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“Estamos llegando a Spacefield, en unos minutos atracaremos en la compuerta principal de la estación justo al lado de la nave Orion-7”-indica uno de los gemelos-.

“Aquí, Interment a Orion-7, intentamos hacer contacto con ustedes”

Habían pasado varios días después de las grabaciones y sin otro rastro de comunicación con alguna de las naves, realmente, Spacefield no estaba tan cerca del sol como se creía, pareciera que la nave se hubiera acercado según las proyecciones iniciales. Cada tripulante miraba por las ventanas con cierto sentimiento de miedo, intriga y una profunda desesperación. Todos actuaban de manera extraña y desconfiada, se sentía un desencanto frente a ciertos individuos como el Dr. Coleman, quien decían debía ser el impostor. El Dr. Coleman sugestionaba la mente de Yuki y estaba dispuesto a librar un juego sucio mental, ocasionando el pánico generalizado y alborotando las asambleas con sus comentarios respecto a salvar el mundo y la falta de sacrificio de sus compañeros.

Richard pudo comunicarse con la base, sin embargo, no obtuvo respuesta alguna, sabía que alguien había tomado el destino final de su vida.

Por otro lado, Emma tenía unas intensas ganas de matar al científico, la culpaba frente a los demás de todas las fallas o contratiempos de la misión al ser la ingeniera y segunda al mando, argumentaba en contra de ella que era una saboteadora y su cómplice, el jefe de seguridad, intentaban detener el curso de la misión. Pero, matarlo significaba que ella podría ser la impostora.

Abraham estaba enterado de los sentimientos de su sub-comandante (ella le había confesado), estaba al tanto de todo este juego, aunque, no le prestaba la mayor atención, su anhelo de salvar al mundo, lo cegaba como al peor nacionalista que hubiera existido. Por ello, pensaba que, si requería expulsar o matar a alguno de sus compañeros por el bien de la misión, no dudaría en hacerlo, fuera su sub-comandante o el científico.

Cilian tenía en su bolsillo, una foto de Abigaíl cuando era una bebé, atrás había una inscripción de la mujer con la cual tuvo a su hija: “Te amamos, meteoro”. La letra de esa mujer se comparaba a un puñal que siempre esta clavado en el corazón, la única mujer que estaba dispuesta a amarlo hasta el fin de sus días, la madre de su única hija, él la había roto y desechado como a tantas mujeres que habían pasado por sus brazos. Él era el mejor piloto que la NASA había tenido, era el magnífico Cilian, intrépido y apasionado a la velocidad, decidió no ser piloto de la Formula 1 o NASCAR porque consideraba que el espacio era la frontera inexplorada, había mayores riesgos que afrontar, su carácter valeroso, narcisista, intrépido lo hacían el perfil indicado para estas misiones. ¿Cómo es posible que un hombre tan seguro y valiente era un completo fracasado con las mujeres?

Esa coraza de orgullo escondía a un hombre inseguro de baja autoestima, lleno de complejos y miedos, sentía la imperiosa necesidad de amar y abandonar, era un irresponsable y sólo sentía que su faceta de piloto audaz lo convertía en una persona atractiva e importante. Cuando una de sus muchas mujeres resultó embarazada, sintió uno de sus más grandes miedos, él no podía cumplir esa función de padre, un hijo era un estorbo para su carrera y lo ataba a esa mujer de por vida. Solo que él sabía que ella lo amaba profundamente (tal vez, la única mujer que realmente amó) estaba dispuesta a darle un hijo y apoyarlo sin importar las circunstancias, fue ella quien penetró dentro de su alma y encontró al verdadero Cilian, lo ayudaba a combatir sus frustraciones y lo consolaba después de todas sus pesadillas.

“Oye, te agradezco mucho que hayas venido. Nunca había salido con una chica tan bonita como tú”-dice Joe Nolan mientras llega Abigaíl a su habitación-.

“Gracias –se sonroja y pone su cabello detrás de la oreja- Tú eres un chico muy…”

“No, no es necesario –la interrumpe- Tengo toda la colección de películas de Star Wars, ¿Por cuál quieres empezar?”

“Te parece por la amenaza fantasma –sugiere ella- hay un personaje que me agrada mucho de esa película”

“Espero que no sea Jar Jar Binks”

La habitación de los Nolan se componía de dos camas, en una se recostó Abigaíl, en la otra la contemplaba Joe, se sorprendió al verla con una ropa diferente al uniforme de doctora, era una blusa de tiras color azul turquí, los típicos pantalones grises que tenían todos los tripulantes, había recogido su cabello y parecía que se echó un poquito de maquillaje, asombrado ya que hasta en el espacio las mujeres no pueden soltar el maquillaje.

Esta cita se había pospuesto durante mucho tiempo ya que ella se excusaba de que estaba muy ocupada y cuando se desocupaba, él se encontraba en servicio. Al fin, pudieron hacer coincidir sus tiempos y se encontraban con una especie de salida casual al cine; pero, en el espacio, no era una coincidencia que las películas fueran de una exitosa saga espacial, era de lo único que se sentían seguros de hablar, ya que a pesar de la estrecha relación entre Joe y Cilian, él solo lo veía como su maestro y sabia de la problemática relación de él con su hija, por supuesto que él no le había confesado que tenía intenciones con Abigaíl, esperaba mantenerlo en secreto.

“Oye, nunca te pregunté … Pero, ¿Por qué accediste participar en esta misión?”

“Joe, es muy difícil de decirlo, hay veces que simplemente vagas por la vida y tienes que cruzarte frente a ciertas dificultades que te atan de por vida, sean personas que se resisten a ser olvidadas –lo mira- quiero ayudar, pero, sé que esto fue una mala idea”

“¿Fue culpa de tu padre?”

“¡NUNCA MÁS! Vuelves a mencionar a ese señor”

“Discúlpame, no era mi intención sólo que –ella se levanta con la intención de retirarse- no quiero que te pasé algo malo”

“Eres un joven muy tierno, pero, no quiero que me preguntes de él, para eso, tu eres su amigo y puedes hablar cuando quieras con él, si quieres que me quedé, cierra el pico o sino me largo”

“Ok, ni una palabra más”

Que intensa, cada vez me gusta más, piensa.

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