¿Crees en el destino? ¿Alguna vez conociste a alguien que parecía tu alma gemela, esa persona que lo tenía todo para ser ideal pero que nunca pudiste tener? Esto es exactamente lo que le ocurrió a Alejandro… y cambió su vida para siempre.
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La hora cero
El aire dentro de la cámara subterránea era denso, como si el tiempo y el espacio estuvieran suspendidos. Alejandro, Luna e Isabel se encontraron de pie frente a una nueva versión del altar, completamente restaurado, como si los siglos no lo hubieran tocado. En el centro, el reloj de arena flotaba, sus granos detenidos en el punto exacto en que el último descendía, marcando un final inminente.
—Esto es todo —susurró Luna, aferrando la mano de Alejandro. Su piel estaba fría, pero su mirada ardía con determinación.
Isabel dio un paso adelante, con su atención fija en el reloj.
—El tiempo se ha detenido porque la decisión final debe tomarse aquí —dijo, su voz reverberando en la vasta caverna—. Todo lo que hemos hecho nos ha traído a este momento.
Alejandro miró el altar, luego a las dos mujeres que estaban a su lado. Las palabras del espíritu resonaban en su mente: "Uno de los tres debe renunciar."
La propuesta de Isabel
Isabel rompió el silencio, su voz cargada de una mezcla de dolor y desesperación.
—Alejandro, escucha. Si eliges quedarte conmigo, podríamos vivir una vida normal, sin maldiciones, sin este tormento constante. Podríamos reconstruir lo que sea que tengamos...
Luna interrumpió, dando un paso adelante.
—¡No! No es real, Alejandro. Esto no se trata solo de nosotros. Es algo más grande, más profundo. No podemos ignorar quiénes somos, lo que hemos sido.
Isabel giró hacia Luna con una mirada gélida.
—¿Y qué sugieres? ¿Que arriesgue todo, incluida mi propia existencia, por una relación que ya destruyó nuestras vidas antes?
—Eso es exactamente lo que estoy diciendo —replicó Luna, con firmeza—. No podemos seguir corriendo.
El dilema de Alejandro
Alejandro apretó los puños, sintiendo el peso de ambas miradas sobre él. Sabía que cualquiera de sus elecciones tendría un costo irreversible.
—Ambas quieren que decida —dijo, su voz temblando con una mezcla de frustración y dolor—, pero ninguna entiende lo que significa para mí elegir.
Luna se acercó a él, tocando su rostro con delicadeza.
—No te estoy pidiendo que me elijas a mí, Alejandro. Solo te pido que seas fiel a tu corazón.
Isabel se adelantó, su expresión vulnerable por primera vez.
—Y yo te pido que recuerdes todo lo que hemos construido en esta vida, la estabilidad, la familia. ¿De verdad quieres arriesgarlo todo por una conexión que siempre nos lleva a la tragedia?
Alejandro cerró los ojos, dejando que las voces de ambas se mezclaran en su mente.
La visión del reloj
De repente, el reloj de arena comenzó a brillar intensamente, y los granos suspendidos empezaron a moverse en reversa. Una ráfaga de energía envolvió a los tres, transportándolos a una visión compartida.
Se vieron a sí mismos en su vida pasada, en un momento clave antes de la tragedia. Alejandro estaba abrazando a Luna mientras Isabel los observaba desde las sombras, con lágrimas en los ojos y una daga en la mano.
—No puedo permitir que esto continúe —susurró Isabel en la visión, mientras avanzaba hacia ellos con intención de destruir el altar.
Pero antes de que pudiera hacerlo, el altar respondió a su intención, liberando una ola de energía que los envolvió a los tres, condenándolos al ciclo eterno.
La visión se desvaneció, dejándolos nuevamente frente al altar en el presente.
Un nuevo plan
—Esto no es solo una decisión de amor —dijo Alejandro, con una claridad renovada—. Es una decisión de romper el ciclo para siempre.
Luna lo miró con esperanza.
—Entonces no podemos hacer lo mismo otra vez. Debemos encontrar una solución que no implique elegir entre nosotras.
Isabel suspiró, visiblemente agotada.
—¿Y cuál sería esa solución? ¿Desafiar las reglas de la maldición?
—Sí —dijo Alejandro, con firmeza—. No seguiré las reglas de una fuerza que ha controlado nuestras vidas durante siglos.
El enfrentamiento final
Mientras Alejandro hablaba, Isabel sintió que algo se agitaba en su interior, una mezcla de miedo y furia.
—¡Esto es una locura! —exclamó, su voz elevándose con desesperación—. Si no haces una elección, el reloj se agotará, y todos seremos condenados de nuevo.
Alejandro la miró fijamente.
—Tal vez sea hora de arriesgarnos y confiar en que hay una salida.
Isabel retrocedió, con lágrimas en los ojos.
—No quiero perderte otra vez...
—No se trata de perder o ganar —dijo Luna, suavizando su tono—. Se trata de liberarnos, Isabel.
La hora cero
El reloj de arena brilló con más intensidad, y una figura etérea apareció sobre el altar: el espíritu antiguo que los había guiado y atormentado durante todo este tiempo.
—La decisión ha sido tomada —declaró la figura, su voz resonando como un trueno.
—¿Qué decisión? —preguntó Isabel, mirando a Alejandro con confusión.
El espíritu extendió una mano hacia el reloj.
—El ciclo no se romperá a través de una elección de amor. Se romperá a través de un acto de sacrificio verdadero.
Alejandro, Luna e Isabel intercambiaron miradas alarmadas, pero antes de que pudieran reaccionar, el espíritu chasqueó sus dedos y el reloj explotó en un estallido de luz.
Cuando la brillantez se desvaneció, se encontraron en el borde de un abismo, el altar destruido y la caverna temblando a su alrededor.
Un final incierto
—¿Qué hicimos? —susurró Isabel, mirando a su alrededor con pánico.
Alejandro tomó la mano de Luna, sus ojos llenos de determinación.
—No sé, pero no vamos a detenernos ahora.
La cámara comenzó a colapsar, y el rugido de las piedras cayendo ahogó sus voces mientras corrían hacia una salida que apenas podían vislumbrar en la distancia.
Y mientras las sombras los rodeaban, una risa profunda resonó en la oscuridad, dejando claro que su lucha estaba lejos de terminar.