André se despertó en la enorme cama y en absoluta soledad una vez más.
Era la segunda noche seguida que dormía con Max bajo las mismas mantas y aún no sabía qué hábitos aterradores tenía arraigados el chico al dormir. ¿Roncaría? ¿Hablaría dormido? ¿Patearía las sábanas o abrazaría la almohada? André no tenía idea.
¿Había regresado Max a dormir siquiera? André no lo sabía. Realmente había dormido demasiado bajo el efecto de la medicina para el resfrío.
Se sentó en la cama mirando adormilado y somnoliento todo a su alrededor hasta que un sonido que vino de sí mismo lo hizo saltar sorprendido. Sus labios se curvaron en una media sonrisa torcida porque el ruido inesperado provino de su propio estómago que se quejó ruidosamente. Al parecer, sus tripas estaban jodidamente vacías, y rugían y lloraban furiosas por su desconsideración. Apenas había probado un bocado el día anterior y Max no lo llamó para cenar así que su ayuno había sido demasiado prolongado.
Se levantó con un bostezo, molesto con su 'esposo' por no haber sabido cuidar de él y sus ojos descubrieron una nueva nota de Max en la mesita de luz. Eso quería decir que sí había regresado, se dijo con curiosidad; pero ¿cuándo? André no estaba seguro.
El chico le dio otro día de descanso del trabajo y le comunicó que había conseguido gachas de avena para el desayuno. Esta vez, todo aquello estaba redactado de una forma concisa, menos escandalosa y hasta algo distante incluso. Lo sintió un poco raro, pero no se molestó en buscar qué era lo que se sentía exactamente mal con ella. André estaba poniendo a un lado todos aquellos pensamientos cuando se puso de pie y notó, esta vez, algo extraño en él: La ropa que vestía no era la misma con la que se había acostado el día anterior. Podría jurarlo.
En su rostro la confusión era evidente y su ceño se frunció sin comprender.
¿Cuándo demonios se había cambiado?
¿Había sudado tanto que lo había hecho en su delirio por la fiebre y tan inconscientemente que lo había olvidado por completo?
Sin dudas, André no tenía recuerdos de ello. En su mente extrañamente no había un momento como aquel. Sin embargo, se encogió de hombros y, como se sentía mucho mejor anímicamente, inició su rutina mañanera.
El cielo estaba despejado y claro. Era un día increíblemente bonito y él se encontraba ligero y de muy buen humor.
En la oficina, Max, en su total opuesto, volvió a pasar sus manos por el cabello ya desordenado volviéndolo un lío aún peor.
Su rostro cincelado y originalmente hermoso se encontraba sombrío y desequilibrado. Tenía dos manchas oscuras, enormes y profundas bajo los ojos y un dolor persistente en sus sienes, síntomas de su mal sueño. Dos noches seguidas en las que apenas había podido pegar un ojo estaban haciendo estragos visibles en él.
La pesadez en su expresión fue notada por sus empleados que no tuvieron corazón para burlarse de él esta vez. Se preguntaban qué diablos había puesto de tan mala pinta al jefe, pero ninguno se atrevía a preguntar. Su aura amenazante no les daba espacio alguno para bromear o interrogar.
Max no reparó en ellos.
En realidad, no podía ni quería pensar en nada en esos momentos. Tenía la cabeza en un caos profundo y complejo.
Todo porque, persistentemente, los gemidos bajos de André se repetían con escalofriante claridad en su mente como una cruel y consistente tortura. Su boca aún parecía sentir la presión y el calor abrumador de sus labios demandantes y su diestra tenía espasmos involuntarios cuando recordaba la sensación ardiente e irónica de la suave dureza del miembro del chico atrapado entre sus dedos mientras maniobraba hábilmente con él.
Joder, ¿qué demonios había hecho?
¿Qué había hecho se preguntaba? Sin pensar le hizo un trabajo manual a André mientras éste se encontraba delirante por la fiebre ¡y todavía tenía el descaro de preguntar!
Demonios, ¿de quién había surgido la maravillosa idea de hacerlo sudar? Tomaría a aquella persona y lo esclavizaría en la compañía hasta el final de sus días.
Quiso componerse y evadir aquellos peligrosos pensamientos mientras trabajaba. Tomó la versión más reciente de un prototipo de guante VR. Se lo calzó, y luego se movió tomando la posición de alguien que se disponía a disparar una flecha con un arco invisible. Sintió en la punta de los dedos la ligera presión de las almohadillas con los sensores mejorados, y asintió complacido. Aquella pieza, junto con las gafas adecuadas a juego, tendrían la mejor versión de un arquero para su próximo juego.
Además, si seguían el mismo patrón con los guantes, podían incluso sumar un pistolero a la versión beta y éste quizás hasta podría utilizar armas dobles.
Imaginó miles de posibilidades.
Quiso rápidamente evaluar su incipiente idea con André, pero antes siquiera de levantarse para ir a buscarlo, volvió bruscamente a la realidad. En un instante recordó todo y todo su entusiasmo creciente se evaporó en una voluta de humo que lo dejó desinflado en su silla.
Su mente volvió a llenarse de él, de su calor y su ansiedad.
De sus expresiones llenas de lascivo salvajismo y sensualidad. De sus jadeos rotos y sus gimoteos temblorosos que pedían insistentemente por más.
Max se sentía inmensamente fatigado e inestable. Aún peor porque los recuerdos que le invadían los sentidos no le repugnaban o asqueaban en absoluto, sino que lo encendían. Y eso... eso era lo más aterrador.
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Comments
Jenny Romero
Pobre Max, por estar de creativo salio torturado
2023-06-30
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☆Nanu☆
🤣🤣🤣, pobre del empleado...
2023-01-04
0
☆Nanu☆
pobre Max, definitivamente fue para recordar esa noche 😅🤭
2023-01-04
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