Capítulo XIX: Noche de fiesta

Una de las mejores cosas de la universidad son las fiestas, sobre todo si las organizo yo. Y tenemos motivos de sobra para celebrar porque acabamos un semestre más y con excelentes calificaciones.

—Esta cerveza es buenísima. —Cojo varios packs.

Ya tengo el carrito casi lleno. Libi escoge una botellas de jugo.

—Toma unas de arándanos —le digo.

—¿Desde cuándo tomas jugo? ¿O es para preparar algún trago? —pregunta ella, metiendo dos botellas en el carro.

—Es para K.

Libi me mira como si me hubiera crecido un cuerno en la frente.

—Lo invité por cortesía —le explico—. No creo que vaya, dijo que estaría ocupado con sus cosas nerds y ñoñas.

—¿Desde cuándo sabes qué sabor de jugo le gusta?

—Pues… además de gaseosas llenas de azúcar, eso tiene en el refrigerador.

—Has tenido tiempo hasta de ver su refrigerador —agrega ella, con una risita perversa.

—¿Qué insinúas, Libi? Habla claro.

—Yo no insinúo nada, es sólo que de la mayoría de tipos con los que sales no te sabes ni el nombre, por eso a todos los llamas bombones, pero de K sabes hasta el sabor de su jugo favorito. Es sospechoso.

—Nada de sospechoso. He tenido que disminuir un poco mi ritmo con él y eso ha hecho que estemos más tiempo juntos, nada más.

—¿No te habrás enamorado?

—¡¿De K?! ¡No me hagas reír, Libi! Es un nerd, introvertido, silencioso y aburrido. Somos completamente incompatibles, sólo quiero poder follar con él y ya. Luego buscaré otro.

—¡Espera, espera! ¡¿Todavía no lo han hecho?! ¿Entonces vas con él sólo para que te nalguee y te someta? Eso es muy turbio, Lucy.

—No lo entenderías, Libi. En fin. Tenemos una relación netamente de placer mutuo, nada de enamoramiento, nada de amor.

—Espero que él también lo sepa.

—Claro que lo sabe. No soy una santa ni planeo serlo en el futuro, ni por él ni por nadie.

...〜🍓〜...

El suave zumbido de la música me hace vibrar los pies. Un amigo dj se encarga de que el ambiente sea genial en torno a la piscina. Ya ha llegado una multitud, incluso las tontas de Matilde y Rebeca. Es noche de fiesta y estoy en son de paz, pero si se les ocurre decir alguna pesadez sobre Libi, acabaran calvas y flotando en la piscina.

Por fin llegan Libi y Josh, se vinieron juntos del trabajo. A ella la saludo con un beso en la mejilla y lo mismo voy a hacer con él, pero se adelanta y me besa en la boca. ¡Y qué beso!

—¡Alguien está muy animado! —digo sin aliento.

—Debo estar a la altura de tu fiesta, Lucy.

Bebemos y conversamos los tres, lejos de la música. Libi recibe una llamada y entra a la casa para oír mejor.

—¿Me dejarás conocer tu habitación? —pregunta Josh.

Rodea mi cintura, atrayéndome hacia él. Se mueve a un ritmo lento, que contrasta con la música electrónica que nos rodea.

—Estás pidiendo mucho, eso es para los amantes súper premium.

—¿Y yo qué soy?

—Ocasional —le digo, jugueteando con su cabello—, ocasional fiestero.

Su risa desvergonzada se parece mucho a la mía.

—Eso me gusta. De hecho, me parece perfecto. —Sus labios vuelven a abrazar a los míos.

Los roza con los dientes y despierta escalofríos en mi espalda. Su lengua me invade sin gentileza, provocando a la mía a ser tan salvaje y ardiente. Pronto todo mi cuerpo se siente así, tan cálido, con tanta ropa. Me aparto para respirar y continuar la danza de nuestras lenguas cuando, al abrir ligeramente los ojos para ver a los suyos inundados de deseo, percibo una cabeza pelirroja a la distancia, flotando entre el mar de gente.

Me contraigo, ocultándome contra el pecho de Josh. Mi corazón se estremece tan rápido como el tamborileo de una banda de guerra.

—¿Qué pasa? ¿Viste a alguno de tus amantes?

—Ayúdame a llegar a la casa.

Entre risas, avanzamos abrazados, ocultando mi cabellera rubia de los ojos ámbar de K. Una vez dentro, vuelo hacia las escaleras. En mi habitación me cambio la blusa, el peinado, me lavo rápidamente los dientes y vuelvo a la fiesta.

Encuentro a K mirando unas estatuas, cuando el jaleo está a sus espaldas. Tiene un vaso de jugo de arándanos en la mano.

