Un Marido Inusual
¿Ésa es la chica no? – las dos compañeras empezaron a cuchichear
- Si, dicen que está prometida, y eso que tiene nuestra edad. – los rumores se esparcían muy rápido.
- ¿Quién casaría a una chica tan joven? ¡No querría ser ella por nada del mundo! ¿Sabes lo peor? Ni siquiera conoce a su marido. – comentó la tercera que las acompañaba.
- ¿En serio? Seguro que es un viejo. No me lo quiero imaginar. – dijo la primera
Ella pasó por delante, fingiendo no oír nada. Quiso pretender que podía hacerles creer eso, pero tuvo que esconder la cabeza. Era la única persona en todo el centro que estaba prometida con alguien desconocido desde los quince años, y aun cuando ya había pasado un año, seguía siendo la comidilla de todas las conversaciones. Ocultó su cabeza una vez más entre los libros, intentando pasar desapercibida, pero se chocó contra alguien.
- Perdón, no estaba mirando- dijo recogiendo los libros, sin mirar contra quién se había chocado.
- No pasa nada – dijo una voz grave. Un hombre que no había visto antes se puso de rodillas y la ayudó a recoger las cosas. - ¿Puedo saber tu nombre? - dijo dándole el último libro
- Cri…Cristina- dijo cogiendo el libro- Me llamo Cristina
- Encantado- dijo con una sonrisa- ya nos veremos entonces, y ten más cuidado la próxima vez, podrías hacerte daño.
- Claro, gracias por ayudarme.
El hombre se fue por el pasillo. ¿Quién era? Pensó ella mirándole, era la primera vez que se cruzaba con él. A lo mejor el padre de alguno de los alumnos, se dijo, aunque parecía demasiado joven para eso. Siguió su camino mientras ella oía de nuevo a otros chicos hablando sobre ella.
- Le quería pedir salir, pero luego me enteré de la noticia…
- Calla que te va a oír- dijo cuando pasó ella delante. Pero era tarde, ya le había oído. Sonrió como si nada. ¿Cómo se habían enterado todos?
Se fue a clases y como todos los días se enfrascó en lo que decía el profesor y no habló con nadie. En cuanto acabara la secundaria, en unos meses por fin conocería a su prometido.
Hacía unos años el negocio del padre había ido a la bancarrota. Su hermano mayor había tenido que dejar los estudios y ponerse a buscar trabajo, y de repente los ingresos no eran suficientes para que pudiera acabar la escuela. En cuanto acabara la educación básica tendría que dejarlo todo y ayudar a su madre en el trabajo. Un día el padre había llegado a casa. Le había explicado que había ocurrido un milagro, pero no le dijo que era. Estuvo horas hablando con su mujer.
- ¡Es muy pequeña!
- Pero podrá estudiar, y elegir un buen trabajo. ¿No quieres un futuro para ella? Sabes que es muy buena en los estudios, sería una pena que no llegara a aprovechar ese potencial.
- No me parece buena idea Juan, ni siquiera tiene doce años.
- No sería ahora mujer, y tendría una oportunidad mejor.
- Háblalo con ella, pero por favor, no la obligues a tomar la decisión. Ante todo, quiero que sea feliz.
Su padre se acercó a ella, que aún seguía en el comedor.
- Cristina tenemos que hablar. Hay una forma de que puedas seguir estudiando, incluso puede que la universidad también.
- ¡Yo quiero! – dijo encantada.
- Escucha primero Cristina- su padre estaba serio y ella le miró con cara de incomprensión- hay alguien que está dispuesto a pagarte la escuela, el instituto e incluso estudios superiores. Pero tú tendrás que hacerle una promesa a cambio.
- ¿Qué promesa?
- Cuando… - no sabía cómo decirlo- cuando seas más mayor, serás su prometida, y te casarás con él.
La madre entró al salón.
