Capítulo 3: Solo Un Baile

A pesar de ser muy tarde, la reunión continuaba en la mansión Salvatierra.

Lucifer no esperaba la hora de retirarse, estaba cansada y con sueño, pero debía de seguir allí, hasta que el último invitado se retirara o sabía que tendría problemas con su padre.

Lo primero que se le había inculcado era a ser cordial y educada.

No podía retirarse de una reunión donde ella era una de las anfitrionas, ya había logrado escaparse por unos minutos gracias a su novio, ya no podía repetir eso o eso creía.

–Lucifer–El rubio se inclinó hacia el oído de su novia, quién miraba distraídamente la casa–. Necesito un favor –Ella lo miró.

–Lo acabas de hacer–Le recordó con tranquilidad.

–Lo sé, pero esa morena no me quita la vista de encima y no me atrevo a desperdiciar está oportunidad –La castaña miró a la dirección que su novio miraba y se encontró con una pelinegra, morena, que no le quitaba la mirada de encima al rubio.

Todas las jóvenes presentes estaban enteradas de que el rubio mantenía una relación con la proclamada y conocida Reina Del Infierno, pero si está no se quejaba de las andanzas de su novio, ellas no se detendrían ante nada.

–Esta bien, pero solo si me permites ir a descansar y me buscas cuando termines–El rubio asintió, no era una locura, ni un precio muy alto lo que le pedía la castaña.

Le hizo una seña a la morena que ella entendió muy bien, y se dirigió con su novia al interior de la casa, bajo una mirada que ninguno de los dos notó.

En las escaleras se separaron y tomaron rutas diferentes. Lucifer ingresó a su habitación, se quitó los tacones y la capa, dejándola caer al suelo y se recostó en su cama que ese día le parecía más cómoda que de costumbre.

Cerró los ojos y una mirada de colores de adueñó de sus pensamientos.

Abrió los ojos.

¿Por qué pienso en ese jóven?

Se preguntó, pero no supo darse una respuesta.

Nunca había pensado en nadie, ¿Por qué en ese momento si? ¿Por qué al cerrar los ojos esa mirada o ese rostro invadian sus pensamientos inconscientemente y sin que ella pudiera controlarlo?

No tenía respuestas para las muchas preguntas que la invadian, así que poco a poco, fué quedándose dormida.

Una hora después bajaba renovada y con tranquilidad del brazo de su novio, quién se veía muy feliz.

Muchas personas comenzaban a especular sobre el porqué de la felicidad del jóven y creían que la pequeña castaña tenía mucho que ver.

Cuan lejos estaban de la realidad.

La orquesta que habían contratado para esa noche, tocaba una suave melodía que invitaba a muchas parejas a bailar en el centro de la pista que habían colocado.

–Señorita Lucifer, ¿Le molesta que me lleve a bailar a su novio? –La pelinegra, se dirigió a ella con amabilidad.

–No–A penas respondió.

El rubio sonrió y le dió el acostumbrado beso en la coronilla a Lucifer, quién lo vió retirarse con la pelinegra y volvió a concentrarse en la copa de vino tinto que tenía en la mano.

El color del vino se traspasaba a su pálida piel, que lo absorbía de tal manera que parecía parte de ella.

Le daba un aspecto misterioso y algo macabro.

Alejaba a muchos, pero había alguien valiente, que lejos de sentir que eso lo alejaba, lo atraía.

–Señorita Lucifer–Levantó la mirada lentamente y la conectó con esos ojos de colores que habían invadido sus pensamientos en su descanso –. ¿Me concedería el honor de bailar conmigo esta pieza?

La sencillez y amabilidad con la que le habló aquel jóven, la impulsó a aceptar en un suave susurro y se levantó, acompañándolo a la pista.

La jóven pasó ambas manos sobre los hombros del jóven pelinegro y las dejó detrás de su nuca.

