Capítulo 4: No Aguanto Más

Esa chica es toda una caja de sorpresa.

¿Por qué no la he conocido desde antes?

MiguelAngel no dejaba de ver las fotos que encontró en Google de Lucifer, no había mucha información, pero si varias fotos que mostraban todos sus ángulos, pero en ninguna salía con una sonrisa.

–Lucia Fernanda–Acarició el nombre, comprendiendo el porqué le llamaban Lucifer.

La mostraban como una chica muy inteligente y encargada de una de las empresas de su padre a pesar de su corta edad. Aquello lo sorprendió.

Pero luego recapacitó y se dijo que de seguro la habían entrenado desde pequeña, como lo habían entrenado a él.

Volvió a mirar la foto.

¿Por qué no sonríe?

Apenas la conocía y ya tenía muchas preguntas sobre ella, era mucho su interés y no sabía el porqué.

Miró la hora en su celular. No llegaba ni al medio día y ya quería que fuera mañana. No entendía la necesidad que sentía de verla, pero eso quería, verla, hablarle y probar un poco de esa inteligencia que dicen que tiene.

Era hábil en los negocios o eso era lo que había escuchado la noche anterior. Se encargó de preguntar sobre ella, cuando había desaparecido durante una hora con su novio.

Si, él midió el tiempo.

Cuando volvieron le molestó bastante la sonrisa que él traía, por eso no quiso perder la oportunidad de invitarla a bailar cuando su novio se fue con otra dejándola sola y para nada molesta, o eso fué lo que notó.

El baile para él era algo especial, sus padres se habían conocido bailando y por ello desde pequeño había aprendido a bailar todo género de música que pudiera existir.

Le parecía demasiado asombroso e increíble la manera de bailar de Lucifer, la admiraba y disfrutó cada momento que bailaron juntos, por ello no perdió la oportunidad de invitarla a su casa. La quería tener cerca todo el tiempo posible.

Pero llegaron a arruinar su noche.

Sabía que ir a dejarles en claro a aquellos que con él nadie se metía, le traería problemas, pero nunca se imaginó que lo siguieran hasta la casa del señor Salvatierra, eso sí fué una gran sorpresa, sensación que él odiaba, pero ver a Lucifer luchando, eso fué un deleite para sus ojos.

La emoción y exitación se mezclaron en un cóctel peligroso para ellos en esa situación, pero que él disfrutó hasta el momento en el cuál ella salió herida.

Nunca había sentido tanta preocupación por otros que no fueran su padre y su mejor amigo, pero al ver a Lucifer herida, corrió, abandonando a su mejor amigo, quien se defendía bien, e intentó ayudarla, aunque ella le demostró que no necesitaba ayuda.

Es que esa chica no dejaba de sorprenderlo y para bien.

Tenerla entre sus brazos fué, para él, la guinda del pastel. Ese pequeño cuerpo entraba a la perfección en sus brazos y el calor que desprendía, lo traspasó de una manera en la que ningún otro lo había hecho.

Sin duda Lucifer era una cajita de sorpresas, que él quería ir descubriendo una a una.

–El Ángel pensando en el Diablo–La voz burlona de su amigo lo sacó de sus pensamientos y lo hizo dirigir la mirada a la puerta.

–No pienso en ningún Diablo, pienso en Lucifer–Le aclaró serio y este rió.

–Vamos, las labores nos esperan–Sobó sus manos con una sonrisa de satisfacción.

–Vamos.

Ángel se levantó ansioso para cumplir con sus labores. Tal vez así dejaba de pensar un poco en ese Ángel diabólico que quiere conquistar.

Las horas estuvieron muy agitadas, había adelantado las labores del día siguiente para tener todo el tiempo libre para dedicarselo a Lucifer.

Ya quería que llegara el momento de estar a su lado.

Estaba ansioso y emocionado.

