Sara, mi dulce y amada Sara.
Todo viene a mi memoria, recuerdo el dulce aroma de Sara, era entre rosas,chocolates y un café recién hecho.
Cada día ella tenía la costumbre de leer el periódico y asegurarse en su horóscopo si sería un buen día, ella era demasiado supersticiosa, si esa mañana le decía que usará un color en específico ella lo usaba, llegaba tanto su superstición que en varias ocasiones me llamaba para obligarme a usar el color que mi horóscopo marcaba.
Sara planeaba con detalle cada fecha especial y trataba de que todo fuera perfecto. Recuerdo cuando íbamos a celebrar 5 meses de estar saliendo, y me dio la noticia de donde sería nuestro festejo.
-Tiago -me miraba dulcemente cada vez que decía mi nombre-
-¿Dime Sara? - volteaba verla seriamente mientras ella se ponía los dedos índice en cada mejilla para hacer una sonrisa-
-Debes de sonreir más o si no serás un viejo feo y arrugado - siempre al finalizar esa frase fruncía el ceño de una manera bastante graciosa-
-Venga Sara - le contestaba soltando una carcajada-
-Tiago, ya enserio recuerda que el día de mañana tienes que pasar por mi a la casa, debes de ser puntual, debes llegar a las 7:45 y tienes que ir de color morado - decía entre preocupada y felíz-
-Lo sé Sara lo sé - pellizqué una de sus mejillas, lo cual la hizo decirme bastante molesta
-No es gracioso Tiago, esto lleva planteándose dos meses
-la mire y tenía un lindo puchero-Sara se que es un día importante y se que estás felíz por que coincide con el día de tu cumpleaños, pero todo saldrá bien debes dejar de preocuparte
-Ella esbozo una sonrisa y tomó fuerte mi brazo- Ya sabes, si no llegas puntual te aventaré a un enorme charco de lodo ¿Que me regalarás? - parecía una niña que esperaba la llegada de la Navidad.
-Pronto lo sabrás Sara, pronto lo sabrás - sonreí y termine besándola con todo el amor que tenía para dar-
El día de nuestro aniversario llevamos a cabo el plan de Sara, íbamos de el color que ella quería y fui puntual cuando pase a recogerla.
Algo que siempre me agradó de ella fue que pocas veces se maquillaba, era como si le dijera al mundo que no necesitaba ser más bella.
Caminamos tomados de la mano en ese parque en el que crecían pequeñas flores moradas. Tomé una y la puse en su oído izquierdo atorando su cabello, podría decir que esa diminuta flor daba más hermosura a una cara que ya era hermosa.
Tomé la pequeña y suave mano de Sara para que subiera al barco, cuando ella logro sentarse saque de mi bolsa una caja alargada.
-Sara esto es tuyo, ¡Felíz cumpleaños!
-abrió la caja con mucho cuidado, para encontrar un collar con un pequeño balón de basketball.
Tiago - sonrió con todo su rostro y sus ojos se llenaron de ilusión- pensaste muy bien, te amo Tiago
-Yo también te amo Sara-
Siempre venían a mi mente esos recuerdos, un día mi madre entró a mi cuarto y me vio pensativo
-Hijo - su voz sonaba extraña-
-¿Todo bien mamá? - pregunté mientras volvía a la realidad lejos del recuerdo de Sara-
-Te trajeron esto - extendió su mano y me entrego una carta.
Querido Tiago:
Me iré del país, dicen que en Cuba existe un médico que podrá ayudarme a sanar con mi brazo y ayudará a mi mente.
No tengo nada que perder, no me busques más, el verte a tí me hace recordar que el entrenamiento no funcionó de nada.
Lamento no poder corresponder tus sentimientos
No me busques cuando tengas esta carta yo ya estaré en Cuba
Gracias por tanto y siempre recordaré la primera vez que me dijiste te amo.
Hasta nunca Tiago
Y ahí me quedé petrificado terminando de leer la carta, sin poder comprender mis sentimientos.
Y esa noche volví a soñar a aquella otra chica, como si fuera una especie de maldición
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