04

^^^“Nuestro rencor proviene del hecho de haber quedado por debajo de nuestras posibilidades sin haber podido alcanzarnos a nosotros mismos. Y eso nunca se lo perdonaremos a los demás.^^^

^^^Emil Cioran.„^^^

Me golpeó, el muy hijo de perra me golpeó, lo miré fríamente y no lo pensé antes de devolvérselo, logré tumbarlo al suelo y ahí lo dejé, si lo golpeaba más, lo único que lograría es que toda esa rabia fluyera a través de los golpes hasta dejarlo inconsciente o muerto, quería hacerlo, me moría por ello, pero no debía, para mi mala suerte. Me sorprendía que no hubiesen entrado ya, pero bueno, al menos me dejaron devolverle lo mínimo que se merecía.

—Eres igual a tu madre.— exclamó sobando su pómulo, el lugar exacto donde lo había golpeado.

—Puedes decirlo como si te diera asco,— dije poniéndome de cuclillas hasta ponerme casi a su altura— pero yo estoy orgulloso de ello, de ser igual a ella en vez de ser como tú.

—¡¿Qué tiene nada de malo ser como yo?!— gritó frustrado. Es una broma ¿cierto? Díganme que no fue lo suficientemente idiota como para decir una estupidez como esa.

—¿Enserio lo preguntas? Pues todo, imbécil, todo está mal contigo.— contesté sin medir mis palabras. Me puse de pie y volví a tomar asiento en esa fría e incómoda silla.

—Vuelve a golpearme,— decía mientras se ponía de pie también, a duras penas, pero logró llegar a su silla— y te mato.

Sonreí burlón, era la primera vez que sonreía en ese lugar, al igual que frente a él.

—Claro que no.— repuse burlón, riendo por lo bajo.

Frunció su ceño por mi actitud. Ah, si este hombre supiera.

—¿Por qué lo dices?— preguntó confundido.

—Porque si lo intentas, si haces el más mínimo intento de ello,— volví a reír antes de volver a poner mi rostro serio— te aseguro que te mataré primero.

Por un segundo, aunque fuera eso, un segundo, pude ver temor en sus ojos, lo que hizo que sonriera otra vez. Se recuperó y todo su rostro se volvió frío.

—No serías capaz.

Rodé los ojos.

—Te crió una buena familia, en un buen vecindario y…— lo callé con la mirada.

—Se te olvida un pequeño detalle.— dije tranquilo, tanto, que creo que asusté más a mi padre. Esto era tan divertido. Devolverle aunque sea un poco de lo que él me dio— Soy tu hijo, tengo tu instinto asesino, por lo que… Intenta matarme y serás tú quien caiga primero.

¿Acabo de…

Diablos, este lugar me está afectando.

Seguí con mi actitud indiferente, esperando a que contestara algo porque se quedó sin palabras, de broma y no deja la boca en el piso. Pero bueno, al menos cambié y no sigo siendo ese niño sumiso que le temía, gracias a Dios cambié y podía hacerle frente, devolverle una de muchas que hizo y que sintiera al menos un poco de lo que tanto como mi madre, esas chicas y yo sentimos mientras estuvimos con él.

—Cuando quede libre, ya veremos si las cosas son como dices.— vi la malicia en sus ojos mientras decía esas palabras. ¿De verdad era tan loco como para querer matar a su propio hijo? ¿No le bastaba ya con haber matado a su esposa? Creo que no.

—Si es que logras salir.— corregí fríamente.

—Más respeto.

Me puse de pie, él también.

—Eso lo perdiste el día que nací.— contesté.

Esto ya se volvió muy dramático para mi gusto.

—Entonces debí matarte a ti también.— dijo más para sí mismo que para mí. Rodé los ojos.

—Sí, tal vez debiste matarme, pero no lo hiciste.

—Eres mi hijo, Nathan…

—¡No soy nada tuyo!— grité repentinamente furioso. Bien, en estos momentos me sentía algo bipolar cambiando de humor tan rápido.

Me empujó hasta arrinconarme en la pared y presionar mi cuello con su brazo, intentando asfixiarme. Conque con esas estamos.

—Vuelve a decir eso y te irás con tu madre.— amenazó. En cuanto la nombró, no sé qué me pasó, pero algo en mí despertó y lo empujé con todo lo que tenía, cayó al suelo (de nuevo), mirándome sorprendido. Supongo que las personas de aquí no le dan mucha pelea, pues malas noticias, era su hijo y no me iba a rendir tan fácilmente.

