Capítulo 9: Revelaciones Inesperadas y Planes Ocultos

¿Por qué mi madre de mi anterior vida estaba frente a mis ojos? No lo comprendía. Según las memorias de Ansel, su madre falleció junto a su padre en un choque automovilístico. Así que no podía entender quién era esta persona...

—Ansel querido, acércate —dijo Lady Ross con voz dulce.

Como si fuera la persona más obediente, me acerqué.

—Déjame presentarte a mi asistente, Maribel Hans —añadió mientras la presente se levantaba brevemente para saludar.

No sabía qué decir. Solo pude esbozar una sonrisa, pero no duró mucho porque mis lágrimas empezaron a salir.

—¿Querido, qué sucede? —preguntó preocupada Lady Ross—. Ven, siéntate.

Hizo un ademán hacia Maribel, quien me cedió su asiento. Lady Ross me ofreció un poco de té, que acepté con mucho gusto. No me había percatado, pero su hijo se encontraba en una esquina del comedor, tomando de su taza. Estaba tan tranquilo que casi no noté su presencia.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Lady Ross mientras me acompañaba a sentarme en una de las sillas de la mesa—. Tal vez... ¿te sigue disgustando la presencia de mi hijo? —dijo, mirando de reojo a Dick.

Negué rotundamente. Ni siquiera había notado su presencia, pero no sabía cómo justificar mis lágrimas.

—No es así. Tal vez siga muy sensible por los medicamentos —dije, poniendo la taza de té sobre la mesa—. Disculpen las molestias.

Le pedí a Jack que repartiera un presente.

—Esto es un pastel tradicional de lavanda hecho por el repostero de la pastelería de mis padres —dije mientras cortaba un poco para cada uno—. Es la receta que mi madre me preparaba de pequeño.

Le pedí a Jack repartir cada porción.

—Qué lástima —dijo Dick, sosteniendo su tenedor con curiosidad—. Pensaba que era hecho por ti —añadió con mirada burlona.

—¡DICK! —le gritó su madre en reproche—. Querido, no lo tomes mal. A veces puede ser un poco brusco, pero lo que quiere decir es que le gustaría algo hecho por ti —dijo, lanzándole una mirada a su hijo.

—No se preocupe, Lady Ross. Yo sé que no lo decía con malas intenciones —respondí con una sonrisa—. Lamento decepcionarlo, pero lastimosamente soy un desastre en la cocina —dije mientras cortaba un poco de pastel con un tenedor—. Pero si lo quieres tanto, puedo aprender si tanto lo pides.

No esperaba que aceptara, pero tan solo imaginar los posibles escenarios de su sufrimiento era muy entretenido.

—Eso sería una gran idea —dijo emocionada Lady Ross—. Podrías empezar con un poco de té.

Dicho esto, ordenó que trajeran todo para hacer té. Con malicia acepté, a pesar de saber un poco sobre la preparación. Elegí hacer el té más aromático, pero omití la parte de la flor dulce y puse un poco de hojas medicinales muy amargas.

—Toma, cariño —dije con una sonrisa forzada, ocultando mi disgusto—. Lo hice con mucho amor.

Pude observar que, nada más tenerlo cerca de su cara, hizo un gesto de total desagrado. Como era de esperarse, odiaba las bebidas aromáticas.

—¿Es de tu agrado? —pregunté hipócritamente, viendo cómo casi lo tira con solo un sorbo—. Trate de hacer una fusión para la salud, pero si no es de tu agrado puedo hacerlo de nuevo.

—No es necesario, está muy delicioso —dijo, fingiendo una sonrisa—. Pienso... que te estás esforzando demasiado, así que no te preocupes por mí —dijo, dejando media bebida sobre la mesa.

—Tienes razón, hijo —dijo Lady Ross—. Creo que en vez de darte una fusión a ti, debemos cuidar mejor a Ansel.

Dicho esto, Lady Ross ordenó que me dieran una caja de té.

—Maribel, enséñales a las sirvientas cómo preparar "eso".

Después de dar la orden a su asistente, Lady Ross salió por un largo tiempo que parecía que no iba a volver. La comida transcurrió de lo más normal, sin contratiempos, excepto por algunas peleas entre madre e hijo por problemas de la empresa o algo así. La verdad, no me interesaba mucho. Solo podía sonreír, aunque ya me empezaba a doler la cara de tanto hacerlo.

Hasta que llegó la hora del postre. Apareció la asistente de Lady Ross, llevando algo entre sus manos.

—Oh, ya estás aquí —dijo Lady Ross, haciéndole un ademán para que se acercara—. Ansel querido, desde ahora en adelante debes tomar esta fusión cuatro veces al día —dijo, ordenando que lo sirvieran—. Desde hoy tendrás una doncella especial que te preparará esto todos los días.

No pude negarme. Acepté sin poner caras raras, a pesar de ver la expresión burlona de su hijo. Siendo sincero, no sabía mal, pero era tedioso tomarlo tanto. Al final del día, volví a mi habitación. Estaba revisando varios documentos de mis negocios. No lo sabía realmente, pero Ansel tenía mucho dinero. Sigo sin entender por qué nunca se divorció de este tipo si dinero no le faltaba.

Mientras reflexionaba sobre esto, recibí un correo de mi pastelero acerca de unas propuestas que quería hablar directamente conmigo. Le respondí que estaría ahí mañana temprano.

—Jack, mañana saldremos temprano, cerca de las cinco de la mañana —dije, cerrando la laptop—. Tengo asuntos que atender en mis negocios.

Él solo se limitó a asentir. Enseguida, salió para regresar con mi última fusión del día. Me miraba, esperando acercarse para servírmela.

—Está bien, puedes traerlo —dije con un poco de disgusto—. Recuerda tener las cosas listas antes de las cinco de la mañana.

Acto seguido, procedí a tomar la taza que me sirvió mi guardaespaldas.

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