- Cristina no tienes que aceptar. No tienes que aceptar un matrimonio concertado si no quieres. Esta es tu casa y tu familia y si quieres puedes estudiar más adelante y no casarte con nadie o elegir a otro.
- Vale. – dijo tras un rato en silencio
- ¿Vale a qué?
- Vale, seré su prometida. – dijo como si nada y se levantó del sofá. Se fue a la cocina y se empezó a calentar la cena.
- Cristina hija mía, no tienes que hacerlo.
- Lo sé mamá. Pero está bien. Seguro que es un chico agradable.
Los padres no supieron cómo reaccionar, pero la hija parecía muy segura, así que el padre llamó para decir que aceptaba la oferta. Ese año la cambiaron a un instituto muy bueno, y con un prestigio muy superior en comparación con el que había estado antes, y pudo seguir estudiando. El centro estaba enfocado para personas con un gran nivel adquisitivo, y era estricto, pero ella estaba encantada. Hizo amigos y parecía feliz. Sacaba buenas notas, que los padres enviaban a su prometido. Al cabo de tres años en cambio, alguien lo descubrió. Y de repente, los amigos desaparecieron y solo querían saber todo sobre su arreglo matrimonial, pero ella sólo dijo que no conocía a su futuro marido. No le parecía algo tan horrible, pero resultó que a todo el resto sí, y ahí empezaron los rumores de que se casaría con un viejo. Y poco a poco se quedó sola.
Los profesores se asombraron de saber que esa niña estaba comprometida, pero, aunque hacía tiempo que no oían de arreglos matrimoniales, aún existían familias que lo hacían, y considerando que los padres estaban de acuerdo, habrían elegido a alguien adecuado para su hija. Ella se centró en los estudios, y sus notas no sólo no bajaron, sino que subieron. Se esforzaba mucho en ser la primera de la clase. Ahora que sólo quedaba un año era la mejor de su curso, pero se había vuelto muy solitaria. Siempre aplicada, pero nunca con gente de su edad.
- Deberías apuntarte a alguna cosa para conocer más personas - le comentó su profesor después de la clase- ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
Cristina se sonrojó momentáneamente. ¿En qué habría pensado?
- Leer, - el profesor miró su expresión, parecía pensar qué otras cosas- cocinar… si, leer, sobre todo. Y cocinar.
- Podrías probar alguna cosa nueva. – el profesor le tendió un folleto- estas son las actividades que tiene el instituto, y aquí tienes algunas con las que tenemos convenio en otros centros para que los alumnos más… adinerados, puedan gozar de estas actividades- era una de las chicas de la que más donaciones recibían. Ella no pareció darse cuenta de eso último, y directamente se fijó en el segundo montón, sólo por no tener que lidiar con los cuchicheos. Si quería algún amigo, debía estar lejos de sus compañeros
- Natación, esgrima, defensa personal, baile, hípica- leyó en voz alta. Había otros doce más. - ¿Puedo?
- Claro, son para ti. Hazme saber si algo te interesa.
Cristina los cogió todos y se fue de la tutoría. Miró uno por uno los papeles que le habían dado. Se quedó enfrascada en la lectura y siguió caminando de nuevo sin mirar. ¡PAF! Esta vez cayó encima de alguien.
- Disculpa- dijo una voz grave que ya conocía- no te vi, estaba mirando el móvil y… ¿Estás bien?
Cristina estaba roja como un tomate. Estaba encima de un hombre, del mismo que se había golpeado antes. Se intentó levantar rápido, pero todos los folletos habían caído encima de él.
- Perdón.
- Cristina ¿verdad? Ya van dos veces, debería tener más cuidado- dijo sonriendo. La ayudó a levantarse. - ¿Te vas a apuntar a alguna actividad?
- Eso pensaba, - dijo mientras se quitaba de encima de él. Parecía muy avergonzada- pero no sé cuál elegir. – recogió los que se caían al suelo.
