Max sacudió la cabeza con brío y volvió a intentar quitarse las sensaciones impresas en él, atiborrandose hasta el cuello de trabajo. Sin embargo, mucho del papeleo acumulado que aún tenía que hacer no requería demasiado de su concentración y lo hacía como por instinto. Sus movimientos eran más bien metódicos y mecánicos.
Así, inconscientemente y como si su mente tuviera voluntad propia, volvía a centrarse de forma obstinada en los recuerdos aún frescos y temblorosos que no quería evocar.
Aunque, finalmente, aquel estado casi catatónico e irónicamente automático no duró demasiado.
Max, ese día más que nunca se sentía reacio a regresar al departamento que había escogido como su nuevo hogar, pero debió hacer de tripas corazón y volver a él más pronto de lo que esperó. Sin dejarle tiempo siquiera a prepararse mentalmente para volver a ver al rostro a André luego de lo que había pasado la noche anterior.
Debió hacerlo por una rápida llamada del chico.
Al parecer, se había realizado una improvisada reunión en su nuevo hogar, al que ni siquiera había puesto en orden aún, y André, impaciente y alterado, lo telefoneó para que tomara su parte en aquel castigo que eran sus molestos parientes.
Al entrar, le sonrió a la media docena de conocidos poco familiares o más bien los familiares poco conocidos que se concentraron allí sin ser llamados.
No tenía idea exactamente de quién era quién. No recordaba muchas caras y, estaba seguro, ninguno de ellos habrían llegado tan lejos si él no hubiera puesto la jodida rúbrica a su matrimonio con André y por consiguiente aceptado la cláusula final que le dejó su abuelo en el testamento.
El anciano decididamente amó atormentarlo en vida, e incluso en la muerte el hombre parecía reírse de él sin descanso. Sin embargo, siempre tuvo en alta estima a aquel viejo terco e incontrolable. Fue el único que no se burló de él cuando expresó que quería fundar su propia empresa de juegos de realidad virtual. Aunque en realidad no entendía demasiado sobre de qué se trataba todo aquello, dio su aprobación con feroz vehemencia y habría sido uno de sus principales inversionistas si Max no se hubiera rehusado categóricamente a ello.
Max quería valerse por sí mismo. Quería demostrarles a los que no confiaban en él que podía hacerlo sin ayuda.
Al final, el viejo todavía sería su inversor, pero ya no estaría allí para verlo.
Quitó aquellos pensamientos oscuros y deprimentes mientras recorría la mirada sobre aquel grupo variopinto de allegados con diferentes grados de relación consanguínea con él, buscando solo a una persona. Sus ojos brillaron imperceptiblemente cuando lo vio. Pasó de todos ellos como si no estuvieran y se acercó a él. André que estaba en un rincón alejado y parecía realmente aliviado de verlo allí.
Max no podía olvidar en absoluto la noche anterior, pero se aproximó como si su corazón no estuviera a punto de salirse y colocó el dorso de su diestra en la frente del chico, preocupado todavía por su estado de salud.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó con suavidad, comprobando su temperatura.
No tenía que forzarse frente a los demás para verse preocupado porque de verdad así se sentía. André lo sabía también, y se regocijó internamente al ver los distintos tonos de consternación en aquellas personas.
— Ahora mucho mejor —le susurró quedo, con un dejo dulce y meloso remanente en la voz.
No vio a Max estremecerse de forma violenta porque en ese preciso momento se levantó de su silla y se movió situándose a su lado, mientras enfrentaba al grupo con renovada confianza. Max sacudió su cabeza como si quisiera espantar algún pensamiento impropio y los miró también como si los observara por primera vez.
— ¿A qué les debo el honor? —indagó con dureza. Mantenía en la boca una sonrisa tensa y un ligero rictus nervioso hacía que le palpitara el ojo derecho.
— ¿Por qué ese tono primito? —exclamó en respuesta su... ¿dijo prima?
Aquella niña tenía la cara visiblemente plástica, estaba ataviada en costosas prendas y se aferrada a un feo bolso peludo de diseño con las siglas de una marca altamente reconocida en el broche.
