—Ya te puedes largar, no tienes nada más que hacer aquí. —Dio una calada a su cigarrillo, sin siquiera mirar a la omega de cabello largo que se estaba vistiendo frente a él lentamente, tomando las diminutas prendas que había usado antes de haber cogido con el gruñón alfa que estaba sentado en el alfeizar de la ventana, totalmente desnudo, dejando ver sus músculos marcados y numerosos tatuajes.
Ella le hizo un puchero, ensortijando un mechón de cabello con su dedo, y tratando de verse "provocativa".
—Oh, vamos... ¿no quieres otra ronda, guapo? —Dijo con esa ridícula voz que según ella era sexy, y que francamente a él le hacía sangrar los oídos.
No recordaba claramente la noche anterior, cuando pensó que sería buena idea ir a un antro a bailar y beber como vikingo; tenía recuerdos muy borrosos de música altísima, mucho calor, y vagos vistazos de bailar muy cerca de la chica que, ahora que la veía más atentamente y sin la bruma de alcohol, le hacía entender mejor ese dicho popular de “cualquiera puede verse muy bien después de las suficientes cervezas” y preguntarse seriamente cómo demonios ella pudo convencerlo, no sólo de enrollarse, sino hasta de hacerlo en su apartamento.
—Escucha... ¿Hyeseo? ¿Hyerin? Agh, me vale un carajo tu nombre. Puedes tomar tu sostén y tangas rellenos e irte en tus tacones de zorra derechito a la mierda. —Tiró la colilla del cigarrillo por la ventana antes de encerrarse en el baño para darse una ducha, ignorando los agudos e irritantes gritos llenos de insultos que le dirigía la chica.
Escuchó la puerta ser azotada, cosa que no pudo importarle menos, y se metió a la lluvia artificial caliente, sintiendo la cabeza palpitar de dolor gracias a la jodida resaca que lo torturaba.
Definitivamente debía dejar de tomar tantos tragos cuando estaba solo, era evidente que su juicio no era el mejor… aunque ha terminado en situaciones peores, como cuando despertó en un hotel desconocido en Busan con una tanga de plumas rosa puesta, un extraño tatuaje nuevo de Bob Esponja que le costó mucho dinero tapar con otro menos vergonzoso, una cantidad abismal de contactos desconocidos en su teléfono, una enorme cuenta abierta en un bar y eso era lo que podía recordar.
Una vez salió de la regadera, se tragó un par de aspirinas junto a una taza de café negro sin azúcar, tal como le gustaba, y tomó un poco de pizza que había en su refrigerador mientras presionaba el botón de su teléfono fijo para que sonaran los mensajes de voz que le habían dejado.
—"Hola Jiwonnie... soy yo, Minsung, nos divertimos mucho la otra noche y quería saber si podíamos ir por un café a eso de las..." —Ni se molestó en terminar de escuchar el mensaje antes de borrarlo con toda la indiferencia del mundo. No recordaba al pequeño iluso que se hacía llamar "Minsung", ni cómo fue que obtuvo su número de teléfono, pero tampoco le importaba. —"Hola guapo, soy Joohyun, no te olvido, en verdad creo que nosotros..." —Borrado sin miramientos, mientras tomaba un buen bocado de pizza. Iba a escuchar el siguiente mensaje cuando entró una llamada, y ante la curiosidad de si sería alguna llamada de Seokhwa o de su padre, contestó.
—Baek Jiwon, ¿Quién es?
—"Hyung... s-soy yo... Woo-Wooshin... necesito verte, por favor..." —Puso los ojos en blanco en cuanto escuchó aquella irritante voz que tanto le acosaba desde hace dos meses.
Estaba considerando la posibilidad de buscar una orden de restricción en contra del mocoso que aparentemente no entendía que sólo fue una aventura de un par de veces, porque el chico parecía niña y resultó tener un culo bastante apretado, y él estaba demasiado ahogado de alcohol cuando le conoció y folló, siendo el último acostón que tuvieron por mera lástima.
—Te dije que no volvieras a llamarme, ¿Qué tengo que hacer para que entiendas que contigo no quiero ni la hora? Creí que te había quedado claro hace dos semanas que sólo fuiste un polvo. —Espetó, comiéndose lo que le quedaba de pizza con absoluta frustación.
— "¡E-estoy embarazado, y de ti, lo juro!" —La voz le temblaba tanto al omega que sólo pudo reír amargamente ante tan mala mentira. La había escuchado tantas veces de tantos omegas diferentes que, si recibiese un dólar por cada ocasión, podría acabar con la hambruna mundial
—Pequeña zorra, no tiro con alguien sin condón para evitar que fáciles como tú me vinieran con esa patética mentira para tratar de amarrarme. Y para tu información, tengo hecha la vasectomía, el condón es sólo para que no me peguen algún bicho. —Bueno, al menos en era sincero con el pobre omega al que destrozaba sin importarle en lo más mínimo y sin esfuerzo. —Aún si estás embarazado, me vale una mierda. No vuelvas a llamar, aléjate de mí y si vuelvo a verte, solicitaré una orden de restricción en tu contra porque ya me hartaste. Sólo desaparece de mi vida.
Tras decir aquellas frías palabras, colgó el teléfono y observó la hora, luego su agenda, y al ver que estaba libre por al menos dos días, salvo de la horrorosa prisión que se hacía llamar escuela, y que era lamentablemente obligatoria para él, se tiró en la cama a dormir como si hubiese caído en coma. Excelente forma de pasar su domingo.