- ¿Puedo? - dijo cogiendo uno- ella asintió. – Si fuera tú escogería éste. Le enseñó uno que ponía baile y en el que salía una mujer bellamente vestida junto a un hombre. – me da que te cuesta abrirte con las personas y te podría venir muy bien. Además, seguro que te mueves de maravilla- dijo mientras se limpiaba el traje. Hizo una pequeña reverencia, sonrió y se fue.
- ¿Baile? – miró el folleto. APRENDA BAILE Y DESTAQUE EN LAS NOCHES DE GALA - ¿de gala? – Ni siquiera sabía que lo había cogido
Esa tarde al llegar a casa le dio el folleto a su padre.
- Me han recomendado que me apunte a algo, he pensado en el baile.
- De pequeña te gustaba bailar. – recordó su madre.
- No me acordaba.
- Bueno, después de la situación financiera no te vimos bailar de nuevo. Creo que podrías pedirle a papá que le envíe la petición.
- ¿Puedo hacerlo yo?
La madre la miró un segundo, parecía la primera vez que estaba interesada en él. No le gustaba la idea de que su hija pequeña se casara con un extraño, pero se alegraba de que empezara a parecerle bien. Hasta ahora tenía la sensación de que se sentía forzada. Aun no podía entender por qué su hija había aceptado casarse con un desconocido, y seguía sin hacerle ninguna gracia, pero se alegró de ver que parecía comportarse de forma normal con él por fin.
- Claro, - dijo sonriendo forzadamente- puedes mandarle una carta.
- Mamá, me parece bien casarme con él. Tranquila, –sonrió- yo lo decidí.
- Si, lo sé hija, pero no puedo evitar preocuparme. No sé cómo es.
- Es buena persona. Me ha cuidado muy bien.
Cogió el folleto y se fue a la habitación. Tenía papel grueso y su pluma estilográfica. Desde que había aceptado el compromiso había recibido ropa buena, material de primera calidad y dinero para su manutención. Y muchos libros. Escribió la carta, siendo lo más educada posible y le pidió poder apuntarse a una actividad extraescolar. Baile, si le parecía bien. Estaba ilusionada, aunque en realidad hubieran elegido ese hombre por ella. Si iba a ser una esposa, estaría bien bailar con su marido. Si a él le gustaba. Si no, había otros folletos para elegir. Los metió en una carta y se la dio a su madre.
A Cristina no le habían interesado los chicos. No de esa forma, de la forma en la que decía su madre. Parecía preocuparle mucho que le gustara un chico, porque según ella sufriría mucho. Pero para Cristina no había nadie así. Nunca lo había habido. Así que no le pareció mal comprometerse. Ese hombre podía ser mejor opción. Seguro que era bueno, le había dado la oportunidad de seguir estudiando, y en un instituto al que no habría ido jamás. Había recibido ropa y materiales e incluso un dinero que podía gastar, aunque no lo había usado.
No sabía por qué ese hombre se había interesado en ella ni cómo, pero gracias a eso, ella tenía más de lo que necesitaba. Lo único que le preocupaba era esa sensación que había sentido al chocarse con ese padre, ese calor que conocía tan bien ahí abajo. Se puso roja. Tenía un marido, no debía sentir esas cosas con otras personas, pero era muy sensible y no esperaba caer encima de un hombre hecho y derecho. Cenó en silencio, absorta en sus pensamientos.
En la otra habitación los padres hablaban.
- Le ha escrito una carta, no creo que pase nada porque se la envíes.
- ¿Quiere hacer baile? - dijo mirando hacia donde sabía que estaba su hija. No le pegaba, siempre estudiando.
- Juan, se interesa por su prometido. ¿No te parece bien después de todo esto?
- Si claro, supongo. Se la enviaré. – salió de su habitación y fue al despacho. Copió la dirección del futuro marido de su hija y la metió en el buzón.
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Updated 100 Episodes
Comments
Valdarias
Que cautivador
2022-04-06
1
Ana Yasbel Cuevas Cuevas
interesante
2022-01-28
2