Pasé varias noches sin poder dormir, mirando el techo de mi cuarto y trataba de dar una razón del por que Sara había decidido dejar todo con una simple carta, debo de admitir que me obsesione con ella, la miraba por horas buscando siempre algún indicio de que no fuera su letra y cuando comprobaba que lo era creaba muchas teorías conspirativas.
Mis padres dejaron que tuviera mi duelo de pérdida, al menos cierto tiempo. Una mañana mi padre llegó con un espejo y lo puso delante de mi rostro, yo sabía que me vería patético y volteé mi rostro inmediatamente.
-¿Te has visto en un espejo? - dijo mi padre mientras se sentaba en la orilla de mi cama- Esa horrible barba no te ayuda en nada, añade tus ojeras y esos ojos hinchados por no dormir y llorar en exceso.
Mire de reojo mi reflejo, lo primero que noté es que mi barba había crecido, no me había rasurado en bastante tiempo, todo lo que decía mi papá era cierto, pero de mi boca no salió darle la razón
-No es algo tan importante, no es como si ella pudiera verlo - tape el espejo con mi mano derecha, que parecía envejecida.
-Hijo no quiero verte de esa forma, han pasado 5 meses desde que llegó esa carta y ya casi un año que no la ves - mi padre sonaba bastante preocupado, pero más que nada sonaba con un dolor interno- Antes de ella salías con algunos amigos, no te digo que tu vida será igual, siempre tendrás a Sara en tu corazón, pero no es la última mujer que estará en tu vida.
-Tú madre no quería decirte esto, pero hijo tu cuarto en realidad apesta, intenta bañarte más de una vez a la quincena y ponte a trabajar, despeja tu mente - me dio una palmada en mi hombro derecho, después de sentir su mano olfateé un poco mi cuerpo y apestaba a vagabundo, no creía como no me había percatado de ese olor tan nauseabundo- Hijo si no lo haces tendré que sacarte arrastrando de tu cuarto, darte un baño con una fibra y cortarte esa horrible barba que te hace lucir casi de mi edad- sacudió mi cabello y me levantó de un jalón y me empujo directamente al baño.
Mi padre se quedó sentado en la taza del baño mientras yo me bañaba, era bastante obvio el por qué estaba ahí, el creía que haría lo que intentó hacer Sara, pero siendo franco siempre se me hizo una salida muy cobarde. Cuando al fin salí del baño mi padre me sentó en un banco que no me había percatado de su existencia hasta ese preciso momento.
-Siéntate, quitaré esa horrible barba de tu rostro - mi padre sonrió levemente y yo pude ver mi cara en el espejo. Ese era mi rostro, mis ojos café mis pestañas largas y rizadas , mi cabello castaño, mi boca alargada, mi naríz un poco chata, pero mis ojos era lo que me sorprendió, lucían tan tristes y apagados. Estoy seguro que si yo viera alguien con esos ojos me contagiarían su enorme tristeza, pero más que nada su soledad.
Después de mirar como mi padre despojaba a mi cara de esa enorme barba,vi nuevamente el rostro que Sara no quería ver, así que de inmediato cerré mis ojos. Pero al hacerlo no pude ver a la persona que necesitaba, Sara. Si no que vi a la chica de mi sueño y entonces los abrí de nuevo.
-Estas listo Tiago, te podría decir que eres casi igual de guapo que yo cómo cuando era joven, pero te falta mi hermosa voz - mi padre hizo una sonrisa y empezó a cantar, tenía un gran talento su problema fue no ceder a los caprichos de los que tenían el poder en ese entonces. Siempre admiré eso de mi padre que dentro de toda su frustración sabía que era correcto y que hacer eso era humillante. Me gustaba ver que cuando cantaba tenía ese brillo en sus ojos que contrarrestaba con su piel color café medio y su cabello negro, toda la familia suya le decía el negro. En el tono de mi piel había salido a mi madre, tenía un tono blanco amarillo.
-¡Tiago debes avanzar! - mi padre me empujo a mi cuarto y había un saco encima de mi cama, volteé a mirarlo y el dijo entre serio y riendo.
-¡Ah, por cierto! Ya te conseguimos trabajo, así que tienes que llegar en una hora -cruzo la puerta y volvió a asomarse- por cierto debes de ir ya que pedí favores, además quiero llevar a comer a tu mamá a ese restaurante al que ella quería ir antes de que te pusieras de mártir.Cuidate que te vaya bien, ya nos vamos y si no vas no entrarás de nuevo a la casa. -La puerta de la casa sonó en señal de salida y yo miré el saco con tono de desagrado, me lo coloque y salí con una cara de fastidio.
El lugar donde iba a trabajar era una especie de oficina extraña, mi jefe tendría más o menos unos 35 años, cuando entre a su oficina.
-Eres el hijo de Ramiro, te explicaré el trabajo que desempeñaras a partir de ahora. Ni siquiera me dejo decir una palabra ya que seguía hablando, lo único que le entendí es que sería el mensajero-Bueno Tiago estos son los paquetes, debes de verificar todo no quiero errores
Me miró fijamente y con una cara de asombro exclamó.
-Vaya podría jurar que eres adoptado, si no conociera a tu madre -dio una palmada en mi hombro - Bueno te dejo que tengo trabajo
Mientras el caminaba por el pasillo, yo me quite el estorboso saco y me puse a repartir, pasaron las horas reglamentarias y llegue a casa bastante cansado y mi cama parecía un trofeo preparado por el mismísimo Morfeo, así que caí y me quedé profundamente dormido.
De pronto esa chica morena apreció, tarareando una canción para luego empezar a añadir una letra.
🎶Perdona no estar ahí,
Perdona que estés sin mí,
En la otra vida quizás,
Nos volvamos a encontrar🎶
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