La familia Vita estaba forrada en dinero. Lo había estado siempre, generaciones y generaciones de riqueza abundante en el negocio de los inmuebles, (y otras cosas, menos legales). Eran la prueba en vida de que la nobleza, la aristocracia, nunca había desaparecido: hijos de ricos, padres de ricos, todos serían sepultados en cajones de oro y plata.
Sus rostros eran todos iguales. Los esculpidos resultados de la selección de genes desde tiempos inmemoriales: ojos claros, azules o verdes, pieles pálidas y suaves, cabellos lacios, rubios. Daba miedo verlos a la distancia, el efecto intimidante: la similitud entre todos era espeluznante.
Evan Vita, como traído por la gracia de Dios, rompía con todos los requisitos de su familia y deshonraba el nombre desde el día de su nacimiento.
El tema se remontaba varios años atrás. Unos cuantos. Antes de que naciera Evan, Armando Vita conocía a Gina Hillman en unas vacaciones al otro lado del mundo. La mujer, una joven de piel bronceada y cabello pelirrojo, lo, (según otros familiares), "sedujo" y lo llevó a la cama. Allí, engendraron a Evan.
Armando, aún seducido por los encantos de la mujer, accedió felizmente a casarse con ella. Gina, aunque era un espíritu libre, una fotógrafa que tenía el sueño de recorrer el mundo, accedió a sentar cabeza, al menos mientras su hijo crecía.
Se casaron cuando la mujer tenía unos tres meses de embarazo. Seis meses más tarde, nacía Evan. Treinta y seis horas después del nacimiento de Evan, Gina falleció.
Evan era un retoño de cabello rojo como el fuego y piel trigueña. Tenía pecas y ojos oscuros, un marrón bien profundo. Sus facciones regordetas, su nariz griega y sus cejas pobladas delatarían su origen aunque le blanquearan la piel, tiñeran el cabello y lo obligaran a usar lentillas. Estaba corrompido en su sangre, y no tenía disimulo. Era una deshonra, y según su padre, un asesino.
Su infancia no era algo que acostumbrara a recordar. No disfrutaba rememorar las noches de sollozos y gimoteos, y los gritos o la completa soledad. Las miradas desdeñosas de su padre, el desprecio de su hermanastro, la lástima de su madrastra.
Despertó respirando hondo, su garganta cerrada mientras miraba a todos lados y buscaba una camilla de hospital. En su lugar, encontró su antigua cama, la mesa de luz al lado, con la lámpara prendida, y el resto de la habitación sumida en una tiniebla total.
Se sentó en la cama. Las piernas apoyadas, los pies contra el piso. Su cuerpo no le dolía como si hubiera estado en un choque. En general, no le dolía como si tuviera treinta y cinco años. Se sentía rejuvenecido, relajado.
Se levantó y caminó hacia donde recordaba que estaba la luz. Sin decepcionarlo, la perilla seguía en su sitio. Cuando la bajó, la luz iluminó el pequeño cuarto.
La cama estaba pegada a una esquina, encima de la cual estaba la ventana entreabierta. Era de noche y entraba una brisa helada, pero, si las cosas seguían siendo como Evan recordaba, la ventana estaba rota y no podía cerrarse del todo. Al frente de la cama estaba su escritorio, y al lado del escritorio un pequeño cajonero para poner su ropa.
Evan caminó hacia el escritorio y miró encima de la mesa. Leyó el título del libro, rojo y blanco, con los ojos entrecerrados, incrédulo.
“Matemáticas para la escuela secundaria: Funciones, Polinomios y otros”
Evan extendió su mano y empezó a recorrer páginas con expresión ajena. Recordaba este libro como si lo hubiera resuelto ayer, una guía de ejercicios para el ingreso a la escuela secundaria.
Cuando tenía quince años, su madrastra convenció a su padre de meterlo en el mismo colegio al que asistía Keith, el Saint Julien. Había tenido que estudiar con dureza para ser calificado aprobatoriamente y ser colocado en una buena clase, sobre todo porque el nivel de Evan había sido el de una escuela pública promedio.
La escuela dividía a los alumnos en clases dependiendo su desempeño en el examen de inicio de año. Las clases iban de la D a la A, con aulas especiales para jóvenes destacados atletas o académicos. Si Evan no recordaba mal, originalmente entraba en la clase B, pero su padre pedía una revisión de su examen y exigía que se lo bajara de grado por su débil base. Así pues, Evan empezaba en la clase C.
El dolor empezó a centellar un poco. ¿Por qué estaba en la casa de su infancia? ¿Por qué su cuarto tenía todas esas cosas?
Súbitamente, se abrieron sus ojos. Caminó afuera de su cuarto como poseído, y corrió al baño antes de cerrar la puerta. Se miró en el espejo y, poco después, vomitó.
