Calidez de extraños

Terminé de bañarme, y bajé con ellos, pero ahora estaba una tercera persona, un hombre mayor que creo es el esposo de la señora.

—¿Ya terminó? —me preguntó la señora con amabilidad—. Debería comer algo, no tenga pena.

Bajé las escaleras sin decir una palabra, luego él señor me habló:

 —Tranquilo muchacho, de seguro ninguno de estos dos bobos le explicó algo —me dijo con una simpática sonrisa—. Venga tome aciento,

—Muchas gracias.

—Este es mi nieto Sebastián.

—Sí señor, ya nos presentamos.

—Muy bien, ella es mi esposa Maca.

—Me llamo Macarena, pero prefiero que me llamen Maca —me dijo la señora con confianza.

—Yo me llamo Alberto, y nosotros sabíamos de usted.

—¿De mí? ¿Qué quiere decir señor?

—Nosotros conocemos a tu padre —me dijo la señora Maca–. Y algunas otras cosas.

—¿Y que saben de él? ¿Qué tiene un amante acaso? —dije levantando un poco la voz—. Por favor solo diganme por que saben de mi familia, me están asustando de verdad.

—Tranquilo —me dijo Sebastian—. Mis abuelos te explicaran pero no te vallas.

—¿Estará tranquilo joven? —me preguntó el señor Alberto.

¡Me violaron hace unas horas! ¿Qué tan malo puede ser una explicación?

—Le prometo que si —respondí a su pregunta—. Una disculpa yo... No me siento bien.

—Esa mujer, la... amante de tu padre es nuestra hija.

—¿Qué? es ella... ¿La madre de Sebastian?

—No, ella es mi tía, desde hace tiempo mis abuelos saben de la situación de tu familia —me respondió Sebastián.

—Pero si siempre lo supieron ¿Por qué no le dijeron a mi madre? ¿Por qué callar algo así?

 —Bueno, a nosotros no nos correspondía contarlo —dijo el señor Alberto con seriedad—? Creímos qué eso sería lo mejor.

—Y cuando te vi alla afuera. —Continúo Sebastián—. Quize hacer algo por ti.

—¿Podrían prestarme su teléfono? veré si alguien pude venir por mi.

—Sí te presto mi celular. —Sebastián se acercó y me dio su teléfono.

Traté de llamar durante un buen rato, pero Bruno jamas respondió. Gran ayuda me das ahora hermanito.

—¿No le responden amigo? —me dijo Sebastián.

—No , supongo que debe estar ocupado.

—Puede quedarse aquí si gusta

—Son muy amables, pero no podría, muchas gracias

—¿Por qué no?

—No quiero seguir siendo una molestia —le dije con mucha pena—. Lo ya han hecho por mí es más que suficiente.

—No es ninguna molestia, pero digame ¿A donde ira?

—Puedo ir a casa de mi hermano

—Pero sigue lloviendo, y ahora que acaba de ducharse podría darle algo,

En ese momento todo quedó a oscuras, la

electricidad se fue por la tormenta.

¡Genial! sólo esto faltaba

Sebastian encendió la linterna de su móvil y me pregunto:

—¿Qué decia de irse?

—Se puede poner cómodo muchacho —dijo el señor Alberto.

—bueno, supongo que no tengo otra opción.

—Así es joven ja, ja.

—Por cierto me llamo Alejandro, señor

—traeré algunas velas —dijo él—. Sebastián muestrale a Alejandro dónde puede dormir.

Sebastián afirmó y luego me hizo una seña para seguirlo, subimos las escaleras y se detuvo frente a una puerta.

—Aquí duermo yo Alejandro, —me dijo invitándome a pasar—. Se puede quedarse aquí esta noche.

Entré y me senté en la cama.

—Déjeme traer una vela.

—Sí muchas gracias.

No quería estar ahí, no tengo ni idea de quiénes son estas personas, pero que opción tenia, no podía irme.

—Ya regresé —Dijo el chico con una vela en la mano —. Siéntase cómodo amigo, estará bien aquí.

—Muchas gracias, pero usted entenderá que para mi es difícil estar aqui después de... bueno de lo que pasó

—Sí, lo entiendo Alejandro, pero creame que estará bien, también creó que debería dormir se ve muy cansado.

—¿Pero dónde dormirá Sebastián? Si yo estoy en su habitación.

—El sillón es cómodo.

—No diga eso —le dije con algo de pena—. Prefiero quedarme yo en él sillón, y usted en su cama.

—Bueno escoja; número uno: duerme en mi cama o dos: la compartimos, usted decida Alejandro.

Que amable, pero no me siento nada cómodo, siento unas ganas incontenibles de llorar en este momento

—Bueno la compartimos.

—Eh ... solo bromeaba, quedese usted Alejandro.

—Sebastián, usted me dio a elegir, y escojo la opción dos, quiero dormir con usted.

Eso no se oye mal ¿Verdad?

