Capitulo 3

Mi mejor amiga se dedicó todo lo que restaba del día muy pacientemente a explicarme todas las reglas, me llevo a dar un paseo para conocer los alrededores, pero no teníamos tiempo para ir hasta el castillo, según ella ya tendría tiempo suficiente para recorrerlo entero. No tenía muchos recuerdos de la zona residencial, pero no imaginaba que parecería tan común, me imaginaba a las personas vestidas de gala y super maquilladas a primera hora de la mañana. Teníamos como un ideal de perfección que tendrían las personas que vivían aquí, si bien se vestían todos bien pero parecían más comunes de lo que los imaginaba. Me daba mucha intriga conocer el castillo y saber que tipo de vida llevaban.

Cuando Agnes me dejo en el castillo no podía apartar la mirada de él. Era impactante, el magnífico edificio de roca gris frente a mi mirada me hace sudar las manos, me aliso el vestido y trato de aparentar la calma que perdí esta mañana cuando mi mejor amiga me despertó para decirme que ya era hora de presentarme ante la reina. Intento que mis ojos no salgan de órbita al ver el sorprendente vestíbulo, me tomo un momento para admirar la escalinata, es demasiado hermoso para ser verdad, me distraigo tratando de guardar cada detalle en mi memoria cuando tropiezo con alguien por no mirar el camino.

―Eh, ten cuidado por donde caminas ―cuando levanto mi vista hacia la persona delante de mí muy enfadada, me sorprende ver a una chica casi de mi misma altura, pero era perfectamente bella.

―Lo siento, solo estaba... ―no logro terminar la frase cuando ella me interrumpe.

―Solo estabas siendo torpe ―me contesta con una mueca de burla―. De seguro eres nueva por aquí, no sabes con quién estás hablando.

―No, lo siento, no sé quién eres ―trato de ser amable, no quiero causar una mala impresión, pero de verdad me está molestando su mirada despectiva.

―Claro, de seguro debes ser de Arid, no tienes los modales, ni la vestimenta apropiada para el castillo, ni para la fiesta de bienvenida ―dice divirtiéndose de la situación―. Deberías saber que el personal de servicio entra por la puerta trasera. Soy Charlotte ¿te suena?

―Mira, siento haber tropezado contigo, no sé cuál es tu problema, pero no quiero montar una escena. Así que, si me disculpas, voy a buscar el salón de baile no me quiero perder la fiesta ―contesto con cara triunfante.

Me mira sorprendida, como si no fuera verdad que una persona como yo asista al baile. Parece que soy la primera persona que la hace callar también.

―Ten más cuidado la próxima vez ―anuncia a mi espalda Charlotte; no me volteo a mirarla.

Comienzo a seguir a la gente que se dirige al salón de baile, espero que no hayan sido testigos de mi abrupto con Charlotte. Me pregunto si todos aquí serán como ella, vaya forma de empezar mi estadía aquí. Busco un rostro amable entre la gente, distingo a Charlotte en el otro extremo y me estremezco

―Prefiero estar nadando con tiburones -no me di cuenta de que estaba pensando en voz alta hasta que una voz me interrumpe.

―¿Antes que estar aquí? Creo que estoy de acuerdo ―me giro hacia la voz que proviene de mi costado y veo a un hombre, bastante joven, aparenta unos veintiséis años, va con un traje típico para los caballeros en este tipo de fiesta. Me llaman la atención sus ojos color miel y a comparación de mi primer encuentro con Charlotte, tiene una mirada amable. Me sonrojo por la presencia de él y avergonzada de que considerara mal sobre mi comentario de estas personas.

―No puedo creer que me escucharas hablando sola ―digo casi en tono de disculpa. Me sonríe.

―Hablar con uno mismo puede ser divertido en ocasiones ―trata de quitarle seriedad al momento―. Especialmente en una sala llena de engreídos ―me dice en un tono más bajo y trato de contener la risa.

Me ofrece su mano y se la apretó ligeramente, suspirando de que por lo menos alguien se presenta amablemente.

―Me llamo Nate ―me dice en un tono amistoso.

―Elizabeth, pero la mayoría me llama Beth ―me mira asintiendo levemente―. Es un placer conocerte.

―No te había visto antes por aquí ―me dice con un tono de duda.

―Nunca había estado en la zona residencial previamente ―me mira confundido―. Es largo de explicar, pero vivo en Arid.

―Bueno es un placer tenerte por aquí. Bienvenida, espero que aprendas a nadar entre estos tiburones. No todo es tan malo por aquí. Supongo que esperas capturar la atención del príncipe, como todas las damas aquí.