Manteniendo una distancia prudente, el jóven la sostuvo de la pequeña cintura y comenzó a guiarla en los pasos al ritmo de la suave melodía.

Todas las miradas del lugar se concentraron en aquella pareja.

Las conversaciones cesaron.

Con incredulidad admiraban la escena que se presentaba frente a ellos.

La familia Salvatierra era la más sorprendida de todos.

El hermano mayor tenía el rostro contraído y rojo de la rabia, de los celos. No quería que nadie se acercará a su pequeña hermanita y ahora ya tenía a otro jóven rondándola.

La hermanastra veía con furia y envidia como la pequeña castaña estaba bailando con un jóven tan guapo y de reprochaba el no haberlo visto antes e ir por él.

La madrastra también se encontraba furiosa, no quería que la pequeña castaña recibiera más atenciones de las que ya recibía y ahora, al parecer, ya se había ganado la atención del pelinegro que no apartaba la mirada de ella.

El señor Salvatierra veía con asombro, incredulidad y algo de satisfacción la escena presentada.

Su pequeña hija estaba bailando con un jóven, aunque esté no era su novio, pero se encontraba bailando con alguien por primera vez en su vida.

Aquello fué uns escena jamás vista para todos.

La pequeña castaña había recibido clases particulares de baile desde que tenía cuatro años.

Había asistido a ese tipo de eventos con su padre y hermano desde que había cumplido los siete años.

Pero siempre había rechazado el bailar con cualquier persona, su padre, hermano, novio o algún otro.

Parecía una bailarina.

Se desplazaba con gracia, belleza y agilidad por toda la pista ahora vacía.

Todos se habían detenido para verlos.

¿Por qué bailaba con el jóven pelinegro?

Ni ella tenía una respuesta clara para eso.

La canción cambió.

Al ver cómo se separaban, creyeron que la escena nunca antes vista había llegado a su fin, pero cuan equivocados estaban.

Los jóvenes se distanciaron por poco menos de un metro e hicieron una reverencia hacia el otro y volvieron a acercarse.

La pequeña castaña colocó su mano sobre el hombro del jóven, quién colocó suavemente su mano sobre la pequeña cintura y con la otra tomó su mano libre, entrelazándolas.

Se deslizaban por toda la pista al ritmo de la música de la orquesta, era como un baile real, donde ellos dos eran el centro de atención.

El jóven le daba vueltas, la giraba en sus brazos, los cuáles ella sentía que la sostenían con firmeza y algo más que ella no notó.

El jóven la tomó con firmeza de la cintura y la levantó lentamente, dando una vuelta y la mantuvo en el aire cuando la canción terminó.

Muchos aplausos llenaron el jardín.

El jóven pelinegro la bajó suave.

Ella se sintió muy cerca de su cuerpo.

Lo miró a los ojos, sentía su rostro acercándose y ella no hacía nada por alejarse.

–Lucifer–Ambos se alejaron al escuchar la voz ronca del señor Salvatierra.

–Padre–La jóven inclinó la cabeza.

–Señor–Vió al pelinegro de ojos de colores inclinarse–. Si permite, me gustaría invitar pronto a Lucifer a mi hogar–La castaña lo miró confundida.

Era la primera vez que recibía una invitación de esa.

Nadie se acercaba a ella.

Al contrario.

¿Por qué me hace una invitación como esa?

– ¿Para qué? –La pregunta del hombre hizo eco a la pregunta de Lucifer.

–Me gustaría hablar de negocios con ella. He escuchado mucho de la forma en que Lucifer hace sus negocios y quisiera que pongamos en práctica nuestros métodos –La explicación del jóven sonó muy buena y convincente para el hombre.

Él esperaba hacer pronto negocios con Ángel.

Él no hacía negocios con todo el mundo, solo los mantenía con su padre y su amigo, era una buena oportunidad y sabía que Lucifer lo ayudaría en ello.

–Si, no tengo ningún inconveniente –Aceptó con tranquilidad.

