Después de almorzar y de comer el postre, una chica nos trajo algo por parte de unas señoras, amigas de la abuela, especialmente de la Sra. Jazmín; nos mandaron jalea de moras, pan dulce y flores.
La chica se fue apresuradamente, pero no pudimos verle la cara, y mis abuelos, que vivían aquí desde hace mucho tiempo, no pudieron reconocerla y les sorprendió, pensaron que tal vez era la hija de la Sra. Jazmín.
Me conmovió el lindo gesto, y me apenaba no poderles agradecer en persona, ya que teníamos otros planes.
Cada uno hizo su parte de los quehaceres y luego comenzamos a explorar la casa por completo, ya que anteriormente habíamos estado en reposo, pues no pudimos explorar a fondo la casa.
Nuestra mayor sorpresa, fue descubrir que la casa era más grande de lo pensamos, de hecho, ya yo comenzaba a compararla con una mansión o algo parecido.
Había muchos cuartos, quería abrir todas las habitaciones y ver que había adentro, pero como mi hermana ya había dicho, lo más prudente seria investigar cada habitación a fondo, en orden y con cuidado.
A lo largo del pasillo, había muchos retratos, no sabía quiénes eran, me imagino que nuestros antepasados o algo.
Mientras caminábamos hacia el primer cuarto, me fijo que en la puerta del mismo, se halla un retrato de un viejo señor con traje antiguo y barba canosa, sosteniendo un libro.
No nos fijamos mucho en el retrato y entramos al cuarto… Pero estaba vacío.
Solo había un armario y un escritorio, pero aparte de eso no había nada interesante en el lugar.
Todo el sitio estaba cubierto de polvo y telarañas, me pregunto si mis abuelos sabrán de este sitio.
Mi hermana sacó una lupa de ‘no-sé-donde’ y mi hermano un bate… el pobre ya se estaba poniendo paranoico, creyendo que cualquier cosa lo podría atacar de la nada, pobrecito ya se traumatizó.
Yo solo llevaba una linterna como cualquier persona común y una sartén, no por miedo ni paranoia, solo me gusta imitar a “Rapunzel” la princesa de Disney, de vez en cuando.
Mi hermana se puso a revisar el escritorio, abriendo los cajones y observándolos con la lupa como toda una lunática.
Tyler se puso como vigía en la puerta, pero para mí que él tenía miedo de entrar y lo disfrazó con lo de vigilar que alguien llegue.
Reviso el armario, y estaba totalmente vacío, pero lo interesante era que estaba totalmente destrozado por dentro, como si alguien hubiera encerrado a un animal salvaje aquí.
Me acerco a la mayor para ver si encontró algo interesante.
“Solo encontré este sucio cuaderno en un cajón con doble fondo, aunque se parece más a un diario”
“¿Y qué dice?” pregunté curiosa.
“Nada, literalmente no dice nada, está vacío”
“Roxán, si ya no hay nada aquí, entonces sigamos con el siguiente cuarto”
“¿Qué hay en el armario?” preguntó la mayor.
“Nada, está destrozado por dentro” respondí.
“¿Por qué estaría destrozado un armario?” preguntó atónita mi hermana.
“No lo sé, pero no hay nada interesante”
“Si no hay nada allí, entonces vámonos” habló con voz temblorosa el vigía desde la entrada.
“Ok” concordó la mayor, y lanzó el inútil cuaderno al armario.
Tyler entró un momento para apresurarnos.
“¿No les parece extraño que un simple armario termine en esas condiciones cuando ‘supuestamente’ es un cuarto normal?” preguntó Roxán viendo de manera sospechosa el armario.
En eso, se escucha un fuerte portazo, y nos giramos asustados solo para ver que la puerta se cerró.
El armario comenzó a tambalearse, y a soltar un ligero brillo mientras se reparaba y se volvía cada vez más lujoso y nuevo, como si nunca hubiera estado destrozado en primer lugar.
“Esa es la clase de pregunta que siempre nos hacen terminar en estas situaciones” dijo el menor apretando los puños y fulminando a Roxán como si en cualquier momento fuera a atacarla con el bate.
Ella se encogió de hombros ignorando al menor y viendo fijamente los cambios del armario.
“No solo parece que se restauró el armario, el cuarto entero también” dije con preocupación.
Entonces veo a mi hermano agarrando con fuerza el bate y yo hago lo mismo con la sartén, menos mal que la traje, y lejos de preocuparse por la seguridad, mi hermana se acercó más al armario ante nuestras miradas perplejas, ¿No puede ésta chica controlar su curiosidad al menos un momento?
Por otro lado…
“Román, deja de comerte el pan que trajeron las señoras para nuestros nietos” regañó Luz.
