Congelar el tiempo

... Capítulo 5...

...Congelar el tiempo...

Amanece en Houston, aunque desde mi ventana aún el cielo se ve oscuro. Hoy me siento extremadamente cansada. El día de ayer fue muy agotador.

¡Hoy es domingo! Exclamé… Mi día favorito de toda la semana. En otra época era mi día de descanso, pero ahora es un día más de trabajo. No entiendo por qué me he despertado sola. Son las 4:25 a. m. Creo que mi despertador biológico se activó antes de tiempo porque el reloj que está al lado de mi cama aún no ha sonado.

Faltaban cinco minutos para que se activara la alarma.

Tengo rabia, porque deseo seguir durmiendo, pero no puedo. Creo que en toda la noche no dormí más de dos horas; quizás es por eso que la flojera la tengo a flor de piel y el techo de mi habitación no ayuda. Lo estoy mirando fijamente mientras mis ojos se van cerrando poco a poco.

Sacudí mi cabeza antes de girarme sobre el lado izquierdo de la cama para tomar mi móvil. Deseaba que la hora que había visto al despertarme no hubiera avanzado. Pero no, las horas parecen ir a millón, mientras que yo voy a paso lento como una tortuga.

Sé que es un día nuevo, pero luego de lo sucedido anoche, realmente estoy muy cansada y lo único que deseo es quedarme en casa hoy, aunque al ver la palabra domingo reflejada en el móvil, he suspirado porque ella es un recordatorio de que debo llegar temprano a la pastelería. Suele estar abarrotada de clientes los fines de semana, y los chicos no se dan abasto. Es por eso que hoy es un día complicado para mí. Además, entre el cansancio que siento y la obligación, me tienen acorralada.

Por fin, dejé la flojera a un lado y me levanté. A veces creo que la flojera y la cama son aliadas. Juro que ambas me retienen entre las sábanas de seda que cubren mi cuerpo, impidiendo con eso que quiera salir de ellas.

De pie y estirando mi cuerpo, he mirado por tercera vez el móvil, pero ahora lo hacía para recordar aquellos mensajes que extraño desde hace más de un año, unos que dejaron de llegar después del cumpleaños #4 de Lucas.

No sé si en algún momento volveremos a ser amigos; solo sé que lo extraño en mis días, incluso creo que con verlo de lejos me conformaría. Aunque dudo que eso sea posible, estamos lejos el uno del otro y sin posibilidad de reencontrarnos. 

Al entrar al baño, parecía sonámbula. Entonces he tomado una ducha rápida para tratar de despertarme. Realmente desearía quedarme en la cama, pero hoy me es imposible.

Al terminar, me dirigí a la cocina. Ellos aún dormían. Lo noté porque había total silencio en la casa. Además, son las 5:25 a. m., imposible que mi hijo estuviera despierto un domingo a esta hora.

Quiero preparar el desayuno porque deseo compartir con Lucas un rato antes de irme a la pastelería; aunque él se irá conmigo hoy, igual deseo hacerle algo especial para comer.

Apoyé el móvil en la encimera para comenzar con mi rutina, aunque ya era un poco tarde.

Me coloqué el delantal y preparé primero el café y, mientras se estaba colando, hice la mezcla para hacer el desayuno preferido de Lucas: ¡Panquecas! Me serví el café para continuar preparando todo lo demás; estaba terminando de tomarme mi bebida cuando Lucas se ha parado en el pasillo que estaba en la salida de las habitaciones, me ha mirado y su rostro tenía la mejor sonrisa que he visto en mi vida, una llena de alegría.

—Buenos días, ¡Mami! —me ha abrazado luego de cargarlo—. ¿Sabes? Ayer te extrañé tanto, sobre todo a la hora de dormir. No me leíste el cuento y tampoco cenamos juntos. Pregúntale a la Sra. Nany, ella te dirá lo triste que estuve toda la noche.   —Me decía con su frente apoyada en la mía, mientras ambos hacíamos nuestros respectivos pucheros.

—Buenos días, mi amor —le di un beso en la frente—. ¡También te extrañé mucho! Por eso hoy quiero que desayunemos y que, además, estemos todo el día juntos. ¿Te parece? —le pregunté dándole un beso en la frente.