– ¿Y para usted hay inconveniente Lucifer?

La castaña lo miró y negó con tranquilidad.

–No tengo inconveniente, además de que es mi obligación–

Vió aparecer una sonrisa en los labios del chico, aunque no quiso preguntar o descifrar porqué.

– ¿Cuándo podría ir?

La pequeña castaña miró a su padre.

El día de mañana ella tenía varias obligaciones que cumplir.

–Mañana se me es imposible, si gusta puede ser pasado mañana–El pelinegro asintió.

–Enviaré a mi chofer para que venga por usted pasado mañana a la hora del almuerzo–Asintió–. Si me disculpan, debo retirarme a cumplir con algunas obligaciones–Hizo una pequeña reverencia que fué correspondida.

El jóven dió un paso para retirarse, cuando se escuchó un fuerte y claro disparo.

Lucifer reaccionó al momento y jaló al jóven hacia ella con firmeza, pegándolo a su cuerpo, evitando así que el disparo impactara su cuerpo.

El disparo vino de un lugar del bosque.

Todas las luces de la mansión se encendieron y apuntaron hacia allá, revelando a los hombres ocultos, que de inmediato fueron apuntados y que respondieron.

–M*lditos c*brones, me siguieron–La queja casi silenciosa del jóven, no pasó desapercibida por Lucifer, quién lo sujetaba.

–Padre–Aquella palabra sonó a una pedida de permiso.

–Ya sabes que hacer, Lucifer.

La jóven asintió y soltó a aquel que sujetaba, la falda de su vestido fué levantada unos centímetros, mostrando sus lechoso muslos que no pasaron desapercibidos por ningún hombre en ese lugar, exceptuando sus familiares, y de las correas alrededor de ellos, sacó sus armas ocultas.

Lanzó una nueve milímetros en dirección al rubio, quién la tomó y comenzó a disparar hacia todos aquellos agresores.

Lucifer se movía con agilidad, empuñando los cuchillos con una agilidad que cualquiera envidiaria.

Disparaba contra aquellos que estaban lejos de su alcance y cortaba a aquellos que tenía a su alcance.

Era un deleite para muchos ver a Lucifer en combate.

Sintió como levantaban su capa para tomar algo, pero no le prestó tanta importancia, porque sabía quién era.

Su novio buscaba las otras armas ocultas que tenía en la capa y luego se quedó a su lado, espalda con espalda.

– ¿Te divertiste bailando? –No pudo evitar preguntarle.

La curiosidad le ganó.

–No es el momento–Le recordó Lucifer dando una patada en el estómago del hombre que se acercaba y luego disparó–. Y sabes bien que yo no siento–Movió su capa y desenfundó la catana que tenía muy bien guardada.

La hoja de color rojo, con el mango negro brillaba bajo la luz de la Luna.

La levantó, acercándola a su rostro, pegándolo a su mejilla y mantuvo la mirada de frente, aún vacía.

–Tienes rostro de sádica –Le señaló su novio con una sonrisa.

Eso aterró a la mayoría.

–Y con respecto a lo otro. Creo que ya llegó tu hora de sentir.

La pequeña castaña se alejó luego de escuchar aquello, yéndose en contra de sus enemigos, la espada era tan filosa, que solo necesitaba de pequeños movimientos y una requerida fuerza para cortar lo que deseaba.

Había mutilado a varios.

Los dejaba sin brazos, piernas o los cortaba a la mitad, a algunos solo le quitaba la cabeza.

Le hacía justicia a su nombre.

Era Lucifer.

El Ángel demoníaco.

– ¡LUCIFER! –Aquel grito llamó su atención, su mirada viajó hacia atrás, del lugar que provenía, pero no sé encontró con quién la había llamado, al contrario, encontró a un hombre con una sonrisa de satisfacción que se borró al instante de sentir como aquella espada lo atravesaba, entrando por su estómago y saliendo por su espalda.

