A la semana siguiente, subiendo las escaleras hasta el piso de su clase, mientras pensaba en cómo sería su marido de nuevo, oyó que unas chicas del pasillo cuchicheaban. Se habían parado delante de la sala de reuniones con interés, formando un círculo, y por un momento, pensó que otro famoso iba a ingresar en la escuela, hasta que estuvo lo suficientemente cerca.
- Es el señor Durán. Si, el dueño de toda la zona central y los hoteles nuevos, dicen que está comprometido con una mujer, pero nadie la ha visto jamás.
- ¿Quién? - dijo acercándose.
- Cristina, es el principal dueño de este complejo, de casi todas las empresas hoteleras de la zona del centro y eso con menos de 29 años.
- Si, he oído hablar de él en las noticias. El profesor de aritmética se lo cruzó el otro día y le vi de espaldas. Parece que impone mucho- dijo recordando la cara de su maestro
- ¡Claro que impone! Está ahí, hablando con la directora. Parece ha pasado algo serio – sí, no había duda, era él. Reconoció la chaqueta. – dicen que es como un hielo y que, aunque es un gran hombre de negocios tiene el corazón de piedra. Incluso lo comparan con un demonio.
- ¿Con un demonio? ¿Quién se casaría con el?
- Ya está comprometido. Probablemente no podía encontrar a alguien. O a lo mejor es por negocios, con alguna gran fortuna. ¿Te imaginas tener que estar con alguien asi? - dijeron.
La conversación dejó de interesarle. Miró como se iban, hasta un despacho. Luego se metió en su clase, mientras sus compañeras, aun fuera, intentaban adivinar quien sería la desafortunada que se casara con él.
La directora intentaba explicarse.
- Lo siento señor, Marcos no quería molestarle.
- No me gusta tener que lidiar con estas cosas. Si vuelve a ocurrir algo parecido hágale saber que no volverá a ejercer su profesión en este país. - dijo serio. Su mirada siempre infundía respeto
- Si, señor, disculpe señor. – la directora salió cabreada. ¡Qué gilipollas el de aritmética! Y ella ahí para defenderle, su reputación quedaría fatal si un profesional contratado por ella acababa siendo expulsado por el principal inversor de su escuela. Se iba a enterar. ¡Qué coño le había dicho a ese hombre? ¿Es que no sabía con quién trataba?
Al señor Durán no le gustaba tener que estar entre tantos niños. Nunca le habían gustado. No era profesor ni quería serlo. Además, siempre se le había dado fatal lidiar con los adolescentes, incluso cuando era uno de ellos. Y, por si fuera poco, esa chica podría estar ahí. Llamó a su ayudante, exasperado. No serviría de nada expulsar al profesor, pero no soportaba las situaciones que se escapaban de su control.
- A lo mejor hay que adelantar las cosas. ¿Cómo va la casa? No, no es necesario. Ya me ocupo yo. – colgó enfadado. Aún tres meses.
Se fue al edificio donde trabajaba, frustrado. Ahora no podría volver ahí, por lo menos no de esa forma. Pero tres meses era mucho tiempo para esperar a la convivencia, con verla era sencillo entender que tendría problemas con el innombrable. Podía salir algo mal, y su padre no se lo perdonaría. Su hermano era todo lo que él no.
- ¿Qué tal le va en las clases de baile?
- Está muy contenta, parece estar haciendo amigos...
- No te estoy preguntando eso Héctor- dijo, cortando a su secretario
- Parece ir progresando en la técnica. Tienen un baile a final de curso como conmemoración. Se esfuerza mucho.
- Bien. En cuanto al tema de mi hermano, parece que ha estado por ahí merodeando.
- Sabe la situación señor. No diría nada.
- Eso no es lo que me preocupa, lo conozco muy bien y no quiero problemas con ella.
- No se atrevía, tu compromiso es de hace ya cinco años.
- Si, pero antes era una niña. Ahora es distinto, quiero que no le quites ojo.
El secretario esperó. Los dos hermanos eran como la noche y el día. Y por mucho que no quisiera reconocerlo, era cierto que a su hermano menor le encantaban los problemas.
- Creo que sería buena idea que conociera a mi padre. Así allanará el terreno.
- Si señor- hizo una reverencia y salió del despacho.
