Era lunes por la mañana y le había mandado un mensaje de texto a Diego diciéndole que andaba cerca de su escuela y que, si podíamos vernos, él me dijo que estaba en la biblioteca, pero no sabía dónde carajos quedaba eso. Nunca antes había ido a la escuela de Diego.
¿Estaría ella con él? Había poco flujo de estudiantes, pero dada la hora supongo que era normal. Además, el ánimo era mucho más diferente al que se acostumbraba en mi facultad. En esta escuela había mujeres y hombres visiblemente más maduros por la ropa que llevaban y también más pulcros. Yo ese día llevaba mi uniforme de futbol con jeans, que usaría para practicar saliendo de la escuela.
Aun y con mi ropa de deportes, había un par de curiosas que me miraban con bastante insistencia, yo estaba más concentrado en encontrar la biblioteca sin parecer un extraño.
Hasta que la vi a ella, sentada en una jardinera del patio central. Una pequeña chica de cabello largo ondulado, con la mirada perdida y ojerosa. ¿Por qué se sigue viendo enferma? Estaba muy pálida y la vi tallarse los ojos. ¿Está llorando? ¿Otra vez? “Te convertiste en una llorona”, pensé.
Me resolví a hablarle esta vez, caminé directo hacia ella, pero en ninguna oportunidad ella se percató de mí. No fue sino hasta que intencionalmente le pegué con mi mochila y que me senté a su lado que ella notó mi presencia.
- ¡Auch! - se quejó
- ¡Vaya parece que si estas viva Ari! – le dije
- ¿Qué? – dijo aun en estado catatónico, pero mirándome extrañada
- ¡Que sorda! ¡Que que estas mirando boba! – le dije burlón
- Me pegaste – me respondió molesta
- Sigues siendo igual de chillona – le dije nuevamente, aunque en realidad deseaba que me reconociera “Reconóceme por favor”, supliqué internamente
- ¿Acaso te conozco? - dijo tan segura de sí misma, y en mi pecho se sintieron tan pesadas sus palabras
- Ari – dije su nombre suavemente y con un toque melancólico en mi tono, pero en realidad quería decirle “Soy yo Lucio, tu Lucio y tú eres Ari mi Ari”
Y luego intempestivamente su estómago empezó a sonar, ella moría de hambre. No quería que se sintiera incomoda así que me reí para que lo tomara con más calma. Pero al parecer mi buena idea no funcionó e hice que se irritara más, se paró molesta, cuando se iba la tomé del brazo. Va a pensar que soy un idiota, pensé.
- No te vayas, espera. ¿Tienes hambre?
- No – me dijo molesta
- Ten - le dije dándole una manzana que había sacado de mi mochila, ella la tomo de mala gana.
- Gracias – dijo murmurando
Cuando tomo la manzana de mi mano, toqué sus dedos, el toque se sintió tan delicado y hubo una fuerza que sentí como electricidad que me puso muy ansioso. Me sentí un poco tonto por haberme avergonzado por solo tocarle los dedos, ¿ella también lo sintió? Se veía bastante turbada pero no sabía decir si era por su estado anímico o por lo que mi mano le había provocado también a ella. “No, tonto. Ni siquiera te hace en la vida”, me regañé.
A lo lejos venía Diego, me vio y me saludo haciendo señas.
- Ahí viene Diego – dije murmurando
- Qué onda, ¿ya tenías mucho rato esperando? – me dijo Diego al llegar donde estábamos
- No mucho – le respondí ligeramente
- ¿Ya se conocen? – preguntó Diego volteando a ver a la apesadumbrada Ariadne
- No – respondió Ari y yo respondí “Si” casi al mismo tiempo que ella. Diego parecía confundido y yo procedí a sacar a ambos por fin de la duda
- Si nos conocemos, pero ella ya no se acuerda- ¿Escuela Primaria YXB? – le dije volteándola a ver
Fue cuando visiblemente pude ver como los recuerdos le llegaron a los ojos mirándome fijamente y no dando crédito que se trataba de mí. “Tal vez si he cambiado mucho”, pensé. El Lucio de la primaria, el Lucio de la secundaria, el de la preparatoria e inclusive el de ahora eran muy diferentes entre sí. Incluso para mi había sido difícil reconocerme en ciertos momentos de mi vida.
- Lucio - dijo ella susurrando con su voz dulcificada.
Me recordó a las muchas veces en que ella me llamaba. Yo lo había olvidado, pero se sentía muy bien, sin duda todo lo que hice para llegar hasta acá valió la pena por escuchar mi nombre de nuevo en su boca.
