En tinieblas.

Quisiera decir que me porté bien con el ángel que envió mi papa a cuidarme, pero he de confesar que muchas veces trataba de huir y seguir con mi acostumbrada forma de ser, haciéndola a un lado de forma muy grosera. Pero ella nunca se rindió conmigo, me sorprendía como ella era tan tenaz conmigo. Finalmente ella ganó me volví tan cercano de ella, que ya sabía cómo hacerla reír, que le preocupaba, por que lloraba, a que le tenía miedo y hasta quien era su personaje de tele favorito.

De repente me vi queriendo todo de ella, su atención, su alegría, su tiempo libre, su amistad y entre más cerquita estuviera de mí, mi corazón se  sentía menos chiquito. Cuando estaba alrededor de Ari, no me sentía triste, por eso le pedía a mi mamá que me llevara a estudiar por las tardes a su casa, aunque en realidad yo iba a verla.

Por consecuencia, mis calificaciones nunca fueron mejores, me sentía menos agobiado y más alegre. A pesar de que en mi casa manejaban ratos apesadumbrados, yo me mantenía bastante ecuánime. Pensaba que todo eso se debía gracias a mi hadita de ojitos chistosos.

En la TV vi un programa donde decían que el amor cambia a las personas. ¿Me puedo enamorar a los 10 años? ¿Qué tan grande necesito ser para sentirme así? ¿Qué edad tiene el amor? ¿No soy muy pequeño? Los niños de mi edad no piensan en eso, ¿o sí?

Decidí usar una fuente indiscutible para resolver mis dudas: ¡una novela de TV que veía mi abuelita! Pero solo obtuve más dudas. ¿Lo que siento es amor? ¿Qué es el amor? ¿Amor es besar?

Así que un día le robé un beso a Ari, solo para ver que se sentía, pero no pude contener la vergüenza y me fui corriendo. ¡Diablos! Sentía que me iba a explotar el corazón, entonces ¿si estoy enamorado?, se siente muy curioso, me daban cosquillas en el estómago.

Constantemente escribía Lucio y Ariadne en hojas de papel, luego las hacía figuritas de rana o de avión y las dejaba en su lugar. ¿Se habrá dado cuenta? Ella siempre las guardaba y luego las iluminaba. Nunca supe si un día las abrió.

Un día se burlaron de mi porque me le quedé viendo mientras tomaba agua, le sujeté el cabello para que no se mojará. No sé qué cara hice o si fue la delicada forma de ayudarla, que los demás niños se rieron de mí. “¿Es tu novia?” se reían.  Me molesté “¡Si y que, y él que se ría de ella o de mi me las va a pagar!”, los amenacé.

Desde entonces no volvieron a molestar a mi novia, jeje. Ahora todo mundo pensaba eso y yo me reía internamente. Aunque nunca le dije mis sentimientos a Ari, yo me sentía muy contento por ser su “novio de mentiras”.

No era un amor de novelas con besos y esas cosas. Yo estaba seguro de que la amaba porque admiraba a la niña que me había hecho ser un niño feliz y diferente, que me había salvado de mi peor momento y que me animaba siempre a ser mejor. ¿Es eso amor? Por alguna razón esa niña tenía motivación interna que me contagiaba, aunque nunca supe de donde la sacaba.

Un día ella le pregunté a un grupo de niñas como se le hacía para decirle a otra que te gustaba. Aunque en realidad Ari no me gustaba, yo estaba 100% seguro de que lo que sentía era amor, pero eso no se lo dije a las niñas. Ellas se pusieron muy bobas y se reían, no me decían nada concreto. Hubiera valido más preguntarle a mi abuelita, pensé.

Cuando regrese al salón, Ari ya estaba sentada en otro lugar y evito hablarme. ¿Se habrá enterado? ¿Las niñas bobas le dijeron que me gusta? Si así era, ¿debería preguntarle? Pero me sentía muy apenado y no pude mirarla, y la evité por unos días. ¿Estaría molesta? Ya casi terminaba el ciclo escolar y yo la extrañaba mucho. Quería decirle, tenía que decirle, pero por alguna razón no lo hice.

Después ella me dijo que, si podía regresar a sentarse conmigo, pero le dije que no. No porque no la quisiera de regreso, sino porque a mi mamá se le ocurrió la fantástica idea de cambiarme a otra escuela. A una más cerca de la secundaria de Jonas. Estaba muy enojado y aunque patalee, llore e hice berrinche de niño chiquito mi mama no cedió. Pronto nos íbamos a separar por completo y yo no quería tener que explicarle que ya no nos íbamos a ver nunca más.

Al terminar el cuarto grado dejé esa escuela y a la pequeña hada madrina que me había salvado.

Esta parte de mi vida, la pueden ver como si yo fuera un aparato electrónico conectado a la corriente eléctrica (mi papa) y remplazándola por una batería más pequeña (Ariadne) para luego dejarme por completo sin energía (Yo).

 

 

Las máscaras de la vida son las simulaciones que se usan para aparentar lo que uno no es.