—Bien, hazlo, estoy ansioso por verla.— repliqué alzando ambos brazos, exasperado.

Rió como un verdadero demente, estaba loco, hasta su risa lo delataba.

—Estoy ansioso por agregar a mi hijo a mi lista.— rió.

Suspiré y conté hasta diez.

Él está loco, no le hagas caso.

Pregunta del millón de dólares: ¿qué tan enfermo debes estar como para querer matar a tu hijo?

Que alguien responda porque ni yo mismo sé y estudio psicología.

—Veamos quién mata a quién ¿sí?— me puse la capucha de nuevo, ya tenía pensado irme. Miré el vidrio por un momento y luego volví mi vista a los ojos de mi padre, estaba delirando en esos momentos ¿tomaría su medicina?

Salí de ahí, dejándolo en el suelo y volviendo a mi fría seriedad con la que había llegado. Los dos guardias entraron instantes después para llevarse a mi padre, los vi llevárselo y cómo él me miraba con locura, como si fuera su nueva obsesión. Rodé los ojos y sentí una mano en mi hombro, volteé y era Alexander seguido de Cris, ambos me miraban ansiosos; supongo que creerán que estaba fuera de mí estando ahí dentro.

—Lo hiciste bien.— sonrió Alexander y Cris lo miró con el ceño fruncido, estaba tan perdido como yo— Otras personas hubieran llegado a golpearlo hasta el cansancio, pero tú no, casi ni te alteraste, excepto por esos roces, pero lo hiciste bien para ser la primera vez que lo ves después de todo este tiempo.— explicó tranquilo.

Asentí mirando en dirección a donde se habían llevado a mi padre, qué estúpido, primera vez que me veía luego de su arresto y esas incoherencias fueron lo primero que dijo. Dios, qué loco era el mundo.

Alexander se atrasó un poco, dejándonos a Cris y a mí adelantarnos un poco. Nunca en mi corta vida me había sentido incómodo con él, era más bien todo lo contrario, y que él me viera así… No sé, me sentía expuesto y ansioso porque no sabía cómo reaccionaría al verme del otro lado del cristal.

—No sabía lo de tu madre.— dijo tímido.

Lo miré de reojo y sonreí ladino.

—Nadie lo sabía, la mayoría solo tenían sospechas.— contesté sin detener el paso.

—¿Lo viste?— me detuve en seco, él igual y nos observamos mutuamente. Suspiré al notar que Jhonny estaba a unos metros de distancia, observándonos con interés.

—Sí, Cris, lo vi, lo escuché…— aparté la vista de sus cristalinos ojos.

Asintió y continuamos hasta poder salir de ese sofocante lugar, esperamos a Alexander y nos fuimos de ahí. Tomé una gran bocanada de aire limpio apenas salí de ese lugar, llenando mis pulmones de fresco aire; nos dirigimos al auto y subimos, respiramos profundamente al mismo tiempo, mirándonos divertidos y sin poder evitar soltar una carcajada por la coincidencia.

—¿Mejor?— preguntó Alex mirándome.

Me encogí de hombros, indiferente.

—Algo, — respondí, observando el enorme edificio por la ventanilla— aunque me hubiera gustado dejarlo en el suelo.

Rió y me miró dulce.

—Me hubiera gustado ver eso.— bromea sonriendo.

Sonreí ladino y nos fuimos de ahí. ¿Por qué presentía que no iba a ser la última vez que vería a mi padre?... Padre… Recordé cuando dije que Alexander era mi padre de una forma indirecta, lo miré de reojo y estaba tranquilo, satisfecho, mirando al frente mientras conducía. Uff, al menos no tendría que lidiar con eso, podría dejar descansar mi mente en el trayecto. No me di cuenta cuándo me dormí, pero sí sé que estaba algo lento cuando bajé del auto, quería irme directo a la cama, pero sabía que no podría, debía comer algo antes o sino despertaría en medio de la noche con un estómago hambriento.

