Lucas

Lucas

Mamá siempre está triste

...Lucas...

^^^Una parte de mi…^^^

^^^DMVM ^^^

... Epígrafe...

^^^De la vida no quiero mucho. Quiero apenas saber que intenté todo lo que quise, tuve todo lo que pude, amé lo que valía la pena y perdí apenas lo que nunca fue mío.^^^

^^^Pablo Neruda ^^^

^^^ ^^^

^^^ ^^^

 

 

 

 

 

 

 

...Dedicatoria...

^^^A mis hijos, a esos seres que sin querer me dieron el papel de madre, a ellos quiero hoy dedicarles una vez más lo que escribo, por ser ellos mi mejor compañía y los causantes de mis alegrías.^^^

^^^DMVM^^^

 

 

 

 

 

...Prólogo....

Hace cinco años, Mile se graduó de la preparatoria y, junto a sus amigas, fue a celebrar en un bar conocido de la ciudad, donde bebieron como nunca antes lo habían hecho. Ellas disfrutaron al máximo su momento mientras bailaban y miraban a los chicos que se encontraban en el lugar; incluso hablaron de ellos y se reían con picardía por sus pensamientos, unos pensamientos que eran normales para su edad. 

 

Las horas pasaron y los tragos se colaron en sus venas hasta llegar a sus mentes. Su nivel etílico era tal que ni siquiera recordaban por qué estaban en aquel lugar. 

 

Mile no se sentía muy bien y se levantó de la barra para ir al baño. Mientras caminaba, se tambaleaba por el pasillo angosto que la llevaría a aquel lugar deseado. Sin mirar, entró por la puerta que se encontraba a su derecha. Lo demás es parte de esta historia, una historia que, sin duda, te hará ver de manera muy diferente ciertas cosas de la vida cotidiana. 

 

Hoy ha llegado a Houston, Texas, con una maleta llena de sueños y la esperanza de brindarle a su hijo un futuro mejor. 

^^^Autora^^^

 

...Capítulo 1....

...Mamá siempre está triste....

Vuelo AC1301 con destino a Houston, Texas; ese es nuestro vuelo, el cual tendrá una duración de tres horas y cuarenta y un minutos. Un vuelo que a simple vista se ve algo corto, pero no lo es.

Miré por el pasillo en dirección a la puerta y me di cuenta de que ya estaba cerrada; eso significa que estamos a punto de despegar. Suspiré profundo, quizá porque me emociona saber que pronto emprenderemos esta aventura, una que me produce emociones encontradas.

Tomé la mano de mi hijo, que se encontraba sentado a mi lado. Giré mi rostro para mirarlo y le regalé una sonrisa. Una que no fue correspondida. Eso fue algo que me preocupó. Y más cuando cerró sus ojos y se giró de lado luego de despegar.

El vuelo transcurrió normal, gracias a Dios. Mi hijo durmió todo el viaje. Creo que lo hizo más por miedo que por otra cosa. Era hora de despertarlo. Suspiré nuevamente cuando se giró y lo miré a los ojos. Sabía que él estaba molesto conmigo desde que abordamos el avión en el aeropuerto de Toronto, en Canadá, aunque quizá fue desde antes y yo no lo note.

Acomode mi blusa y mi cabello con la mano que tenía suelta. La otra aún estaba junto a la de él. Sé que está bastante nervioso por la manera en la que aprieta mi mano. Es su primera vez en un avión. Bueno, en realidad es su segunda vez, porque la primera fue cuando estaba en mi vientre, aunque esa para él no cuenta.

Estábamos a punto de bajarnos del avión cuando él me ha dicho:

—Ahora no veré más a mis tíos. —Me ha soltado de la mano al terminar de decirme esas palabras y se ha cruzado de brazos.

No me había equivocado al pensar en lo molesto que estaba y ahora sé cuál es la razón.

—Claro que sí, siempre podremos ir a visitarlos y ellos a nosotros, mi vida. —Le dije acariciando su mejilla derecha con mi mano izquierda.

Después de unos cuantos minutos nos hemos bajado del avión. Hoy iniciaba una nueva vida para nosotros, una que ambos deseábamos, aunque en distintos lugares.

Mi hijo desea esto, pero en Canadá, y yo aquí en mi ciudad natal. Pero nada es perfecto y tampoco debe salir tal cual lo planeamos.