—bueno sabe a que me refiero —si entiendo, lo aré con una condición —¿que condición?, le pregunté

—que a partir de este momento me hable de tú, así podrá tenerme mas confianza —Bueno supongo que esta bien Sebastian —llámame Seb, ¿de acuerdo?

—esta bien Seb, —bien, con tu permiso Alejandro me acomodaré —si adelante

Él se acomodo a mi lado tratando de dejarme todo el espacio que podía, la incomodidad era mayor en ese momento, estaba al lado de un chico que ni siquiera conozco. Estábamos casi a oscuras, sólo nos iluminaba una vela que no era muy grande por cierto

—Bueno Alejandro, ya es algo tarde, deberíamos dormir ya —Me dijo Sebastián acomodándose—. Esta noche esta bastante fría ¿No lo creés?

—Sí, supongo que es por la tormenta.

—Tratá de dormir Alejandro apagaré la vela.

Pasaron unos minutos luego que apagara la vela, yo no podia dormir, estaba pensando en Fernando, ¿Cómo fue capaz de hacerme algo así? Perdí la virginidad por una violación, suena tan estupido y asqueroso al mismo tiempo. y no tenía a nadie para contarlo ¿Cómo podía estar pasando esto?

Me sentía lleno de ira, necesitaba desahogarme pero ¿Cómo? No tenía a quien decirle. Me levante para ir al baño y Sebastián me preguntó:

—¿Todo bien Alejandro?

—Sí solo tengo que ir al baño

—Bien ¿Quieres que te acompañe? Esta algo oscuro.

—No Seb, volveré rápido.

—De acuerdo no te vayas a caer.

Como pude, llegué estando a oscuras, en el baño apenas entraba luz por una pequeña ventana al lado de la regadera, en algunas ocasiones un relámpago iluminaba el lugar, pude ver unas navajas de rasurar cerca del lavabo, y aquí es donde cometí la segúnda estupides, la primera fue confiar en en Fernando.

Tomé una de las navajas y comencé a clavarla en mi muñeca izquierda... Pero no tuve el valor, comencé a llorar, baje mi pantalón... bueno de Seb, y me corte 3 veces una por cada sensación: uno, mi madre me odia. Dos, estoy solo y tres... Abusaron de mí.

Me sentía tan asqueado, quería un abraso pero nadie podía dármelo, unos minutos después limpié aquel líquido rojo y caliente de mis piernas con algo de papel, ¿Por qué lo hice? Realmente no lo sé, no resolvería nada, pero logró calmarme un poco.

Salí del baño y regrese a la habitación, pero decidí no entrar, bajé a la sala y me acomode en un sillón, no quería estar cerca de nadie, luego de llorar en silencio, creo que al fin me quede dormido.

A la mañana siguiente me desperté antes que todos los demás, así podía fingir que estuve anoche con Seb, ¿Eso se oye mal? En eso Sebastián bajo por las escaleras.

—Buen día, Alee ¿Tú dormiste aqui?

—No,pero baje primero para no molestarte—le dije con nervios—. ¿Podrias hacerme un favor?

—El que quieras amigo —me respondió él—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—¿Me prestarías lápiz y papel?

Él se fue y los señores bajaron

—Buenos días, Alejandro —me dijo él señor Alberto— ¿Qué haces despierto? Deberías seguir descansando.

—Muchas gracias, pero quiero arreglar esto de una vez, y no seguir molestando.

—Ningúna molestia, sólo queremos reparar lo que hizo Dayana —me dijo la señora.

—¿Es su hija?

—Así es...

Así que ese es su nombre...

—Aqui esta Ale. —Sebastián me dio lápiz y papel—. Sé que no debo preguntar, pero ¿Para qué los necesitas?

—Quiero escribir a mi hermano, siento que no pudo decirle lo que me pasa.

—Entiendo, perdón por preguntar

—Tranquilo esta bien.

Luego de escribir...

—Oye todo bien anoche Alejandro —me preguntó Sebastian—. Es qué hay unas gotas de sangre en el piso del baño.

¡Rayos!

—Sí, lo que pasa es que me sangró la nariz anoche.

—¿Por eso fuiste al baño?

—Así es , pero como estaba a oscuras no me di cuenta, iré a limpiarlo

—No descuida, ya lo he hecho yo —me dijo con amabilidad—. Tranquilo no pasa nada, vamos a desayunar.

—No gracias, prefiero irme

—Solo desayuna y luego te vas.

—Eres muy amable también tus abuelitos, les agradezco mucho, pero es importante que me vaya ahora —le dije con algo de vergüenza—. Por cierto, luego te daré tu ropa.

—Te la regalo, te queda mejor qué a mí.

—Muchas gracias en verdad.

—¿A donde iras? —me preguntó con curiosidad.

—Con Bruno, mi hermano mayor,

—¿Quieres que te acompañe?

—No Seb, eres muy amable pero prefiero ir sólo.

—Por favor Alejandro, no estaré en paz hasta que sepa que estas bien

—¿Quieres ayudarme Seb? —me aproveché de su amabilidad—. Por favor lleva la carta a mi casa ¿Sí? No creo que quieran verme la cara.