Al parecer Cris también se durmió porque estaba igual de idiota que yo, cosa que me hizo reír por lo bajo, sobre todo cuando tropezó y casi se cae de cara al piso, me miró con reproche y yo seguí riendo mientras íbamos a la puerta. Lo peor de todo es que mañana tendría clases y no podría faltar, tenía que presentar las parciales y no podía faltar ningún día. Odio estudiar, pero es lo único que podía hacer para obtener mi diploma y mi título.

—Oh, hola.— saludó Linda desde la cocina, sonriéndonos dulcemente.

Cuando su mirada se topó con la mía, la suya cambió a una preocupada ¿y la mía? A una indiferente. No era necesario que se preocupara tanto, todo fue relajado a cómo me imaginé que sería desde el inicio.

—¿Cómo les fue?— preguntó con un dejo de angustia.

Alexander rió alegre, llamando su atención, y respondió:— Mejor de lo que creí. Nathan es increíble.— lo último lo dijo mirándome orgulloso.

Me preguntaba qué habría esperado de mí hoy, ¿que me echara a llorar? ¿que me dejara intimidar? ¿que saliera huyendo de ahí lo más rápido posible ante cualquier cambio de humor en ese hombre? Ni idea, de verdad que no tengo ninguna. Sonrió y me revolvió el pelo, ganándose una mirada de reproche por mi parte y una risita por parte de Linda y Penny quien acababa de aparecer.

Estaba anocheciendo, el tráfico estaba del asco, por lo que fuimos directo a cenar, estábamos muriéndonos de hambre, y sueño por parte de Cris y yo.

—¿Cómo estuvo todo?— preguntó Linda de nuevo con curiosidad.

Mi mirada se posó en Cris, quien se tensó al instante. Me preocupaba que quedara traumado por ir hoy a la prisión, aunque fuera por un corto tiempo, pero eso era suficiente para atormentar a una persona, sobre todo a alguien tan cariñoso como él.

—Normal, como siempre.— respondió Alex por los tres. Luego me miró para que también hablara, estaban al tanto que de niño iba a la cárcel por papá.

—No ha cambiado nada.— contesté encogiéndome de hombros. ¿Por qué la comida me parecía lo más interesante ahora? Ah, sí, ¡porque no quería hablar de mi pasado! ¿Tanto cuesta entender eso? No, obvio no.

—¿Cómo te fue con él?— ¿es que Linda no entiende cuando alguien está incómodo y no quiere seguir hablando?

Volví a encogerme de hombros, esta vez sin responder. Fue Cris el que lo hizo, volviendo a su yo inmaduro:

—Lo golpeó.— contestó emocionado. Sonreí leve.

—¿Enserio?— exclamó ella atónita.

—Sí, cariño, podríamos decir que le demostró de lo que es capaz.— continuó Alex igual que Cris. Cuando ambos estaban así, comportándose de forma inmadura, se podía ver claramente que sí eran padre e hijo.

Linda rió dulcemente y así continuó la cena, ellos hablando sobre lo pasado y yo, queriendo ir a encerrarme a mi habitación, me distraje haciendo reír a Penny, haciendo que ignorara la conversación de los otros. Cuando terminamos, Linda se dedicó a limpiar los platos, Cris y Alex se dispusieron a ver un partido de fútbol, mientras yo me encargaba de subir a Penny y llevarla a dormir.

—¡Léeme un cuento!— exclamó con su típica voz chillona.

Sonreí y la acosté en la cama, busqué en la repisa llena de cuentos de hadas y encontré su favorito, Peter Pan, siempre hablaba sobre ser una niña perdida. Me senté al borde y se lo leí, antes de terminar ya estaba dormida, sonreí de nuevo y la cubrí con su manta, dándole un beso en su frente y saliendo de su habitación sin hacer ruido. Fui a mi habitación y me sorprendí al encontrar a Cristopher en ésta, sentado en mi cama, cabizbajo, se notaba su tristeza; fruncí mi ceño y cerré la puerta tras de mí.

—¿Qué pasa, Cris?— pregunté sentándome a su lado.

Me miró y pude ver sus ojos llenos de lágrimas.

—¿Cómo lo haces?— su voz entrecortada por el llanto.

¿De qué hablará ahora?

—¿Qué cosa?— inquiero confundido al mismo tiempo que voy a y me siento a su lado.

Respiró profundamente, desviando la mirada por un momento para luego volver a conectarla con la mía.

—Soportar toda esta mierda sin que se note cómo estás verdaderamente.— suspiré y lo abracé de lado, él ocultando su rostro en la curvatura de mi cuello y rompiendo en llanto.