Nos hemos tomado de la mano nuevamente para ir a buscar nuestras maletas que están repletas de sueños, metas y deseos que esperamos poder cumplir pronto. Luego de buscarlas nos hemos ido a la puerta de entrada a esperar a que nos vinieran a buscar. Y mientras llega nuestro transporte, me he puesto a pensar en que todo ha sucedido muy rápido; los meses se pasaron volando. Además, me parece mentira que hasta hace unas cuantas horas estaba en Canadá tomándome una copa mientras miraba por la ventana de mi antigua habitación. Y ahora mírame, estoy nuevamente aquí en Houston, Texas. Con miedo, pero con un millón de cosas en mente por hacer.

Seguíamos parados frente a la puerta de entrada del aeropuerto. Lucas, así se llama mi hijo, se ha sentado sobre las maletas. La expresión en su rostro nuevamente me preocupa. Sé que extraña a sus tíos al igual que yo, pero debe acostumbrarse a esta nueva ciudad. Este cambio será difícil de procesar, más para él que para mí. Espero que con el tiempo comprenda la razón de nuestro viaje.

Yo ya me he mudado antes o, mejor dicho, ya he salido huyendo antes. Y aún lo recuerdo como si hubiera sido ayer, pero la realidad es que ya han pasado cinco años desde que me fui de casa; por tonta, porque hoy no puedo decir que fue lo mejor que hice.

Vivía con mi abuela desde que tenía nueve años. Prácticamente fue ella quien me crió. Mi madre falleció junto a mi único hermano el día de su nacimiento. La abuela decía que le habían dado un síndrome llamado Help y que ninguno de los dos sobrevivió luego de haber entrado a la sala de emergencia del hospital.

Aún me duele que mi madre ya no esté y me da tristeza no haber podido conocer a mi hermano, pero la vida tiene sus razones y motivos para cada cosa que sucede en nuestras vidas y así lo he entendido desde que todo eso sucedió.

La abuela falleció hace dos años, dejándome un dolor profundo y un sentimiento de culpa muy grande por no haber estado junto a ella durante estos últimos años. No tengo excusa para mi huida y lo peor de todo es que ella nunca supo por qué lo hice.

Yo solo le dejé una nota pegada en la nevera que decía: “Te amo, abuela… “No me odies por esto”.

Ni siquiera conoció a su bisnieto, así como tampoco sabía de su existencia.

Yo desaparecí de su vida en el momento en el que me hice la prueba de embarazo y la misma salió positiva. Me daba miedo, pena y vergüenza que, después de tanto sacrificio que había hecho ella por mí, yo, su única nieta, hubiera cometido este error. Aunque ya no lo veo como eso, ahora sé que él, mi hijo, es una parte de mí. Una que ame desde el preciso instante en el que confirme su existencia.

Mi abuela me ha dejado la casa de herencia; esa es otra de las razones por las cuales hemos regresado. Dentro de unos días debo firmar los documentos donde dice que es mía.

El abogado tardó más de un año en dar con mi paradero.

Ha sido Andrea, una de mis amigas de la secundaria, quien le ha facilitado mi número. A quien, por cierto, esperamos para que nos lleve a la casa de mi Abú.

—Mami, ¿cuándo llegará tu amiga? —me ha preguntado y al verlo parecía angustiado.

Estábamos nuevamente tomados de la mano.

—Mi vida, en el último mensaje de WhatsApp que me envió decía que en unos diez minutos estaría aquí. ¿Por qué me lo preguntas, hijo? —Me giré una vez más para verlo y la expresión en su rostro me preocupaba.

—Porque tengo ganas de ir al baño, mami. —Ha cruzado las piernas al decirlo.

—Ven, vamos al baño; yo creo que aún tenemos tiempo. —Tomé las maletas con la mano izquierda porque en la derecha llevaba a Lucas de la mano. Fuimos al baño prácticamente corriendo porque él tiene la costumbre de decirme que tiene ganas de hacer pipi justo cuando ya no hay tiempo.

Aunque últimamente hemos estado trabajando para mejorar esto, debo reconocer que aún no logro hacer que lo cambie por completo y necesito que lo haga para poder inscribirlo en el colegio.

—Listo, mami —me ha dicho—. No se me ha escapado ni una gota. —Se acomodaba el pantalón en su lugar mientras me decía esa frase. Yo sonreí ante lo que me dijo.

Ya ha dejado el pañal desde hace poco más de un año y, aunque es un niño muy inteligente, incluso diría que mucho para su edad, esa parte le ha costado cambiarla.

