Y consideraba que Tale era una buena oportunidad, además de gustarle bastante —aunque no igual que el pelinegro.
Estaba alegre con como iba yendo su vida, ahora tenía un nuevo amigo con el que crear nuevas anécdotas y con el cual las cosas parecían avanzar a algo mejor y su relación con su mejor amigo no había sufrido alteraciones hasta el momento.
Una tarde, casi al anochecer, se encontraba en los establos de la granja de su madre en compañía del joven cenizo; ambos habían quedado de verse ese día, por lo que dio la escusa de que estaría limpiando los establos para poder deshacerse de la vigilia de Ares y de las dudas de su madre.
Cuando Tale llegó, Roxana fue consciente de que algo importante ocurriría ese día dada la actitud inusual del joven, y no estaba equivocada. Tale la saludo y fingió estar como si nada en un principio, pero en un momento de distracción se acercó a ella y de manera inesperada sujeto su rostro entre sus manos y unió sus labios en un beso.
Ella, que ya veía venir algo así desde hacía algunos días, correspondió de buena manera al contacto, aferrándose al hombre que la sostenía.
Al final, ambos terminaron recostados en el heno, con él encima de ella, sin dejar las caricias de sus labios prácticamente en ningún momento.
Las manos de Tale se habían movido de lugar y ahora una de ellas encontró su sitio en la cintura de la chica, mientras que la otra descendía peligrosamente hacia su muslo, mas no pudo continuar su camino por la repentina forma en que fue tirado hacia atrás con brusquedad, obligándolo a apartarse de la joven.
Roxana quedó estupefacta en su lugar, apenas reaccionando a tiempo para ver a Ares tomando a Tale por la parte trasera del cuello y llevándolo a rastras fuera del establo; ella se incorporó a prisa, siguiéndoles a las afueras de la granja de su madre, deteniéndose a unos pasos de distancia de dónde Ares se había detenido y arrojaba al otro chico al suelo delante de él. Para ese momento, Roxana comenzaba a dejar de lado la estupefacción y comenzaba a llenarse de ira al ser más consciente de lo que ocurría.
—¡¿Qué mierda te pasa?! —grito ella, mas fue ignorada por él, que solo se dirigió a Tale.
—Bueno, parece que te sientes suficientemente bueno para estar con ella, entonces, de ser así, veamos si es verdad. Antes de tener cualquier chance con Roxana, primero debes enfrentarte a mí; si ganas, no volveré a interrumpirlos, pero si yo gano, no volverás a acercarte a ella.
Tale gruño Al tiempo que se ponía de pie en su lugar, asesinando al otro con su mirada intensa.
—¡Ja! Claro, el perro guardián no podría quedarse sin hacer nada; eres un hipócrita, Ares, siempre controlando los pasos de Roxana, limitándola, mientras tú haces lo que se te viene en gana sin que nadie pueda decirte nada.
Ares apretó los puños con fuerza, furioso e indignado con que otro cualquiera como ese se atreviera a juzgarlo.
—Tú no sabes nada, es mi deber protegerla.
—Yo lo sé todo, eres un desgraciado que se niega a aceptar que ella haga su propia vida sin estar siempre al pendiente de tía. Eres consciente del excelente prospecto que soy para ella, pero aun así te esfuerzas por apartarnos; patético —reclamo Tale, con una postura tensa.
—Si es lo que piensas, entonces enfréntate a mí y vénceme para salvarla de mi yugo.
—Ares, basta con esto —ordeno Roxana, cada vez más furiosa con su amigo, mas volvió a ser dejada de lado en la riña.
—Bien, si lo que quieres es luchar, luchemos entonces.
Ambos tomaron sus espadas y el enfrentamiento comenzó; Roxana no hizo ningún intento por detenerlos, sabiendo que eso solo dañaría el orgullo de ambos guerreros, mas se sintió agradecida de que no hubiera nadie más para presenciar la pelea, pues entonces eso sí podría ser problemático para los chicos en un futuro, en cambio, de esa manera podrían mantenerlo entre ellos y seguir actuando de manera que no afectará su relación como guerreros.
La lucha seguía con el acero chocando entre sí y ambos hombres moviéndose con maestría de un lado a otro; por un momento fue como si ambos fueran iguales, como si Tale pudiera vencer a Ares, pero al instante siguiente toda ventaja que había formado se desvaneció y no hubo punto de comparación entre Ares y él, quedando pronto en evidencia que el chico de cabello oscuro era el ganador definitivo de aquel encuentro.
Una vez que se dio por vencido, Tale se marchó de ahí, maldiciendo sin siquiera despedirse de la joven, furioso por su pisoteado orgullo de guerrero. Roxana se sintió herida con la situación y, tomando su propia espada entre sus expertas manos, se abalanzó en ataque contra Ares, que con gran destreza bloqueó el ataque y solo se centró en esquivarla, por lo que la chica, ardiendo en rabia, se volvió más agresiva en sus ataques.
Al final, Ares se las arreglo para quitarle la espada de las manos y capturó a la chica entre sus brazos, apretándola con firmeza contra si cuerpo, sin ceder en ningún momento a los golpes que ella intentaba dar con sus manos contra su pecho; una vez que se rindió con sus intentos, ella se quedó quieta, mas optó por descargar su enojo con palabras, conscientes de que estás podrían ser más peligrosas que un arma.
—¡Eres un maldito, Ares! ¡¿Por qué hiciste eso?!
—Ya lo he dicho, es mi deber protegerte.
—¿Protegerme?, ¿protegerme? Maldición, si te lo he dicho tantas veces y es hiriente tu falta de confianza; no necesito que me protejan, lleve exactamente el mismo entrenamiento que tú, y en todo caso, Tale es el segundo mejor guerrero en Amiclas, por lo que no tendrías por qué oponerte, nadie aquí sería capaz de superarte y es absurdo lo que haces.
—Tienes razón... Y Tale también dijo un acierto.
—¿De qué hablas?
—De que soy egoísta y me rehúso a qué te apartes de mi lado.
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