Max se encontraba sensible y jodidamente irascible. No había dormido bien en días, le dolía la cabeza y, aunque había algunos signos de ligera mejora, aún no habían podido superar la más reciente de las crisis en la empresa. Además, la noche anterior había cruzado una línea que no debería haber cruzado jamás con André y, joder, no estaba contento con lo que había hecho ni tenía tiempo para tratar con aquellos codiciosos personajes.
— ¿No puedo sentirme molesto y agraviado siendo que vienen a acosar a la persona que amo, sin encontrarme presente y estando él incluso enfermo? —replicó con furiosa mordacidad.
Tras decir aquello fue el turno de André de estremecerse ferozmente. La elección de palabras que utilizó Max fue realmente demasiado para su corazón que, cogido con la guardia baja, tembló de forma involuntaria en su pecho. Era una verdadera pena que fuera él y no una bonita niña quien fuera la receptora, porque estaba seguro que un par de frases más de aquel tipo y caería completamente a sus pies, jodidamente enamorada.
Sacudió sus pensamientos e intervino.
— Dicen que vinieron a felicitarnos —masculló bajo como si intentara disculpar el comportamiento grosero de aquel grupo, pero era imposible que pudiera erradicar del todo el disgusto en su voz por la repentina invasión.
— ¿Es eso así? ¿Acaso no les bastó con la corona enviada a la compañía?
— ¿Qué...? ¿Qué hicieron qué cosa? —balbuceó André con su mente sacudida.
Max suspiró. No había tenido oportunidad de decírselo.
André se olvidó de fingir amabilidad.
— Mierda, ¿están locos? —se giró y les gritó.
Max lo sujetó del brazo intentando tranquilizarlo y lo logró. A medias. André temblaba de forma casi imperceptible, pero él podía sentirlo. Finalmente, el chico dirigió su mirada a Max y le masculló entre dientes:
— Esta gente no sabe separar, ¿verdad?
Max quería excusarse sinceramente con él. Asumía toda la responsabilidad por aquello. No había pensado nunca que la desvergüenza de aquellas personas pudiera llegar tan lejos. Sin embargo, no le susurró una disculpa por no haber pensado en ello. El daño estaba hecho y habían provocado a André. Eso era exactamente lo que buscaban: Desestabilizarlos y encontrar fallas en su relación.
— ¿Por qué el repentino enojo? ¿Sus empleados no sabían acerca de su íntima relación? —preguntó con fingido desconcierto en la voz uno de ellos, hurgando para encontrar la verdad.
— ¿Deberían saberlo? —lo enfrentó Max sintiéndose cada vez más encolerizado.
— Solo digo... si es una relación de larga data, es natural que se enteraran ¿o no?
— Lo natural sería mantener lo privado de lo profesional estrictamente separado —dijo André señalándolo. Le dolían los dientes de tenerlos tan fuertemente apretados.
El chico estaba conteniéndose. André quería golpearlos, de verdad quería hacerlo. Y, realmente podría haber llegado a descargar su furia sobre ellos, si Max no hubiera estado deliberadamente acariciándole con el pulgar la parte interna de la muñeca en un intento por hacerlo mantener la calma y compostura. Pero, no fue Max quien logró apaciguarlo finalmente.
— Tarde o temprano acabaría por saberse —masculló indiferente, alguien más en la habitación.
Un largo silencio le siguió a aquel comentario.
Las defensas de André se vieron totalmente sacudidas y su enojo se desinfló dejándolo sin fuerzas. Todavía quería patearlos, sí, pero aquella frase lo llenó de claridad.
Era cierto. Y debieron haber pensado en ello mucho antes. Fue una completa desinteligencia de su parte. Sin embargo, las acciones de aquellas personas fueron demasiado chocantes y absolutamente ruines de su parte.
A causa de ello, André se decidió y se hizo una promesa a sí mismo. Lo habían cabreado, por lo tanto, iba a hacer lo que fuera necesario para que ninguno de ellos viera un solo centavo del viejo.
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Comments
Mix Mix
/Facepalm//Hey/ ahí estuvo el error
2024-06-29
0
Jenny Romero
Vamos Andre tu puedes, no te dejes ganar por ese grupo de arpias
2023-06-30
3
Anny Gaona Parra
bien dicho bicho 😈😈😈😈👌👌👌👌👌
2022-11-06
0