No lo podía creer. ¿Qué me estaba diciendo este sujeto? Estaba completamente en shock. Este hombre, que era de las peores personas que el Ansel original pudo haber conocido, ¿ahora me estaba proponiendo borrón y cuenta nueva? No podía descifrar el sentimiento atorado en mi ser. Era una mezcla de resentimiento y furia que no se irían aunque volviera a nacer.
—¿Qué estás diciendo? —pregunté, mirando hacia otro lado.
No quería ver a ninguno de ellos por dos razones. La primera, necesitaba neutralizar mis emociones. La segunda, veía perfectamente a Leonora reflejada en una de las ventanas. No podía imaginar lo que era escuchar a la persona que amas decir lo que no querías aceptar. Aunque en la línea original ella era la más cruel de todos, sigo siendo humano. Es lógico sentir aunque sea un poco de lástima por ella.
—Así es, querido —intervino Lady Ross—. Mi hijo ya creció y sabe muy bien que tú eres el mejor para estar con él —tomó mi mano y la unió con la de su hijo—. Hagamos que esto nunca pasó, ¿sí?
Si fuera el Ansel original, estaría destrozado por la indiferencia hacia la pérdida de su hijo y la facilidad con la que querían voltear la página.
—¿Es así? —dije, intentando no poner una cara terrible al tener contacto con él—. Pero hace un momento me tiraste por defender a tu antiguo amor —mencioné mientras tocaba mi abdomen.
Tras decir esto, pude observar la expresión de Lady Ross al mirar a su hijo. Era como si no lo considerara su hijo, sino su enemigo.
—No lo tomes así, querido —dijo, abrazándome—. Mi hijo ha estado cegado por esa manipuladora mujer —me daba pequeñas palmadas en la espalda.
Entonces me di cuenta de que su hijo no me veía a mí directamente, sino que miraba un pequeño destello cerca de la cama. Al acercarse, notó que era un brazalete.
—¿Es tuyo? —me preguntó, mirando el tamaño del brazalete.
Por un momento, me quedé en shock porque era un poco más pequeño que mi brazo. No podía decir que era mío. Por el diseño, no podía ser de una de las enfermeras, por lo que seguramente era de Leonora.
—Oh, es bonito, ¿verdad? —dije mientras lo pedía de vuelta—. Me lo encontré cerca de la puerta. Como no apareció la dueña, pensaba dejarlo en recepción después de salir —dije mientras lo guardaba en un bolsillo de la bata del hospital—. ¿O acaso es tuyo?
Él negó rotundamente tener algo que ver con eso. Tras unos momentos de preguntarme cómo me encontraba, salieron a buscar algo de comida para ellos y para mí.
—Ya puedes irte —dije, acomodándome en la cama para dormir un poco—. Recuerda cerrar la puerta.
—Gracias —fue lo único que salió de sus labios. Acto seguido, se escuchó cerrar la puerta de la habitación.
Siendo sincero conmigo mismo, no esperaba que saliera nada de sus labios. Lo que le daba la libertad de ser tan engreída conmigo era que ella siempre apoyaba cualquier acto que tomara. Mentiría si dijera que no siento un poco de pena por ella, pero eso no cambiará lo que le hizo al Ansel original.
Pasaron unos días desde la última vez que vi a Leonora. Según uno de los guardaespaldas que me cuidaban, el mismo que detuvo a Leonora cuando intentó herirme, ella nunca estuvo detenida, solo tenía restricción de salir de su casa. También me contó que el día que se fue de mi habitación, fue directamente a hablar con Lady Ross. Según sus informantes, hubo una discusión y, supuestamente, Leonora voluntariamente se fue de viaje para reflexionar.
—Señor, ¿no va a investigar su paradero? —me preguntó mi guardaespaldas personal.
Era cerca del mediodía y estaba sirviendo té a mi acompañante cuando me hizo esa pregunta. No esperaba que sacara ese tema, ya que no se mencionaba desde hacía días. Me quedé asombrado por su pregunta, pero rápidamente cambié mi expresión a una sonrisa.
—¿Qué opinas? —le pregunté, bebiendo un poco de mi taza.
—La verdad, no tengo idea... pensé que se llevaban bien por su conversación —dijo, imitando mi acción y tomando de su taza.
Solté una pequeña risa y no dijo nada más, pero tampoco me miró directamente.
—¿Acaso debería buscarla? —dije, mirándolo con una expresión divertida—. Dime, ¿tú buscarías a la persona que más te hizo daño y te quiso quitar todo?
—No lo tome mal, mi señor... no es que quiera darle una orden, solo preguntaba por curiosidad —dijo, un poco tenso.
—¿Sabes? Me gusta que seas directo y sin tabús entre nosotros —dije, ofreciéndole una galleta de canela con miel—. No te preocupes por ella porque no es necesario preocuparse por ese asunto... Recuerda bien, querido, que cualquier persona que lastime a tu amo no merece ninguna consideración —dije, mirándolo con indiferencia.
—Lo comprendo correctamente, mi señor. Gracias por iluminarme —dijo, poniendo una mano en su pecho.
Le di una sonrisa en respuesta y seguimos conversando tranquilamente hasta la hora de la comida. Luego, me preparé para cenar con la familia.
Caminaba con mi guardaespaldas. ¿Cuál es su nombre? Ah, sí, Jack.
—Mi señor, ya estamos aquí —dijo Jack, esperando mi permiso para abrir la puerta.
—Adelante —dije, dándole mi mano para que me guiara.
Para mi sorpresa, Lady Ross no estaba sola. Con ella estaba... ¿mi madre?
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