Tráfico De Blancas

...Días después....

Los días fueron pasando, durante tres semanas me quedé en casa de Carlota. Me brindo un techo y comida. Me ayudó a que las quemaduras en mi rostro y brazos se fueran quitando.

Todavía quedan las feas cicatrices que me recordaran lo que hice y por lo que estoy luchando.

Mientras me veía al espejo, pasé mis manos por mi rostro, acariciando con llama de mis dedos cada cicatriz.

Era evidente que así no iba a poder entrar a trabajar a ese bar. Ya había perdido mucho tiempo en recuperarme, ahora me tocaba seguir con más fuerza.

Necesito encontrar a Mila, salvarla de ese infierno en que la perra de María la metió. Ojalá se esté pudriendo en las llamas vivas del infierno y su alma no tenga descanso.

Cerré los ojos, recordando cuando Mila y yo éramos pequeñas. Jugábamos y reíamos como si no hubiera un mañana, mamá nos abrazaba y nos llenaba de amor.

Nos preparaba la comida más deliciosa del mundo. Papá llegaba del trabajo y corríamos encontrarlo.

Era un tiempo donde éramos inmensamente felices, donde no había tanto sufrimiento. Donde jamás pensábamos que existía tanta maldad, ambición y tortura.

Teníamos todo, no pedíamos más. Cada beso de nuestros padres era un regalo hermoso. Sin embargo, cuando murieron, todo cambio.

Salí del pueblo con la poca ropa que teníamos, con la tristeza de haber perdido a la única persona que nos quedaba en el mundo. La abuela.

Sostuvo la mano de mi hermanita, mientras que con tristeza a las personas que corrían de un lado a otro en la central de camiones.

Sostuve con más fuerza a Mila, temiendo que algo malo le sucediera. Iríamos a la gran ciudad, un lugar totalmente distinto a donde vivíamos.

Soñaba con darle lo mejor a mi hermana. Que pudiera tener todo lo que yo no puede. Que se convirtiera en una gran mujer y sentirme orgullosa de mis esfuerzos.

Todo lo hice por Mila, recordando el juramento que le hice a mi abuela y a mis padres en su tumba.

No puede cumplir mi juramento. No pude convertir a mi hermana en una gran mujer. ¡Fallé! ¡Fallé, maldita sea! No puede ni cuidar de ella.

Dejé que se la llevaran en mis narices, no puede evitar que viviera el peor de los infiernos.

Mis lágrimas fueron cayendo lentamente de mis ojos, me sentía mal, me odiaba a mi misma por no haber podido entender a mi hermana.

Abrí los ojos, al sentir las manos de Carlota abrazarme por detrás. Lo miré a través del espejo, vestía como mujer, pero, aun así me hizo sentir cosas que ningún hombre me había hecho sentir antes.

______ Todo estará bien. ___ Susurró, cerca de mi oído.

Me solté de las manos de Carlos. Quiero llamarlo así por esta noche. Quiero sentirme amada, aunque sea con la persona equivocada.

Necesito llenar el vació que hay dentro de mí. Anhelo tanto un momento de paz. Sin decir nada, coloque mis manos al rededor del cuello de Carlos.

Acerque mis labios a los de él, y para mi sorpresa no me rechazó. Besé sus labios con pasión y locura.

Era la primera vez en mi vida que besaba a un hombre, siempre viví sumergida en cuidar de mi hermana, en el trabajo, en cubrir los gastos de la casa. Nunca tuve tiempo de amar a nadie.

Carlos me cargó entre sus brazos. Abrí mis piernas y las enredé en su cintura, me olvidé por un momento de todo. Solo sentí sus labios unidos a los míos, sus manos acariciando mis nalgas.

Eramos dos cuerpos, dos almas en busca de algo que se nos había perdido. Intentando llenar vacíos con cada caricia, con cada beso, aunque, cuando todo esto termine y volvamos a la normalidad, sentamos el mismo vació que no se llena con nada.

Me llevó a la cama sin soltar mis labios, se colocó encima de mí, sus manos recorrieron mis piernas, hasta subir el vestido que llevaba puesto.

Carlos se quitó la peluca que llevaba y la tiró a un lado de la cama.

Soltó mis labios y besó mi cuello, solté un par de gemidos, nunca imaginé que se sentía así estar con un hombre. Cada parte de mi cuerpo respondía a cada caricia de Carlos.

Me quitó el vestido y pasó su lengua desde mi cuello hasta mi vientre. Pasó sus manos por mis pechos, haciendo que mis pezones se pusieran duros.

Mi zona íntima se humedeció, cada músculo de mi cuerpo se tenso al sentir la lengua de Carlos en mi entrepierna.

Mi cuerpo se comenzó a calentar y fueron cayendo gotas de sudor. Mi cabello quedó mojado, cuando él me penetra de una manera dolorosa, pero, deliciosa.

Muchas veces me imaginé mi primera vez con un hombre, sin embargo, estaba lejos de imaginar que sería así. Siempre me había guardado pura para el hombre correcto.

Para el hombre que se convirtiera en mi esposo. Pero, por el camino que me tocó ir, poco a poco todos esos sueños se fueron desmoronando.

Ahora estaba perdiendo mi virginidad con un hombre trans. Mi cuerpo experimentó una de las sensaciones más maravillosas; como lo es el sexo.

Me cambio de posición, quedando boca abajo. Mis nalgas fueron levantadas con algunas almohadas. Sentía demasiado placer, sus manos agarraron mi cabello y lo jalaron hacia atrás.

Tomé con fuerza las sabanas debajo de mí, mientras que mis gemidos escapan de mis labios continuamente.

Al terminar, quedé profundamente dormida. No sé en que momento Carlos se fue, al despertar ya no estaba ahí. Solo me hizo sexo y se fue.

Me levanté de la cama totalmente adolorida y fui al baño. Me di una ducha con agua caliente y al salir lo busque y no había nada.

Recogió sus cosas y sin decir nada más se fue del departamento. Esa acción de su parte me hizo sentir mal.

Me dejé caer en el sofá, subí mis piernas encima de él y me abracé. Volviendo a sentirme sola, vacía y sin encontrar paz.