 

 

Miedo, Aprensión, junto con mucha frustración, eran los sentimientos que me acompañaron en la secundaria, del resto de la primaria no puedo decir mucho, son irrelevantes y sentí que fueron un mal sueño.

Me habían arrancado tanto de mi interior que ya no sentía nada. ¿Por qué? Me preguntaba constantemente ¿por qué me hacían esto?, ¿por qué tenía que vivir en la soledad? ¿Por qué yo? Todo lo que me hacía hecho feliz me lo habían quitado. Estaba muy deprimido. Nadie me notaba. Ni mi mamá, ni mi hermano, la única que era buena conmigo era mi abuela y las papas sabor queso con salsa.

Si, comía muchas porquerías, a nadie le importaba y gané bastante peso. Pero, aun y comiendo las papas sabor queso con salsa que tanto me gustaban ¿Por qué el dolor no se iba?

Desafortunadamente con esta nueva imagen de un yo más obeso y enano, solo provoque más indiferencia y desagrado en los demás. Ahora soy el “porky” de la secundaria. “Pinche marrano”, “Vaca glotona” “Tripón” “gordo” “Seboso asqueroso” y “Cerdo” son pocos de los muchos mantras recitados por mis compañeros que estudiaban para comediantes.

El resto de mis compañeros, incluidas mujeres, todos sin excepción se reían de mí. Y yo sentía que me hundía más y más en mi propia miseria.

¿Por qué no me dejan en paz?

Pero entre más me alejaba para evitar sus bromas más me insultaban, más me perdía en el dolor y yo seguía comiendo más papas sabor queso. Gordo, insultos, dolor y más papas sabor queso , era un círculo interminable de sufrimiento.

Una vez soñé que me veía a mí mismo en medio de la cancha de deportes y el resto de la escuela estaba riéndose de mí, gritándome todo tipo de insultos y adjetivos relacionados con mi apariencia. El sueño era una pesadilla, pero era mi realidad ya que todos los días durante dos largos años de secundaria, tuve que soportar ser humillado inclusive golpeado por ser quien yo era.

No podía quedarme sin hacer nada, tenía un poco de fuerza todavía dentro de mí, que usaba para montar la máscara de indiferencia. Aparenté ser frío y que no me importaban los demás, que la vida me andaba sobre ruedas, así sin más, sin turbulencias, conflictos o preocupaciones.

Pero en realidad estaba muerto de miedo, triste y solo. Yo era una gran bola de grasa mentirosa, me veía al espejo y miraba a un Lucio que no conocía, no podía reconocer mi reflejo, porque era alguien falso y horrible. Me daba asco esa imagen. Y para no sentirme tan miserable, volvía a comer más papas sabor queso con salsa..

Alguna vez le quise decir a mi mamá, pobre, ella estaba inmersa en los pagos, el trabajo, su propio dolor y todo lo demás que poco podía hacer por mí. ¿Mi abuela? Apenas si podía con ella. ¿Mi hermano? Metido en su propio mundo, él a diferencia de mí, había usado la fortaleza para esconder su dolor por la pérdida de mi papa.

Cada día que pasaba me sentía más y más abrumado, más y más gordo, más y más triste. Si tan solo alguien me hubiera podido mostrar su piedad. Alguien como la tierna niña de ojos grandes. Pero no, estaba muy lejos de encontrar la redención así nuevamente. Esta vez estaba por mi cuenta, solo y tendría que salir de mi auto-compadecimiento.

Mi abuelita me habló muchas veces del amor de Dios, la veía orar y recitar rosarios enteros. Pero yo constantemente me preguntaba por qué el amor de Dios permitía que un niño como yo, ahora adolescente, pasara por todas esas constantes humillaciones y nunca veía su misericordia.

Me enoje con Dios. Me había quitado a mi padre y a mi hada madrina. Me había puesto en una escuela donde me trataban como basura y además me sentía más y más vacío.

El sueño de la cancha de deportes cambio, de pronto me vi cayendo a un obscuro precipicio del que no podía volver. Durante semanas tuve el mismo sueño y siempre despertaba asustado. No fue sino hasta que un día escuche una voz que me llamaba mientras caía.

“No escuches las mentiras que afloran en tiempos de soledad. La soledad miente. Cuando se arrastra hacia arriba, podrías estar rodeado de personas con lágrimas justo detrás de los ojos. Incluso el acto de contener las lágrimas causa dolor punzante.

La soledad dirá: “Estoy sentada aquí en una mesa para dos, sola. Y nadie ve mi dolor” Mentiras también dice: “Siempre me sentiré así. La oscuridad me vencerá cuando el sol se ponga y la muerte es mi única esperanza” más mentiras. La soledad susurra: “mi fe es débil y mi corazón siempre dolerá.

La soledad no significa “solo” o “soledad”. La soledad se siente como si nadie me entendiera; Dios no me ama; No soy digno de nada; Y no tengo ninguna fé. En lugar de escuchar las mentiras, deja que la soledad te lleve a tu redentor. No niegues tus sentimientos llenándote de cosas que no te satisfacen: relaciones vacías, comida, ropa, dinero, cosas.