—Pensé que no vendrías.

—Logré desocuparme antes... Luces agitada.

Respiro por la boca y debo estar sonrojada.

—No imaginas lo cansador que es organizar una fiesta, pero al final vale el esfuerzo.

Él bebe un sorbo de su jugo, no muy convencido.

—¿Bailarás conmigo esta noche?

—¿Esa música? —pregunta con espanto. —Apenas y me coordino para caminar.

—Podemos hacer nuestra propia música entonces, una que vaya a nuestro ritmo.

Una sinfonía bucal, de besos hambrientos y lenguas juguetonas. Los escalofríos que siento con los besos de K son los padres de los que Josh me provoca. Debe ser porque ahora soy yo quien tiene el control y me gusta ser dominante. K es pasivo como una ovejita, eso me hace arder.

—¿Por qué te lavaste los dientes? ¿Qué estabas haciendo? —pregunta él.

—Comí ajo.

Nuestras bocas vuelven a unirse. Ya han saciado el fervor del reencuentro y ahora se devoran con calma, con una lentitud enloquecedora y aterciopelada, a ese ritmo nos movemos, bailando una danza que es sólo nuestra, bajo la pálida luz de la luna.

—K… Quédate conmigo esta noche, quiero tenerte en mi cama.

—¿Tu padre está aquí?

—No seas cobarde.

—No es cobardía, es respeto.

Ruedo los ojos. Mi niño bueno no tiene remedio.

—Tranquilo, no tendremos mañana un desayuno familiar. Papá viajó a encontrarse con mi madre. Están en África ahora.

—¿Qué hacen en África?

—Hacen del mundo un lugar mejor.

Nos besamos una vez más y luego le doy un recorrido por el jardín. Él no ha venido por la fiesta, sino por mí. Además, la música está bastante fuerte.

—Crecer en esta enorme mansión debió ser solitario —dice él, que vive solo en la fábrica abandonada de un barrio fantasma.

—Algo así. Le pedí a mis padres que adoptaran también a Libi, pero no quisieron. No tenían mucho tiempo para criar hijos, yo fui un capricho de mi madre y mi padre siempre la ha consentido en todo, sólo por eso estoy aquí.

—Podría ser peor, algunos nacen porque se rompe un preservativo.

No puedo evitar reír a carcajadas, hasta que pienso que tal vez esa sea su historia.

—¿Quieres ir al garaje?

—¡Dios, Lucy! Eso no se pregunta —dice, con los ojos brillantes.

Creo que no vino por mí, sino por mis autos.

En el garaje hay más de quince autos. Yo tengo dos, mamá tres, papá tres y el resto los compartimos. K pasea entre ellos, viéndolos con admiración y deseo. Cuando se topa con el Ferrari, creo que es amor a primera vista.

—¿Quieres subirte?

—¿Puedo?

—Puedes subir sobre mí, aunque todavía no lo hayas hecho, ¿Cómo no vas a poder subirte en el auto?

Lo abro para él. Algo parecido a un jadeo escapa de su boca cuando se hunde en el asiento y coge el volante. La admiración en su rostro es nueva, nunca lo había visto tan vivo y animado, nunca lo había visto tan feliz, ni tan cerca de tener un orgasmo, porque eso es lo que va a pasar, este tipo se va a correr si sigue acariciando el volante.

—¿Estás excitado?

—¡Cómo no estarlo, Lucy! ¡Es un Ferrari! De sólo imaginar cómo se oye su motor, me estallará la cabeza.

¡Dios! Me muerdo la lengua para no preguntarle a cuál cabeza se refiere.

—Enciéndelo.

Se queda boquiabierto. Sí, K, puedes jugar con el auto y puedes correrte también.

Con lentos movimientos, como si se tratara de un ritual sagrado, él lo enciende. El ronroneo lo hace jadear y es un sonido tan hermoso y estimulante. Me muerdo el labio.

—Este bebé se oye hermoso.

—Sí… ¿Ahora estás más excitado que antes?

—Claro que sí, Lucy.

—Yo también.

Sin poder aguantarme más, me abalanzo sobre él. No voy hacia su boca, no, a esa ya la conozco. Voy hacia su pantalón.

—Lucy, espera.

—No puedo, K. Este es el momento perfecto, sólo… sólo déjame probarte en este hermoso Ferrari.

Su boca se abre, pero ningún sonido sale de ella. Eso para mí es afirmación suficiente.

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Lucy sigue de negacionista 🤭🤭🤭

¿Accederá K a sus sucios deseos? 😏😏😏

¿Tendrán su primera vez en el Ferrari? 🥵

¿Estará el chofer cerca? 👁️👄👁️

¡Gracias por leer!

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