Un jadeo de dolor se le escapó, junto con sangre que escupió, manchando así el rostro de Lucifer quién ni se inmutó y movió la espada hacia arriba con fuerza, cortando el torso del hombre y le dió una fuerte patada, sacando al mismo tiempo la espada.

–Lucifer. ¿Te encuentras bien? Estás herida–Su mirada viajó al mismo lugar que el jóven pelinegro veía.

Tenía una bala incrustada en su brazo izquierdo y la sangre corría como si habían abierto una tubería.

– ¡BRANDON! –El grito de la castaña, alertó al rubio, quien de acercó y comenzó a cubrirla.

– ¿Estás bien? ¿Te duele? –Ella miró al pelinegro y en sus ojos reflejaba preocupación.

Ella no lo entendió.

–Ella no siente dolor, ahora ayúdame a cubrirla que intentarán llegar a ella –La respuesta del rubio que disparaba hacía varias direcciones, hizo que el pelinegro dejara de mirarla.

Él ya sabía cómo era el protocolo, siempre que veían a Lucifer herida, intentaban llegar a ella. Todos eran iguales. Por ello comenzaba siempre a cubrirla y protegerla, mientras ella se recuperaba.

El preocupado Ángel comenzó a disparar en contra de todos, acompañando al rubio.

Lucifer soltó una de las correas que se encontraban en su muslo y la sujetó con fuerza, aplicando un torniquete en su brazo para evitar que la sangre siguiera corriendo.

Miró hacia un lado, pues sentía una mirada y lo corroboró al encontrarse con su padre, quien disparaba. Le hizo una breve seña, levantando la barbilla a lo cuál ella solo asintió.

–Brandon, necesito que ejecutemos el plan–Le informó.

–Bien. Lanza las bombas –

Lucifer tocó su brazalete y varias bombas salieron disparadas de la casa. El humo comenzó a dispersarse por el lugar, confundiendo a todas las personas que se encontraban presentes.

Brandon le hizo una seña.

La pequeña castaña tomó la mano del pelinegro a quién vió muy confundido y comenzó a correr con el en dirección a la casa, antes de que el humo se dispersara.

– ¿Qué hacemos? No podemos dejarlos solos–El pelinegro reclamó.

–Tranquilo, los acabaremos todos de una vez–Le respondió Brandon apuntando hacia todos lados en la mansión por si les salían con una sorpresa.

Lucifer los llevó hacia su habitación, ocupó su escritorio rápidamente y abrió las tres laptops que tenía sobre este.

Vió por las cámaras que el humo comenzaba a dispersarse y todos estaban marcados y confundidos.

Movió rápidamente sus dedos sobre los tres teclados preparando todo y susurró:

–Que comience la depuración.

Los drones salieron de la casa, siendo manejados por Lucifer.

Los rostros de los enemigos se llenaron de terror e intentaron correr, pero solo alcanzaron a dar pocos pasos que provocó las lluvias de balas.

Todas ellas eran computarizadas y se dirigían a un único objetivo que era el que Lucifer quería y controlaba.

Los cuerpos fueron cayendo sin vida poco a poco, en dos minutos, no quedaba nadie de esas personas que fueron a arruinar la fiesta.

El jardín era un baño de sangre, algunos de los invitados se encontraban heridos, pero nada grave o que no pudieran solucionar.

–Eres muy buena, Lucifer–Le halagó el pelinegro y ella lo miró, asintiendo.

–Perfecta–Los labios de Brandon, entraron en contacto con su coronilla.

–Vamos–Habló el pelinegro serio y ellos asintieron.

Bajaron los tres al jardín, el pelinegro mostraba su preocupación por la herida de Lucifer, pero ella le aseguró que estaba bien y que no sentía nada.

–Reina Del Infierno–Su hermano le hizo una reverencia y todos lo que pudieron lo imitaron, mostrando mucho respeto.

–Lucifer–Su padre la miró con admiración y orgullo en sus ojos.