—Sí, ¡mami! —me devolvió el beso—. ¡Hoy quiero estar contigo! Y además ir a la pastelería. —Me ha respondido mientras jugaba con mi cabello.

—Yo también quiero estar contigo... —Lo senté en la encimera—. Tú sabes que mami te ama y que además ayer tenía que trabajar en aquel lugar lujoso que te dije, pero pensé en ti toda la noche, no hubo ni un momento en el que no lo hiciera. Te amo, hijo, eres lo más importante en mi vida y el regalo más bello que la vida me dio. —Lo abracé fuerte mientras hablaba con él; realmente Lucas es todo para mí.

—¡También te amo, mami! Pero ahora tengo hambre —me ha dicho. Y con eso se había acabado el encanto del momento, quizá porque su barriguita hacía ruidos y eso le indicaba que era la hora de comer.

—Dime, ¿cuánta hambre tienes? Para poder servirte el desayuno —le he dicho a manera de juego, mientras lo bajaba de la encimera donde estaba sentado.

—¡De aquí a la pastelería! —ha exclamado tapándose la boca para que no viera su risa.

Amo a mi hijo, no sé qué sería de mí si él no estuviera en mi vida. Es mi mejor compañía, además de mi mejor amigo.

—Entonces esperemos que esta torre de panqueques te alcance, porque si no, no sé qué haremos o a qué superhéroe tendremos que llamar. —Le he tocado la punta de la nariz antes de girarme para servirle su desayuno mientras él se sentaba en la mesa.

La Sra. Nany estaba molesta, lo sé, porque no me había saludado aún; esa era la señal perfecta para saber que así era. De seguro había sido por el desayuno; a ella le gusta hacerlo y más si sabe que he tenido un trabajo fuerte el día anterior.

—Buenos días, Sra. Nany —la he saludado; debía saber qué terreno pisaba.

—Buenos días, Sra. Mile, usted sabe que yo puedo hacer eso, ¿verdad? —me ha dicho, acercándose para ayudarme a servir. En ese momento confirmé su molestia.

—¡Por supuesto que sí! —exclamé con el plato en la mano—. Pero yo quería hacerlo hoy; quédese tranquila, no se preocupe por eso. Mejor vamos a desayunar. —Le dije y nos sentamos los tres en la mesa.

Observaba a Lucas mientras desayunaba. Me da tristeza que no tenga un padre que lo guíe o lo cuide cuando no pueda hacerlo yo, pero sé que es algo imposible de arreglar. Aunque hay alguien que ha suplido ese lugar, el problema es que yo no siento nada por él. Lo veo solo como un amigo, uno con derechos, por así decirlo. Lo quiero mucho, es verdad, pero no lo veo como pareja.

—Mami, ¿en qué piensas? —me ha preguntado mientras mi mirada estaba puesta en las panquecas.

—En nada, hijo. —Le dije, guiñándole mi ojo derecho y alborotando su cabello con mi mano derecha.

—Mami, seguro que te estás imaginando a un superhéroe entrar por nuestra puerta, ¿verdad? —se reía al igual que la Sra. Nany.

—¡Sí! —exclamé…  Pienso en ti, porque tú eres mi único superhéroe, hijo. —Le sonreí acariciando su mejilla.

...❁ Una parte de mí…...

 

Terminamos de desayunar y nos fuimos directo a la pastelería. Luego de llegar, nos hemos dado cuenta de que hay algunos clientes esperando para entrar a desayunar.

Eso es algo que se ha vuelto costumbre.

Me he girado para ver a Camile, y justo en ese momento me he dado cuenta de que él está parado afuera. Era extraño porque no suele venir tan temprano; quizás estaba cambiando su hora para no verme. Lo miré y suspiré, recordando todo lo sucedido ayer en su empresa y lo que había pasado en mi bañera. Fue como una mezcla de ambos momentos, entonces tuve que sacudir mi cabeza para que aquellos pensamientos se fueran.

