A la mañana siguiente en el comedor mis abuelos nos miraban con curiosidad, y como no, despertamos en la terraza con un montón de moretones en nuestros cuerpos.
“¿Seguros que se cayeron de la cama?”
“¿Por qué amanecieron en la terraza?”
“Buscaré algunas vendas” dijo levantándose de la mesa Luz.
“¿No deberíamos llamar al doctor? Parece que se pelearon con una pandilla” habló Román buscando el teléfono.
“Cierto, mejor llamemos al doctor, no vaya a ser que se hayan roto algún hueso”
Nosotros no sabíamos que decir o hacer, por un lado, estaba de acuerdo con llamar a un doctor, pues todo el cuerpo me dolía, y casi podía asegurar de que me rompí los brazos, el dolor solo confirmaba que lo de ayer no fue un sueño, pero no creía que fuera buena idea contar lo de anoche, o pueden considerarnos locos… pero obviamente mi hermano no pensaba igual.
“Abuelos anoche nos atacaron un montón de estrellas, y nos tocó pelear con ellas como boxeadores y luego… entonces…” y así Tyler terminó relatando todo lo sucedido.
Al escucharlo, mis abuelos rompieron en carcajadas.
Mi hermana solo podía taparse la cara con ambas manos y yo solo miraba mi comida como si fuera lo más interesante del mundo.
“Los niños de hoy en día tienen una gran imaginación” dijo Luz tratando de calmarse.
“Pero es cierto” refutó con un puchero Tyler.
“Ver para creer” se encogió de hombros con una radiante sonrisa Román.
“Abuela, ¿para qué es la puerta extraña de la terraza?” dije en busca de una explicación.
“¿De qué puerta hablas Elena?” me contestó confuso Román.
“De la puerta de la terraza”
“Pero la terraza solo tiene su puerta de entrada” explicó pacientemente Luz.
“¿Qué?” Roxán, incapaz de creerlo, se levantó del comedor y subió a la terraza.
Mi abuelo Román la siguió, al igual que Tyler y yo, mi abuela se quedó para llamar al doctor.
“¡¿QUÉ?!” gritamos todos con sorpresa, ya que efectivamente, la puerta de anoche no estaba.
“P-Pero ahí, ahí estaba” traté de explicar.
“No Elena, allí no hay nada, mejor vayan a descansar en lo que llega el doctor” dijo Román con suavidad.
Ninguno de nosotros pudo creerlo, y pude notar que mi hermana quería gritar de frustración, por suerte se contuvo.
Volviendo a nuestro cuarto, cada uno acostado en su cama en sus propios pensamientos.
“No es posible, ¿cierto?” pregunté.
“No creo que casualmente los tres hallamos visto, sentido, y vivido lo mismo para terminar siendo solo un sueño” dijo con dureza Roxán.
“Pero ya viste que la puerta no estaba” se lamentó Tyler.
“Pero eso no quiere decir que lo de anoche no sea real, lo de anoche no fue para nada normal, por lo que el hecho de que la puerta desaparezca de la nada, no debería sorprendernos” refutó la mayor.
“Eso, eso es cierto” respondí al pensarlo con detenimiento.
“Si no fuera así, entonces no deberíamos tener tantos moretones” se quejó el menor.
Al rato llegó el doctor.
Y después de un momento nos encontrábamos los tres con vendas por todas partes como si fuéramos momias.
Obviamente pensé que me había roto algún hueso por el dolor en mi cuerpo, pero tampoco creí que ese fuera el caso, resulta que me había dislocado el brazo izquierdo, Roxán se torció el tobillo y ahora
necesitaría muletas temporalmente, al parecer su tobillo no estaría tan grave si ella no hubiera subido corriendo a la terraza como loca, y Tyler aunque no sufrió nada grave, aun necesitaría reposo antes de
poder moverse correctamente, pues los moretones se veían graves.
Y así fue como terminamos en cama por los siguientes cuatro días.
Por otro lado…
“¿Crees que ya estén preparados? ¿No es muy peligroso?” murmuró Luz a su esposo.
“Bueno ellos querían un verano emocionante ¿no?” se encogió de hombros el hombre.
“Jaja, tienes razón, ¿le decimos o dejamos que ellos mismos lo descubran?”
“Mejor dejemos que ellos lo descubran”
“Ya quiero ver que tan mágico nos espera este verano” susurró con felicidad Luz.
En el pueblo…
“¿Ya escucharon?” murmuró una señora mayor a sus acompañantes.
“¿Qué cosa?” preguntaron las demás señoras, este grupo de mayores se pueden considerar como la fuente del chismorreo entre ancianos.
“La casa Arias ha vuelto a tener niños” comentó con entusiasmo la señora Flores.
“¿La casa Arias? ¿La de la pequeña colina?” preguntó la Sra. Jazmín.
“Esa misma” confirmó Flores.
“Ja, que alegría de tener la dicha de vivir de nuevo la magia de los Arias antes de dejar este plano”comentó con alegría y nostalgia la Sra. Ema, las demás señoras estuvieron de acuerdo.
“Pero me enteré por mis fuentes fiables, que los niños ni duraron bien un día en el pueblo, cuando amanecieron todo golpeados” dijo con rabia Flores.
Las señoras al escucharla se sorprendieron.
“Seguro que fue algún infeliz que le quiso hacer una broma pesada a los niños por ser nuevos en el pueblo” razonó Jazmín.
“Si, seguro que sí” concordó Ema.
“Uno de los niños se rompió el brazo…” lamentó Flores siguiendo con su relato.
“¡¿Qué?! ¡¿Tan extremo?!” se sorprendió Ema.
“¡Pobres niños! Me aseguraré de que mi hija les lleve jalea de moras y pan dulce cuando se recuperen” aseguró Jazmín.
“Nosotras te ayudamos a hacerles el pan” dijo Flores.
“Si, quizás también podamos mandarles algunas flores de mí jardín” cooperó Ema.
“Pero no podemos permitir que un bribón como ese, se escape sin represalias, lastimando niños…”
Jazmín dijo con ira, pensando en los pobres niños.
“Jazmín tiene razón” aseguró Ema con voz aguda.
“Tranquilas, ya averiguaré yo quien se atrevió a hacer semejante cosa en mi pueblo” dijo firmemente Flores.
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