“No me lo estoy comiendo” dijo el viejo, y era verdad, misteriosamente, el pan comenzó a disminuir lentamente, pero eso no era culpa del señor, pero Luz no se lo creería.
“Ajá si claro, así como no te comiste la jalea de moras” dijo sarcásticamente la abuela.
“… Bueno admito que esa sí me la comí, pero el pan yo no lo he tocado” admitió a regañadientes Román.
La señora Luz se asomó al comedor, y vio a su esposo cerca del pan y la jalea, y no le creyó nada.
“Si claro” dijo con sarcasmo y se fue.
Román abrió un libro del estante y se puso sus lentes de lectura para leer cómodamente.
Sin darse cuenta que tanto el pan como la jalea, comenzaron a disminuir hasta no quedar casi nada.
En el pueblo…
“Ups, se me olvidó darle a Román y a Luz los panes y la jalea, que pena que mi hija no pueda llevárselo a los niños, bueno se los daré otro día” dijo la Sra. Jazmín guardando una linda canasta con pan y un frasco de jalea.
Sin saber que una extraña chica, a quien nadie conoce, ya había entregado a la familia pan y jalea…
De regreso al cuarto…
Antes de que Roxán hiciera algo, la puerta se abrió bruscamente.
Tanto mis hermanos como yo nos sobresaltamos y miramos con temor la entrada, en donde un señor se hallaba parado, vestido con ropas de la antigüedad pero que reflejaba lujo y dinero.
Instantáneamente lo reconocí, era el señor del retrato.
El hombre entró a la habitación con paso imponente, y detrás de él entró otro hombre con cabello pelirrojo, vestido también con piezas costosas, probablemente de la misma edad que el primer señor.
Ambos se sentaron a jugar ajedrez en el escritorio.
“Engañara a muchos Duque, pero yo sé que la sangre de los demonios corre por las venas de los Arias” habló con mucho rencor el pelirrojo, mientras movía un peón.
Al parecer ninguno de los dos nos veía, por lo que nos limitamos a ver que sucedía, aunque nos sorprendió que le llamara Duque, y más aún que mencionara a nuestra familia.
“Crea usted lo que quiera Marqués, los Hernández siempre sacan locas suposiciones” le dijo de vuelta el señor, mientras movía a un caballo.
“Duque Arias, yo en su lugar estaría alerta” dijo el marqués moviendo una ficha.
“¿Me está amenazando Marqués Hernández?” movió el señor otra ficha.
“Solo es un concejo, aunque, si es verdad lo que dice, no debería tener miedo” dijo el marqués mientras mataba a un peón del señor.
“Vaya, alguien es un buen bromista, aunque parece que no conoce su lugar, Marqués Hernández no juegue con fuego o se puede quemar, y sería una pena que se hiciera daño teniendo a su esposa en pleno embarazo, por cierto, ¿Cómo está?”
“No se atreva a meter a mi esposa en estos temas Duque”
“Entonces no se meta con mi familia, los Arias no somos tan reconocidos por rendirse y perder” dijo el Duque haciendo Jaque Mate.
El cuarto se hundió en el silencio, ninguno habló, solo miraron el tablero de ajedrez.
“No son humanos…” murmuró en voz baja el marqués.
“Lo somos, aunque usted no lo crea” contestó el Duque.
De nuevo quedaron en silencio. Y las figuras de ambos hombres se desvanecieron en el aire.
La habitación volvió a su estado demacrado original, solo entonces nosotros reaccionamos.
“Nosotros somos Hernández Arias, ¿así que nuestros antepasados… eran enemigos?” preguntó Tyler.
“Así es al parecer, ¿Roxán?” la llamé al verla con la mirada perdida.
“¿Qué creen ustedes que quiso decir el marqués, al decir que la familia Arias tenía sangre de demonios?” dijo ella en voz baja, caminando hacia el armario y recogiendo el cuaderno.
“No lo sé” dije pensativamente, mientras ella abría el cuaderno, que seguía sin decir nada.
“Pero, ¿por qué se llamarían así mismos como Marqués y Duque?” preguntó seriamente Tyler.
“Tal vez porque lo eran” respondí.
“¿Qué creen ustedes que le haya pasado al armario?” preguntó la mayor.
“¿Por qué lo dices?” le pregunté curiosa.
“Es que, según lo que vimos, me fijé en que éste armario estaba en perfectas condiciones, entonces ¿qué pasó?” razonó la mayor.
“Preguntas así, son las que nos meten siempre en problemas Roxán, mejor te guardas los detalles detectivescos para otro día” dijo Tyler con molestia.
“¡A mí no me hables así renacuajo!” le gritó molesta la mayor, antes de que ambos empezaran a discutir… Dios dame paciencia…
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