Al levantar nuevamente mi mirada, sus ojos y los míos se encontraron. Ambos nos mirábamos a través del cristal. Creí que entraría, pero no, simplemente se dio la vuelta y se montó en su automóvil. Eso no lo entendí, y mil preguntas cruzaron por mi mente. ¿Por qué no ha entrado? ¿Acaso se arrepintió? Aunque él dijo ayer que esperaba no verme más, entonces, ¿qué hacía aquí? Me confundía su actitud.

Lucas me jalaba del delantal tratando de llamar mi atención, una que estaba puesta en aquel auto que se marchaba por la calle del medio.

—¡Mamiiii! —me seguía jalando el delantal.

—¡Perdón, mi amor, estaba distraída! —me puse a su altura mientras le hablaba.

—Quiero ir a la oficina a jugar, ¿puedo? —me preguntó con sus ojos llenos de emoción.

—¡Claro, mi amor! —Apenas le di permiso, salió corriendo. Solo alcancé a tocar su cabello antes de que se fuera a jugar. Me enderecé, y mis ojos volvieron a mirar la calle. Entonces mi mente se ha puesto a pensar en él nuevamente. ¿Qué será lo que quiere aquel hombre? Me repetía una y otra vez.

Nuevamente, me he perdido en aquella calle, mirando en dirección al auto, uno que se alejó lentamente sin que yo pudiera entender qué era lo que pasaba con aquel hombre que tanto me miraba. 

... ❁ Una parte de mí…...

Lucas jugaba en la oficina mientras yo estaba con Camile atendiendo a los clientes. Cada día el negocio marcha mejor; eso me llena de orgullo y también de satisfacción, una que me hace suspirar de la emoción. Aunque aún me cuesta creer que nuestro negocio esté como está hoy.

Atendía a un cliente, y este me ha hecho su pedido. Con gusto le he servido los dulces que le gustan a Alfred, porque fueron esos los que el cliente pidió.

Mi mente se ha hecho una pregunta mientras los servía: ¿Por qué vino? Si él dijo que no me quería ver más, ¡no entiendo nada! Entonces me he perdido en mis pensamientos por unos cuantos minutos. Cuando de la nada sentí la necesidad de buscar a Lucas. Hace un rato lo había visto salir de la parte trasera de los estantes, y lo había regañado. Él sabe que debe andar con cuidado cuando esté en esta área. Sobre todo, por tantos utensilios que hay. Además, los chicos siempre están entrando y saliendo del almacén o del área de los hornos. ¡Lugar donde tiene prohibido entrar!

Me dirigí a la parte de atrás para ver dónde estaba.  Y lo comencé a llamar.

—¡Lucas! —lo llamé al entrar por la puerta de la oficina—. —Hijo, ¿dónde estás? —Lo llamé dos veces, pero no me respondió y tampoco lo conseguí; entonces empecé a sentir angustia, mi corazón palpitaba a millón—. Camile, ¿viste a Lucas? —le he preguntado angustiada.

—Sí, estaba hace como media hora en la oficina jugando. —Me ha respondido ella—. Estaba aquí hace un momento, sentado justo ahí. —Me ha señalado Camile, acompañándome nuevamente a revisar el lugar.

Debo confesar que el pánico se estaba apoderando de mí, justo en este momento.

—Dios... ¡Lucas! Hijo, ¿dónde estás? Camile, búscalo por este lado, que yo iré por este. Marcos… quédate al pendiente por si regresa. ¡Por favor! —le he pedido a todos que me ayudaran a buscarlo porque realmente estaba desesperada, era la primera vez que pasaba algo así. 

—Por supuesto, Sra. Mile, estaré pendiente. —Me ha respondido él con una expresión en su rostro de: ¡Cuánto lo siento!

Camile se fue por la derecha y yo lo hice por la izquierda. Jamás me he comido las uñas y este no sería ese momento, pero las estaba mirando con deseo de hacerlo.

Caminé cuatro calles antes de que Marcos me llamara para pedirme que regresara a la pastelería. Al entrar, más atrás ha entrado Camile, quien se ha quedado parada en la puerta al igual que yo. 

—¡Este jovencito dice que tú eres su mamá! —exclamó sonriendo—. Acaso eso es, ¿verdad? —me preguntó, mientras yo ponía mis ojos en blanco ante su pregunta y estiraba mis brazos para que Lucas viniera a ellos.

