EL BARÓN DE PLATINO - En La 10 Dimensión.

EL BARÓN DE PLATINO - En La 10 Dimensión.

London /2050/ Potosí

...Ya vivís en el presente...

...¿Queréis vivir en el pasado y el futuro al mismo tiempo?...

..."Si esto es real....

^^^como puede ser la existencia,^^^

...Existimos"....

En el año 2050, me encontraba en la plataforma aeroespacial de Londres, explorando los pasillos infinitos del Museo de Historia Universal junto al Director. La mesa plateada frente a nosotros sostenía una réplica perfecta de una espada del año 1555, resplandeciendo con filigranas en oro y platino.

— ¿De qué año es esta espada? —pregunté, maravillado por su belleza.

— Es del año 1555 —respondió el Director con orgullo—. Una réplica exacta según tus especificaciones.

Tomé la espada con reverencia, sintiendo su peso en mis manos y la historia que encerraba entre sus filos.

Un tiempo y tanto, en mi una de mis primeras incursiones al pasado en el Altiplano, por el año 1555, me uní a una caravana que se dirigía hacia Potosí. Entre los viajeros se encontraba María Teresa Alejandría, una joven pelirroja cuyo destino estaba destinado a cruzarse con el mío.

— Haría cualquier cosa por quedarme a tu lado para siempre —le susurré, deteniendo las vicuñas que tiraban del carruaje en el que viajaba María Teresa.

— ¿Qué significa esto? ¿Qué estado? —preguntó ella, desconcertada por mis palabras.

— No soy quien tú crees —respondí, luchando con mis propias emociones.

Desde el inicio:

"Si esto era real, como podía ser la existencia, existíamos."

Un día se abrió el libro salvado de las llamas de la Inquisición. En su interior, había increíbles mapas del mundo nuevo. Para salvarlo, se urdió el plan de la reina Juana de Aragón y Castilla, encerrada por su padre, don Fernando el Católico, en el castillo de Tordesillas, y su hijo, el Emperador Carlos Quinto, cuyo imperio llegaba «hasta donde se ponía el sol». La reina mandaría esconder el libro, en ese nuevo mundo.

Londres. Año 2050. La plataforma aeroespacial. El puente o tubo real-virtual de Londres se abrió en el umbral de la Plataforma Interespacial, hacia la Tierra; iba yo por allí en un móvil de velocidad ultrasónico, hasta el Portal Uno de Londres, al espacio de Historia Universal, amplio, con espejos que agigantan el espacio por las refracciones.

El Director abrió los pasillos infinitos, que oscurecían cuando la luz platinada se apagaba al llegar a esa área, en que había una mesa plateada con tapete de terciopelo guinda, encima una espada tipo sable, con filigranas en oro y platino. La perfección del diseño y los filos del sable chispearon al encenderse las luces del salón.

— ¿De qué año es? –interrogué.

—1555 –me respondió el sabio director del Museo de Londres y prosiguió: —Encontramos el año grabado en el dorso interior del puño. Esta es una réplica real-virtual, de acuerdo a vuestra invención. Es perfecta a como la describiste, según el texto de 1358…. hemos seguido todas vuestras directrices.

— ¿Dónde creéis está la original? –pregunté.

El Director me respondió, muy seguro de su respuesta:

—Sudamérica.

Yo le contesté:

—Supuse.

El Director muy entusiasmado, agregó: —Debéis buscar la original siguiendo el hilo de vuestros textos históricos. Los especialistas de Madrid, nos afirman que han confirmado vestigios de armas enterradas o perdidas en Potosí y ese es el lugar donde sucedió la mayor parte de la leyenda del Barón de Platino.

Yo, expresé entusiasmado:

—Es magnífico.

El Director, pasó su mano sobre la espada, mientras decía: — ¿Quedó excelente, no es cierto? Debéis ahora encontrar la original.

Yo: —Es vuestro plan y mandato.

Director, mostrándose satisfecho:—Vuestra investigación está yendo muy bien, Arlon Durand.

— ¿Puedo utilizarla?

— Por supuesto. Llevaréis otra copia exacta que será vuestra si se encuentra la original, datada de la Edad Media.

— Será un gran honor. Dígame qué debo hacer.

—Sigue la I.A.(Inteligencia ó A.I. Artificial Intelligence).

Levanté y sostuve el arma platinada, rescatada por la Realidad Virtual, que la elevó. Una estela de luz rebotó el movimiento que ella hacía en el aire mientras me llevaba a ejercer posiciones de esgrima.

De pronto estoy en el comienzo... Consigo los mejores movimientos de guardia y avance; la espada en mis manos, fortalece el diseño de esta historia. Entonces, se abren los ventanales de cada continente y la plataforma navega en torno a la circunferencia de la tierra, deteniéndose en el portal que deberé ingresar según el plan de acción.