Llamó a un teléfono nada más salir.
- Si, soy yo. Me ha pedido que conozca primero a su padre. Si, estaré a la espera, sí, yo lo organizo, no se preocupe.
Tres semanas después Cristina recibía una nota inesperada. Le acompañaba un vestido precioso.
"Sería un estimable placer si me acompañara esta noche a cenar para hablar de mi hijo con mi futura nuera.
Mi coche particular le recogerá mañana a las ocho para cenar y la llevará de vuelta a su casa tras la reunión.
Fdo. Sr. Durán
P.D. Tengo entendido que es de tu talla."
¿Señor Durán? ¿De qué le sonaba eso? Si, había oído hablar de él no hacía mucho, el señor frío como el hielo, el demonio. Qué raro. Se lo enseñó a su madre que leyó seria la carta.
- Me imagino que esa es la ropa para ir. - dijo mirando la caja blanca que había traído el mensajero a casa- Procura avisar en la academia de que vas a faltar. Y recuerda dar buena impresión- dijo sin mirarle a la cara, absorta en la nota, como si pudiera ver algo más que a ella se le escapaba.
- Si mamá.
Cristina fue a la habitación. ¿Los Durán le iban a presentar a su marido? Debía ser alguien muy bien relacionado. No esperaba que tuviera alguna relación con esa familia, pero si podía pagar ese colegio y todos esos libros no podía ser una persona pobre. Siempre había echado de menos cuando iba a ese colegio como una más, pero en cuanto había aceptado el compromiso había tenido que sacrificar muchas cosas por él.
La madre entró en la habitación donde se encontraba su marido.
- ¿Pero qué has hecho? – dijo despertándole.
- Mmm… ¿Qué he hecho ahora? - dijo aun adormilado.
- La ha convocado sola. Lee la carta.
El hombre se desperezó como pudo, aun sin entender y se puso las gafas. Una carta del viejo Durán. Recordaba su letra. Quería conocer a Cristina. Bueno, en unos meses su hijo pasaría a ser su yerno. Aún no entendía por qué, pero tenía sentido que quisiera conocerla primero.
- Mujer, es normal que quiera conocer a su nuera. Y va a poner un coche a su disposición. No deberías preocuparte tanto, ya tiene casi dieciséis.
- ¡Y qué! No me parece bien que vaya sola.
- No irá sola. Y además no podemos ponerle pegas. Lleva haciéndose cargo de su manutención casi cinco años ya. Lo mínimo es confiar en que será un hombre de honor. – dijo serio. La madre no se calmó.
Arriba Cristina sacaba el vestido. Era precioso. Estaba nerviosa por el día que le esperaba, pero ese vestido le parecía tan bonito que incluso la bella mujer del folleto de baile habría tenido envidia de ella. ¿Conocería a su marido entonces? Los padres siempre habían sido reacios a hablarle de él, así que no había preguntado. Tampoco es que fuera especialmente curiosa, confiaba en ellos.
Se metió en la cama, pero no durmió nada bien. Al día siguiente se levantó con una cara tan mala que parecía que se había ido de marcha. Por desgracia para ella, casualmente ese día volvió a encontrarse con ese hombre.
- ¿Qué te pasa? ¿Acaso has estado llorando? Tienes ojeras. Deberías cuidarte más o harás preocupar a tus padres- dijo sonriendo.
- No, estoy bien, sólo me acosté tarde anoche.
- Bueno, procura descansar algo a media mañana. Nos vemos pronto- gritó al irse. ¿Pronto?
Fue a clase, pero hoy historia era demasiado pesada para ella, y entre el sueño y el nerviosismo por esa noche, no podía centrarse. ¿No se suponía que se conocerían al acabar ella el curso? ¿Y ese hombre que se negaba a decirle su nombre, a qué se refería con luego? Mañana tenía examen y no había dormido nada bien.
- Cristina, ¿Me estás escuchando?
- Perdón ¿Qué?
- La guerra mundial Cristina. ¿Qué originó la guerra mundial?
- ¿La primera o la segunda?
Unos alumnos se rieron.
- No sé qué te pasa hoy, pero como vas muy avanzada voy a dejarlo pasar. Ve a la enfermería cuando acabe la clase, y espero que mañana sepas responder correctamente en el examen o me dará igual que hayas sacado buenas notas este curso. Ahora atiende y deja de dormir.