La soledad quiere robarte la paz. Admitir tu soledad le permite al Señor entrar en tu vida, cuando lo dejas entrar, eres capaz de enfrentar la realidad de la soledad sin temor y avanzar en fé”

No entendía bien mi sueño, era demasiado abstracto y honestamente yo no era un conocedor del tema de Dios. Nunca me acerqué y mi madre tampoco era una fiel creyente. Es decir, claro que creía en un ser omnipotente creador de todo, pero no podía creer que un Dios así me dejará vivir tanto sufrimiento. Si Dios está en todos lados, ¿Por qué no me escucha?

Un día mi abuelita me vio revisando sus oraciones y su Biblia, y me preguntó por qué mi curiosidad:

Se lo dije así sin más: “¿Por qué Dios permite que sea tan infeliz? ¿Por qué hay tanta gente sufriendo? ¿Por qué hay gente mala? Ella me miró tiernamente y me dijo:

Toda la creación de Dios es perfecta, sin embargo, desde la existencia de la maldad, Dios solo ha querido que su creación más importante vea la verdad: que solo a través de él se puede llegar a la felicidad. Dejándonos que nosotros mismos nos demos cuenta de ello. La pobreza, los asesinatos, la infelicidad, las guerras no son producto de Dios sino de la maldad de los hombres que han sido corrompidos por la maldad.

Así tu mi niño, no es que Dios quiera que seas infeliz, cosas malas pasan, pero no eres el único aquí. Hay aún más personas que han sufrido como tu o peor. Dios no te ha quitado todo y te ha dado muchos dones mas que no has visto.

Pero no hay mal que dure cien años … si le has hablado de tu pesar, Dios no te dejará sufrir. Él te escucha siempre.

 

“Mientras esté yo aquí, nadie puede lastimarte” me dijo mi viejita, abrazándome siempre cariñosamente.

 

Lo intenté, después de todo ¿qué podía perder? Hablaba con ese ser y le decía de mis penas. Extrañamente comencé a sentirme mejor y como de cierta forma el peso de mi infortunio se iba aligerando, cuando dejaba de prestarle atención yo me sentía mejor. Cuando dejé de escuchar a los demás y escuchar mi interior yo empecé a ser menos vulnerable.

Cuando ingresé a tercero había un nuevo asesor que era psicólogo, acudí a él por curiosidad y me ayudó bastante con mi depresión, usando la psicoterapia para reflexionar sobre mi relación con mi padre, con mi madre y finalmente con mi hermano. Me ayudó a sanar mis heridas con ellos, aunque yo no les dijese con palabras directamente.

Fue muy revelador para mí, y también me dejó ver mi interés por la psicología, que se convertiría en el futuro en mi carrera profesional. Ya que, había adquirido una disposición sincera por las personas a las que les ocurriera lo mismo que me paso a mí. Yo quería dar un poquito de lo que yo había recibido también.

Fue a finales de ese último año que empecé a crecer, me volví más alto hasta llegar a 1.80 mts, me cambio la voz y perdí mucho peso. Debido a eso estaba más ligero y por consiguiente pude hacer cosas que me gustaban, como el futbol.

Curiosamente todo se fue dando como fichas de dominó en fila, al caer la primera el resto se fue dando en automático y pronto aquellos que me insultaban eran mis aduladores. Me jacté de ese hecho y seguí mostrándoles mi indiferencia de siempre. No pensaba devolverles la humillación, pero no permitiría que esos gusanos me robaran mi renovada energía.

Me sentía como si una larva que había estado podrida dentro de mi hubiera sufrido una metamorfosis y salieran alas ligeras y brillantes para convertirme en el joven que ahora era. Mucho más confiado y animado.

Entonces me sentí agradecido, con mi viejecita que me cuidó y aconsejó, con mi asesor que me explicó, pero también con mi familia a la cual perdoné. Me costó algo de trabajo entenderlo, pero yo por fin pude ver que, de cierta forma, ellos también estaban lidiando con su propio dolor.

Todos, traemos un peso a cuestas de nosotros, nos parece muy abrumadora, no le decimos a nadie porque pensamos que a nadie le importa, pensamos que nadie nos apoya o que somos intrascendentes. Pero al compartirlo, al liberarlo, al platicarlo se vuelve mucho más llevadero, hay de infiernos a infiernos, hay personas que no tienen nada que comer o donde vivir y frente a eso mis problemas son una estupidez, y contrariamente, para el rey de Etiopia soy una tragedia viviente, “hay de infiernos a infiernos” y este es el que me toco a mí.

Por alguna razón, yo estaba saliendo adelante y quería que mi nuevo yo exterior reflejara mi yo interior. ¿O había sido al revés? Efectivamente, fue al revés.

Estaba agradecido de que yo pude tener la oportunidad de sanar y que me pudieron ayudar a ser una mejor persona, un mejor Lucio.

Digamos que esta parte de mi vida era como si hubiera conseguido una batería de reemplazo, era temporal y había funcionado bastante bien.

 

 

 

 

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