—¡Ven, Lucas! Vamos a la oficina porque mamá debe hablar contigo. —Aquellas palabras habían hecho que cruzara sus brazos sobre su pecho mientras bajaba su mirada. Él sabía que estaba en problemas.

—¡Oye! Mile, se dice: ¡Gracias! ¿No crees? —me ha dicho aquel hombre cuyo nombre no recuerdo, o tal vez no deseo recordar en este momento. Pero no le respondí nada, simplemente tomé a mi hijo y pasé, por un lado, del mostrador.

En este momento en la pastelería había unos cuantos clientes, unos que miraban todo lo que estaba pasando.

—¡Qué increíble! Ahora resulta que ayudar a la gente es delito. —ha dicho exclamando durísimo. Creo que hasta los empleados de la cocina escucharon sus alaridos. 

—Hijo, espera a mami en la oficina, en unos segundos estoy contigo. Camile, por favor, ve con él. —Me había puesto a su altura para decirle, y al levantarme me había girado en dirección a él. Mi mirada decía todo lo que pensaba justo ahora.

Caminé hasta donde estaba y lo tomé del brazo, jalándolo con fuerza; lo he llevado hasta el almacén. Él iba sonriendo, entonces volví a poner mis ojos en blanco al verle la sonrisa que tenía en su rostro. Creo que él pensaba que esto era un juego.

Al entrar, cerré la puerta y, al girarme, me encontré con sus ojos, unos que me sonreían con picardía, deseo y quién sabe cuántas cosas más que pasaban por su mente justo en este momento. 

—¡Escúchame! —Lo apunté con el dedo índice de mi mano derecha—. No sé si te lo encontraste por casualidad, si te lo llevaste o no. No me interesan los detalles. Él está aquí y es eso lo que realmente me importa, pero quiero dejarte algo bien claro. —Tomé aire antes de continuar mi discurso; me di cuenta de que estaba molesta, y tal vez demasiado—. No quiero, ¡escucha! Bien, —puse mi dedo en la oreja derecha—. No quiero que te acerques a mi hijo, o a mí, nunca más, ¿entendiste? —Lo miraba a los ojos, y por un segundo me perdí en ellos. Le decía lo mismo que él me había dicho unas horas atrás.

—¿Por qué me tratas así? —la pregunta la había hecho, incluso con sus ojos. Unos que estaban anclados en los míos—. Con tanto odio. —Sí se te nota que te pasa lo mismo que me pasa a mí —me ha dicho sonriendo.

—¿Y qué se supone, qué te pasa a ti? Porque que yo sepa a mí no me pasa nada, yo solo quería encontrar a mi hijo, y bueno, tú lo trajiste hasta aquí, ahora te marcharás y nunca más nos volveremos a ver. —Mantenía mi firmeza ante él, porque yo sabía por dónde quería llevar esta conversación. Tampoco soy tan tonta.

—¿Es en serio? —me preguntó con ironía—. Debo decirte que me hace gracia tu pregunta. ¿Es que acaso anoche no te ha quedado claro? —me ha cuestionado seriamente mientras se acercaba un poco a mí.

—Sr. —puse mi mano enfrente de su pecho, pero sin siquiera tocarlo—. Sé que debo agradecerle, y créame que lo haría; si usted no fuera como es… —le dije sin quitar mi mano y tampoco sin dejar de mirarlo; además, estábamos muy cerca el uno del otro.

Él me miraba sumergido en mis ojos y lo hacía con deseo mientras yo estaba nerviosa por esa mirada, una que me consumía en suspiros tan secretos como mis pensamientos.

—¿Sabes? ¡Realmente eres increíble! Porque la química entre ambos se nota a años luz, ¿no crees? —insistía en nosotros como si tuviéramos algo.

—¡No entiendo a qué se refiere! Y realmente ahora no tengo tiempo para sus juegos; además, lo único claro que tengo con respecto a usted es que es un abusador, uno que cree que por tener dinero puede humillar a la gente como yo. —Le he dicho cada palabra sin importar lo cerca que estaba, incluso lo peligroso que era el momento, donde casi podía rozar mi cuerpo con el suyo.