—Qué bueno, mi vida, ahora lávate bien las manos para que regresemos a la sala de espera.

Salimos del baño y cuando caminábamos de regreso me ha llamado Andrea.

Llamada

—¡Mile! —dijo con alegría. Estoy feliz de que sea ella la que nos busque. Nosotras tenemos cuatro años sin vernos; la última vez fue cuando Lucas nació.

—Andrea... —La saludé—. Ya vamos para allá. —le dije por el móvil.

Tomé las maletas con la mano izquierda y con la derecha la mano de mi hijo. Nos miramos y sonreímos a la par. Su rostro había cambiado. Estaba feliz porque sabía que, al cruzar aquellas puertas de cristal, iniciaba una nueva vida para nosotros. Una que esperaba fuera mejor que la que acabábamos de dejar en Canadá.

Andrea corrió en nuestra dirección, y nos miraba a ambos con una sonrisa que iluminaba el lugar; su rostro era de felicidad.

Lucas tenía pena y se colocó detrás de mí.

—Mile —Me abrazó sin dejar que soltara las maletas, y menos la mano de Lucas.

—Mami —ha dicho Lucas con angustia. El pobre estaba entre nosotras dos, pero esa llamada de auxilio había hecho que Andrea se apartara.

—Hola, Lucas, qué grande estás. —Andrea ha querido saludarlo, pero él estaba asustado y se tapó por completo el rostro con mis piernas.

—Dale tiempo… —le dije sonriendo—. No está acostumbrado.

—¡Tranquila! No te preocupes por eso. —sonreía—. Que nosotros seremos grandes amigos con el tiempo, ya verás; además, sabes que nadie puede resistirse a mis encantos. —Le ha tocado el cabello a Lucas y le ha guiñado su ojo derecho.

Nos subimos al auto, luego de intentar meter todas las maletas en él. Unos cuantos minutos después emprendimos el viaje rumbo a la casa de la abuela. Decirlo me deja un vacío en el corazón.

—Lucas, ¿te ha gustado el aeropuerto de Houston? —ella trataba de sacarle conversación a mi hijo para romper el hielo.

—Hijo, Andrea te ha hecho una pregunta… respóndele, por favor, deja la pena. —Le dije, girándome para verlo.

—Lucas, yo fui la primera en cambiarte el pañal, no debería darte pena conmigo. —Le ha dicho ella, mirándolo por el retrovisor. Andrea no ayudaba; la cara de mi hijo estaba tan roja como un tomate. Si antes no le había contestado, dudo que lo hiciera ahora.

—Mami, quiero ir a casa de la tía Sara. —Tenía ganas de llorar cuando lo dijo, lo supe en lo que le escuché el tono de su voz y al mirarlo lo confirmé. Este sería un cambio duro para él.

—Ya casi llegamos a nuestro nuevo hogar, mi vida. Sé que te gustará. —Lo miré unos segundos y nuevamente vi la tristeza en su rostro. Inhale profundo y exhale lentamente.

Sara es una buena amiga; aunque no es nuestra familia, es una tía para él. Realmente, ella y su hermano son las únicas personas que él ve como su familia porque fue con ellos con quienes él creció y, bueno, al final sí son la única familia que tenemos.

Faltaba poco para llegar a casa, pero no hablamos el resto del camino, luego de que Andrea atendiera una llamada de Carlos, su novio; una llamada rápida, pero llena de discusiones.

La situación se había puesto tensa luego de esa llamada. Entonces no quise hablar y ella tampoco lo hizo. Creo que tenía rabia porque se le notaba en el rostro. Uno que, además, estaba lleno de lágrimas; que se secaba disimuladamente para que yo no notara, según ella, que lloraba.

Llegamos luego de unos cuantos minutos. Suspiré al mirar la casa de mi abuela. Estaba algo deteriorada. Tendré bastante trabajo que hacer en la casa para que se vea como cuando yo vivía en ella.

—Adiós, Lucas, luego los vendré a visitar. —Estaba desanimada. Se le notaba en su actitud; no era alegre como la que tenía antes de aquella llamada. Teníamos mucho de qué hablar, pero era ella la que debía propiciar ese momento, no yo.

—Cuídate, sí —le dije, frotando su espalda—. Ve con calma, sabes que te quiero un montón. —Nos abrazamos fuerte y ella sollozaba.

