Mi celular empezó a sonar y vibrar.
- ¿Lucio?
- Es muy temprano Diego, no inventes - lo regañé - ya sabes que odio despertarme temprano los fines de semana
- Ridículo, son las 8 am, tampoco te estoy hablando en la madrugada, ¿no tenías práctica?
- Nooo, no fui, me quedé dormido, estaba cansado, ¿Qué quieres?
- Un favor, mmm tengo una amiga, bueno creo que no te he contado de ella, es de la uní, ella necesita ayuda y quiero ver si tú me puedes ayudar
- ¿Qué quieres?
- Sangre
- ¿Eh? ¿Qué es vampira? – me reí
- No idiota, su mamá está en el hospital y necesita donadores del tipo que sea, urgente. Yo no puedo ir por que me dio hepatitis de niño.
- Ah sí, sí y que tengo que hacer o que.
- Solo ve al hospital X y dices que vas a donar sangre para la Sra. Erica Baseda y ya.
- ¿Y ya? Así nada mas
- Si, luego te paso más datos pero igual también puedes dar el nombre de mi amiga Ariadne, no sé si ella este ahí, supongo que sí, pero tambi..
- ¿Quién dijiste? Perdón sigo dormido…
- Ash, te paso los datos por SMS, ¡ya párate!
- ¿Y tú que estás haciendo? – le pregunté
- Nada
- OK, ¿vas a estar libre más tarde?
- Si me invitas a jugar Ybux caigo a tu casa – me dijo
- OK – luego le colgué
¿Ariadne?
Me giraba la pregunta en la cabeza… ¿será la misma?
Sería mucha coincidencia si se trataba de la misma persona, ¿existen las coincidencias? ¿es un asunto del hilo rojo? ¿El destino? ¿La ruleta de la vida? Etc., etc. La verdad es que no creo en esas cosas del destino ni nada parecido. Pero me picaba mucho la curiosidad saber si ella era la misma pequeña que yo había conocido en la escuela. Y si así era, ¿seguiría siendo la misma persona de la que yo …?
Brinqué de la cama y me metí a bañar rápido, fui al hospital con los datos que me dio Diego. Dos horas después ya me estaban preparando para donar sangre.
- ¿Relación con el paciente? – pregunto la “amable” enfermera
- Ninguna – respondí burlón
- ¿Perdón? – notablemente disgustada
- Amigo de la familia, ¿perdón, donde puedo encontrar a su hija?
- ¿Qué? – dijo con mirada de ¿acaso cree que me importa?
- Ok supongo que no sabe, gracias – dije sarcásticamente
- mmm, es la que está sentada en la camilla de allá – me dijo apuntando hacia una esquina sin voltearme a ver
Mi corazón comenzó a temblar de un modo extraño.
Una chica con el cabello ondulado y todo alborotado, miraba con la vista vacía y perdida hacia la nada. Yo sabía reconocer esa mirada, la había hecho ya muchas veces antes. Ella tenía la ropa sucia, pero al mirar mejor se trataba de sangre vieja en lugar de suciedad.
Al principio no pude ver bien su cara. Pero conforme me iba acercando para mirar mejor mi estomago se hacía nudos y oía palpitar más y más fuerte a mi corazón.
Me detuve antes de que ella pudiera advertirme. Ella se veía realmente pálida, me percate de que estaba donando la misma cantidad de sangre que el resto de los hombres, si seguía así seguramente se iba a desmayar.
Me tomé el tiempo para observarla, no había cambiado mucho físicamente se veía como la misma niña ligeramente alta, era muy delgada casi enferma. Pero había una cosa que no había cambiado y fue cuando me di cuenta de que se trataba realmente de la persona que yo había conocido: sus ojos.
Unos enormes y lindos ojos negros. Ahora lucían apagados, pero seguían siendo igual de expresivos. En conclusión, podía decir que ella era una versión adulta de esa niña simpática, que lucía bastante demacrada, pero a juzgar por la situación pensé que era totalmente justificable.
“Así que, si era ella”, pensé.
