Sara era mayor que yo, ella tenía 21 cuando la conocí.
Era una mujer segura y decidida.
Todo lo que ella quería luchaba por obtenerlo y lograba conseguirlo. Era buena en la escuela y en los deportes, pero... si había algo que ella no podía hacer ¡era cocinar!.
En varias ocasiones cuando visitaba su casa llegaba un peculiar olor a quemado,se podría decir que ese era su toque.
Todas las tardes la veía y la acompañaba a su rutina de la tarde y vaya que era larga y bastante agotadora.
Pasábamos de la escuela a la escuela de música y de ahí a su deporte.
Estuvimos juntos muchos meses, nuestra rutina era siempre igual, pero era maravillosa.
¡Ella era basquetbolista y bastante buen¡
Debo decir que nunca me consideré una persona a la que le gustaran los deportes grupales, pero vaya que verla a ella era magnífico. Cada pase, cada esquive, y las anotaciones que ella hacia.
Muchas veces la hice sonrojarse mientras jugaba, debido a mis porras eufóricas.
Me encantaba ver como corría, como todo su cabello se despeinaba más después de cada acción, como su uniforme color azul y oro resaltaba más ese bello andar que le caracterizaba.
Memoricé cada gota de sudor que bajaba de su frente hasta su cuello, como sus mejillas se ponían de un rojo intenso, miré fijamente como mordía su labio cada vez que su pase se frustraba.
La vi en el selectivo delegacional, estatal, regional y su paso por el Nacional. La ví llorar por recibir su medalla mientras la miraba, y ella estaba ahí arriba en lo más alto del pódium. Un lugar que se merecía por su arduo trabajo diario.
Cuando ella entró a selección nacional de adultos, me hice a la idea de verla sólo los fines de semana, era bastante afortunado de que la sede de su evaluación fuera aquí en la capital. Ya que podría ver la evaluación que casi era a puerta cerrada.
Uno de sus días de descanso fuimos al parque y yo estaba acostado en su regazo.
—Tiago ¿Tú crees que un día podríamos casarnos? —dijo esto mientras acariciaba mi cabello.
—¡Creo que debería de pedírtelo primero¡- dije con una voz seria, mirando al sentido opuesto a ella-
contestó después un breve suspiro, seguido de una risa forzada— ¡Olvidalo Tiago!
—¡Te lo pensaba decir cuando llegarás de los centroamericanos!— Sonreí y después de escuchar esto sonrió y me dio un beso.
Eso nunca pudo pasar...
Después de ir a los juegos centroamericanos y lesionarse el hombro derecho Sara cambió.
Salió de la selección nacional debido a su lesión, parecía que no se podría curar y ella lloraba por que sabía lo que significaba, también de la misma forma yo lo sabía.
Sara había dedicado su vida al deporte y cuando logro llegar a la cima, la vida le jugó mal, su frustración creció cada día, al igual que su amargura.
Sara dejo de ser la chica de la cuál me había enamorado. Gritaba cada vez que podía, rompía los platos e incluso llegó a darme puñetazos en mi pecho cada vez que la abrazaba para calmarla.
No me quería separar de ella, comprendía su gran dolor. Pero un día ella de pronto desapareció, no importaba como tratara de localizarla, y aunque fuera a la casa de sus padres ellos decían que no estaba.
Estuve tratando de localizarla diariamente, y de esa forma durante 8 meses no obtuve respuesta alguna.
Una noche su papá salió, el era un hombre de aproximadamente 1.85 de estatura,debo de admitir que impactaba bastante al verlo por primera vez, pero cuando llegabas a conocerlo mejor te dabas cuenta que el carácter de Sara era debido a el.
Su tez era morena clara y su cabello castaño y tenía en sus mejillas el indicativo de su gran barba.
—¡Tiago buenas tardes!— dijo el señor viéndome a los ojos.
—¡Señor Buenas tardes! —dije cortésmente.
—Hijo, en realidad no se como decirte esto — hizo un breve suspiro y se puso su mano en la cabeza.
—¡Digame señor¡, no importa que sea, ¡lo único que quiero saber y quiero tener es a Sara!— dije con voz firme.
—Tiago, Sara hace tiempo que se encerró en su cuarto negándose para todos —el señor hacía pequeñas pausas mientras hablaba.
—¡Eso lo sé señor! y por eso estoy tratando de verla — replique lo más seguro que podía serlo.
—Tiago...Sara esta en un hospital psiquiátrico — escuché su voz quebrarse-
—Pero ¿C..omo? - pregunté con mi voz entre cortada.
—Sara trato de hacerse daño, afortunadamente la detuvimos, pero no era la primera vez. Se volvió muy agresiva y en varias ocasiones intento golpear a su madre.
Mientras el hablaba mi mente no relacionaba como Sara podría hacer eso.
—Sara entró a un momento muy depresivo y creyó que no valía nada — suspiro mientras miró mis ojos.
—¿Por qué nunca me dijeron nada ? — dije molesto
—Ella no quería que la vieras de esta forma, por esa razón no puedo decirte en donde está. Amenazó que el día que viera que entrabas por el hospital ella se quitaría la vida.
Lamento decirte esto ahora Tiago, sólo que no podía ignorar el hecho de que tu no supieras —tras decir esto cerró la puerta lentamente y yo me quedé ahí estupefacto y llorando en el marco de esa puerta, donde recogí a Sara tantas veces. Mientras pensaba en aquél día en el que Sara me dijo que en unos años me casará con ella.
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