―Bueno, no lo conozco. Supongo que las damas están aquí por eso; yo no estoy tan segura ―comienzo a sentirme incómoda con el tema de conversación.

―Tranquila, te caerá bien el príncipe, es una gran persona -noto un tono de admiración en sus palabras, seguro deben ser cercanos―. Tiene encanto natural. Nacer en la realeza no es tan genial como toda la gente cree.

―Sí, considero que nunca lograré aprender todas las reglas y formalidades que tienen ―me mira sonriendo cómplice.

―Sé cómo es empezar desde lo más bajo y no te preocupes todo se aprende.

―No estoy bastante segura de pertenecer a este mundo. Suena bastante difícil.

Nos vemos interrumpidos cuando comienzan a sonar aplausos y veo a la reina subir al escenario para hacer su discurso. Su aspecto es mucho más joven lo que me imaginaba, tenía un vestido color blanco que denotaba perfección, su cabello bien peinado, sus uñas bien pintadas y el maquillaje aplicado en los lugares correctos.

―Es mi señal de retirada ―me dice con un tono bromista ―. Tengo que sacar al príncipe antes de que se escape ―me sorprende lo familiar que me siento con él―. Nos volveremos a encontrar. Un gusto conocerte.

Lo saludo con un asentimiento de cabeza y antes de que diga algo lo pierdo de vista.

Mi atención vuelve hacia la reina y su discurso, dando la bienvenida a todas las damas, deseándoles buena suerte.me cuesta concentrarme en sus palabras cuando dice que estos días nos pondrán a prueba para elegir a la indicada para reinar junto al príncipe. Esto es demasiado para mi cerebro, necesito estar con un café, un libro y en mi casa lo más rápido posible. Me siento totalmente fuera de sitio, pero me mantengo firme, no puedo imaginar la cara que pondría Ethan si supiera que a las dos horas llegas ya quería renunciar a esto. La reina anuncia las cenas y reuniones que tendremos que asistir todas las damas.

Distingo a Jenny entres las personas que se encuentran sirviendo aperitivos a los invitados, me mira de una manera incómoda. Frunzo el ceño; Jenny fue una de mis grandes amigas en la preparatoria y muchas veces nos vemos en la cafetería por la tarde y en el club de lectura nocturno. No sabía que trabajaba en el castillo, sin embargo, muchas personas del pueblo trabajan aquí, pero de eso no se habla mucho. La mayoría evitan hablar demasiado para mantener sus trabajos, la reina es muy estricta con esas cosas. La reina finalmente termina su discurso, presentando al príncipe. Me pongo nerviosa y me entra la intriga de saber cómo será. El público comienza a aplaudir cuando sube al escenario.

―Buenas noches ―dice en tono levemente aburrido, aunque su rostro no lo demuestra. Creo que realmente no quiere estar acá. Bueno, somos dos en la lista.

Las mujeres a mí alrededor se sonrojan y susurran unas con otras. Es hermoso, lo admito, parece sacado de un cuento de Disney, un verdadero príncipe encantador. Tiene una belleza digna de admirar, el cliché rubio de ojos claros continúa hablando

―Me alegro de que estén presentes esta noche, las conozco a la mayoría de las damas que se encuentran hoy aquí ―ruedo los ojos, apuesto que su cama también las conoce―. Me alegro de verlas nuevamente ―examina la multitud que se encuentra suspirando por la escasa cantidad de palabras que pronuncio. Sus ojos se detienen en mí y entiendo por qué están todas revolucionadas. Sus ojos son tan azules y tan intensos que me cortan la respiración, trato de disimularlo. Sonríe levemente y continúa su discurso, mientras intento no sonrojarme―. Agradezco a mi madre, que le ha dado tantos años de su vida a este reino. Espero poder seguir sus pasos.

Las damas a mi alrededor murmuran entusiasmadas al finalizar su discurso. El príncipe se dirige hacia la multitud saludando una por una. Su rostro refleja aburrimiento, su madre le lanza una mirada de advertencia sutilmente. Nadie a mi alrededor parece notar eso, todos están demasiado concentrados en sus conversaciones excepto yo que estoy sola con una copa en la mano y terminando mi bocadillo con la otra. Lo veo dirigirse hacia mí y ahora siento unos enormes nervios. Se acerca lentamente con una sonrisa de chico malo y ahora me siento más intrigada que nerviosa.