Me dio dolor verla de esa manera, una vez más, porque esta no era la primera. Ellos han sido novios desde la preparatoria y siempre han discutido. La realidad de su relación es que son más los periodos en los que están molestos que los que han estado bien. Pero sé que ella lo ama. Quizá sea esa la razón de soportar tanto. Aunque eso no justifica la manera en la que ellos se tratan.

—Gracias, Mile, te quiero, me alegra que estés de vuelta. Mañana o pasado vengo para que hablemos un rato. —Nos abrazamos de nuevo antes de que se subiera a su auto.

—Seguro, aquí estaré. —Me giré en dirección a mi hijo, quien estaba sentado jugando con su Spider-Man—. ¿Entramos? —le he dicho a un Lucas que estaba muy serio pese a estar entretenido jugando. Tan serio que me ha respondido encogiéndose de hombros.

Abrí aquella puerta de color madera desgastada. Y me dio tristeza ver la mecedora vacía; era ahí donde la abuela pasaba la mayor parte del tiempo. Entre sus hilos y agujas tejiendo.

—Mami, está muy oscuro aquí, además huele mal y me da miedo. —Se ha colgado de mi mano derecha cuál mono.

—Tranquilo, ya enciendo la luz y verás lo hermosa que es. —Pero me equivocaba porque no se parecía en nada a aquel hogar que había dejado hace años atrás.

Miré todo lo que tenía ante mi vista y no se había caído el techo porque era lo último que habíamos acomodado antes de yo irme.

Luego de haber observado todo, comprendía el miedo que sentía mi hijo.

Dicen que la primera impresión es la que cuenta y esta no había sido para nada alentadora, y menos si no deseas estar en un lugar. Y sé que él no quería venir, pese a lo emocionado que está por iniciar una vida nosotros dos solos.

—Mami, la casa de la abuela está fea. ¿Estás triste por eso? —jalaba mi mano para que lo viera.

—No, mi vida, mamá no está triste. Mamá solo extraña a la abuela. —Pero si estaba triste, y quizá mucho, me daba dolor ver lo deteriorado que está el lugar donde por años viví.

—Mami, ¿qué te parece si lo limpiamos, lo pintamos y botamos todo lo que no nos guste? —había cambiado su rostro, incluso el tono de su voz al preguntarme; ahora era él quien me hablaba con entusiasmo mientras yo me sentía triste.

—Me parece perfecto, mi vida. —Le di un beso en la punta de su nariz.

—La abuela estará contenta cuando desde el cielo vea cómo va a quedar su casa. —No he podido lograr que le diga bisabuela. Dice que no le gusta.

Dejamos las maletas a un lado para que no nos estorbaran mientras nos cambiamos la ropa por algo más cómodo para empezar a limpiar.

Luego de cambiarnos, revisé por toda la casa para buscar algunas cosas que nos permitieran limpiar: bolsas, guantes, pañitos y una o dos escobas. Al encontrar parte de lo que necesitábamos, nos miramos y sonreímos porque estábamos con la peor ropa que teníamos guardada en las maletas, parados en toda la entrada de la casa, lugar por donde hemos decidido iniciar nuestra limpieza.

Coloqué música desde mi móvil, una que le encantaba a Lucas. Y de esa manera iniciaba nuestra jornada de trabajo.

Había pasado media hora y nosotros estábamos cantando y bailando mientras quitábamos el polvo que había por todo el lugar.

Hicimos un pedido de tacos por delivery porque teníamos hambre; era lógico, ya era tarde y debíamos de comer algo. Ahora esperábamos ansiosos a que nos trajeran nuestro delivery. Estábamos tan limpios como gran parte de la casa porque ya nos habíamos bañado.

Lucas estaba emocionado por los tacos. Los probaría por primera vez, y yo los volvería a comer; la verdad, los extrañaba. Creo que no los comía desde que me fui de casa.

Ha sonado el timbre, y Lucas estaba ansioso. Aplaudía de rodilla sobre el sofá, mi sofá favorito de toda la vida.

—Mami, corre que llegó la comida. —Me ha dicho al escuchar el timbre de la puerta. Colocó sus manos juntas formando un puñado de cruces, arrugó su nariz como solo él lo sabe hacer; no he visto hasta ahora a nadie que lo haga igual.

—Voy, déjame buscar la propina. —Le di un beso en la frente antes de levantarme para buscar el monedero.

—Mami, estoy feliz. —Me ha dicho con una sonrisa que iluminaba todo el lugar. Lo miré y sentí una vez más que él era mi mundo. Que ese ser tan pequeño me daba más alegría que cualquier otra cosa en esta vida.