🌍1555. El Altiplano, anaranjado, en la planicie rectilínea de la línea del horizonte, vibra la salinidad de la superficie, siluetas, distantes, cansadas, avanzan lento a cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar.

En la caravana de encomendados iban tres mujeres jóvenes, en unos camastros de totora, amarradas en el dorso de vicuñas y alpacas para no caer; las retrato y tomo imágenes con una cámara transparente, de 2040. Las banderolas del imperio español, vuelan al viento, en la proximidad del gran Salar, voy abrigado con poncho de lana de alpaca y solamente una espada y un arcabuz, traído desde Sevilla, para no levantar sospechas de que están a 500 años atrás en el tiempo.

Dejo la mula a cierta distancia para apegarme al carruaje en que acompañan varias monjas y novicias y una joven pelirroja me interroga: —¿Qué pasó? Por qué desapareció.

Yo le contesto: Vuestra madre no es mi madre.

Ella: —Entiendo… lo sé…

Yo: Mi madre era una gitana… mi padre era un pirata.

Ella:—Por qué me escondió que sabía.

Yo, teniendo que hacerla entender, le contesto: — No podía deciros, vuestra madre, me dijo, vete hijo, y abrió la puerta de mi aposento… entonces salí, corrí, subí al caballo y fui hasta el mar… embarqué en una Nao, y vine a este continente.

Ella parece avergonzarse: —Vos, José, fuiste criado conmigo, ¿y sabíais?

Yo que en realidad no soy José Trejo:—Sí, mi padre, no es vuestro padre, mi padre fue ese pirata llamado Mazar, el magnífico, y vuestro padre, enamoró a mi madre, se llamaba Malena, era una gitana, y ya venía yo en su vientre.

Ella :— Béseme.

La beso muy suavemente. Una ráfaga de frío se viene encima nuestro. Ella se esconde en el hábito y se cubre más, con la ruana de lana de vicuña, muy tibia.

Ella: — Amor... Pensé que esto era un pecado y entré al convento.

Yo:— La amo a usted. No pude quedarme en ese estado.

Ella: — ¿Qué dice? Qué estado.

Yo:— No soy lo que usted cree.

No se cómo decirle que no soy el Trigueño, José Trejo, de quien tomé su cuerpo en la inmersión real virtual.

Ella, ingenua y sin culpa, me escuchó sin comprender algunas cosas:

Ella me reclama mientras me larga la mano que me sostuvo mientras la acariciaba la mejilla paspada del sol y el frío de la cordillera y el gran altiplano de los Andes: — ¡Usted otra vez me viene a decir que no es de este tiempo!

Yo: — No sé cómo explicarle... pues no entenderá jamás. Nunca supuse amar así...– le afirmo hablándole cerca a su rostro – El hombre detiene a las vicuñas que arrastran ese carromato pequeño, en que va la condesa María Teresa Alejandría del Río Tajo, para que yo pueda hablar mejor con ella, en cuanto le susurro al oído: – Soy capaz de dejarlo todo por quedarme a su lado para siempre.

Ella: — Tendrá que decidirlo. Ya ve, voy llegando a mi destino... me enviaron a Potosí, al convento de las...

Yo: — No me lo diga...sé que hay varios conventos. No quiero saber. No puedo...

— No puede qué...

— No puedo y no debo interferir... en...su vida.

Ella: — Ya le dije, no es por vocación que entré al convento, fue por su amor. Cuando vi que usted era alguien imposible para amarlo.

Yo: — Intentaré verla... la buscaré por los subterráneos...

Ella:— ¿Hay subterráneos?

Yo: — Una red de subterráneos para sacar la plata por los conventos.

Ella suspira, es bella la pelirroja: — Ah... no sé qué será mi vida allí, tan lejos de España y usted no estará cerca mío.

Yo: — Por favor, si me quiere, no hable de esto a nadie... ¿Entendió?

Ella — Entendí...

Yo: — Está bien, mi amada María Teresa Alejandría, qué nombre hermoso. La volveré a ver...

Ella, muy tristona:

— ¿Cuándo?

Yo, caminando de prisa pues la caravana avanza e insisten en que el hombre arree de nuevo y vaya más rápido: — No le prometo un tiempo determinado... demorará, posiblemente bastante.

— ¿Cómo cuánto?

— Varios meses, quizá un año...

— Me cansaré de esperar.

— Ore... ore harto. Entréguese a Cristo. Espéreme. Debo hacer un trabajo grande. Aún debo definir quién soy yo.

Ella algo trémula: — ¿Esto es brujería?

Yo: — No, es una cuestión del futuro y el tiempo...

— Usted es un ángel...

— Seré tu Ángel, novicia hermosa, te cuidaré, desde lo alto... Me voy...