—¿Abusador? No, ¡Admirador! Sí, además lo soy sin querer, porque no es mi culpa desear ver la belleza que hay en ti. —Sonreía al decir cada palabra; lo peor es que tiene bastante facilidad para halagar a una mujer.

—¿Sabe algo? ¡Lo odio! —exclamé cruzando mis brazos para poner una separación entre ambos. Sé que me veía infantil y más al poner mis ojos en blanco, pero no logro entender qué me pasa cuando estoy cerca de él.

—¡De dónde yo vengo, el odio suele ser amor! —exclamó, acercándose más a mi cuerpo.

—¡Y de dónde yo vengo! Odio es odio, pero con ganas de darle una bofetada y sacarlo de aquí a patadas. —Mi corazón estaba como un caballo desenfrenado; incluso aquellos sonidos en mi pecho se podían escuchar a kilómetros. Con cada respiro él se acercaba más, mientras que yo daba un paso atrás. No me quedaba mucho espacio y estaba consciente de que de un momento a otro me tendría contra los estantes que hay en el almacén.

—Mile, no te resistas a mí, regálame una noche. —Ha levantado su dedo índice al referirse a la noche—. Solo una y te demostraré que lo único que deseo es decirte todo lo que siento por ti. —Me decía esas palabras, mientras apoyaba sus manos a cada lado del estante que estaba justo tras de mí. Esa posición me dejaba entre sus brazos.

—¿Sabe contar? ¿Verdad? No cuente con eso, esa historia ya me la sé; nos embriagaremos para luego tener una noche loca de sexo desenfrenado donde quedaré embarazada y usted ni se acordará de mí al día siguiente. —Sin querer había dejado salir mis recuerdos, unos que aún por lo visto me atormentaban.

—¿Acaso fue así que tuviste a Lucas? ¿Es esa tu experiencia? —su rostro había cambiado, y nuevamente me confundía su actitud y aún más las preguntas que me acababa de hacer.

—¡No! —exclamé, intentando escapar de sus brazos—. —Además, eso no es asunto suyo, ¡apártese! —forcejé con él empujándolo con mis puños sobre su pecho, aunque fue algo inútil porque soy demasiado pequeña ante él.

—No te voy a dejar ir. ¡Aún no! —exclamó. Mientras acercaba su rostro nuevamente al mío. Sentía su respiración demasiado cerca, y esa cercanía me producía miedo y nervios a la vez.

—¿Qué quiere? ¿Acaso, besarme? —le he preguntado cuando sus labios rozaban mi mejilla derecha. Era una pregunta tonta, pero estaba muy nerviosa. Volteé mi rostro por miedo a que ese roce terminara en mis labios.

—¡Tal vez! O quizá solo deseo tenerte así. Creo que me gusta esta posición. ¿Acaso a ti no? —me ha preguntado cínicamente; realmente era de lo peor, pero me tenía entre sus brazos y no podía escapar de él tan fácilmente.

—¡Debo ir a la oficina con mi hijo! Me debe estar esperando. —Le he dicho mientras él recorría nuevamente mi mejilla con la punta de su nariz. Mi piel se erizaba con cada roce.

—Tu hijo es todo un hombrecito, además de un niño muy inteligente y fuerte. —Susurró en mi oído izquierdo.

—¿Tiene hijos? —le he preguntado por qué recordé que algo pasaba en él cuando le mencionó la palabra "¡Hijos!".

Luego de aquella frase mágica, me ha soltado, y mirándolo a los ojos, me he dado cuenta de que hay tristeza en ellos. Esa mirada duró unos segundos porque salió del almacén, huyendo como si yo hubiera dicho algo malo.

Este hombre realmente es extraño; creo que jamás lograré comprender lo que le pasa.

Al reaccionar, salí al pasillo que da a la oficina porque escuché voces, y al darme cuenta de que era mi hijo y él. Me he quedado quieta, escuchando.

—Sr. Alfred, ¿podemos hablar? —le ha preguntado con seriedad. El tono de su voz me lo decía.

—¡Claro! Cuando tú quieras —le ha respondido él.