Sabía que si él iba a ese lugar no lo soportaría y se rompería, no está hecho para esto, para soportar los tragos amargos y caer en la cuenta de que la vida no es como tú piensas o como tú la planeas. Sino que hace lo que le venga en gana contigo, viendo si te quiebras con facilidad o si eres capaz de soportarlo, jugando a veces a tu favor y otras en tu contra, jugándote malos momentos, otros inolvidables, felices, insoportables, los peores y los mejores; obligándote a dar lo mejor de ti en cada momento sin bajar la guardia, porque cuando sabes que eres feliz, sabes que es porque el destino está conspirando para traerte lo peor, la bomba que logre quebrarte y hacer que te des por vencido… O al menos, así es cómo yo la veía, porque así me pasó: era feliz, de niño, mucho antes de las muertes, jugando con mis padres y disfrutando cada momento… Hasta que el alcohol y las drogas llegaron a la vuelta de la esquina y mi padre las hizo parte de la familia, provocando su constante ira y abuso sobre mi madre y sobre mí, hasta que finalmente mató a mi madre y solo quedé yo para soportar todo ese infierno; hasta que ese día llegó y Alex me salvó, me salvó de seguir aguantando esos días tan oscuros que llegué a pensar que jamás volvería a ver la luz, la luz de las personas.

—No es fácil, Cris, pero…— ¿cómo explicárselo? Ni yo sabía la respuesta a eso— Supongo que con el tiempo te acostumbras y… Simplemente sigues adelante.

Se separó y me miró fijamente, asintiendo con su cabeza ante mis palabras, sopesándolas.

—Prométeme que nunca te irás.— susurró.

Sonreí de medio lado, mirándolo con ternura. Me recordó a esa noche…

—Llegué.— dije dejando las llaves en la mesita cerca de la puerta. Todo estaba en silencio, era de noche, acababa de llegar de la casa de Seb, tenía diecisiete años y estaba agotado; el día anterior no pude ir al instituto porque Penny enfermó y me ofrecí a cuidar de ella, (ella tenía nueve años) por lo que tuve que faltar y hoy en la tarde fui a casa de mi amigo a pedirle los apuntes.

Mañana tendría examen de química y luego de física, una tortura, pero debía estudiar, por suerte no era nada nuevo que debiera añadir a mi cerebro, lo que contendrían ambos exámenes ya lo sabía y me había preparado para ello.

Subí a mi habitación en silencio, no quería despertar a nadie, seguramente estarían igual o más cansados que yo. Cuando estaba por cerrar me di cuenta de que Cris se hallaba sentado en mi cama, abrazando sus piernas y se oían sollozos y respingos. Él tenía trece. Cerré la puerta y me le acerqué con el ceño fruncido, ¿qué le habrá pasado?

—¿Qué pasa, Cris?— pregunté frunciendo el ceño al tiempo que me sentaba a su lado.

Me miró y la tristeza en ellos me rompió el corazón.

—Unos chicos…— comenzó, su voz se quebraba y respingaba— Me dijeron que…

Por cómo me mira presiento que tiene que ver conmigo ¿Qué le habrán dicho esos mocosos? ¿Qué le dijeron como para dejarlo así? Pacientemente, esperé.

—Que tú eras…— oh, no— Eras hijo de un… Asesino…

Suspiré y rehuí a su mirada, me daba vergüenza verlo, ¿con qué cara lo vería ahora? Sabía que este día llegaría, que en algún momento sabría la verdad, pero… ¿Tan pronto y tan de repente? Me vería con otros ojos, ya no de la misma forma que antes y eso me preocupaba, no quería perderlo a él, es lo más cercano que he tenido a un hermano y le tengo mucho aprecio, no sé cómo lo sobrellevaría si de ahora en adelante me dedicara miradas de desprecio u odio, culpándome por algo que no pedí ser.

—¿Lo eres?— preguntó Cris, sentía su mirada en mí— ¿Nathan, eres hijo de ese hombre?

Suspiré aun con mi mirada gacha, este niño me veía como su héroe y ahora ¿cómo me vería? ¿un monstruo? ¿o el hijo de uno? Me daba miedo la posibilidad de ser despreciado por él, era lo más cercano que tenía a un hermano y no quería perderlo por quién era mi padre.