Para cuando logró reincorporarse, la imagen que le devolvía la mirada en el espejo era más pálida y ojerosa. Pero seguía siendo joven, y eso era lo impresionante. Su versión de quince años le devolvió la mirada con horror en los ojos oscuros, entonces enrojecidos.
...****************...
Escribió en su libreta con una mirada seria, después de haber pasado cuarenta minutos llorando y haber vomitado otro par de veces.
Murmuró en voz alta para sí mismo:—Estoy aquí porque el viejo Cisneros se sacrificó para que yo viviera. Tengo que hacer lo que él me dijo. Tengo que ser feliz. Pero, ¿Cómo? Bajo el mismo techo que papá y Keith, teniendo que soportar a los idiotas del colegio y a la familia Vita.
A cada detalle sonaba más imposible. Las ganas, ya pocas, de Evan se esfumaban. Pero pasó una mano por su cabello y respiró hondo.
—No —se aseguró a sí mismo—. No así. Yo encontraré una manera. Puedo hacerlo. Solo tengo que hacer un plan. Reglas.
Empezó a garabatear en la hoja, sin preocuparse porque nadie escuchara. Había bajado a la cocina unos minutos antes y había encontrado una nota de su madrastra avisando que se habían ido a comer a un restaurante caro, que tenía pan para hacerse un emparedado o que podía pedir algo.
Aunque acababa de vaciar el estómago en el inodoro, no sentía hambre alguna. Seguramente tenía algo que ver con el olor a desinfectante y sangre que la ambulancia tenía impregnado en cada rincón.
Se apretó el puente de la nariz como si hubiese residuos del hedor. Lógicamente, sabía que todo estaba en su cabeza. Aun así, el pensamiento dolía. ¿Qué había pasado con Cisneros? ¿Y el retiro? Las pocas cosas que tenía, los otros enfermeros, sus amigos. ¿Se habían ido? ¿O seguían adelante con sus vidas sin él?
La bilis le volvió a quemar la lengua.
Se encorvó sobre el escritorio y pensó en prefectos definidos.
El libro llegó a su mente. "Sweet kisses" y sus enfermizas similitudes con todo. Debería estar siendo publicado en ese momento, en alguna página web, pero, aunque fuera contra cualquier coherencia que quedara en la mente de Evan, no pudo evitar conectarlos.
Caminó hacia su mesa de luz y tomó el celular. Volvió a su escritorio y se sentó antes de empezar a hacer una búsqueda profunda.
Tras probar con un par de sitios que aún no existían, llegó a la página correcta. Luego de rebuscar entre una cantidad asquerosa de libros con el mismo nombre o uno similar, cuando tenía la mente llena de sinopsis sobre amores prohibidos y dramas, llegó a la portada de los labios alrededor de la paleta.
Sus ojos se movieron en cada línea de la sinopsis rápidamente.
‘Alice Burdow tiene quince años y acaba de ganar una beca para el instituto más prestigioso de su país. Cuando llegue, deberá demostrar que pertenece a ese nuevo mundo y, en el proceso, tejerá una relación interesante con Keith Capozzoli Vita, el chico más rico y peligroso del colegio, y el único que puede seguirle el ritmo.'
Respiró hondo y leyó un par de veces más como para asegurarse de que las cosas fueran esas. Se sentía extraño. El nombre de su hermanastro era el mismo, y recordaba algo de Alice, el apellido le sonaba demasiado.
La versión en físico era distinta. Los nombres y algunos detalles. Esto era idéntico.
Entró y leyó el primer capítulo entero. Se llamaba “Primer lugar” y hablaba del éxito de Alice en el concurso de debate. Presentaban una protagonista fuerte, amable pero certera. Muy humilde.
Se situaba en el 20 de enero de ese mismo año. Evan se apresuró a salir de la página para buscar diarios de su localidad y ver si podía encontrar su nombre. No tuvo que buscar mucho, fue el primer resultado. Y no solo el primero. Siguió bajando mientras las noticias aparecían.
“Prodigiosa joven local gana concurso de debate nacional.
Niña superdotada domina el podio en el Concurso Nacional de Debate
¿Quién es Alice Burdow, la ganadora nacional del Concurso Nacional de Debate en la categoría sub-20? Conoce aquí todos los detalles.”
El colmo fue echarle un vistazo a las fechas, la confirmación de todos sus temores.
“Publicado: 20 de enero”
¿Evan era el villano de una novela de cuarta? Fantástico, lo que le faltaba.
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Comments
Geslaine
Yo hubiera entrado en pánico primero /Hey/ jajajaja en fin sigamos leyendo.
2025-03-27
0
🤗Finita💖💫🇲🇽
Wow
2024-03-23
1
Kovács Natália
Absolutamente adictiva
2023-08-15
2