03

^^^“Es un buen ejercicio ser del todo sincero consigo mismo.”^^^

^^^Sigmund Freud^^^

—¿Seguro?

—Nunca estuve más seguro de algo.

Asintió sopesándolo en su mente, me imagino que en el impacto que esto podría tener en mí y en ellos, cómo me afectaría luego de esa visita… Ya entienden. No es algo que yo quisiera hacer, para nada, fuera por mí y cambiara mi ADN, pero no se puede, si lo hago podría tener cáncer; es más bien una necesidad de cerrar ese capítulo de mi vida y seguir sin problemas, sin esa carga.

—Bien, irás.— dijo seriamente, jamás lo había oído tan serio y severo— Pero con una condición.

Fruncí mi ceño ¿qué pedirá?

—¿Cuál es?— pregunté cauteloso.

—No irás solo, iremos Cris y yo.— bien, por mí no había problema. No era tanta cosa esa condición.

—De acuerdo.— acepté encogiéndome de hombros.

Sonrió de medio lado y me revolvió el pelo, me quedé quieto, eso era nuevo, no lo había hecho antes; pero recordando que me había alborotado el cabello suspiré y me lo acomodé para mirarlo con reproche. Su mirada era dulce y tierna, como si estuviera viendo lo más tierno del mundo, no soy yo ¿o sí?

—Sigues siendo ese niño de ocho años que conocí.— dijo de repente y me petrifiqué, rehuyendo a su mirada. Ese día no era exactamente uno de mis preferidos, y ahora que lo pensaba, ¿qué habría sido de la vida de esa chica? O bueno, de esa mujer porque si yo ya era un adulto joven, ella probablemente sería ya una señora mayor… Alejé esos pensamientos de mi mente, ¿de qué servía pensar en esa mujer ahora? De absolutamente nada.

Como ninguno dijo nada más me fui de ahí y subí directo a mi habitación, cambiando mi ropa por unos simples shorts negros y tumbarme en el cómodo colchón, me dejé llevar por la oscuridad hasta quedar completamente sumido en mis sueños y ser ignorante de la realidad.

Al día siguiente me desperté temprano, era una costumbre cuando era sábado, a la larga me levanté de la cama y tomé una ducha, al salir fui al clóset y tomé una camiseta gris, pantalón de mezclilla azul oscuro ajustado a mis piernas y tenis negros. Poco original, lo sé, pero tenía flojera, entiendan ¡era sábado! Solo me despertaba para ir a casa de Seb para hacer ese estúpido trabajo junto a Sean, nadie se despierta a las ocho para eso, nosotros sí.

Suspiré y salí de mi habitación con cara de sueño, estaba trasnochado, pensando en lo que podía o no pasar, las consecuencias que traería… Era una larga lista de lo que había pensado y no tenía las energías suficientes para contarlas, ni siquiera para pensar en ellas; llegué al comedor, los demás ya estaban allí, y en vez de llegar y comer, me crucé de brazos sobre la mesa y escondí mi cara en ellos. Tenía mucho sueño y pensar que poco después tendría que hacer tarea… Era un martirio, una tortura ¿quién había sido el idiota que inventó la tarea? Quería golpearlo.

—¿Irás a casa de Sebastián?— preguntó Linda dulcemente.

Asentí sin levantar mi rostro.

—¿Tarea?— dijo Alexander y volví a asentir. Conocían mi rutina, todos los sábados me iba a su casa para hacer los deberes, pero estoy seguro de que no debía levantarme tan temprano ¡eran las ocho! Lo normal, para mí, en sábado, y teniendo que hacer tarea, eran las diez o máximo el mediodía.

—Pobre.— canturreó Cris burlón.

Aún les debía una disculpa, y una grande porque estaban haciendo como si nada hubiera pasado, lo que me hacía sentir todavía más culpable.

—Natie, tiene sueño.— dijo Penny riendo.

Alcé el rostro y pasé una mano por mi cabello, parpadeando varias veces para acostumbrarme a la repentina luz que se colaba entre las cortinas. Suspiré cuando los vi comiendo tranquilamente ¿qué obsesión tengo con suspirar? Esto no era lo mío pero… Bueno. Me tragué mi orgullo y dije:— Lo siento.—

Pararon de comer simultáneamente, tanto que podría asustar a cualquiera cuando tres pares de ojos me miraron fijamente. ¡QUÉ INCÓMODO! Ya no había vuelta atrás, abrí la boca y no podía quedarme callado así como así.

—No debí comportarme de esa forma con ustedes, fui irracional y cerrado…— ¿tan difícil era disculparse?— No tienen la culpa de nada y no estuvo bien lo que hice. Lo siento.

