Ella asiste a la invitación al día siguiente, con un sombrero de ala, que resalta sus ojos hermosos.
Recibe un ramo de flores por parte de los directivos de la institución, al ser reconocida como:
«Una figura que ha sobresalido de las fronteras departamentales y nacionales».
Elisa sostiene el ramo, desconcertada. No sabe qué importancia tiene haber vivido en Cachuela Esperanza y en Londres. Aparte de haber asistido a muchas fiestas en las embajadas bolivianas en Europa y a las reuniones de la alta sociedad frecuentada por los Suárez en ese continente, no cree haber hecho nada más. Pero obsequio, y, palabras de bienvenida, feo son de despreciar.
Además, entiende la importancia de la invitación para las clases de inglés. Sin embargo, su decisión no fue favorable. Pensó en que no tenía dominio de la gramática inglesa a fondo, y enseñar por enseñar, prefiere no engañar ni engañarse.
—No seas opa. ¿Cómo se te ocurre darle una flor en media calle?
—Está bien Froilán, acepto que erré.
—Y feamente... Más bien que no te la arrojó en la cara.
—Está realmente hermosa.
—Y metiste la pata.
—Es que Leo consideró que era galán de películas –esgrime desde fuera, metiendo la cabeza por la ventana, Feliciano Pérez Varela, que siempre escucha lo que no debe.
—Aléjate demonio... que ella viene.
—Verdad... me esconderé detrás de la puerta...
—No, esta vez te vas –advierte Froilán a Feliciano –, aquí no puedes estar, porque hasta yo me iré y dejaré a estos pimpollos solos.
Elisa, quien fue invitada por Froilán, para ir hasta la oficina de la «Santa Cruz Sugar Company S.A.», ha cruzado la calle Florida, esta vez con un traje color azul ceniza y sombrero del mismo color con ribetes blancos. Los zapatos como siempre combinan con la ropa, una muestra del amplio ajuar de modas que tiene en su casa y que está siendo el comentario admirativo de mucha gentE.
Froilán, Leo y don Feliciano, no saben cómo actuar cuando ella entra en la oficina, muy delicada. Acepta sentarse y coloca su cartera de cuero de serpiente en la mesa central de la pequeña recepción. Nota que allí falta una mano femenina ¿Pero acaso no tienen secretaria? Bueno, cómo será esa secretaria –hace un mohín y sus labios se abren. Elisa, está frente a ellos. Aquella muchacha ingenua, que perdió veinte años de vivir en su pueblo, por una locura, es ahora una dama y tanto. «Bella hasta la pared de enfrente» —piensa Leo, el más entusiasmado. Sus pantorrillas, cruzadas con elegancia, son el deleite de los ojos de Feliciano, que se hizo el tuerto y se quedó en su lugar, sin mirar los reojos que le hace Froilán para que salga. «Bien, te invité querida sobrina para conversar ampliamente sobre tu participación en la empresa» —dice finalmente.
—Gracias.
—Pero por favor te rogaría unos minutos, pues iré a comprarme unos cigarrillos rubios a la esquina... acompáñame Feliciano.
Y Feliciano tiene que salir, coquetón como es, muy risueño con Elisa y molesto con Froilán.
— ¿Acaso tío Froilán no fuma habanos? Allí veo, encima de su escritorio.
—No... Este, bien, sí, pero se le ha dado últimamente por fumar cigarrillos rubios, importados – disimula Leo—Vaya, cada cual con sus gustos.
—Está bellísima, usted.
Elisa no le contesta. Mira las paredes en la cual hay un cartel de una industria azucarera cubana y otro que invita a la «Conferencia Internacional sobre la Caña de Azúcar —noviembre 1930 —Ciudad de México D.F.». Leo está perdiendo los minutos que le ha obsequiado inteligentemente Froilán para abordar lo acordado. Es uno de los galanes más consentidos de la sociedad cruceña e incluso nacional y, sin embargo, se siente acorralado, frente a esa muralla magnífica que es la personalidad de la musa de los años diez, y que ahora se presenta más que una musa: Una diosa ante sus ojos que brillan de deseo y pleitesía. No puede hacer nada a no ser decirle:
— ¿Froilán le dijo algo?
— ¿Algo de qué?
—Algo de mí...
—De usted nada en especial.
—No lo creo.
—Tío Froilán lo aprecia y estima.
—Sí, es verdad. ¿Pero le dijo algo de esta empresa?
—Sí... me dijo.
—Y cuál sería su respuesta.
—Estoy interesada, solamente que pondré ciertas reglas y condiciones.
— ¿Puede decírmelas?
—Con todo gusto, pero por favor esperémosle, para no tener que repetir.
Elisa toma una revista mexicana y comienza a hojearla. Es una publicación con temas sobre el desarrollo. Leo Gutiérrez enciende un habano — ¿No le molesta el humo? —Le pregunta y ella se hace la sorda, Leo prosigue:
—Estos habanos son envueltos con miel en las mismas piernas de las cubanas —se le sale al famoso Leo, que más para con hombres, que con mujeres. A las mujeres las deriva al romance y a la cama. Con el mundo masculino conversa diariamente. Por eso no se dio cuenta de que ese comentario es propio para otro momento y personas del mismo sexo. Elisa sigue con la revista sin mirarle. Nunca se habían cruzado en sus vidas. Esta es la primera vez y ese había sido el famoso Leo y esa era la famosa Elisa.
Simpáticos, harían una linda pareja. Por lo menos eso quiere Froilán.
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Comments
𝓐𝓷𝓰𝓲𝓮 𝓭𝓮 𝓢𝓾𝓪𝔃𝓪 🦋
Ya quiero saber que pasó con Estanislao
2025-01-04
0
José Luís DURÁN
Elisa y Leo Gutiérrez, qué interesante sería pero Estanislao sigue en el recuerdo de ella
2023-02-21
1