“Aquí, el comandante a la base, necesito que la astronauta Sigourney ingresé a la nave y ayude a escoltar a su esposo a una urgencia médica”
Aterrada sujeta el micrófono con la voz partida y preocupada:
“¿Qué le sucedió a mi esposo?”
“Creemos que ha sido contagiado de un patógeno alienígena, es mejor, ponerlo en cuarentena inmediatamente; pero, no disponemos de la seguridad para transportarlo”
“Ya me pongo mi traje” –sale corriendo a vestirse y equiparse-.
“Hey, oye… me informan que está convulsionando, ten cuidado –no lo escuchó- hola, hola, ¡Maldición!”
Cilian está retirando el disco duro de la computadora central, en sus lares, no hay ni un rastro de esa baba y ni han reportado nada extraño.
“Capitán, sugiero que deberíamos examinar el estado de la otra nave”-menciona el piloto-.
“Bueno, revisaremos si podemos entrar a la otra. Dame el disco duro –se lo entrega-”.
“Aquí, Clark al comandante, encontré la entrada y acceso al almacén, solo que no han restablecido el flujo de energía”
“Emma, ¿algún reporte?”-pregunta disgustado-.
“Richard me está ayudando a limpiar, ya que me estaba tardando demasiado, en aproximadamente una hora, tendré listos los generadores”
“Que sean 45 minutos”
Emma y Richard trabajan arduamente, mientras, Tom grita y se retuerce de dolor. Él siente como si algo se lo comiera por dentro, un calor comparado cuando se toma una copa de vino; pero, multiplicado por 1000. Está empezando a alucinar y echar espumarajos por la boca, sentía un completo asco de ser contagiado por un ser desconocido, que tal si eran sus huevos como muestran en esas películas de terror, con sus propias manos intentaba rasgarse el traje para despegarse de esa viscosidad.
“Ya voy, ya voy, mi vida”-piensa Sigourney que avanza por la compuerta cargando un rifle y alumbrando el camino directo a los generadores-.
Esto parece peor que su más grande pesadilla, sangre y babas por todas partes, cadáveres mutilados por donde quiera que mire, mensajes incomprensibles e incluso subliminales, ¿en qué infierno había entrado? Sin culpa tropieza con un contenedor de un compuesto inflamable, cae al suelo y se golpea, por el ruido generado, se escuchan unos pasos y gruñidos por las ventilaciones que la alarman, sostiene rápidamente su arma y se levanta mirando hacia todas partes, ya estaba sudando y tenía ganas de gritar por el miedo que sentía. El contenedor se rompió y empezó a liberarse este compuesto en estado gaseoso, Sigourney decide avanzar con más tranquilidad y cautela.
Abraham y Cilian llegan a la compuerta del Orion-7, pero, para su sorpresa, se encuentra destruida la puerta y el acceso está lleno de escombros sobre el suelo y daños sobre las paredes, avanzan con cuidado hacia la otra nave, al poner el primer pie dentro se dan cuenta que no tiene el mecanismo de gravedad activado, flotan sobre los muertos y la destrucción, hay papeles y objetos regados por toda la nave y cadáveres golpeándose con el techo, los olores son putrefactos y mientras más se adentran detallan una serie de riñas que tuvieron lugar, disparos en numerosos sitios, el ala derecha fue destruida y conduce directo al exterior, la iluminación es externa ya que los generadores fueron cubiertos con baba, rejillas de ventilación forzadas y una mesa redonda con un botón rojo bastante desgastado y con huellas de dedos ensangrentados.
“Mira, todas las escenas del crimen son muy similares entre sí, todo conduce a la sala general y el mismo botón –lo presiona; pero, sin efecto alguno- ¿Qué significara todo este desastre?”
“Piloto, no tengo idea, esta nave está totalmente fuera de servicio… No estoy seguro si saldremos vivos de esta”
“¡Ah! Apenas lo vienes a dudar, maldito incrédulo –lo empuja- eres el peor capitán que he tenido”
Abraham al ser empujado, se llenó de ira y empezaron a pelear, a empujarse unos a otros, a intentar darse puños y patadas, mientras, sus armas quedan volando lejos de ellos. El orgullo del capitán comparado contra la insolencia del piloto, se tenían que matarse el uno al otro, lo haría, pensaba Abraham. Mientras, Cilian se concentraba en intentar romperle los dientes.
“¿Cuánto te falta, Emma?”-pregunta Richard-.
“Puedes esperar, llevas como 15 minutos preguntándome –termina de conectar un cable- y ya he terminado –regresa a su normalidad el flujo de energía-”.
“Menos mal, no soportaba más su aflicción” –señalando a Tom-.
“Agradece que no me tarde más de lo que dije” –bromea-.
Las manos de ambos estaban untadas de esa baba, pero, no habían hecho contacto con su epidermis. Salen de la habitación y ven llegar a Sigourney:
“Llegaste, linda. Ayúdanos a llevar a tu esposo”-menciona Emma-.
“¿Estas bien, mi amor?”-con la voz llorosa-.
“Ayúdame, bebé –ha dejado de gritar, pero, está muy débil y no puede sostenerse de pie- me siento muy mal”
“Tranquilo, estoy aquí”
Del lado izquierdo, lo lleva su esposa y del otro lado, se apoya de Richard. Mientras, la sub-comandante va por delante vigilando el camino de regreso. Con la luz encendida, el horror de esta nave aumenta y graba imágenes perturbadoras en la mente de cada uno de ellos. Avanzan a paso normal, aunque, se escuchan gruñidos y pasos por encima de sus cabezas, todos miran al techo sin ningún éxito de encontrar a la criatura. Todos los corazones palpitan con gran fervor y aumenta la tensión, cuando se escuchan golpes por las paredes, se miran entre si y deciden moverse un poco más rápido.
Clark, visualiza como ante él, se abre el almacén y para su sorpresa es un pasillo sin salida, avanza atónito e intrigado de no encontrar nada, ¿Dónde estaban las toneladas de materiales? ¿Qué estaba sucediendo? Había una mancha de sangre sobre la pared que desplegaba un escáner secreto, una especie de muro falso que conducía seguramente a los materiales, acerca la tarjeta y ve como es aceptada. Ante él, se despliega la entrada y el potente aire acondicionado que le hiela los huesos, está oscuro, pero, poco a poco, se ilumina aquella misteriosa habitación y una voz le dice:
“Bienvenida, comandante Smith. Al proyecto Spacefield”
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