Yo estaba bastante cerca, pero Ariadne estaba como adormecida y no se percató de que un pervertido que estaba por ahí la miraba insistentemente.
- Joven, le voy a pedir que si ya terminó con su proceso de donación y registro se retiré al área de recuperación – me regañó la enfermera
- Si ya voy – contesté de mala gana
Afuera, esperé un rato y para no marearme me tomé mi jugo. Espere a que ella apareciera.
“Hola Ari, ¿te acuerdas de mí?” eso pensé que le diría en cuanto ella se diera cuenta de quien era yo. Me sentía un poco emocionado.
Pero tardó demasiado en salir, yo me hice tonto un momento más para esperarla. Cuando por fin lo hizo, salió tambaleándose, pensé que se iba a caer. Y lo hizo, tres pasos después de entrar al área de recuperación ella se desplomó en el suelo.
Me acerqué para ayudarla, pero también me sentía mareado.
- ¿Puede ayudarla joven, no se siente débil? – pregunto una de las enfermeras apurada por el incidente
- Si está bien – era verdad, ella no pesaba mucho, unos 55 kgs cuando mucho. No entendí como la habían dejado donar sangre y sobre todo la cantidad que donó.
La llevé de nuevo a la camilla donde se encontraba antes. De cerca pude verla mejor, si era delgada, pero no era una papa, era su ropa la que la hacía verse así. ¡Pervertido!, me regañé.
Cuando la dejé en la camilla me quedé un rato sentado junto a ella, viéndola en lo que la enfermera llegaba a reanimarla. Me dio pena su estado lastimero.
¿Esta era la misma persona que yo tanto admiraba? Durante mucho tiempo yo había casi idolatrado su recuerdo y ahora frente a mis ojos, ella se veía más frágil que cualquier otra persona que yo hubiera conocido.
- ¿Puede hacerse a un lado por favor? -me quitó la enfermera - ¿la conoce?
- Si – respondí perdido en su visión
- ¿Cómo se llama?, ¿le puede hablar por favor?
- Ariadne – dije en voz alta
Ella abrió los ojos, me sorprendí ¿no sería raro que lo primero que vería sería a mí? ¿Qué le iba a decir? “Ah sí perdón pasaba por aquí y te recogí del suelo”, pensé. Pero ella seguía igual de perdida, a pesar de estar a un lado de ella nunca notó mi presencia, ni siquiera un poco.
¿Soy invisible?, me enojé.
Pero antes de que otra cosa pasara la enfermera me corrió del lugar y ya no pude verla de nuevo.
De regreso en mi casa encontré a Diego esperándome con tortas en una bolsa.
- ¿Cómo te fue?, te traje algo – dijo alzando la bolsa
- Gracias – le dije con una sonrisa en la boca
- Gracias a ti. Ayudaste un buen a mi amiga
- ¿Por qué te interesa tanto ayudarla? ¿te gusta o qué? – le pregunté curioso, aunque en realidad no había advertido mi tono celoso en mi comentario
- Jajaja – no me dijo nada por un momento – ¡nada que ver! - me contestó
- Eso no fue lo que te pregunté – le insistí
- Pues mi novia…
- Ah si tu exnovia – me burlé un poco
- En un principio yo creía que me gustaba Elvi, pero ahora ya no sé… ya tampoco sé si tengo novia.
- No te entiendo – queriendo ahondar más
- Ariadne es muy buena amiga eso es todo, no me gusta. Ella es… es solo que es muy rara. A veces muy tímida, muy retraída, mmm ah sí si es como tú, pero en niña, pero otras veces es muy linda, es muy simpática y tierna, también es muy amable. Algún día espero poder presentártela.
- No sé por qué, pero siento que la conozco, de algún lugar solo que no la recuerdo. En fin, ¿vamos a comer? – fingí no saber para poder justificarme, pero ¡claro que se dé donde la conozco!
- Si\, ya tengo hambre.