Abrí la puerta para recibir el pedido y, al hacerlo, lo coloqué a un lado, justo sobre la cómoda que está junto a la puerta. Le entregué la propina al chico del delivery y miré a Lucas. Entrecerré mis ojos mientras él tomaba la bolsa de los tacos con emoción. Era nuestro premio luego de una tarde llena de basura, polvo y cualquier cantidad de cosas más que pudimos encontrar durante nuestra jornada de trabajo.

Mi hijo ahora tenía otra cara: estaba feliz, no solo por todo lo que habíamos hecho juntos, también lo estaba porque había visto el jardín trasero de la casa y eso le había gustado. Ahora sabía que tenía un lugar muy grande donde jugar.

—Toma mi vida. —Le dije, entregándole sus tacos de pollo; estaba segura de que serían sus favoritos porque eran los míos a su edad.

—Gracias, mami. Se ven deliciosos. —Con emoción destapaba su comida. Le ha dado el primer mordisco, y se ha echado para atrás—. Mami, está muy delicioso. Creo que dos no son suficientes, quizá la próxima vez pida más. —Frotaba su barriga. Me he echado a reír a carcajadas con lo que me acaba de decir. Se parece en algunas cosas a mí, aunque otras de seguro serán de su padre, y la mayoría son propias de él.

—Mi vida, los tacos son lo máximo; además, es una de mis comidas favoritas. —Nos comimos todo, no quedó nada; estábamos agotados y, además, llenos de tantos tacos.

Era la hora de hacer la digestión y nada mejor que contarle un cuento de esos que él ama desde pequeño para esperar un rato antes de acostarnos a descansar.

Aún no limpiábamos las habitaciones porque eso lo haríamos mañana. Se nos habían acabado las bolsas, y son cinco habitaciones las que debemos limpiar. Sería algo imposible de terminar hoy. Como no las limpiamos, hicimos un campamento en la mitad de la sala y es ahí donde tenemos pensado dormir.

—Mami, no es tan fea la casa de la abuela. —Me ha dicho —mientras se acomodaba entre mis brazos para que le leyera el cuento.

—No, mi vida, la casa de la abuela es hermosa, aunque recuerda que te he dicho que ella era tu bisabuela. —le dije muy cerca del oído. Desde pequeño le he hablado de ella. Le he contado todo, incluyendo que era madre soltera, como lo fue mi mamá al quedar en embarazo de mi hermano y de mí y como lo era yo.

—Mami, es más fácil decirle abuela. —Me ha dicho muerto de la risa y tapándose la cara con su cobija, una que se ha traído de casa de la tía Sara. Ella se lo ha regalado, es de Cars.

—Eres un pasado, pero está bien, le puedes decir abuela. Al final, ella es parte de ti. Y un nombre no cambiará esa realidad. —le dije mientras buscaba la página donde habíamos quedado la noche anterior.

Comencé a leerle el cuento y no pasaron ni diez minutos antes de que se durmiera. Estaba agotado; se había portado muy bien pese a todo lo que había sucedido desde que llegamos aquí.

Lo veía dormir y pensaba en Frankie… Lucas lo quiere y me imagino que estar sin él, incluso sin Sara, lo pone triste. Sí, yo lo estoy. No quiero ni imaginarme cómo está él. ¡Dios, qué difícil es y será olvidar todo lo sucedido! Exclamé.

Mis pensamientos una vez más eran para él, quizá porque no puedo sacar de mi mente lo que pasó entre nosotros antes de terminar. Además, eso es algo que deseo reparar, aunque sé que es imposible porque él desea algo que yo no sé si puedo darle. No deseo ninguna relación en este momento. Mi mente solo está puesta en Lucas y el deseo de encontrar algún día a su padre. —Cerré mis ojos porque el sueño también se había apoderado de mí.

...❁Una parte de mí…...

Más populares

Comments

Emma Flores Johnson

Emma Flores Johnson

hermoso

2024-01-26

0

Yesica Muñoz

Yesica Muñoz

Alfred no me cae bien ya😶

2022-07-20

1

Vanessa Ceci

Vanessa Ceci

Me cae mal Alfred, creo que habría que denunciarlo, no solo es un dadivoso mirándola cámbiese si o que la lleva a la fuerza y la quiere besar, denunciarlo es lo que debe hacer Mile

2022-05-18

2

Total
Capítulos
Capítulos

Updated 55 Episodes

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play