—Bueno ... Seguro yo la llevó.

—Muchas gracias Sebastian, ahora me voy.

Salí de la casa y no podía dejar de pensar en ellos, me ayudaron siendo un total extraño, pero Seb es distinto, sus ojos almendrados, y su cabello...

¿Estoy pensando en esto ahora? Al menos lo olvidé todo por un momento.

Me dirigí al mismo lugar del que escape ayer, al ver la podrida y sucia choza en el campo, esa horrible sensación regresó de nuevo. ¿Por qué diablos estoy aquí? Estaba tomando valor para quitarme la vida... con la misma navaja de anoche traté de cortarme las venas.

¿A quien quiero engañar? Soy demasiado cobarde para hacerlo. Tengo miedo de morir. Quiero hacerlo, pero nunca tendré el valor.

Aún estando ahí, estuve cortandome las piernas una y otra vez, era extraño sentir mi propia sangre corriendo por mis piernas, me pregunté a mi mismo, ¿Qué logras con eso? ¿Te sientes mejor ahora? Solo haces qué te duelan las piernas, luego de qué la sangre dejó de salir, me levante, estaba decidido a continuar con mi vida. O a intentar hacerlo.

Y hací lo estoy haciendo, caminé a mi casa para tomar algo de ropa, bueno si no es que esta muy mojada por la lluvia, llegué y lo primero qué vi fue Bruno y a Marla hablando con mi madre.

—Hola bruno —le dije desde atrás de él—. ¿Cómo va tu mañana?

—¡Alejandro! ¿Donde estuviste? y ¿Por qué tu ropa tiene sangre?

—A caso importa?

—¿Qué dices? Claro que importa —me dijo Marla un poco molesta—. No sabes lo preocupados que estábamos por ti.

—¿Por qué te molestas cuñada? —le dije sin creer en su preocupación—. Es más que obvio que no le importo a nadie.

No podía dejar de ver a mamá por algo de odio.

—No digas eso, mi niño bonito —dijo Marla con algo de lástima.

—No me llames así de nuevo. —Comencé a llorar.

—¿Esta hera tu solución? ¿Echar de su casa a tu propio hijo? —protesto Bruno.

—Te he dicho mis razones ya Bruno.

Marla me llevó al auto y luego comenzamos a hablar:

—Ale, tu hermano y yo estuvimos hablando, y vivirás con nosotros a partir de ahora, ¿Te gustaría?

—Claro que si, como si tuviera otra opción.

—Creo que no debiste hacer eso Alejandro.

—¿Qué? ¿Crees que yo provoque todo esto Marla?

—No, no quise decir eso, me refiero a que no debías irte de casa.

—¿Y que se supone que hiciera? Ella me echó.

—Perdón Alejandro.

Luego de unos minutos, Bruno subió al auto y nos dirigimos a su casa.

—odio sentirme así —le dije a Bruno mientras conducía.

—Tranquilo Ale, podremos hacer entender a mamá tarde o temprano

—No me refiero a eso, no quiero ser una puta carga para ustedes.

—Ey no hables así hermanito, sabes que los dos te queremos mucho, y tú nunca seras una carga o algo así.

—Tu hermano tiene razón Alejandro —me dijo Marla—. Estarás bien con nosotros, te queremos.

—Yo... sé que me quieren, pero jamás estaré cómodo viviendo así.

—Tranquilo lo resolveremos

—Bruno, ¿Dónde estuviste anoche? te llame mil veces y nunca respondiste

—Perdóname, no sabes como lo lamento

Él solo me miro por el retrovisor.

—¿Quieres contarnos por qué tienes sangre?

—Me lastimé a mi mismo, también quize suicidarme, pero no pude.

—¿Por que hiciste algo así?

—¿Tú qué crees hermano? te aseguro que no lo hice por sentirme feliz

—Pero podíamos resolverlo de otra manera,

—Puede que tengas razón, pero dime ¿Dónde estabas cuando te necesite? Además fue mi decisión hacerlo, ¿Por qué te molestas?

—oye amigo —me dijo Marla—. No es correcto que culpes a Bruno, entiendo tu enojo, pero no es el responsable.

Tiene razón... Me estoy pasando de la raya.

—Supongo que tienes razón, lo siento Bruno, has hecho tanto por mi, y yo te habló así.

—No sera fácil Alejandro, pero te prometo que saldrás de esto,

—Muchas gracias ¿Qué haría si no los tuviera?

—Matarte —me dijo Bruno con una risita burlona.

El chiste de Bruno lo podrá hace parecer un insensible, pero la verdad me hace sentir mejor.

—Je, je, callate ¿Pero y mis cosas? ¿Qué se supone que haré?

—Deja que de eso me encargue yo —me dijo Marla con una sonrisa.

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Comments

Alba Hurtado

Alba Hurtado

que triste destino ,pobre muchacho porque no se quedo donde sebastian los abuelos lo recibieron con cariño,eres increible autora por escribir esta triste historia de la vida real 🤩😍🥰😇😊😚☺️😘

2022-12-05

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