―Buenas noches, creo no haberte visto antes por aquí ―me ofrece su mano y se la apretó suavemente. Él sonríe y espero no tener las manos demasiado sudadas. Lo miro directo a los ojos y me pierdo en ellos. No sabía que era tan informal, aunque no vi estrechándoles las manos a las demás damas.

―Elizabeth Brooke.

―Elizabeth, un placer ―me suelta la mano lentamente.

―Nada más Beth o Liza, bueno solamente mi padre me llamaba Liza, mis amigos me dicen Beth ―incontinencia verbal, genial.

Necesitaba que alguien me callara urgente, no sé por qué solté todo eso. El príncipe seguía mirándome divertido.

―Supongo que debería seguir. Quedan muchas más damas que saludar ―bueno, por lo menos ya puede descartarme de su lista de posibles esposas después de este encuentro.

Me coge la mano para besarla suavemente, dejo de respirar me suelta rápidamente y se da vuelta para seguir saludando a las demás y yo me encuentro en una situación tratando de recordar como se respira. Me quedo nuevamente sola y deseando estar en una cama. Salgo del salón de baile y me encuentro a Nate.

―Hola extraña, demasiada diversión ―dice en tono de burla. Me divierte.

―Sí, deseo salir de aquí lo antes posible ―digo dramáticamente.

―Vamos, te mostraré tu habitación ―gracias, bendito Nate, si no fuera por las normas de conducta lo estaría abrazando en este momento.

―Gracias, te debo una ―le digo en agradecimiento.

Sigo sorprendiéndome de lo grande que es el castillo. Nos dirigimos escaleras arriba al sector de habitaciones, donde nos alojan a todas las damas estos días.

―Gracias por acompañarme, lamento que te estés perdiendo la fiesta.

―No te preocupes, no me gustan las fiestas.

―Sí, claro como no -le digo irónicamente.

―Primer día y juzgando a la gente ―me dice en tono divertido―. No es algo digno de una señorita -continúa imitando el dramatismo real. No puedo contener la risa. ―Me gustan las fiestas, pero no esta clase de bailes. Todos comportándose como perfectas damas y caballeros cuando en realidad no lo son.

La sinceridad de Nate me deja impactada. La realeza sí que sabe fingir muy bien.

―Gracias, has sido muy amable.

Se detiene frente a un dormitorio y veo mi nombre en la puerta con una caligrafía muy linda. Él me deja sola y cuando entro a la habitación ya no me sorprende que sea linda. Escucho un que tocan mi puerta.

―Beth ¿estás aquí? ―me sorprende la voz de una mujer.

―Sí, adelante ―suspiro aliviada cuando veo a Jenny; me da un pequeño abrazo.

―Siento no saludarte antes, son muy estrictos respecto a las reglas, la reina da miedo ―nos reímos y me alegra tenerla acá, me hace sentir en casa de algún modo―. ¿Te gusta? Es la más linda. Me sorprendí cuando vi tu nombre y supe que tenías que quedarte acá.

―Gracias Jenny, no te hubieras molestado ―le digo avergonzada, esto es muy raro.

―Te lo mereces más que todas ellas, era lo menos que podía hacer. ¿Cómo va todo?

―Bastante mal empecé, lo único bueno es un amigo del príncipe que conocí. Es el único que se mostró amable.

― ¿Nate? ―Asiento―. Sí, es genial. Es demasiado bueno para este lugar. ¿Quieres comer algo? Mi turno terminó y podemos buscar algo en la cocina.

―Sí, antes apenas pude comer un bocadillo, estaba demasiado nerviosa.

Jenny me indica el camino hacia la cocina. La cocina es hermosa, típica cocina de chef y me da nostalgia mi cocina de la cafetería. Jenny prepara unos tés con unos cupcakes de chocolates que estaban sirviendo en el baile. Pruebo uno, chocolate y almendras; delicioso.

Nate nos sorprende a las dos y me empiezo a asustar; técnicamente no deberíamos estar aquí. No llevo ni tres horas en el castillo y ya me estoy buscando que me echen.

―Sabía que ibas a estar acá ―exclama acusando a Jenny y luego se percata de mi presencia-. ¿Se conocen? ―Jenny contesta preparándole más te, mientras él se sienta a su lado.

―Sí, nos conocemos del pueblo, Beth hace las mejores galletas de navidad -él me mira encarnado una ceja. Parece bastante sorprendido.

―Soy dueña de una cafetería y preparo todas las cosas que vendemos.

―Deberías conocerla alguna vez ―le dice Jenny uniéndose a nosotros.

―Sí, me encantaría.

Termino mi té y me despido de ellos para dirigirme a mi habitación; esperando no perderme en el camino.

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