- Así ha sido siempre, es muy distraída, dudo que sepa que dia es hoy. Es más, estoy seguro de que ahora no recuerda a donde tiene que ir – dije burlonamente
- Si, sí, siempre pierde sus llaves o se le olvida el celular en el salón. Siempre tengo que estar trabajando de su cargador personal llevando sus cosas perdidas- respondió Diego riéndose
Luego pasamos un buen rato burlándonos de ella, no sé por qué lo hice, tal vez porque quería que me notara, aunque fuera yo muy desagradable. Pero ella se molestó porque yo estaba comparando su físico con el de un roedor, Diego afortunadamente paró con la broma y nos ofreció ir a desayunar. Yo no tenía mucho ánimo, pero estaba decidido a que si ella iba yo también lo haría.
Sin embargo, ella tenía que irse, se despidió no sin antes estrellarse con un joven que pasaba rápidamente por ahí. “Eres muy torpe Ariadne”, pensé.
Al irse Ariadne me disculpe con Diego por no poderlo acompañar. Pero ofrecí volver más tarde. Quería ver de nuevo a Ariadne. Así que fui a la práctica de futbol y luego a mi casa para bañarme, regresé a la facultad esperando poder alcanzarlos, ya era algo tarde, estaba empezando a obscurecer.
Me sentía muy emocionado e iba corriendo, no quería perder la oportunidad de ver a Ari otra vez.
Cuando iba cruzando por el pasillo que daba hacia la biblioteca una cabecita de acero con cabello ondulado se estrelló en mi pecho. “Que cabeza más dura”, pensé.
- ¡Auch! Perdón, disculpa no me fijé - dijo Ariadne, mareada y sobándose la cabeza
“¿Otra vez? Eres tan torpe Ari”, pensé, pero agradecí la coincidencia. Era como si ella hubiese ido corriendo directo hacia donde estaba yo. ¿Me estaría esperando? No creo, también iba corriendo. Parecía que se había pegado fuerte por qué no reaccionaba, quería acercarme para verla. ¿Acaso se lastimo?
- ¡Que tonta eres! Otra vez te estrellaste, y tienes la cabeza de piedra - le dije acercándola hacia mí, luego le dije – No te paso nada exagerada
Quité todo el cabello de su cara y le revisé la cabeza. La tomé de la cara suavemente pero mi intención cambió, en lugar de ver si estaba lastimada, estaba revisando su cara para ver de cerca cuanto había cambiado. Sus ojos seguían tan lindos y cristalinos que siempre, enmarcados por unas lindas cejas. Sus mejillas eran suaves y estaban ligeramente ruborizadas, “¿eso es por mí? Por favor que así sea”, supliqué. Su pequeña nariz era tan linda y redonda. Había olvidado que tenía muchos lunares o pequeñas pecas alrededor de su cara. Los estaba contando. Tenía la necesidad de querer tocar cada uno de ellos, pero luego vi su boca y sus labios rosados. ¿Acaso me iba a atrever? ¡No! Pero antes de que pudiera hacer algo así inesperadamente los ojos de ella se empezaron a nublar con lágrimas.
- ¿Estas llorando? - le dije asustado
Ella se alejó de mi agarré y me contesto que no. Pero no le creí.
Diego por alguna razón llegó a donde estábamos, nunca vi de donde llegó. No conversamos nada realmente, decidimos irnos a nuestras casas. Ella se sentía muy incómoda, lo podía sentir en su mano, pero no tenía planeado dejarla ir. Me preocupe al ver reflejado mis antiguos comportamientos suicidas en ella.
Durante el camino a la parada del autobús, Ari iba muy callada y turbada. Ni siquiera se dio cuenta cuando los coches estaban pasando rápido a su lado, tuve que jalarla hacia mí para evitar que se accidentara. Cuando hice eso, ella me abrazó y se quedó un momento inmóvil. La sentía muy abrumada así que no dije nada y correspondí su abrazo tratando de calmarla, sujetándola y haciéndola sentir segura.
¿No es esta una situación inusual? Pero no desistí.
Poco a poco sentí sus hombros relajarse y su respiración tranquilizarse. “¿Solo querías un abrazo verdad?”, pensé. Me sentí contento por ser yo quien pudiera estar ahí en ese momento, y ayudarla a consolar su corazón. ¿Cuánta angustia has pasado? Al igual que en mi caso, la enfermedad de su mama había sido solo un detonante, ella llevaba a cuestas más pesar, más dolor que se había vuelto hasta cierto punto insoportable de llevar. Y ella había encontrado en mis brazos un poquito de confort, a mí me hubiera gustado que alguien me hubiese abrazado y que me dijera que todo iba a estar bien sin juzgar nada. Solo estar ahí.
“No es una obsesión”, me dije a mi mismo. Quizá yo no era la mejor persona para ayudarla, yo mismo tenía mis propias cargas, pero quizá si era la correcta porque sabía que se sentía tener tanto dolor que no se puede decir. “Esta vez yo soy tu hada madrina”, pensé mientras la seguía abrazando.