Despertó varias horas más tarde, y con pereza observó que su reloj despertador anunciaba que eran las 6:03 de la madrugada, y se planteó muy seriamente la posibilidad de usar algún buen soborno para poder conseguir una nota de doctor falsa y así saltarse la escuela los siguientes dos días.
Luego recordó que ya había usado notas con demasiada frecuencia aquel semestre y se le pasó, tendría que guardar aquel truco para el siguiente semestre o podrían castigarlo severamente, y eso sería peor que tener que aguantar algunas aburridas horas de clase.
Tras intentar volver a dormir, aunque sea un poco, girando sin cesar en su cama, se frotó la cara con frustración y fue al baño a asearse, para después colocarse el tedioso uniforme escolar que tanto detestaba, aunque, realmente, ¿Qué no detestaba aquel alfa egocéntrico, egoísta y malhumorado?
Con un gruñido de fastidio al revisar que en su refrigerador había sólo algo de mostaza y un tomate verde, además de lindos conejos de polvo en su despensa, tomó su billetera, mochila, llaves y su casco de motocicleta para luego salir del apartamento en dirección al supermarket que había a dos calles de allí.
Hizo una mueca cuando la luz brillante del lugar le dio en la cara, haciendo relucir la resaca que aún no se le iba del todo, a pesar del café y las aspirinas. Tomó una cesta de mano y empezó a tomar algunas cosas, en especial café, ramen y aspirinas, y una vez estuvo en la caja tomó además un par de cajetillas de cigarrillos.
Le guiñó el ojo a la cajera, quien se quedó embobada y ruborizada observando al apuesto alfa que de vez en cuando iba a comprar a ese pequeño establecimiento, y como siempre que hacía eso, olvidó cobrarle como debía y terminó metiendo en la caja registradora muchos menos wons de los que correspondían a las cosas que compró Jiwon, pero claro, a pesar de ser rico a este le gustaba divertirse jugando con la gente, y mientras más ingenua fuese su pobre víctima, mucho mejor.
Volvió brevemente a su lujoso y solitario apartamento, dejó las compras en la mesa, que ya se encargaría después la sirvienta de ordenar, y volvió a su moto para así arrancar a la escuela, y de vez en cuando frenando un poco para silbarle a cuanta omega y beta atractiva veía mientras pasaba, y más de una le devolvió el coqueto saludo.
Iba algunos minutos tarde, pero no le importaba.
Sabía que si su padre desembolsaba algunos cuantos billetes todas sus tardanzas e inasistencias desaparecerían sin problemas de su expediente escolar, aunque luego se llevase un largo sermón sobre la importancia de asistir a clase y tomar sus responsabilidades como futuro alfa de la familia, no sólo en la escuela, sino además al encargarse de los negocios de la familia.
Estaba muy acostumbrado a sus sermones, pero lamentablemente aún no había encontrado la forma de responderlos sin enojar aún más a sus progenitores.
Quizás algún hermoso día encuentre la forma.
Debería pedirle a Hanbyul su secreto para soportar los de su padre sin morir de aburrimiento en el proceso, e incluso ser capaz de cortarlos sin consecuencias.
Dado que iba tarde, como de costumbre, los pasillos estaban bastante vacíos en esos momentos. Hanbyul y Woojung no compartían con él la primera clase de los lunes, así que ¿Para qué molestarse en llegar temprano a ese lugar que tanto detestaba si no podría encontrarse con ellos hasta algunas horas más tarde?
Puede que Hanbyul y Woojung no se llevasen bien entre ellos, pero por separado aún eran sus mejores amigos. Simplemente era mejor no juntarlos, especialmente teniendo en cuenta que Hanbyul tenía una aventura con el novio de Woojung y él ni enterado.
—Joven Baek, es la tercera vez este mes que llega tarde a mi clase. Otra tardanza injustificada más y me veré obligado a citar a sus padres con el director. —Dijo el severo beta de cuarenta y muchos años que dirigía la clase, mirando con enojo a Jiwon a través de sus gafas de montura cuadrada cuando éste entró al salón con la frente bien alta con arrogancia.
Jiwon le sonrió burlonamente al profesor mientras entraba al salón y se sentaba en su asiento preferido, justo al final junto a sus amigos de la clase.
—Oh, disculpe Yoon-Sangsenim, pero sí tengo una excelente justificación para mi tardanza. —Le respondió Jiwon borrando su sonrisa y mostrándose de repente incómodo y tenso, como si la razón de su tardana le avergonzara enormemente.
En cuestión de instantes había ideado una forma de joder al profesor que tanto amaba atormentar.
— ¿Ah sí? ¿Cuál? —Inquirió el profesor Yoon, tratando de contener las ganas de arrancarle la yugular de un zarpazo al insolente alfa que se esmeraba en sacarlo de quicio cada vez que lo veía.
—Una bonita zorra me dio una excelente mamada justo antes de entrar, y como a mí no se me corta la leche, pues claro me tardé en llegar. Esas cosas no se apuran, profesor Yoon. —Dijo de forma socarrona, escuchando a sus amigos reír a carcajadas por aquella estupidez y haciendo sonrojar a Yoon Seunghyun tanto por el decoro como por la rabia absoluta, sintiéndose humillado tras haber caído en tan absurda trampa de su alumno más odiado (y con razón).
— ¡Silencio! ¡Baek, a la oficina del director ahora mismo! —Gritó el hastiado profesor señalando la puerta, logrando reducir las risotadas estruendosas a sólo unas risitas por lo bajo.
Se detuvo un momento en la puerta sólo para darle una nalgada a una muchacha que iba entrando tras una breve ida al baño, además de mostrarle el dedo medio al profesor.
— ¡Su hija tiene un precioso culo, Yoon-Sangsenim!
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