–Estás muy interesado en esa chica–Le señaló su padre el descubrirlo mirando fotos de Lucifer.

–Si vas a empezar con su “tiene novio” “es malo meterse en una relación” “las comprometidas no traen nada bueno”, mejor ni me digas nada papá –Le respondió serio, guardando el celular.

–No puedo permitir que destruyas una relación, si no vas a querer a esa muchacha para nada serio.

– ¿Y quién te dijo que no la quiero tomar enserio? –Se levantó indignado –. Esa mujer es la que estaba buscando y a la cuál no dejaré escapar.

Una carcajada brotó de lo más profundo de la garganta de su padre.

Lo miró muy confundido, porque no entendía que le podía causar tanga gracia.

–No le creí a Santo cuando me lo dijo, pero luego de escucharte se que estás hablando enserio –

MiguelAngel no podía creerlo, era una trampa de su padre a la cuál había caído redondo.

–Te deseo mucha suerte, hijo, y no porque ella tenga novio, porque desde lejos se le ve que no lo quiere o siente el mínimo afecto por él…–MiguelAngel había heredado la habilidad de leer a las personas de su padre –, si no lo digo porque dicen que ella no tiene sentimientos, no siente nada por nadie, ni siquiera por su familia. Ella misma dice que si no siente dolor, es incapaz de sentir algo más–Le advirtió antes de retirarse.

Ella no siente dolor.

Las palabras del rubio novio de Lucifer se repitieron en su mente, confundiendo más su cerebro, luego de las palabras de su padre.

¿Cómo una persona es incapaz de sentir?

No, seguro es una máscara que ella se puso. Si, de seguro se creó murallas, pero seré yo quien las destruya todas.

Al día siguiente, esperaba ansiosamente en el vestíbulo de su mansión a qué su visita llegará.

Hace media hora había enviado a su chófer a recogerla y Lucifer le había enviado la confirmación y avisado que ya iba de camino a su casa.

Le sorprendió bastante el recibir el mensaje de Lucifer y no pudo evitar preguntarle quién era el responsable que ella tuviera su número.

Se lo pedí a mi padre. Espero no te moleste, pero necesito saber con quién hago negocios.

Había sido la seria respuesta de la jóven.

Ella quería saber con quién hacía negocios, ¿Eso quería decir que no le interesaba, aunque sea un poco, algo personal de él?

Aquel mensaje lo descolocó tanto que no supo que responderle y lo dejó así.

Esas murallas son más fuertes de lo que pensé, pero de qué las derribo, las derribo.

Un coche aparcó frente a su casa, ni siquiera espero a que tocaran, cuando abrió la puerta y salió a la entrada, encontrándose con una sorpresa.

Un hombre salió volando de los asientos traseros del coche, cayendo a sus pies. Estaba muy golpeado y lleno de sangre.

Miró a la persona dentro del coche, quién salió con tranquilidad y sin importarle que su vestido blanco estaba lleno de sangre, al igual que los tacones que traía.

Una línea roja adornaba su rostro, delineando su pómulo derecho.

La sangre la bañaba y a ella parecía no importarle.

–Disculpa mi aspecto, pero los enemigos parecen nunca descansar–La joven se acercó a él con calma, arrastrando la espada en el suelo–. Y este dió una dura pelea–

El hombre tendido en el suelo, intentó arrastrarse y escapar, la jóven lo miró, levantó la espada y colocó la punta sobre su cabeza y en un certero movimiento, lo traspasó.

–Necesito lavarme las manos y el rostro, aunque es más por respeto a ti que por mí.

Él sonrió.

A ella no le importaba estar llena de sangre.

Diferente a las mujeres que había conocido quienes no soportaban ni ver sangre.

–Pasemos. Mientras te lavas, te conseguiré un cambio de ropa–Ángel le ofreció su brazo, el cuál ella aceptó cuidando no mancharlo con sangre y se dejó llevar.