Ella solo asintió.

–Lucifer, necesitas un médico –Su hermano expresó con preocupación al notar su brazo.

–Me encuentro bien. No siento nada –Respondió con tranquilidad.

–La perdida de sangre es grave, Lucifer. Llamaremos un médico–Le respondió su padre seriamente y ella solo asintió.

–Si padre.

Varios doctores llegaron, pero el de confianza de la familia Salvatierra fué el encargado de la pequeña castaña que se encontraba sentada en su silla, mirando el baño de sangre que ella había creado con una copa en la mano.

El doctor le quitó el torniquete e hizo la extracción de la bala para luego proceder a colocarle los puntos y Lucifer ni enterada, hasta que el doctor avisó que ya había terminado.

–Necesita reposo–Avisó.

–Mañana tengo obligaciones –Habló Lucifer en recordatorio para su padre y hermano.

Sabía que ellos se toman eso del reposo muy encerio.

–Y puede cumplirlas, siempre y cuando no haga ningún esfuerzo con ese brazo–Le aclaró el doctor y ella asintió.

–Bien, me retiro–Se incorporó, pero al instante todo su mundo dió vueltas y tuvo que sostenerse lo más pronto posible de algo que se encontraba a su lado.

– ¿Te encuentras bien, Lucifer? –Sintió un aliento en su oído y levantó la mirada.

El pelinegro llamado Ángel la sostenía.

–Me he mareado –Explicó.

–Puedo llevarte a tu habitación, ya que tu novio está ocupado –Le señaló con la barbilla una dirección, la cuál ella miró.

Brandon estaba ayudando a sus padres a ayudar a una jóven que estaba herida.

–Si no es molestia, acepto su ayuda–

El jóven le aseguró que no era molestia y con cuidado y suavidad la levantó para llevarla en sus brazos hacia la casa.

Todos miraron la escena y luego a Brandon, quien estaba más al pendiente de ayudar que de las miradas de todos.

– ¿Me podría llevar al baño?

Ángel asintió y se adentró al enorme baño de la habitación negra y roja.

La dejó sola por un momento, mientras ella se daba una ducha para retirar la sangre y se colocaba su piyama.

Salió pocos minutos después, sujetándose de las paredes porque aún se sentía mareada.

Él al verla, corrió a ayudarla y la llevó hasta la cama de sábanas negras dónde con cuidado la dejó e introdujo debajo de las sábanas.

–Bien Lucifer, ya que estás sana y salva en tu cama, yo me retiro, debo arreglar unas cuentas con el causante de este atentado –Le explicó con tranquilidad y ella asintió, sin entender el porqué de sus explicaciones.

Nadie nunca me daba explicaciones.

–Suerte y espero que no lo asesinen–Él sonrió.

–No lo harán –Aseguró–. Ah, espero que no haya cambiado de opinión y si pueda hacerme el honor de visitar mi hogar y que hagamos negocios–Le mencionó esperanzado de que no haya cambiado de opinión.

Si bien fué su culpa de que hayan atentado en contra de la casa de Lucifer, ella no quería faltar a su palabra, ni a la invitación que él le había hecho.

–Iré, no se preocupe –Le respondió.

–Tratame de tú y llámame Ángel, solo tengo dieciocho

Ella asintió.

–Bien Ángel, tu también puedes tratarme de tú –Él asintió.

–Espero que nuevamente me concedas el honor y la satisfacción de bailar juntos.

Ella no supo qué responder y no sabía porqué.

Sin embargo, vió la sonrisa que él tenía y que nunca desaparecía, o eso creía ella.

–Buenas noches, Lucifer.

–Buenas noches, Ángel.

Él se retiró, dejándola a solas en la enorme habitación, permitiéndole cerrar los ojos para descansar, pero esos ojos volvieron a invadir su mente.

Que lindos ojos tienes.

¿Por qué no dejo de recordarlos?

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