Sonrieron y se miraron entre sí. Fue Linda quien habló:

—Está bien, Nate, entendemos por lo que estás pasando y aceptamos que tal vez te abrumamos al obligarte a abrirte con nosotros.

—No te preocupes, bro, aunque tengas rabietas, así te quiero.— dijo Cris con un toque de humor y lo miré con recriminación. Este chico no iba a ser serio nunca ¿cierto? Alexander le dio un codazo en las costillas, el menor haciendo una mueca de dolor y la pequeña riendo.

¿Cómo ella podía ser ignorante a todo y no sospechar aunque sea un poco? Debía estar en su mundo ¿no? Princesas, unicornios, arco iris, sirenas… Esas cosas. Sonreí ladino al imaginarme lo inocente que era, la vi cuando nació, cuando apenas era una bebé llorona y… Wow, esa bebé había crecido bastante hasta ser esta niña.

Desayuné y me despedí antes de salir de casa, donde me encontré a Sean dirigiéndose a mí a paso lento, como si hubiera salido de su casa directo a la mía, la suya tampoco queda tan lejos. Sonreí al verlo y él a mí, nos fuimos juntos a casa de Seb para hacer ese maldito trabajo de una buena vez.

...∆∆ ALONE ∆∆...

—Llegué.— dije sin ánimos, el cerebro me dolía de tanto tener que pensar… No, en serio, me dolía la cabeza. Fui a la cocina a buscar en los cajones una pastilla y la encontré a los minutos, todos mueven las cosas de lugar y no las dejan en un solo sitio, qué raro. Tomé un vaso con agua y me tomé la pastilla junto con el agua. Suena el celular y dejo el vaso en la isleta, sentándome en una de las sillas y leyendo el mensaje de Alexander.

Alex

Nate, hice unas llamadas y… Me dijeron que podías hablar con tu padre el próximo domingo.

Aparté la mirada del aparato, suspirando. De acuerdo, esto era lo que debía hacer, no podía retractarme ni tampoco ser un cobarde; me mordí la lengua y en cambio, le escribí la respuesta.

^^^Nate^^^

^^^Bien, ¿Cristopher ya sabe?^^^

Alex

Sí, le dije cuando te fuiste. Y tranquilo, Linda y Penny no estaban presentes.

^^^Nate^^^

^^^¿Y qué te dijo?^^^

No quería obligar a nadie a hacer nada que no quisieran hacer, si lo hacía sería muy egoísta de mi parte y no lo iba a hacer, si Cris no quería, bien, no había problema porque en realidad el problema era mío, no suyo ni de Alex, era mío. Algo completamente diferente era que quisieran acompañarme, pero eso exactamente, que quisieran.

Alex

Dijo que está bien, que te apoyaría.

Suspiré de nuevo, ese chico se traumaría al estar ahí y aunque quisiera ser fuerte, ese lugar no era para él. Ya había estado allí de niño, cuando papá estuvo detenido por infracciones menores y mamá y yo teníamos que llevarle comida o ropa. No era algo agradable para un niño, y él, Cris, que era más sensible, no soportaría estar ahí.

^^^Nate^^^

^^^De acuerdo. El domingo será.^^^

Solo quedaba esperar a que ese día llegara de una vez para acabar con todo esto y sobre todo, esperar lo mejor, ser optimista porque ser negativo no ayudaría en nada, solo traería malas vibras… O eso decía Linda cuando estuve deprimido, que solo traería malas vibras, malos momentos, en resumen, que estar en ese estado no era bueno para mí ni me servía de nada porque no solo me hacía daño a mí mismo al estar así, sino también a mis seres queridos que se preocupaban por mi bienestar.

El domingo llegó más rápido de lo que esperaba, me levanté temprano y tomé una ducha; camiseta negra, shorts azul oscuro y tenis negros, eso había decidido ponerme antes de irnos. Ya tenía la ropa que me llevaría lista desde anoche, porque si le pedía ayuda a Linda sería más ostentoso y llamativo y eso era lo que no quería, mi objetivo no era llamar la atención de todos ahí, que seguramente sabrían quién era o que me recordarían aunque fuera de manera fugaz. Bajé a desayunar con los demás, aunque prácticamente jugaba más con la comida en vez de comerla, no tenía apetito, sentía un nudo en mi estómago, al igual que en mi garganta. Fue difícil esperar al mediodía con tanta ansiedad en mi sistema, no podía estar quieto, así que hice lo mejor que sabía hacer: entrenar, por suerte Alex tenía un espacio en la casa para un pequeño gimnasio; bajé y apenas entré me puse las vendas en mis manos y busqué un saco de boxeo, al colocarlo no esperé más para golpearlo sin parar, hasta que mis manos no dieron para más, suplicando que parara.