La habitación a la cuál la llevó era grande, las paredes estaban pintadas de azúl y tenía su aroma impregnado por todos lados.

Si, era la suya, quiso llevarla allí para que se aseara, estuviera en su espacio, a ver qué tal le parecía, pero notó que ella ni una mirada dió y se encaminó al baño rápidamente cuándo él se lo indicó.

Cuando vió la puerta ser cerrada, no pudo evitar que un suspiro de frustración escapara de su boca.

La primera chica que traigo aquí y ella ni interesada.

Se reprochó frustrado.

No me voy a rendir. No contigo, Lucifer.

Una idea cruzó por su mente y una sonrisa ladeada apareció en sus labios.

Con aspecto tranquilo y naturalidad, como si fuera algo de todos los días, abrió su armario y tomó un par de prendas.

Él estaba dispuesto a hacer muchas cosas para derribar las murallas de Lucifer y ese era uno de los pasos de su plan.

–Quise mandar a mis hombres por ropa, pero todos tienen obligaciones que no pueden abandonar y no encontré nada más, lo siento–Se disculpó al entregarle las prendas que había elegido.

–No hay problema, debajo del vestido traía un short que logró salvarse–La respuesta le dió rabia, pero solo puso su mejor sonrisa y dejó que se cambiara.

Si no tuviera pegada la mandíbula al rostro, se le hubiera caído al ver la chica que salía del baño vistiendo su camiseta que le quedaba unos cinco dedos sobre la rodilla, dejando ver sus piernas, tentándolo y demostrando que su ropa le quedaba mejor a ella que a él.

La recorrió de arriba a abajo y mordió su labio inferior.

No podía creer lo que veía.

Enserio el quería ser el dueño de esa chica.

Quería arrojarla en la cama, abrir sus piernas y perderse en su interior por horas. O tal vez sentarla sobre su escritorio, que rodee su cadera con las piernas y perderse en su interior, mientras ella le pide más. O quizás en el baño.

Tanto escenarios y tantas posiciones que solo lo dejaban deseoso de poner ponerlas en práctica.

–Es… cómodo –La voz de Lucifer lo sacó de sus pensamientos para nada propios.

–Si–Carraspeó–. Luces bien–La chica solo lo miró.

–Bien, entonces… ¿Vamos a hablar de negocios? –Volvió a mirarla.

Debía de sacarla rápidamente de esa habitación, antes de llevarla a la cama y no dejarla volver a levantarse por horas o quizás hasta mañana.

–Si. Vamos a mi estudio.

Suerte para él que el estudio estaba en la planta superior a la cuál nadie, además de su padre y amigo, subía.

Sabía que no iba a aguantar si alguien más la veía justo como él se encontraba mirándola en ese momento.

Tal vez terminaría con una perforación de bala en alguna parte del cuerpo, probablemente en la frente, o sin ojos.

La forma en la que ella contoneaba sus caderas lo tenía mal y más al notar como con cada paso la camisa se subía un poco mostrando más de sus piernas.

No la mires. No la mires. No la mires.

Se repetía como si fuera un mantra, pero se le estaba haciendo casi imposible.

Abrió la puerta del estudio y le permitió la entrada.

Le ofreció asiento y le preguntó si deseaba algo de beber, a lo que ella respondió moviendo la cabeza dando su negativa.

En el movimiento el vió como los rayos del sol que entraba por la ventana, se reflejaba en esos mechones castaños y en su rostro, dándole un toque más angelical y menos macabro como el que tenía hace unos momentos.

Ambos a él le gustaron ambos.

–Yo no soy de hacer negocios con muchas personas, siempre los hago con mi padre y mi mejor amigo–Comenzó a explicar, tomando asiento a su lado en el sofá de cuero–. Pero luego de lo que ví cuando la conocí, puedo decirle muy seguro que quedé impresionado, más que eso anonadado, y me dije que debíamos de unirnos y hacer negocios.

