Capítulo 14

Al día siguiente, Bara se preparaba ansiosamente para recoger a la mujer que adoraba. Bara, que normalmente dejaba de prestar atención a su apariencia, volvió a ser como antes... Se puso la mejor ropa que tenía y se peinó con una pomada que valía 60,000 rupias. No olvidó rociarse con el perfume más caro que había comprado con el dinero de su trabajo como taxista de motocicletas. Bara estaba verdaderamente orgulloso de su apariencia en ese momento, ya que lo había comprado con su propio dinero ganado con esfuerzo, sin ninguna ayuda de su padre, que normalmente le proporcionaba lujos extravagantes...

"¡Perfecto...! Este es verdaderamente Bara, no un Bara cualquiera. Ahora he recuperado mi apariencia guapa de antes, pues me he afeitado hasta el último pelo fino de pies a cabeza", anunció Bara mientras se hacía un peinado mohicano.

Solo, sonrió frente al pequeño espejo que reflejaba adecuadamente su rostro hermoso, convencido de que Arimbi quedaría hechizada y asombrada por su apariencia tan dramáticamente cambiada...

"Jajaja... resulta que soy excepcionalmente guapo, gracias a mis padres por bendecirme con un rostro perfecto como el de un príncipe. Ahora, mi próxima misión es conquistar el corazón de Arimbi, para que sienta los mismos sentimientos que yo", exclamó Bara, saltando de alegría porque se sentía increíblemente feliz...

Poco después, su teléfono sonó penetrando el aire. Bara esperaba que fuera una llamada de su amada Arimbi...

Pero cuando fue a contestar el teléfono, su expresión facial se agrió al darse cuenta de que era el señor Anton, confidente de confianza de su padre. A regañadientes, Bara contestó la llamada.

"¡Hola, señor Anton! ¿Por qué me llamas tan temprano? ¿No tienes otras cosas que hacer, como acompañar a mi padre en su rutina de ejercicio habitual?", se quejó Bara por teléfono, gruñón.

Segundos después, la persona al otro lado comenzó a responder al comentario de Bara.

"¡Eh, niño ingrato! ¿Te disgusta que te llame? Parece que me has olvidado rápidamente, ¿verdad?", interrogó el hombre de mediana edad, que no era otro que el señor Abraham, el padre de Bara.

Bara chasqueó la lengua molesto, preguntándose por qué el señor Anton tenía que entregarle el teléfono al viejo.

"Padre, ¿por qué llamas? ¿No tienes actividades esta mañana?", preguntó Bara curiosamente.

"Claro que las tengo, pero extraño mucho a mi hijo, así que me tome tiempo para llamarte", respondió el señor Abraham.

"Pff... no te creo ni un poco que me extrañes, viejo; pensé que ya no te importaba mi bienestar en absoluto", respondió sarcásticamente Bara, lo que hizo que el señor Abraham estallara en carcajadas.

"Jajaja... jajaja... eres tan gracioso, Bara, pero me gusta esa rebeldía tuya. Por cierto, he escuchado de alguien que te has encaprichado de una chica; ¿quién es ella, Bara?", preguntó el señor Abraham, pillando totalmente desprevenido a Bara, quien abrió los ojos sorprendido.

Una vez más, su padre sabía cada movimiento que Bara hacía, parecía que su padre nunca había prestado atención a la petición de Bara de tener privacidad...

"Padre... ¿todavía me estás espiando hasta el día de hoy?", preguntó Bara, irritado.

"¿Qué crees? ¿Dejaría que mi único hijo viviera allá fuera sin supervisión?", respondió el señor Abraham.

"Pff... esa fue tu elección, hacerme vivir en espacios tan públicos. Afortunadamente, nadie me reconoce, ya que solo unos pocos han conocido a Bara en persona", comentó Bara.

"Sí... por eso confío en que puedes salir de esa 'jaula', Bara. Pero... ten cuidado al encontrarte con empresarios exitosos, estoy seguro de que reconocerán tu rostro", advirtió el señor Abraham.

"De acuerdo, padre, seguiré tu consejo, ahora déjame ir, padre, pronto debo ir a buscar a la mujer de mis afectos", dijo Bara.

"Jaja... muy bien. Espero que conquistes su corazón rápidamente, Bara, y si necesitas ayuda, estaré más que dispuesto a ayudar", afirmó el señor Abraham.

"No hace falta, padre, quiero sorprender a la familia de Arimbi. Que subestimen, prefiero mucho más el desafío", respondió Bara.

"Así me gusta, eres verdaderamente descendiente de Abraham", dijo el señor Abraham orgulloso, sonriendo...

Después de que la llamada terminara, Bara continuó con su rutina, preparándose para salir a buscar a su amada...

***

Por otro lado, en la lujosa casa de la familia Adi Sanjaya, Arimbi caminaba lentamente y sin energía; sentía una gran reticencia por encontrarse con su padre y las dos serpientes listas para atacarla...

Especialmente temía comenzar su mañana con una discusión. Mientras Arimbi pasaba por el comedor, una voz resonante la detuvo en seco. Era su padre, Adi, gritando con una mezcla de furia y urgencia.

"¡Detente ahí mismo, Arimbi!" comandó el Sr. Adi, provocando que Arimbi se congelara en su lugar mientras se preparaba para la confrontación que se avecinaba.

"¿Qué ocurre, padre?" preguntó ella, girándose para enfrentar al hombre de mediana edad...

El Sr. Adi comenzó a avanzar hacia Arimbi, dando pie a que la pareja conspiradora detrás del Sr. Adi sonriera con desprecio. Estaban seguros de que el Sr. Adi estaba a punto de regañar y tal vez abofetear a Arimbi una vez más.

"¿A dónde crees que vas, Arimbi?" preguntó el Sr. Adi, aunque esta vez sus palabras estaban teñidas de un tono suave, dejando a Arimbi con los ojos muy abiertos de incredulidad...

"Padre, yo... estoy yendo a la oficina", respondió humildemente Arimbi, evitando su mirada por miedo...

Pero entonces, de repente, se encontró envuelta en un cálido abrazo.

El Sr. Adi la estaba abrazando fuertemente mientras acariciaba suavemente su cabello...

"Siento haber te abofeteado anoche, Arimbi. Realmente no quise lastimarte de esa manera", confesó el Sr. Adi, dejando a Arimbi atónita. ¿Era real? ¿Su padre disculpándose? ¿O era solo un producto de su imaginación jugando de forma tan vívida esta mañana...

Parpadeando fuerte, Arimbi trató de sacudir la incredulidad de su mente, deseando despertar si tan solo fuera un sueño...

"Lo siento por siempre ser duro contigo, hija mía. Te prometo que no te regañaré de nuevo, siempre y cuando aceptes seguir mis instrucciones", dijo el Sr. Adi.

"¿Exactamente qué quieres que cumpla, padre? ¿Acaso no he sido siempre obediente?"

"Sí, lo has sido, pero esta vez debes obedecerme una vez más, hija. Quiero que te alejes de ese mototaxista".

Con esas palabras, su corazón dio un vuelco...

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