—Usted me cae bien. —Le ha dicho con firmeza—. Entonces necesito decirle algo de mi mami… —Debía interrumpir esa conversación justo ahora.

—Lucas, ¡Basta!… —Le he dicho, mientras me colocaba frente a los dos.

—Lucas, quizás a ti sí te caiga bien, pero creo que a tu mamá no le caigo para nada bien. —ha dicho con una sonrisa de oreja a oreja—. Porque hasta donde yo sé, ella me odia. —sonreía—. ¿Verdad? Mile. —Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón, mientras yo lo observaba de reojo.

—Lucas, ven, dejemos al Sr. Tranquilo porque debe irse; de seguro tiene mucho trabajo, además ya lo hemos fastidiado bastante por hoy. —He puesto mis manos sobre los hombros de mi hijo para llevarlo a la oficina nuevamente, pero él se ha girado apartándose de mí otra vez.

 

—Mami, quédate tranquila, que debo hablar con el Sr. Tengo algo que decirle. —Me ha dicho tiernamente y moviendo sus manos al hablarme—. Déjame arreglar esto; tal vez después de que nosotros hablemos tú ya no estés más triste. Además, él sería un buen novio para ti, mami. —Me ha sonreído al decir cada palabra mientras yo deseaba que la pastelería tuviera un interruptor para congelar el tiempo, borrar la memoria de todos los presentes y continuar como si nada.

Sé que no lo decía por mal, pero no lo podía dejar continuar.

—Lucas, hijo… ¡Por favor! No sigas, no es necesario. —Lo tomé de la mano.

—Lucas, yo quiero salir con tu mami, pero ella no quiere. —Le ha dicho a mi hijo, guiñándole el ojo derecho—. ¿Te das cuenta? Hasta él quiere que me des una oportunidad. —Me ha dicho, sonriendo al mirarme.

—¡Mami! ¿Por qué no quieres salir con el Sr.? Te he visto llorar por su culpa. Él te hace poner brava porque no te mira cuando tú lo atiendes. —Había tristeza en los ojos de mi hijo, y mi corazón se partía en dos; entendía perfectamente lo que trataba de hacer.

Sin decir nada, he tomado a Lucas por el brazo, esperando que aquel hombre se fuera antes de que nosotros entráramos a mi oficina. Mientras caminábamos, pensaba en lo sucedido y me quería morir, recordando cómo mi hijo me había dejado expuesta ante aquel hombre que no me dejaba en paz.

—Lucas, hijo, no puedes decirle cosas sobre mí a la gente, eso no es correcto. —le dije mientras estaba de rodillas ante él para poder verlo a la cara, una que estaba triste y llena de lágrimas—. Yo sé que tú me amas y no quieres verme sufrir, pero no podemos juntar a las personas con otros, así nada más.

—Mami, yo sé que a ti te gusta él, entonces, ¿por qué no se puede? Además, yo sé que él te dijo cuando te tenía agarrada en el almacén que quería salir contigo. —¡Por Dios! Nos vio. ¡Qué maravilla! Cerré mis ojos ante esa confesión.

—Lucas, ¿qué te tengo dicho? Tú sabes perfectamente que es malo escuchar las conversaciones de los adultos; además, eso no es correcto. ¡Por favor! No lo vuelvas a hacer. —Mientras yo le decía esas palabras, él agachaba su rostro; se sentía regañado y con pena.

Sé que mi hijo desea lo mejor para mí. Él siempre ha querido que yo consiga a alguien que me quiera, o sea que tenga un novio, pero las cosas no son tan sencillas como él cree; además, ya lo tuve y no terminó nada bien.

Por un momento cerré mis ojos, quizá porque me produce dolor toda esta situación.

—Mami, no lo volveré a hacer. ¡Te lo prometo! —Me ha abrazado fuerte; yo sé que no lo hace por mal; él desea un padre de la misma manera que desea un novio para mí.

Al separarnos, él se fue a pintar unas hojas que tenía con dibujos sobre el escritorio, y yo me he puesto a pensar en todo. Debía estar clara en mis emociones; mi respuesta es no, y siempre debe ser no.

Jamás debo aceptar una invitación que venga de él. Además, no quiero volver a caer, y él se ve una persona embaucadora, un mujeriego y el peor hombre del mundo.