— Me asustas, eso de lo alto, solo puede ser el cielo... pero bueno, os esperaré... Ha,ha,ha —Ríe y luego se tapa la boca muy graciosamente, mirando si las monjas no la han escuchado –. Guardo de usted un recuerdo.

— ¿Qué?

— Su pieza interior...

— Graciosa... es usted única...no la olvidaré amor mío. La beso sin importarme nada. Se entregaría aquí mismo de nuevo, no puedo hacerlo. Su mente volvería a verme como a un espíritu.

— No tengo miedo de lo que usted sea. Si es un espíritu, un alma de otro mundo, un brujo, un diablo inclusive, lo amaría.

— Cállese... no quiero que piense nada de eso.

Ella, casi lagrimeando: — Si quiere aquí mismo, me voy con usted. Quiero ser suya para siempre.

Yo: — Adiós, la buscaré. Debo desaparecer.

María Teresa Alejandría se queda temblando. El espectro cibernético le produjo temblor y se cubre con las mantas. La caravana sigue su camino, por ratos resbalando las ruedas y patas de los animales en la sal y el hielo de la nevada de hace tres días.

A pocas horas de pasar al borde del salar de Uyuni está:

La Villa Imperial del Emperador Carlos Quinto en la América del Sur: Potosí-.

🌍 En la actualidad

de 2050

Ciudad de Potosí

Llegué aquí hace dos semanas. Mi nombre es Arlon. Visité varios lugares, pero faltan algunos monasterios y conventos.

Estoy iniciando mi trabajo para mi tesis de Masterado en Realidad Virtual e Inteligencia Artificial mancomunada con la cibernética e ingeniería y ciencia ficción, en el cine y la literatura.

Tengo 23 años, estudié cinematografía y ciencia ficción en I.A. o A.I. realizando cursos especializados en varias metrópolis del mundo.

Tengo una sala montada con un equipamiento A.I. o I.A., producto de la quinta revolución industrial, apta para lo que estoy ejecutando en el Museo de Historia Moderna de Londres enlazado con el Museo de la Plata en Potosí, que me ha otorgado la Unesco, como espacio para armar esta odisea virtual, recuperada de un argumento antiguo, escrito al final de la edad media, un legajo histórico: los documentos inmersos en el cerebro de la fuente electrónica que accedo al apretar comandos de Entrada (Enter) en mi pulso.

Flota el teclado y amplía la dimensión de la pantalla tipo cinemascope en tecnología de Quinta

En cierta parte el camino, las caravanas ingresadas por el Pacífico hasta el altiplano, se dividieron, una alcanzaría más hacia el sur, la ciudad de Potosí, y la otra se fue a Chuquisaca. Allí a esa lugar llamado Charcas en que se levantaba una ciudad, iba a un convento la bella María Teresa Alejandría.

Mientras cruzaba lo último del deslumbrante paisaje del salar de Uyuni, quedé maravillado por la vasta extensión de sal que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. La luz del sol brillaba intensamente sobre la superficie blanca y reflejaba un resplandor deslumbrante que casi cegaba los ojos. A lo lejos, pude divisar la caravana en la que viajaba María Teresa Alejandría del Río Tajo, reflejada en el espejo natural creado por el agua que cubría el salar en esa época del año.

La imagen de la caravana perdida en el horizonte, reflejada en el espejo natural del salar, me dejó sin aliento. Era como si estuviera viendo una ilusión en medio de aquel vasto mar blanco. El contraste entre la calma del paisaje y la emoción que sentía al contemplar la escena me hizo reflexionar sobre la extraordinaria aventura en la que me encontraba. Era un momento de asombro y contemplación, que quedó grabado en mi memoria para siempre.

De vuelta en el presente, en Potosí, continué mi investigación con la ayuda de mi androide humanoide asistente Stephen Caveinter. Cada descubrimiento me acercaba más a desentrañar los misterios del pasado y encontrar la legendaria espada que tanto ansiaba.

— ¿Cómo te sientes acerca de este descubrimiento, Arlon? —preguntó Stephen mientras revisábamos los datos en el museo.

— Es emocionante, Stephen. Estamos más cerca que nunca de encontrar la verdad —respondí con determinación.

Pero mientras avanzaba en mi búsqueda, el recuerdo de María Teresa seguía tras de mi. La promesa de un amor imposible y las emociones encontradas se mezclaban en mi corazón mientras continuaba mi camino hacia el pasado.

Finalmente, al llegar al Salar de Uyuni, contemplé el reflejo de la caravana en el espejo natural del salar. Era como si el tiempo se detuviera por un momento, y en ese instante, supe que mi aventura apenas comenzaba.

Con estos pensamientos en mente, continué mi viaje con renovado vigor, decidido a enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en mi camino. Porque sabía que al final del camino me esperaba la verdad que tanto ansiaba descubrir.

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