Subí a mi habitación y me duché; sudadera gris, pantalón de mezclilla negro ajustado y tenis negros, fue lo único en lo que pensé. Cuando vi la hora en mi celular me sorprendí por el tiempo que había pasado tan rápido en ese lugar, eran las once, casi la hora del almuerzo; esperé impaciente a que llegara la hora de irnos, comí rápido cuando me llamaron, tenía demasiada ansiedad y mis nervios no me ayudaban en nada, no sabía lo que me deparaba este día, pero estaba ansioso por saber qué.

Nos despedimos de Linda y Penny. Cris se veía nervioso y ansioso, mientras que Alexander se disputaba entre estar tranquilo o tenso; y yo, me mostraba tranquilo, impasible, mi rostro en blanco, inexpresivo. A los minutos llegamos, no quería recordar esos días así que me mantuve cabizbajo, mi mirada baja y la mandíbula fuertemente encajada; estaba tan sumido en mis pensamientos que cuando volví a ser consciente de mi alrededor ya estábamos dentro, Alexander dando su nombre y el de mi padre. Nos dejaron entrar a las celdas, pues, según, ese era el camino a las salas de visitas, algo sin sentido, pero ellos conocían este lugar mejor que yo; me sentí observado en todo momento, todos los reclusos atentos a nosotros, como si ellos fueran tigres hambrientos, y nosotros, carne fresca.

—¡Miren lo que trae la marea!— ay no, por favor no— ¡Pero si es Nathan Longsbery!

Lo miré fijo, su sonrisa burlona y esa mirada maniática no había cambiado desde la última vez que lo vi. Su rubio y grasoso cabello aplastado en su cráneo, sus músculos más trabajados y los tatuajes donde siempre. Apreté mi mandíbula, mirándolo fríamente.

—Hola, Jhonny.— dije seco. Jhonny fue compañero de celda de mi padre durante un tiempo, así que de niño lo traté un poco, aunque mamá estuviera en contra.

—¿Por fin vienes a ver a tu padre?— exclamó burlón, él tenía tan claro como yo que no quería tener nada que ver con ese hombre.

—Lo que haga o no haga, es mi problema, no tuyo.— contesté frío.

—¿Y ellos quiénes son?— miró por un momento a Cris, quien se notaba más intimidado, y luego a Alex, a este le sonrió— Alexander Toombs, viejo amigo.

—¿Cómo te va, Jhonny?— saludó éste.

—Bien, si te fijas dónde estoy.— contestó encogiéndose de hombros. Volvió su mirada a mí y no había burla en sus ojos, sino pena, cosa que me sorprendió— Tu padre no para de hablar de ti, como si fueras su mayor tesoro…— suspiró mirando más allá del pasillo— Él está en la última celda, siempre esperó tu visita.

Asentí sin decir otra palabra y seguí mi camino. ¿Hablaba de mí? ¿estaba loco acaso? ¡Ese hombre estaba enfermo! Todos aquí lo estaban, claro y sencillo. Los otros dos me alcanzaron en cuestión de segundos, otros reclusos nos saludaban o se burlaban, suspiré y me puse la capucha, ya estaba harto, quería irme.

—No debiste ser así con Jhonny.— me riñó Alexander.

—No sé de qué hablas.— repuse ignorándolo, mis manos en los bolsillos de la sudadera, aguantando las ganas de volver por donde vine e irme.

—Cuando vengo me pregunta por ti, se preocupa por ti, Nate.— explicó con delicadeza— Cuando supo que atrapamos a Paul, se preocupó por lo que pasaría contigo y no dejó de preguntar.

—Bien, ¿ya le diste su estrella dorada?— estuvo mal, pero este ambiente me ponía borde y de mal humor.

—No seas así con él, Nate.— habló por primera vez Cristopher, en tono acusador.

Gruñí y de ahí no dije otra palabra. Cuando llegamos a las salas de visitas me di cuenta de que algunas eran como las salas de interrogatorio de las películas, con un vidrio blindado en la pared, donde estarían los detectives escuchando todo, viendo, analizando…

—Nathan, un par de oficiales, Cris y yo estaremos tras el vidrio.— anunció Alexander y por su tono supe que estaba disgustado con la idea— Si hay problemas, llegaremos enseguida.

—Él no los verá, ni siquiera sabrá que están ahí.— dije sabiendo lo siguiente que diría y me miró sorprendido. Suspiré— Alex, no es mi primera vez aquí.

Cayó en la cuenta de ello y asintió, se fueron y me dejaron en la puerta. A regañadientes ingresé en la sala, siendo observado de inmediato por ese hombre, cerré tras de mí y lo miré con frialdad, no había cambiado nada, en cualquier caso se había hecho tatuajes y más ejercicio.