- Perdón profesor.
Tras la clase salió y fue a enfermería. La mujer le hizo pasar en cuanto le vio la cara.
- Sólo es agotamiento, les pasa a muchos en época de exámenes. Túmbate en esa camilla, te pondré las cortinas para que no te molesten.
- Gracias. – En cuanto le dio unas pastillas para el dolor de cabeza, se quedó dormida.
No tardó mucho en entrar un hombre ahí dentro. Llevaba unas gafas estilosas y una chaqueta hecha a medida. La enfermera hizo un breve reverencia al verle.
- ¿Qué ha pasado? Sé que está aquí.
- Buenos días, ya la he revisado. Parece que esta noche no ha dormido mucho. Estará bien, le he dado unas pastillas para que duerma plácidamente. Le avisaré cuando se recupere.
- Cuídela bien, ella es muy importante.
- Si señor.
La enfermera miró como se iba y dirigió una mirada a Cristina. Si no fuera por la confidencialidad, le habría preguntado que tenía de especial para él. Aunque, tuvo que reconocer, imponía demasiado como para que se hubiera atrevido. No tenía claro que fuera respeto. Esa mirada le daba más miedo que otra cosa.
Cuando se despertó eran cerca de las dos. ¡Había dormido todo el día! Vio a la enfermera sonreír a su lado.
- ¿Ya estas mejor?
- Si, gracias. Pero se me ha hecho tardísimo.
- Tranquila, me aseguré de avisar a tus profesores, todos podemos necesitar un descanso. Cuídate, ¿Vale? Y no fuerces tu cuerpo, aún eres joven.
- Si, claro. Muchas gracias. – dijo bajándose de la camilla. Recogió sus cosas y se fue al comedor.
- ¡Estas bien? Llegaste con una cara, que parecía que te habían sacado la vida- se acercó una compañera. Una de sus amigas le había pedido que le sacara información.
- Me quedé repasando hasta tarde. – dijo- no debí haberme acostado de madrugada.
- ¡Qué susto nos diste! No aparecías por ninguna clase y los profesores no decían nada. Ya sacas las mejores notas, intenta descansar o no llegarás a casarte - que triste esa chica, seguro que no había podido dormir por estar comprometida con un viejo.
Cristina sonrió. Era cierto, tenía que centrarse. Hoy tenía la cena con el señor Durán y debía estar tranquila. Terminó de comer y fue a gimnasia. El día pasó sin más inconvenientes, y tras las clases de la tarde fue a casa caminando. Había llamado a la profesora de baile para avisar de que no podía ir, pero pareció estar enterada.
- Si, nos han llamado antes, no te preocupes, la semana que viene recuperas la clase.
- Gracias. - ¿también se habían molestado en hablar con la profesora?
Llegó a casa y se dio una ducha. Se lavó el pelo, puso crema y maquilló para evitar que se le vieran las ojeras, que aún se podían entrever. Miró el vestido de la cama de color claro y se asombró de lo que le gustaba. Era precioso, y el corte le favorecería. Se lo puso abrochándose el lateral, y se colocó sus tacones claros. Los pendientes y ya estaba lista.
Bajó las escaleras y la madre sonrió al verla.
- Estás guapísima Cris- dijo su hermano al verla- si no le gustas es un tonto.
- ¡Juan! No digas esas cosas. Estás preciosa hija.
- Gracias papá.
- Haz que nos sintamos orgullosos.
- Si papá.
Cristina se miró al espejo. Parecía otra persona. Era la primera vez que se veía tan guapa. El hecho de ser tan desarrollada a su edad la había acomplejado, pero ese vestido le favorecía, y al no tener un gran escote, se sentía cómoda llevándolo. Además, la caída del vestido estilizaba su cuerpo. Nunca le habían gustado sus piernas, así que le pareció acertado que el vestido las tapara. Llamaron a la puerta y un chico de unos veinte años preguntó por ella.
- Ya está el chófer cariño. Avisa a Cristina
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Comments
L. Diaghi
gracias
2023-12-05
2
Olga M
Yerna
2023-12-04
0
Valeria Molina
futura nuera (suegra es la madre del novio o novia)
2022-03-13
2