Tras la llegada apresurada del médico, la confusión era evidente. Había sido arrastrado hasta aquí sin una sola explicación, y no tenía ni idea de quién era el paciente. Al cabo de unos minutos de analizar la situación, se dirigió directamente hacia mí para examinarme.
—¿Siente algún tipo de dolor en esta área? —me preguntó mientras presionaba suavemente sobre el moretón en mi costado.
—Un poco —respondí, mientras Lady Ross tomaba mi mano con un gesto tranquilizador.
El médico inmediatamente anotó algo en su libreta con rapidez. Lara, por otro lado, observaba la situación con una expresión completamente neutral. Nunca la había visto tan inexpresiva.
—Joven, ¿ha sufrido algún tipo de golpe o caída últimamente? —preguntó el médico mientras sacaba un frasco de gel con plantas medicinales de su maletín. —Tendrá que cambiar su vendaje cada seis horas. Ponga esto sobre la herida —añadió, entregando el frasco a Jack—. Quédese tranquilo, con esto no le quedará ningún tipo de marca sobre su piel.
—Gracias, doctor. Quizás he sufrido ambas cosas últimamente —dije, recordando mis dos recientes caídas. —¿Eso tiene que ver con mi nuevo golpe?
El médico guardó sus cosas y respondió: —Verá, cuando sufrimos varios golpes consecutivos en menos de dos meses, pueden surgir grandes secuelas. Debe mantenerse muy tranquilo y evitar cualquier tipo de estrés.
—No se preocupe, doctor. Aquí cuidaremos muy bien de Ansel —intervino Lady Ross después de un largo silencio—. Le daremos los cuidados adecuados —dijo, llamando a uno de sus sirvientes. —Tome esto como un bono extra por prestarnos sus servicios —añadió, entregándole un sobre con dinero.
El médico aceptó el sobre con gratitud y, tras despedirse, Lady Ross ordenó a algunos sirvientes que me llevaran a mi habitación para que pudiera descansar adecuadamente. Jack se ofreció a hacerlo y, aunque no me gustaba la idea, no pude protestar. Sentía que ante los demás parecía tan frágil como una muñeca de porcelana.
—Te lo encargo —dijo Lady Ross, siguiendo a Jack en silencio hasta mi habitación.
Al llegar a la puerta, le pidió a uno de los sirvientes que la abriera y, una vez dentro, Jack me dejó con cuidado en un sofá cerca de mi cama antes de retirarse.
—Querido, necesito arreglar algunos asuntos, así que no podré comer contigo —dijo Lady Ross mientras me servía un poco de agua. —Lo único que me da alivio es que aquí está tu hermana para acompañarte —añadió, dedicándome una sonrisa amable—. He pedido que cocinen tus platillos favoritos, así que cuando lo deseen pueden pedir que los sirvan.
Tras dar unas indicaciones a los sirvientes sobre cómo mantenerme tranquilo, se despidió y se retiró.
—Se nota que te quiere mucho —dijo Lara después de un largo silencio. —Entonces... ¿piensas quedarte?
—No te preocupes por esas cosas —respondí, mirándola fijamente—. No tengo nada en concreto, pero todo va de acuerdo a como quiero que sean las cosas —añadí con una leve sonrisa—. Mejor cuéntame cómo te va en tu nueva vida.
—Eso es muy típico de ti —dijo, esbozando una pequeña sonrisa—. Cualquiera que sea tu plan, cuenta conmigo para realizarlo —añadió, tomando mi mano—. Sobre cómo me va con esta vida... digamos que yo me quedaré sola toda mi vida —dijo, haciendo un puchero.
—¿Y eso? —pregunté mientras bebía un poco de agua.
—Porque... todos prefieren a los chicos lindos —dijo, saltando de su asiento para sentarse junto a mí y recostarse en mis piernas—. ¿Sabes que aunque lo nieguen rotundamente, es obvio que todos se sienten atraídos por los chicos?
—¿Qué? —dije, casi escupiendo el agua—. Cuéntame qué pasó exactamente.
—Para empezar, al despertar tenía un lindo novio, pero descubrí que en realidad le gustaba el cocinero de mi casa —dijo, sacando un pañuelo—. Sabes que no estoy en contra de eso, pero después intenté salir con otra persona y una y otra vez sucedía lo mismo —dijo, mientras le acariciaba la cabeza—. Qué mala suerte para mí reencarnar como mujer —añadió, haciendo otro quejido.
—No menciones cocineros porque se me eriza la piel —dije, poniendo una cara seria antes de sonreírle con gentileza—. No te preocupes, te puedo tomar como mi concubina —dije, soltando una risa.
Ella me dio un pequeño golpe y negó con la cabeza.
—No eres mi tipo, amigo —dijo, levantándose—. Pero si me vas a mantener, puedo considerarlo —añadió, guiñando un ojo, lo que nos hizo reír a ambos.
Después de esto, decidimos que sirvieran la comida. Disfrutamos entre risas y pequeñas peleas. Cuando se hizo tarde, le pedí a Jack que llevara a Lara a su casa.
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