—Hola, hijo.— exclamó con una sonrisa falsa.

Bufé burlón con las manos en mis bolsillos, bajé la capucha de mi sudadera y me senté en la silla frente a él, siendo separados por la mesa de metal.

—No seas hipócrita.— espeté borde y su sonrisa desapareció.

Lo mataba con la mirada, y, aunque quisiera controlarme por esas dos personas que nos estaban observando sin que Paul se diera cuenta, no podía reprimir el odio que sentía por él, no podía y tampoco quería ocultarlo frente a él. De hecho, quería que supiera cuánto lo odiaba.

—Veo que te va bien, ya eres un hombre.— dijo, intentando hacer conversación.

Asentí sin apartar la mirada él, si las miradas hablaran, él ya estaría muerto por tantos cuchillos que saldrían de mis ojos. Se cruzó de brazos, inhalando y exhalando. Quería decirle una y mil cosas sobre lo que me había hecho, lo que le hizo a mamá y sobre cuánto lo odiaba, pero por alguna razón, todas esas palabras se atascaban en mi garganta y ninguna lograba salir, sentía la rabia contenida fluyendo por mi cuerpo, como veneno siendo inyectado en mis venas, fluyendo en mi sangre y recorriendo todo mi ser, logrando que odie todavía más al hombre que tenía enfrente de mí.

—Escucha, Thannie…

—No me digas así.— interrumpí amenazador, lo hacía para herirme, lo sé, porque mamá solía llamarme así, mientras que él me decía “mocoso” o “inútil”.

Rodó los ojos.

—Bien, como quieras.— se estaba frustrando— Solo quiero disculparme contigo por lo mal padre que he sido y… Quiero decirte que, tal vez, me dejen libre en poco tiempo…

—Lo sé.— lo corté mirando hacia otro lado, quería darle una bofetada a ese abogado para que reaccionara.

—Y, quería preguntarte si, cuando me liberaran, querías venir conmigo.

Lo miré tan de repente y giré mi cuello tan rápido que sentí un leve dolor en él. ¡¿Alguien le puede explicar por mí?! Porque si lo hago yo siento que perderé la poca paciencia que me queda.

—¿Estás enfermo o qué mierda?— oh, podía imaginarme la cara de Linda si me hubiera escuchado. No era común en mí que dijera malas palabras— ¿Piensas que después de toda esa porquería que tuve de infancia y de todo lo que vino después voy a irme contigo?

—Soy tu padre, tengo derecho…— empezó regodeándose.

—Tú no eres nada, y mucho menos tienes ese derecho, eres una mierda, eso es lo que eres…

—Respeta a tú padre.— me interrumpió en tono amenazador, aquel que me recordó a mi infancia cuando me dejaba someter por él, por temor a morir. Pero eso se acabó, ya no más.

—¿Qué padre?— exclamé burlón, intentando contener el impulso de levantarme de esa silla e irme de aquí— ¿De qué padre hablas? Porque el único padre que tengo está detrás de ese maldito vidrio, y para tu maldita suerte, no eres tú.

Wow, wow, wow… ¿Acabo de llamar padre a Alexander?

—¿De quién hablas, eh, mocoso?— ¿vieron? Volvió— Soy tu único padre y siempre lo seré.— se puso de pie, lo único que las esposas impedían era que me golpeara hasta noquearme, pero de igual manera podría hacerlo, de un modo incómodo para él, pero podía hacerlo.

Seguí su ejemplo, nos matábamos con la mirada mutuamente, él seguramente lo hacía por mi insolencia y la falta de respeto que estaba haciendo.

—¿Ahora quieres ser mi padre?— inquirí escéptico, no esperé respuesta para continuar— Entonces, dime, ¿dónde estuvo ese padre cuando matabas a todas esas chicas? Cuando abusabas de mamá y de mí, cuando me golpeabas por diversión y me enviabas al hospital… ¡Cuando mataste a mi madre! Dime, ¿dónde estuvo ese padre? Porque yo nunca lo vi.

Bajó la mirada por un momento, culpable. Ahg, pura actuación es lo que hace este sujeto.

—Esa perra merecía morir. Nina se lo merecía.— masculló furioso, como recordando lo peor de su vida.

—¡Era mi madre, imbécil de mierda! Aunque fuera una perra, igual era mi madre.— le escupí en la cara.

—No lo entiendes…

—Tienes razón, no lo entiendo, y tampoco quiero hacerlo, no quiero entender cómo una persona puede ser así de cruel con su esposa y su hijo, cómo puede matar a inocentes por una simple rabieta, cómo después de tanto tiempo sigue siendo tan hipócrita…

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