Es que no entiendo cuál es su empeño por salir conmigo, ¿qué es lo que tengo que él desea tanto? Bueno, me imagino que lo mismo de todos, pasar una noche conmigo y listo.

Moviendo mi cabeza, luego de lo dicho en mi mente, he revisado mi móvil y al hacerlo, me he dado cuenta de que tenía un mensaje de Sara. Habían pasado 3 horas desde que me había llegado, y no me había dado cuenta.

 

 

Sara:

Hola, hola… Adivina, ¿quién está a punto de verte? Bueno, no sé hacer mucho esto, pero te escribo para avisarte que pronto llegaré a Houston. Necesito ambas direcciones. Pásamelas por mensaje de WhatsApp, ¡por favor!… Bye, ¡nos vemos! TQM, besos…

Yo:

Holaaa, ¿Quéééé? No puedo creerlo, me muero por verte, pero avísame para ir a recogerte en el aeropuerto. Te he extrañado tanto. Ya te adjunto las direcciones.

¡Qué felicidad tan grande la que siento! De verdad que ya me hacía falta ver a Sara.

Le adjuntaré las direcciones. ¡Listo!

Ahora, a esperar que me avise. No puedo creerlo, de verdad que no me esperaba esta noticia. En nuestra última conversación le había contado por encima lo de la pastelería, pero no le había dicho todo.

—Mami, ¿por qué estás tan alegre? —me ha preguntado Lucas.

—¡Por qué vendrá tu tía Sara! Hijo —exclamé sonriendo—. Aunque no sé cuándo llegará, ok, pero es la mejor noticia del día. Hace un momento, cuando revisé mi móvil, tenía un mensaje; me lo había enviado temprano. ¡Qué felicidad! Ya la extrañaba, ¿y tú? —le he preguntado mientras lo colocaba sobre el escritorio para que quedara a mi altura.

—Claro que sí, mami, la he extrañado mucho. Además, es bueno que venga, tía Sara, porque a ella le quedan mejor las tortillas. —Ha tapado su boca para reírse de lo que acababa de decirme, aunque es verdad, ella es una excelente cocinera. Me ha pedido que lo baje del escritorio mientras aún se reía de lo que me acababa de decir.

—Lucas, será mejor que corras, porque si te atrapo, te voy a hacer cosquillas. —Pero no corrió, solo se reía—. ¡Qué pasado eres! ¿Cómo me vas a decir eso? Ven, hijo, sabes que te amo, ¿verdad? —Le di un beso en la frente mientras ambos estábamos sonriendo; fue nuestro momento gracioso luego de todo el estrés de hoy.

—Sí, mami, yo también te amo. —Me ha dicho, sosteniendo mi mano derecha.

—Hijo, eres lo más importante en mi vida. No importa que mami esté triste a veces, esas son cosas de adultos, pero no es porque me sienta sola. Debes saber que eso no me pasa porque te tengo a ti y eso es suficiente. Ven, dame un abrazo de oso. —Me puse a su altura y nos hemos abrazado fuerte.

...❁Una parte de mí…...

Eran las 16 horas cuando miré mi móvil y recordé que debía hacer algo antes de irme a casa. Además, había bajado un poco la clientela, entonces aproveché y me fui a la oficina para hacerlo; debía revisar algunos pedidos pendientes para mañana en la tarde.

Camile había ido con Lucas por unos helados. Unos deliciosos helados. Nosotros aún no los vendemos, pero deseo hacerlo. Tengo que pensar muy bien sobre eso porque tengo una propuesta para vender malteadas y otras cosas, pero debo estar sentada con calma y las cuentas en mano para poder tomar la decisión.

De repente la puerta ha sonado, sacándome de aquel pensamiento. Fueron tres toques los que escuché, los cuales me hicieron creer que eran Camile y Lucas los que habían regresado. Entonces los mandé a entrar.

—Adelante, hijo —pero nadie entró, solo se escuchó otro golpe antes de que abrieran un poco la puerta.

—Hola… —dijo una voz particular; al verla, me levanté de aquella silla. Era ella mi mejor amiga, Sara. Nos abrazamos y mis lágrimas se salieron al igual que las de ella.