No sé decir, con exactitud cuanto tiempo estuvimos así, pero durante ese momento ella y yo estuvimos abrazados, sin decir nada.
Fue un poco extraño, ver que ella y yo, después de tantos años pasar, siguiéramos teniendo esa conexión tan especial y propia de nosotros dos. ¿Por qué me siento así?, me pregunté. Una calidez tan familiar y dulce que ella desplegaba en sus brazos. Sin darme cuenta yo tenía recargada mi cabeza en su cabello, luego besé su cabeza suavemente. ¿Qué estoy haciendo?, me regañé.
Luego ella se movió de nuestro abrazo. ¿Acaso se dio cuenta que la besé? Estaba esperando mi bofetada, pero ella no me dijo nada. Así que le pregunté.
- ¿Ya te sientes mejor? - le dije mirándola a los ojos, sentía que el corazón se me iba a salir por los ojos, ella se veía tan tierna
Ella solo asintió, mostrándome una dulce sonrisa. Una sonrisa que recordaba muy bien y que me daba mil años de vida. Tomé su mano y me la llevé de ahí para irnos a nuestras casas por que ya era muy tarde. Quería llevarla a su casa yo mismo, pero por la hora, si lo hacía me quedaría varado sin poder regresar a la mía.
- ¿El autobús te sigue dejando enfrente de tu casa?
- Si – me contestó ella
No sé decir, si había sido el momento tan íntimo que habíamos pasado o como el viento mecía su cabello, si eran sus ojos, o el hecho de que estábamos casi solos en la parada, que me di cuenta de que ella se veía hermosa. Con cara de bobo la mire subirse al autobús, ella dijo que me mandaría mensaje, luego me sonrió con la misma sonrisa que usaba cuando era niña. Era muy linda, pero ya no era una niña. Ella era una sublime mujer por fuera, tan linda y frágil por dentro. Pareciera que ella hubiera adquirido un aura o energía especial después de que estuvimos abrazados.
Cuando llegué a mi casa estaban mi mama y mi hermano en la cocina. Yo me quedé sentado en la sala de estar, ansioso, esperando el mensaje de Ari, pasó más de una hora y nada. Me puse muy nervioso pensando que algo malo podría haberle pasado.
- ¿Mamá, me prestas el coche? - le pregunté
- Buenas noches patrón – dijo sarcásticamente Jonás - Apenas si nos hablas
- ¿Para qué lo necesitas? Ya es muy tarde Lucio – me dijo mi mama
- Es que ya es muy tarde y Ari me dijo que me mandaría mensaje, pero no lo ha hecho y ya me preocupé. ¿Qué tal si le paso algo?
- ¿Ari? ¿Quién es? Ah la chica del hospital OK OK no hay problema, pero dile a Jonás que te acompañe
- No ya no- le respondí viendo mi celular y yendo hacia mi cuarto
- ¿no vas a cenar?
- No tengo hambre, gracias - le grité y me encerré en mi cuarto
“Ya llegué. Todo OK. Buenas Noches, descansa ;)” decía su mensaje. Me molesté mucho, yo estaba a punto del colapso y ella solo puso “Todo OK”.
Así que decidí hacerle notar mi molestia. Y le mande el mensaje que decía:
“¿Llegaste hasta ahora? ¡Boba lo olvidaste!”
Pero me arrepentí de ser tan duro con ella, y le escribí de inmediato: “Buenas noches Arenita”
Esa noche soñé con Ariadne, con su cabello, sus ojos y su cara llena de lunares. Parecía un sueño tan real, la estaba abrazando y alrededor no había nada más que nosotros dos. Luego besé cada uno de sus lunares para finalmente besarla en la boca tan dulcemente que mi corazón se turbo tanto que se elevó a los cielos.
Me desperté agitado con algo más que mi corazón acelerado. ¿Qué me está pasando? Antes, esto no era una obsesión, solo pensaba en ella de vez en cuando pero no era tan inquietante, ahora después de saber que ella estaba tan cerca de mí, que había vuelto a mi vida, hasta soñaba con ella. No era la primera vez que la soñaba y no solo eso, ahora soñaba que la besaba.
La deseaba.
Yo quería algo más que sus besos, más que sus abrazos. “Tonto Lucio”, repliqué. Ella ni siquiera me ve de esa forma y yo estoy aquí con una carpa de circo en mi pantalón pensando en lo dulce que sería hacerlo con ella. “¿Cómo sería estar con ella?, eres un idiota Lucio”, me regañé.
Pero mi cuerpo me estaba pidiendo todo lo contrario. No me siento orgulloso de eso, pero esa mañana me toqué varias veces pensando en ella.
No estaba seguro de que significaba Ariadne de regreso en mi vida, pero nuestro reencuentro me daba una energía diferente, una energía que me llenaba el corazón de calidez.
Era una energía que no se encontraba en mi pila recargable. Era diferente.
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