capitulo 20

"¡Mamá!", grité lanzándome en sus brazos. Inmediatamente entré en el despacho. Me hacía muy feliz saber que mi madre estaba aquí. Habían pasado varios días desde la última vez que la vi y la extrañaba mucho. "¡Alba!", me saludó ella con una hermosa sonrisa. Se veía feliz de verme. "Te extrañé mucho", le dije dándole un beso en la cabeza. Mamá era de estatura baja, así que me era muy sencillo alcanzarla.

"Yo también te extrañé mucho, mi pequeña luna", me dijo abrazándome con fuerza. Siempre me había llamado por ese apodo desde que tengo uso de razón. "¿No hay abrazo para mí también?", preguntó Lucas acercándose a nosotras y dándonos un abrazo grupal. "Bueno, no me quedó más opción que unirme por mi cuenta". Estaba feliz de que ambos estuvieran allí para darme apoyo. Si bien Lucas no era mi padre, siempre me trató mejor de lo que mi propio padre había hecho. "También te extrañé, Lucas", dije alejándome de ambos, pues sentía que me estaban asfixiando. Lucas se acercó a mí y comenzó a escanearme de arriba abajo, entrecerrando los ojos. "Hay algo diferente en ti, pero aún no sé qué es", dijo acercándose más a mí y olfateándome. Su comportamiento me hacía sentir algo incómoda, así que di un paso atrás. "Te agradecería que dejaras de hostigar a mi hija", ordenó mi padre con molestia. Siempre supe que no le agradaba mi padrastro. Supuse que era normal porque se había casado con mi madre. "¿Ahora sí es tu hija?", preguntó Lucas mirándolo con desagrado. "No empiecen a discutir", les advertí a ambos con voz severa. Siempre que se encontraban era lo mismo, comenzaban a pelear por cualquier tontería, haciendo que el ambiente se volviera molesto. "Está bien", dijo Lucas dejando de lado la pelea y abrazándome nuevamente y dándome un beso en la frente. "Estoy muy feliz de verte". Miré como mi padre ponía los ojos en blanco con fastidio al ver su comportamiento hacia mí. "Fue un viaje largo hasta aquí, imagino que deben estar hambrientos", dijo Samantha viendo cómo el humor de mi padre se tornaba sombrío. "Tienes razón, luna Samantha, será mejor ir por algo de comer", habló el Alpha Frederick levantándose de su sillón. "Vamos, Sami, la comida aquí es muy deliciosa". Tomé la mano de mi hermanito y me dirigí hacia la puerta, siendo seguida por las demás personas que se encontraban dentro del despacho.

"¿Dónde está mi futuro yerno?" preguntó mi madre susurrándome al oído. "Ni idea, supongo que debe estar por ahí en alguna parte", contesté restándole importancia. Mi madre detuvo sus pasos y me miró como si hubiera dicho una blasfemia contra la misma diosa. "Debes estar más atenta a sus movimientos, no olvides que será tu esposo", me aconsejó en un tono bastante serio. "¿ y que con eso?", le pregunté con desinterés. Si bien iba a casarme con Marshall, tampoco planeaba estar todo el día detrás de él como si fuese un niño pequeño. "¿En serio lo preguntas? Es el Alpha supremo, ¿sabes cuántas mujeres estarían dispuestas a ocupar tu lugar?", me preguntó con mucha seriedad. Yo sabía mejor que nadie que muchas mujeres matarían por ser la luna suprema, pero volverme una esposa histérica no estaba en mis planes. "Será mejor que seas más astuta, no sabemos si esta manada está llena de zorras", me aconsejó mi madre una vez más. Sabía exactamente lo que le causaba miedo, que terminara como ella gracias a que Samantha fue más astuta y terminó casándose con mi padre. "Está bien, mamá", contesté para evitar que siguiera con el mismo tema todo el día. Si bien podía entenderla, eso no significaba que compartiera sus mismos pensamiento

Marshall Stone

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