 

—¡Tía Sara! —gritó feliz al entrar corriendo a la oficina e inmediatamente, Sara me soltó para cargarlo a él.

—Hola, Lucas, ¿cómo ha estado mi único sobrino? —se han abrazado—. ¡Estás bastante pesado! Eso significa que has crecido. —exclamó ella sonriendo.

—Bien, tía, ¡gracias! Mira, estoy así de grande y fuerte —Lucas le ha enseñado sus músculos, unos que aún no tiene, por supuesto—. ¡Soy el hombre de la casa! —Además de decirle aquellas palabras, él estaba tan feliz como yo de verla nuevamente.

—¡Guau! Mírate. —dijo ella con asombro—. Bueno, como eres el hombre de la casa, ahora tendré que pensar a quién le daré el regalo que traje, porque en su empaque dice que es para niños. —Le ha dicho ella, mientras lo bajaba de sus brazos.

—¡A mí! —exclamó levantando las manos—. Tía, Sara, aunque alguien debe cuidar a mamá, pero aún soy un niño, Tía. —Le ha dicho él en su defensa, y dejándole claro que aún era un niño, aunque me cuide a mí.

—Entonces ese regalo sigue siendo para ti. Ahora que lleguemos a tu casa, revisaremos qué hay en mis maletas. ¿Te parece? —Ella lo abrazaba.

—Sí, tía Sara. —Estaba feliz, se le notaba en su rostro.

—Ven. —Lo llamé con mis brazos abiertos—. Tienes razón, eres el hombre de la casa, pero aún eres mi hijo, Lucas. —Nos abrazamos—. Dejemos que la tía se siente y ponga sus maletas a un lado. ¿Deseas algo de tomar, Sara? —le he preguntado, mientras nos sentábamos en las sillas de la oficina.

—Sí, creo que un café con leche estará bien para mí, ¡gracias! Déjame decirte que me encantó este lugar. La decoración es: ¡Guao! Increíble, además está lleno de clientes, y eso es una buena señal. —Su rostro estaba lleno de asombro mientras me decía aquellas palabras que me llenaban de orgullo.

—¡Gracias! Sara, ya pedí el café. —Le dije al enviar un mensaje a Camile y antes de responder a sus halagos—. Sí, no ha sido fácil, pero tampoco fue tan complicado. Entre Lucas, el equipo que trabaja con nosotros y yo, hemos hecho de este lugar lo que es hoy. —Le dije.

La puerta se abrió nuevamente; incluso pensé que era Camile quien traía el café, pero no, aquel rostro era de alguien a quien jamás pensé volver a ver. El de mi ex.

—¿Pidieron dos cafés?… —ha dicho mirándome con aquella sonrisa que extrañaba.

—¿Frankie? —he dicho yo sin dejar de verlo.

—¡Tío Frankie! —dijo Lucas, emocionado antes de levantarse del suelo.

—Sí, hermanito, esos cafés son para nosotras. ¿No sabía que ahora trabajabas aquí? —le ha dicho Sara irónicamente.

Mientras él nos entregaba nuestros cafés, mi mente recordaba aquella última vez en su casa, una que estuvo cargada de muchos momentos que no deseo olvidar. al igual que todo lo vivido en mi habitación de la universidad. Aunque aquel último día fue muy triste, más para él que para mí.

Debí imaginarme que esto sucedería; no entiendo por qué no se me ocurrió pensar que él también podría venir.

No me esperaba verlo nuevamente y menos luego de nuestro último encuentro. Siempre me ha amado, y me lo demuestra hasta con su mirada, pero yo a él no lo amo. No puedo negar que besa bien, entre otras cosas.

Me alejé porque le estaba haciendo daño. Yo no siento amor por él, tal vez porque mi mente solo tiene una meta: Encontrar al padre de Lucas...

...❁Una parte de mí…...

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Comments

Maria Justina Camela Saucedo

Maria Justina Camela Saucedo

que difícil cuando asen esa pregunta

2022-10-13

1

camijb

camijb

Que difícil para Lucas, no saber quién es su papá 💔😭😭☹️

2022-05-31

1

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Updated 55 Episodes

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