Vió en todo momento a los ojos de la castaña, que también lo veía, pero no mostraba nada.

¿Por qué no muestra al menos un poco de interés? Tal vez no en mí, pero si en nuestra conversación.

– ¿Y qué clase de negocios quieres hacer? –Lucifer cruzó las piernas, provocando que la camiseta se subiera solo un poco y él no pudo evitar mirar hacía allí, perdiendo el hilo de la conversación–. Ángel, te he hecho una pregunta. ¿Qué clase de negocios quieres hacer? –Lucifer le repitió con calma, logrando traerlo de regreso.

–Exportación–Lucifer ladeó la cabeza–. Supe que manejas la empresa de exportación de tu padre y yo creo las mejores armas que se pueden conseguir en este cochino mundo, así que es fácil, yo te entrego las armas y tú las exportas a nuestros compradores–Explicó con calma.

– ¿Y para mi familia cuánto abría?

La voz de Lucifer se escuchaba vacía, pero profesional.

–Se llevarían el treinta porciento de todo.

–Paso.

La respuesta de Lucifer lo dejó colgado unos segundos.

– ¿Pasas? ¿Cómo que pasas? –No podía creerlo, quién desaprovecharía la oportunidad que él estaba dando.

–Ángel, treinta porciento es muy poco y más cuando somos nosotros quienes corremos todo el riesgo, porque si nos descubren, será a nosotros a quienes nos señalen por todo lo que descubrirán –Le explicó con calma–. Se que estaremos exportando un producto de calidad, se que tienes razón al decir que creas las mejores armas que se pueden comprar, las cuales no son nada baratas, y que yo misma he utilizado.

–Lo sé, la noche de la fiesta reconocí mis drones–Lucifer asintió.

–Son tus drones, pero como pudiste observar les hice una mejora al integrarle las balas inteligentes–Asintió.

No podía quitarle merito a la chica.

–Mi familia no aceptará nada por debajo del cincuenta porciento de cada cargamento exportado, tener exclusividad y el derecho de ser los primeros en comprar cualquier nueva arma que lances al mercado–Le ofreció sus condiciones.

M*ldición, aparte de linda, inteligente.

Serás Mía, Lucifer.

–Esta bien, acepto sus condiciones–Confirmó.

Lucifer ofreció su mano en señal de cerrar el trato que habían hecho, pero él aún tenía un haz bajo la manga.

–Pero con la condición de que trabajes a mi lado.

Acepta.

– ¿Qué quieres decir con ello?

–Me gustó mucho la mejora que le hiciste a los drones, quisiera que trabajarás conmigo en el diseño y la creación de las armas–Le explicó.

– ¿Y cuánto me pagarás?

–Nada, será parte de nuestra sociedad.

–Ahhh. Pues entonces paso.

La frustración recorrió las venas del chico, cuál si fuera sangre.

¿Acaso no se sabe otra palabra?

Cualquier chica mataría por trabajar a mi lado y más en un puesto tan importante como el que le estoy ofreciendo.

Lo que a él se le olvidaba era que Lucifer no era cualquier chica.

–Esta bien, te pagaré por cada avance que hagamos y por cada venta del arma dónde tú hayas trabajado –Le dijo rendido.

Él la quería a su lado a como diera lugar, aunque eso le costara mucho dinero.

–Bien, pero si no me das lo prometido, me largo–Le señaló.

Él asintió y le ofreció su mano, para cerrar el trato.

Lucifer correspondió, tomando su mano y la estrechó.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, dejando una sensación que nunca antes había experimentado.

Los vellos de su cuerpo se erizaron.

La suavidad de la mano de la chica hizo que su deseo creciera, de tal forma que no pudo detenerlo y la jaló con firmeza hacia él, dejándolos a centímetros de cercanía.

–No aguanto más.

Y terminó con su necesidad, uniendo sus labios, con los de ella.

Serás mía, Lucifer.

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