acabar con su vida, y esa certeza me hace sentir… débil. Como si el que estuviera en un serio peligro soy yo y no ella. No logro entender por qué.

–Oh, mierda. Lo siento. –Sofía se separa de mi cuerpo y quiero gritar de irritación por perder su calor, pero también quiero gritar de alivio porque no quiero volver a sentirme débil y asustado nunca más–. Gabriele es una emergencia –insiste mi amigo.

Sus ojos me dicen que es efectivamente algo grave.

Miro a Sofía sin saber qué decir. Está mirando hacia el suelo con su rostro encendido y se niega a hacer contacto visual conmigo.

Podría obligarla a mirarme y decirle algo, pero decido no hacer nada porque en este momento no puedo pensar claramente. Me alejo de ella sin voltear a verla. Abrumado por la debilidad que sentí hace unos momentos a su lado.

Salgo de la habitación y cierro la puerta a mi espalda.

–¿La Cosa Nostra? –pregunto y Dante asiente–. ¿Daños?

–Doce hombres y quemaron una de nuestras reservas de drogas.

Mierda.

–Por favor dime que se trata de la de Baltimore.

–Atlanta.

Golpeo la pared con mi puño. En esa bodega subterránea había dos toneladas de cocaína.

Dos putas toneladas que pensábamos trasladar a Canadá la próxima semana.

–¿Cómo mierda se enteraron de la ubicación?

Dante se encoge de hombros. –Imagino que de la misma forma que nosotros lo hicimos con las de ellos.

–Soplones.

–Sí. Tenemos que averiguar quién o quiénes son y eliminarlos –dice como si no lo supiera–. No podemos arriesgarnos que den información más valiosa.

–¿Sospechas de alguien de tu lado?

–No, pero no meto las manos al fuego por absolutamente nadie.

Pienso en mi gente. –Creo que es probable que el soplón sea de mi lado. Hay capitanes que no han llevado bien mi liderazgo.

Tomo mi teléfono y llamo a uno de mis pocos hombres de confianza.

–Quiero que detengas a los hijos y esposas de Conti y Ferraro –digo cuando contestan–. Esta noche –agrego antes de cortar la llamada. Miro a mi amigo–. Si son ellos lo sabremos esta noche.

Dante sonríe con deleite.

–Tendremos diversión hoy –devuelve–. Ya comí toda la pasta que quedaba, estoy libre.

*****

Los ojos de uno de mis capitanes brillan con ira.

–Tu padre no tocaba a la familia.

–Mi padre no tenía las agallas –devuelvo sin dejar de mirar la imagen proyectada en la pantalla de un notebook de una niña de seis años junto a un niño de unos cuatro años, ambos todavía en pijamas, abrazados a su madre, quien está con los ojos vendados.

Todos se ven aterrados.

–Tenemos toda la noche –agrega Dante. La luz del cuarto donde está la familia de Conti se apaga y los niños gritan aterrados–. Por ahora es solo la luz, más tarde alguien más entrará a la habitación con ellos y estoy seguro que no querrás ver eso.

–¡No sé nada! –insiste–. Tomen a mi mujer, pero no a mis hijos.

–¿Es mi idea o Conti nos está regalando su mujer? –me pregunta Dante con diversión simulada–. No lo sé, no se ve como mi tipo. ¿Gabriele?

–Ni el mío –contesto. Últimamente se me antojan mujeres jóvenes e insolentes con el pelo rizado y ojos que ruegan siempre por más.

Me obligo a no pensar en ella en este momento.

–Quizá debamos entregársela a Jefrey –empieza Dante.

–A Jefrey le van más los niños –miento tratando de quebrar al hombre y funciona.

Se lanza al piso y toma mis rodillas. –Por favor no toquen a mis hijos. Me ofrecieron mucho dinero. Tengo deudas de juego y ya ninguno de esos hombres se quería follar a mi mujer a cambio de darme más plazo. Me iban a matar si no pagaba.

Veo con asco como un hombre fuerte se quiebra frente a mí, llorando y rogando misericordia. Todo hombre, sin importar lo fuerte que sea, tiene su debilidad, en el caso de Conti son sus hijos.

Pienso en mi hija y sé que eso no me pasará a mí. Ella no se transformará en mi debilidad. Ni ella ni nadie.

–¿Quién fue?

–Un capitán de La Cosa Nostra. Quieren venganza, quieren destruir a la Camorra.

–No lo lograrán. Pero primero debo asegurarme de eso –digo levantándolo del suelo y enterrando un cuchillo en la parte baja de su vientre.

Los gritos de Conti rebotan en las paredes mientras su sangre salpica el suelo y mi cuerpo. Subo el cuchillo por su estómago, desparramando sus entrañas en el suelo, dejando que los hombres que están presentes vean lo que le pasa a un traidor.

–Mierda, ya van dos buenas camisas que arruino hoy. –Dante ríe–. Liberen a los niños y a la pobre mujer que tuvo la mala suerte de ser la esposa de un soplón. Y limpien. Apesta a traidor aquí –ordeno antes de salir con mi amigo siguiendo mis pasos.

–Recuérdame nunca traicionarte –dice en broma.

–Imagino, mi amigo, que tú eres mucho peor con los soplones.

Dante sonríe. –Les doy a elegir como quieren morir.

–Que generoso –digo irónicamente.

Dante parece un hombre amable, pero lo conozco, eso es solo una careta que esconde a un verdadero psicópata. Suerte para él nació en la familia correcta.

–A Atlanta –le indico a mi piloto, quien estaba esperando por mi fuera de la puerta.

–La diversión continúa –agrega Dante.

Serán unos días largos, pero debemos recuperarnos de este ataque y vengarnos. Al fin La Cosa Nostra sabrá lo que puede pasar cuando le roban a la persona incorrecta.

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Comments

Sisy Toledo

Sisy Toledo

Que horrible como pueden maltratar mujeres y niños......estos capos no me gustan deben ser psicópatas......hay capos de la mafia que no tocan mujeres y niños.....esas son sus reglas.....👊👊👊👊👊👊👊😠😠😠😠😠😠😠

2023-11-03

76

iriana

iriana

Sádico degenerado meterse con niños, Pero se que la vida se va a encargar

2024-05-07

1

Eva Madrueno

Eva Madrueno

fácil entrar, difícil salir y más si tiende adicciones pierden la dignidad y la vergüenza

2024-05-02

1

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