Esa tarde, aunque pasé un buen momento con Diego comiendo y jugando Ybux, no pude dejar de pensar en ella y en las palabras que Diego usó para describirla. ¿Tímida y muy retraída? Recuerdo que en la primaria era más bien todo lo contrario, ella siempre se veía extrovertida y animada. Incluso me había hecho a mí hablar, que era el niño más taciturno de la vida, hasta yo debía reconocerlo.
Estaba de acuerdo que el paso del tiempo debía de alguna manera hacernos cambiar, en mí, por ejemplo, había hecho ya demasiados cambios. No me sentía igual que el niño que ella conoció, y a su vez, yo estaba seguro de que ella no debería ser la misma que yo conocí. Pero me costaba trabajo asimilarlo, porque para mí ella siempre había sido una especie de faro imperturbable así que era imposible que su luz propia estuviera mermada.
Aun así, puntos de su personalidad que siempre me habían gustado perduraban, seguía siendo una niña amable y tierna. ¿Simpática? ¿Qué eres un bufón?
“Un payasito adorable”, pensé.
Luego recordé de nuevo su cara apesadumbrada, cuando desfalleció, ella parecía ser muy frágil, cuando la cargué se sentía tan liviana y yo me sentí importante, porque había podido hacer algo, aunque fuera poco, por protegerla y ayudarla.
¿Eso era lo que quería?
Tal vez, dentro de mi yo anhelaba poder ayudarla, esta vez yo quería devolverle a ella algo de lo que ella me había dado cuando éramos niños. No era raro esa forma de pensar, yo ya lo había hecho con Diego, me sentía sumamente agradecido. Así que con Ariadne no sería diferente y así me decidí actuar, de agente secreto para vigilar que ella estuviera bien.
Al día siguiente me volví a escabullir en el hospital, la busqué, pero no la encontraba. Cuando por fin pude verla no me gustó lo que vi, ella estaba llorando ansiosamente, sentada en una esquina de la sala de espera. Nadie se había percatado, excepto yo, pero me escondí para que no me viera.
“No llores por favor”, pensé afligido.
Me dio mucha impotencia verla así y no tener la oportunidad de acercarme para hacerla sentir mejor o cuando menos consolarla.
Luego una voz me asustó
- ¿Lucio? ¡Hijo! ¿Qué estás haciendo aquí? – me descubrió mi mama
- ¡Ah mama! Nada, nada yo solo estaba aquí porque iba a donar sangre, - le dije nerviosamente
- No puedes estar aquí – me regaño - ¿Qué estabas haciendo? – dijo asomándose para donde yo estaba mirando y vio a Ari llorar.
No sé decir si ella nos vio, quizá sí, pero finalmente Ari salió corriendo de la sala de espera.
- ¿La conoces? - me preguntó mi mama
- Algo – dije nervioso
- Su mamá está muy enferma
- ¿Tú la conoces?
- Soy la jefa de enfermeras hijo, claro que tengo que conocer a mis pacientes. Y tú no debes estar aquí, regresa a casa. En cuanto sepa algo de su mamá o de la chica te diré.
- OK, mamá – le dije yéndome derrotado
Un par de semanas después mi mamá me dijo que la madre de Ari ya estaba mucho mejor y se le había dado de alta, así que decidí ir a la facultad para verla.
Me había convertido en un “espía” al tratar de seguirla a escondidas y verla de lejos, me arrepentí por eso. Estos días me habían servido para cuestionarme mis verdaderas intenciones, tenía tantas confusiones mentales que esperaba poder aligerarlas al verla y hablarle directamente. Quería constatar que todas mis obsesiones del pasado eran solamente eso. Si quería ayudarla, pero quizá yo no era la persona correcta. Quizá yo tenía una obsesión y no lo que siempre había tratado como un tema de amor.
Sentía que, si arreglaba esto, si aclaraba lo que ella era realmente en mi vida y me daba cuenta de que ella no había sido más que una imagen de un personaje que me invente para sobrevivir. Yo por fin iba a poder tener una sanación completa, dejado a todos los fantasmas en el pasado y viviendo mi vida mucho más libre.
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