ALONE
^^^“Como a nadie se le puede forzar para que crea, a nadie se le puede forzar para que no crea.„^^^
^^^Sigmund Freud.^^^
—¡¿Qué dijiste?!— gritó furioso.
—N-Nada...— susurré bajando la mirada. Este hombre me daba mucho miedo, cada que estaba con él temía decir o hacer algo equivocado que pudiera enojarlo y hacer que explotara, ¿lo peor? Era mi padre.
Me miró y yo no pude hacer otra cosa más que mantenerme cabizbajo y guardar silencio, ¿ya dije que este hombre me da un terror de muerte? Le tenía tanto miedo y con justa razón, este hombre no era nada más y nada menos que el asesino serial al que la policía tanto buscaba, y yo, por desgracia, no tuve otra opción más que ayudarlo con esas muertes ¿por qué? Porque temía ser el siguiente.
—Discúlpate, Nathan.— dijo y pude adivinar que tenía la mandíbula encajada, intentando evitar que me golpeara.
No tenía madre, o bueno, sí la tenía, pero eso mismo: tenía; mi padre la mató porque cometió el error de levantarle la voz mientras yo estaba presente, la apuñaló hasta el cansancio, lo que único que pude hacer fue ver cómo la vida se escapaba de los hermosos ojos de aquella que en su momento fue mi madre. Siempre hizo lo mejor para mí, lo dio todo por mí e incluso cubrió varios de mis errores diciendo que eran suyos, ganándose golpizas de mi padre mientras me encerraba en mi habitación bajo mi cama. Un cobarde, lo sé, pero ¿qué esperaban que hiciera un niño de ocho años contra un hombre de treinta y seis?
Ese día fue el peor de todos, o bueno, el peor hasta que aquello ocurrió...
—L-Lo siento, papá.— susurré comportándome como un sumiso. Pero ¿qué más podía hacer? Lo único que quería hacer era que mi padre fuera feliz y estuviera orgulloso de mí, sin mencionar que también lograba darme otro día de vida, porque si fue capaz de matar a mi madre, su esposa, la mujer que siempre amó, ¿quién me daba garantía de que yo no sería el siguiente? Nadie.
—P-Por favor... D-Déjenme i-ir...— suplicó la mujer en el asiento de atrás.
La miré de reojo, con lástima, no me gustaba esa triste mirada que ellas me daban, me rompía el corazón, como si se tratara de mi madre. Y de verdad quería ayudarlas, no quería que murieran por algo por lo que no eran culpables, pero ¿cómo? Era un niño y no tenía nada especial, aún me estaba desarrollando y no era lo suficientemente fuerte, y jamás lo sería contra ese hombre... Pero soñaba con serlo, para defenderme de él y acabar su matanza... Soñaba...
—Cállate.— dijo él, y por su tono sabía que estaba a punto de enfadarse.
Por favor, no hagas nada, guarda silencio.
La miré suplicante, transmitiéndole esas mismas palabras por mis oscuros ojos. Pero ella no entendió, ¿quién podía culparla? Ni yo entendería razones de estar en su lugar, de hecho, creo que estaría peor que ella si no conociera a mi padre... O por lo menos, creyera conocerlo.
—Por f-favor... N-no le diré a n-nadie...
—Dije que te callaras.
Concentré la mirada en mis manos. Ser su hijo era un reto constante, siempre satisfaciéndolo para sobrevivir, simplemente por mera sobrevivencia, no porque quisiera, no por amor a él...
—¡Policía, alto!
Estábamos llegando a casa, pude escuchar el suspiro de alivio por parte de la mujer y el gruñido frustrado de mi padre. ¿Sería verdad? Un policía se nos acercó, con el arma apuntando a mi padre, mirándolo fijo, calculando sus movimientos, hasta que abrió la puerta del conductor y obligó a papá a salir del auto; otros dos se acercaron y abrieron tanto mi puerta como la trasera.
No vi al oficial, mantenía mis ojos en mis pies, ya era una costumbre cuando estaba en presencia de mi padre, y supongo que la tendría por un largo tiempo. Sujetó mi brazo y me obligó a verlo a los ojos, eran azules, bonitos y demostraban ternura hacia mí ¿por qué? No tenía nada especial, era del alto promedio para mi edad, delgado, ojos cafés y cabello castaño claro. Nada especial ¿cierto?
—Estarás bien, amigo.— dijo intentando sonar tranquilizador. Más policías se nos acercaron junto a un par de enfermeros, otros dos estaban con la pobre chica, me sentía culpable con ella.
—¿Estás herido?
—¿Todo bien, campeón?
Esas y más preguntas me hacían, pero yo sólo tenía una sola en mente, una que me perturbaba y me atormentaba.
—¿Qué pasará con mi papá?— pregunté mirando solamente al oficial de los ojos azules.
—No te molestará más, hijo.— contestó suavemente, analizando mi rostro— Se irá lejos y por un largo tiempo.
Asentí mirando a mi padre, quien estaba a varios metros de distancia, dentro de una patrulla, observando a la nada. Sentí lástima por él porque, ¿quién era culpable de nacer con esa falla en él? Nadie, tampoco él. Pero si recordaba todo lo que había pasado con él y lo repetía una y otra vez... Honestamente sentí un alivio en mí que nunca creí que podría crecer en mí, algo totalmente relajante, como un consuelo, un arrullo. Lo único que se me ocurrió hacer fue abrazar a aquel hombre, aquel desconocido que me había dado la mejor y al mismo tiempo peor noticia; mejor porque por fin me había librado de él, podría estar tranquilo sin necesidad de preocuparme, y la peor porque... Me quedaría solo, ya no tenía a mis padres y tenía miedo de lo que podía pasar, ¿quién cuidaría de mí a partir de ese momento? No quería ir al orfanato, me encariñaría con los otros niños para después tener que despedirme de ellos porque habían sido adoptados. Mejor no, preferiría no tener que pasar por todo eso... Pero... ¿Qué pasaría conmigo? ¿Cómo iba a salir de esta? Mi padre iba a parar a la cárcel por muchos años por todas esas muertes, mi madre estaba muerta y que yo supiera no tenía más familiares. Pero en ese momento no quería pensar en nada, sólo quería seguir abrazado a este extraño de ojos azules hasta que me diera cuenta de lo que me esperaba.
Porque, ¿quién querría a un niño como yo?
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Comments
María Ochoa
Es una pena esta novela cuando mas interesante esta termina todo queda ala mitad incompleta no esla forma de terminar
2022-05-04
0
Facundo Guzmán
hh
2021-06-26
0