—¿Qué importancia tiene eso ahora?— inquiero inexpresivo, mis codos en mis rodillas y mis manos hechas puños.

—Respóndeme. — suplicó.

Suspiré de nuevo y lo miré con tristeza, se sorprendió tanto de verme así que por un instante fue él quien rehuyó a mi mirada.

—Sí, Cristopher.

Esperé su desprecio y que me dijera las peores barbaridades e incluso que me golpeara, no se lo reprocharía, tenía todo el derecho al yo ocultarle ese secreto. Pero mi sorpresa fue mayor cuando sentí sus brazos rodeándome en un cálido abrazo.

—No me importa.—dijo— Aun así eres y seguirás siendo mi hermano.

Sonreí ligero, no podía creerlo, y sin contenerme lo abracé, él siguió llorando en mi hombro, empapando mi camiseta con sus saladas lágrimas. Pasaron las horas y nosotros seguíamos abrazados, sólo pensaba en lo agradecido que estaba por tener a Cris como hermano, aunque fuera adoptivo. Quería matar a los chicos que me delataron y no tuvieron consideración con él, sabiendo lo sensible que es, por más que se hiciera el fuerte, era evidente que podía salir herido si decías las palabras indicadas.

Se separó de mí y me miró fijo, casi suplicante, cosa que no entendí, hasta que habló:— Prométeme que nunca te irás.—

Sonreí al recordar aquello, ese niño ahora era este muchacho que tenía frente a mí y me hacía la misma petición, sus ojos reflejando la misma súplica que en esa noche hace tres años. Lo miré con dulzura y limpié las lágrimas de sus mejillas; le respondí lo mismo que hice esa noche:

—Lo prometo.

Esa noche Cris durmió conmigo, como esa vez hace tres años, y tal y como fue, tuve que abrazarlo para que se calmara hasta que se quedó dormido. Después de eso pensé que mi vida seguiría tranquila, como siempre había sido cuando me adoptaron… Estaba muy equivocado.

—Se presume que Paul Longsbery pueda quedar libre bajo palabra…— apagué el televisor con enojo.

Sí, el caso de mi padre seguía abierto y seriamente estaban pensando si dejarlo libre o no. El primer mes no fue bueno para mí, ya que esa era la noticia de todos los días, las personas se me quedaban viendo al pasar, lo mismo sucedía en el campus… Y eso me traía tantos recuerdos que era mejor dejarlos así, como recuerdos. Pero lo que de verdad fue peor, fue el día en que me enteré…

—¿Vemos una película?— exclamó Alexander animado.

Era viernes de película, así que no comprendía su pregunta, pero igualmente aceptamos y nos sentamos en los sofás, o bueno, se sentaron porque mi lugar era el sillón. Ya ni me acuerdo de qué película era, sólo recuerdo que la habían cortado por un avance en las noticias…

—Paul Longsbery fue liberado esta mañana, un hombre inocente y culpado injustamente por fin puede volver a tener una vida…— decía la mujer del noticiero.

Qué mentira. Antes de que continuara con su mentira me puse de pie y salí de ahí, directo a mi habitación, lo bueno fue que no vinieron a hostigarme con preguntas o a obligarme con su presencia. Recuerdo que esa noche rompí muchas cosas de mi habitación, cosas reemplazables por supuesto, casi sin valor para mí.

Lo que más me extrañó fue el repentino comportamiento hostigante que después recibí de Alexander y Linda, como si me despreciaran, eso continuó por dos meses, no entendía su actitud, y al parecer, Cristopher tampoco, él era el único que me trataba bien en esa casa ya que no dejaban que Penny se me acercara. Todos los días me trataban con frialdad y no me dirigían la palabra para otra cosa más que para regañarme…

—¿No puedes hacer nada bien o qué?

—¡Eres un inútil!— esos y más comentarios me hacían, decían cosas muy hirientes y…

Una noche, no lo soporté más y me fui sin que nadie se diera cuenta, tomé mis cosas, las empaqué y me largué; recuerdo que esa noche me detuve en el umbral de la puerta principal y susurré:— Lo siento, Cris, pero no pude cumplir mi promesa.— esperaba que la carta que dejé en mi mesita de noche les dejara en claro el porqué de mi salida. Y sin rumbo fijo me largué de ese lugar que alguna vez fue mi hogar.

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