Amor, Mentira Y Algo Más
Amar a alguien puede ser tan dulce como devastador. Y yo aprendí la lección de la peor manera: entregué mi corazón a alguien que no estaba preparado para cuidarlo.
La empresa de mi padre se dedicaba a la moda; sus atuendos eran los más lujosos y caros del mercado. Sin embargo, la compañía había caído en quiebra: la corporación Barbie había estado muy activa, y habíamos perdido clientes importantes. Para salvar la empresa, mi padre y el dueño de aquella corporación decidieron fusionar ambas compañías. Cuando su hija y yo nos casáramos, ambas familias se beneficiarían.
Sus padres eran ricos, provenientes de Asia. No conocía al hombre, ni sus necesidades, ni cómo pensaba. Yo, en cambio, provenía de una familia europea conocida desde hace generaciones por su estilo y elegancia.
El padre de Aslan entró a la habitación con paso firme, apoyando una mano sobre el marco de la puerta. Había algo en su mirada, una mezcla de orgullo y preocupación que Aslan conocía demasiado bien.
—Hijo, esto debe funcionar —dijo, interrumpiendo los pensamientos que se agolpaban en la mente de Aslan.
Aslan ajustó la corbata frente al espejo, evitando la mirada directa de su padre.
—Espero que sí, padre —respondió, con la voz apenas un susurro.
Su padre dio un paso más hacia la habitación, y por un instante reinó un silencio cargado de tensión. Luego habló de nuevo, esta vez con un tono más suave:
—Recuerda… la cena para conocer a la chica es a las ocho en el restaurante Beigin del centro.
Aslan asintió levemente, mientras la presión de todo lo que se esperaba de él comenzaba a asentarse. La cena no sería solo un encuentro familiar: también estaba la entrevista de prensa para anunciar el matrimonio.
No era simplemente un compromiso sentimental; era un evento cuidadosamente calculado que cerraría meses de negociaciones y planes familiares.
La hora de la cena finalmente había llegado. Aslan respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos antes de enfrentarse a la situación. Tomó las llaves del auto con un ligero temblor en los dedos, como si cada decisión estuviera cargada de peso.
Subió al auto y se acomodó en el asiento, revisando mentalmente todo lo que debía decir y cómo debía comportarse. El tráfico del centro parecía moverse con una calma irritante, obligándolo a concentrarse en cada detalle de su propio nerviosismo.
Cada semáforo, cada giro, era un recordatorio de lo que le esperaba: la familia de Aiko, las miradas, las expectativas y, sobre todo, la obligación que sentía de cumplir con algo que apenas entendía.
Cuando llegaron al restaurante, Aslan miró a su padre por un instante antes de caminar hacia la mesa donde lo esperaban todos. El lugar estaba iluminado con una luz cálida que suavizaba un poco la tensión que sentía, pero aún así su corazón latía con fuerza.
—Mucho gusto, mi nombre es Aslan Novák —se presentó, extendiendo la mano mientras tomaba asiento.
—Es un placer conocerte, hijo —respondió el señor con una sonrisa cordial.
Aslan inclinó levemente la cabeza mientras estrechaba su mano.
—La alegría es mía —dijo, notando la formalidad que impregnaba aquel encuentro.
—Hola, mi nombre es Aiko Min —la chica se presentó con una voz suave, y ambos tomaron asiento frente a sus acompañantes.
Aslan sonrió levemente y rompió el hielo:
—Dime algo… escuché que eres buena en el patinaje. ¿Es cierto? —comentó mientras tomaba un sorbo de vino.
—No creo que sea buena, solo sé al oficio —respondió ella con modestia—. Pero me gusta el patinaje sobre hielo, es divertido.
—Me gusta, aunque no soy muy bueno —sonrió Aslan, dejando escapar una risa ligera—. Una vez intenté hacerlo, pero me tropecé y me lastimé la cabeza. Aquí —echó un mechón de cabello a un lado, mostrando una pequeña cicatriz—. Desde entonces, no volví a intentarlo.
Ambos compartieron una sonrisa, cómplices por un instante de algo simple y humano.
—En unos días será mi presentación para el Grand Prix —dijo ella, bajando un poco la voz, casi tímida.
—Ah, me parece perfecto. Ahí estaré —respondió Aslan, y ella le devolvió una pequeña sonrisa que parecía guardar secretos.
Hablaron de sus gustos y aficiones, de cosas simples, mientras la cena avanzaba. Pronto llegó el momento de despedirse.
—Fue un placer conocerlos a todos —dijo Aslan, levantándose de su asiento con un gesto elegante.
—Nosotros nos retiramos —anunció su padre, guiándolos hacia la salida.
Al dirigirse a su auto, su padre lo detuvo con un comentario breve pero cargado de intención:
—Tu madre llamó —dijo, mientras Aslan solo giraba la cabeza, sin mirarlo.
—No me interesa —respondió con firmeza—. Iré con Karl al bar.
—No llegues tarde a casa —advirtió su padre antes de subirse al auto.
—De acuerdo —susurró Aslan, y aceleró hacia su destino.
Al llegar al bar, bajó del auto y entró, buscando el familiar olor a alcohol y risas contenidas.
—Hola, Lam —saludó mientras se acomodaba en la barra.
—Hola, Aslan. ¿Lo mismo de siempre? —preguntó el camarero con una sonrisa.
—Sí —respondió, recibiendo su bebida—. ¿Karl aún no llega?
—Creo que está por ahí —dijo Lam, señalando hacia la zona V.I.P.
Aslan se levantó y se abrió paso entre la multitud.
—¡Ey, amigo! —llamó al ver a Karl, que lo esperaba con esa sonrisa que siempre parecía desafiarlo.
—Hola, Aslan. Te tomó tu tiempo —dijo Karl mientras Aslan se sentaba frente a él.
—Lo siento por la demora —respondió con una sonrisa ligera—. Ya sabes por qué.
Karl giró el rostro, sonriendo con complicidad.
—Solo es un juego —murmuró.
—Ojalá fuera un juego —dijo Aslan, tomando un sorbo de su bebida.
—Vamos arriba —propuso Karl, y juntos subieron hacia las habitaciones.
Al entrar, Karl se acercó con decisión, intentando besar a Aslan. Él apartó el rostro.
—¿Por qué me rechazas ahora? —preguntó Karl, un poco molesto.
—Estoy metido en un compromiso ahora, Karl —respondió Aslan, tratando de mantener la calma.
Karl lo tomó de los hombros y lo empujó suavemente sobre la cama, subiéndolo encima y empezando a besar su cuello. La sensación era intensa, pero Aslan sabía que no podía dejar que continuara.
—Detente, Karl, por favor —dijo, apartándolo con cuidado—. Esto no puede ser.
—De acuerdo… si ibas a hacer esto, debiste decirlo desde el principio y no jugar conmigo —replicó Karl, molesto—. Me largo, soy mejor que esto.
Tomó sus cosas y salió de la habitación. Aslan quedó solo, tirado sobre la cama, con el corazón acelerado.
—Le estoy haciendo daño —susurró, acomodándose en la almohada y mirando el techo, sintiendo el peso de sus decisiones.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 30 Episodes
Comments
Yolanda Carau
Esta bonita
2021-07-17
1