El Imperio De Las Rosas

“Las minas que se encuentran en el territorio Sererian, necesitamos obtenerla antes que el emperador”. Las palabras dichas por Dietrich iban dirigidas hacia su hija con determinación y exigencia. Ellie estaba segura de que podría obtenerla si iba a la subasta esta noche, pero aún había tensión en el ambiente.

Siempre que debíamos hacerle frente a la familia imperial había tensión en el ambiente, no había un presupuesto limitado, pero igualmente era difícil debido a que solían obtener antes que nosotros por medios sucios; esto le generaba repulsión a Ellie.

“Confía en mí, padre”. El archiduque se limitó a asentir, esperando que su hija llevara la gloria al archiducado. Ellie no se encontraba preocupada en lo absoluto, estaba confiada de que podría una vez más llevarle la gloria a su padre; debía hacerlo bien, así lo haría sentir orgulloso.

Había corrido el rumor de que las minas que se encontraban en ese territorio era extraño llamado Ektrolito, este era fundamental cuando se trataba de las armaduras de los soldados porque era mil veces más resistente que el hierro qué habitualmente utilizaban. Si Ellie lograba comprar esa mina, el archiducado tendría más ventajas de las que ya posee.

.........

“Señorita ¿está segura que quiere ir sola?”. La doncella principal de Ellie había pasado el resto del día diciéndole qué podría ser peligroso ir sola tan tarde a la casa de subastas, debido a los rumores que circulaban de esta; lo que Julieth no sabía es que ella frecuentaba dos veces por semana ese lugar.

Ellie dejó que la doncella la terminará de vestir, el vestido que usaba era de un color gris opaco, sencillo y sin nada de joyería junto con una capa negra que cubría su rubio cabello.

“Solo serías un estorbo, cállate”. La cabeza de la rubia ya empezaba a doler debido a las constantes quejas de la doncella, quien al escuchar las palabras de su ama no le quedó más remedio que guardar silencio y rezar que volviera a salvo al archiducado.

Su padre llegó a verla para entregarle la navaja que solía llevar Ellie al salir, pulida junto a un arma de fuego. El archiducado se estaba encargando de la producción de armas a base de pólvora para la próxima guerra, esto le ha traído prestigio a la familia Bellefleur quienes han sido reconocidos por su ejército.

“No regreses después de media noche”. Ellie se limitó a asentir ante las palabras de su padre para salir de su habitación y posterior del archiducado, montando a su caballo llamado "Vesta".

Al llegar al mercado negro fue directo a la casa de subasta, ya faltaban 10 minutos para que las subastas iniciarán.

“Muestre la invitación”. Exigió el vigilante del lugar, un tipo alto lleno de tatuajes y calvo. Ellie no reprocho y mostró la invitación dorada, lo que significaba que era un cliente regular de aquel sitio.

El vigilante la dejó entrar de inmediato y la llevó hasta el lugar en donde sería la subasta, se sentó en uno de los lugares que se encontraban en medio para poder obtener mejor visión de los artículos, quizás sería su noche de suerte y obtenía más de lo que imaginaba.

Sin esperar mucho tiempo, empezó la subasta. Los primeros artículos no eran del interés de Ellie hasta que escuchó

...Las minas de Sererian....

“La oferta inicia desde 1 000 monedas de oro”. Se escucharon los quejidos de algunos de los participantes de la subasta, pero esto para Ellie no era problema.

“Ofrezco 500 000”. Gritó la rubia con seguridad a lo que el dueño de la subasta sonrió al ver a su compradora favorita, Ellie. Tenía una manera peculiar de acabar con su competencia y era dar más del doble de dinero que se pedía, así eliminaba a la mitad de sus posibles rivales.

No se escuchaba ningún sonido en la subasta hasta que un joven gritó “2 000 000 de monedas de oro más impuestos”. Ellie frunció el ceño y suspiro intentando mantener la calma y el control de sí misma.

...“¡3 000 000!”...

...“¡4 000 000!”...

..."¡4 500 000!"...

“Debo admitir que eres buena competencia, pero no deberías meterme en líos de grandes, niña”. Dijo el joven con arrogancia mientras una sonrisa cínica en sus asquerosos labios. Lo menos que soportaba Ellie es cuando era subestimada, su cuerpo se llenaba de ira.

Quería matarlo, quería degollarlo y dárselo de comer a los cerdos, parecía tan tentador que tan solo de pensarlo una sonrisa de felicidad aparecía en su rostro. Ellie odia a los idiotas y sin duda, este era uno que estaría fácilmente en su top 1.

“10 000 000 más impuestos y quiero los papeles ahora”. Todos los que se encontraban en la sala no pudieron evitar expresar la sorpresa en sus rostros ¿Cómo era posible que una dama ofreciera tanto dinero?

Se escuchó el sonido del mazo contra la mesa, lo que indicaba que la mina ya le pertenecía. Una sonrisa de triunfo apareció en el rostro de Ellie mientras observaba al que había sido su competencia. Aburrido.

La joven rubia fue llevada hasta el despacho del dueño de la subasta.

“Encantado de ofrecerle mis servicios nuevamente, Señorita Bellefleur.” Hizo una reverencia hacia Ellie mientras ella se sentaba, desinteresada.

Esta vez hubo algo que llamó la atención de la rubia en la oficina, un libro que parecía antiguo. Esto no paso desapercibido por el señor.

“Puedes quedártelo.” Al ser un cliente frecuente el dueño de la casa de subastas solía hacerle regalos a Ellie cada vez que gastaba grandes sumas de dinero en sus compras.

Ellie no objetó, había gastado el doble de lo pensado así que no estaría mal llevar algo extra por si escuchaba quejas de su padre.

“Gracias.” Había sido una compra exitosa, así que salió de la casa de las subastas para dirigirse a al archiducado cuando se encontró con su caballo muerto. La ira se empezaba a apoderar de su cuerpo.

Observó a su alrededor para ver quien había sido el culpable y lo encontró, había sido su rival en la compra de las minas. Que estúpido.

“Señorita, usted tiene algo que es mío.” Sus palabras iban llenas de veneno mientras tomaba su espada, listo para atacar a Ellie. Iluso.