Capítulo 2: El joven de Riverside Hills

El sol de verano parecía aferrarse al horizonte como si no quisiera marcharse. Eran casi las seis de la tarde cuando sus últimos rayos dorados bañaban las calles arboladas de Riverside Hills, tiñendo de rojo anaranjado las fachadas de las mansiones y el pavimento de la exclusiva urbanización.

Adrián Foster, recién salido de una ducha rápida después de su transmisión en vivo, se detuvo frente al espejo de cuerpo entero de su vestidor. Pasó la mano por su cabello aún húmedo y sonrió con descaro.

—Guapo —murmuró para sí mismo, con un tono de narcisismo que no parecía exagerado.

Tenía razones de sobra para decirlo. Sus rasgos bien definidos y la complexión atlética que había construido con años de ejercicio hacían que su reflejo pareciera más el de un modelo de revista que el de un gamer que pasaba horas frente al monitor. Vestía ropa deportiva a medida: una camiseta ajustada y shorts que resaltaban sus músculos y dejaban a la vista unos abdominales marcados.

Mientras el sol caía, la vida en Riverside Hills empezaba a moverse. A diferencia del silencio del mediodía, los vecinos —empresarios, actores, magnates financieros— aprovechaban el atardecer para pasear en compañía de sus perros de raza o para conversar en los jardines impecables.

Adrián, sin embargo, prefería algo distinto: correr solo. Era casi un ritual.

—El señor Foster ha salido a trotar otra vez —comentó un guardia de seguridad al verlo pasar, con una sonrisa cómplice.

Adrián levantó la mano en señal de saludo, sin detener el paso. La mayoría de residentes del vecindario tenían agendas imposibles, choferes esperando o cenas de negocios. Él, en cambio, disfrutaba de esa libertad que pocos envidiaban y que todos, en el fondo, deseaban.

Los guardias lo miraban con cierta admiración. Era difícil de creer que ese joven de veintitrés años fuese dueño de una mansión multimillonaria en Riverside Hills.

—Nació en Roma, chico —dijo uno de los guardias al novato que lo observaba con los ojos abiertos de par en par—. Algunos nacen con todo, otros tenemos que ganarlo a pulso.

Adrián no escuchó el comentario, porque ya se había puesto los auriculares y había dejado que la música electrónica marcara el ritmo de sus pasos. Su destino no era el gimnasio privado de la comunidad ni la pista de atletismo del club exclusivo. No. Él corría hasta la ribera del río Hudson.

El paseo junto al río estaba abarrotado de turistas y locales. Parejas sacándose selfies con el atardecer, influencers grabando videos para TikTok, familias paseando con helados en la mano y deportistas trotando en grupos. Adrián, en contraste, avanzaba en solitario, destacando entre la multitud no solo por su físico, sino por la energía despreocupada que emanaba.

Sentía la brisa fresca del río despeinarle el cabello y el aire húmedo pegándose a su piel. Por un instante, se sintió exactamente como quería: joven, fuerte y libre.

Correr se había convertido en su forma de escapar de la rutina. Podía pasar horas frente a la computadora, transmitiendo en Twitch y jugando, pero aquí, entre desconocidos, respiraba la vitalidad de la ciudad. Había algo en el bullicio de Nueva York que le recordaba que, aunque tenía más dinero del que podía gastar, seguía siendo un chico de veintitrés años.

Después de casi una hora de trote, terminó con la camiseta empapada y el cuerpo ardiendo por el esfuerzo. Decidió premiarse con algo frío.

Entró en un 7-Eleven cercano y se quedó mirando la nevera de helados.

—Vamos a ver… Ben & Jerry’s, Häagen-Dazs… —murmuró mientras abría la puerta del congelador.

Tomó un Häagen-Dazs de doble chocolate y, por capricho, un Magnum almendrado. No lo pensó mucho; podía darse esos lujos sin pestañear. Aun así, al pasar la tarjeta, no pudo evitar un comentario en voz baja:

—Treinta dólares por helado… qué robo.

Salió de la tienda con las dos barras heladas en mano, riéndose para sí mismo. “Soy rico, ¿y qué? Si quiero comer helado caro todos los días, lo hago.”

Mientras caminaba por la avenida iluminada, saboreando el helado y observando el tráfico detenido en hora pico, se sintió satisfecho. Los autos de lujo atascados en la Quinta Avenida parecían una metáfora perfecta: gente que se mataba trabajando para tener lo que él tenía sin esfuerzo… y aun así seguían atrapados.

Minutos después, llegó al vestíbulo de un restaurante de lujo en Manhattan. No era raro verlo entrar así, en ropa deportiva, sudado y con una expresión relajada, mientras los demás clientes lucían trajes de diseñador y vestidos de gala.

Una camarera se apresuró a recibirlo. Sus ojos brillaron apenas lo reconoció.

—Buenas noches, señor Foster. Su mesa junto a la ventana está lista.

Adrián asintió con una sonrisa ligera y tomó asiento.

Pidió un estofado estilo americano acompañado de una Coca-Cola bien fría. La camarera insistió en atenderlo personalmente, demasiado interesada en complacerlo, pero él la despidió con cortesía.

Pensó, divertido, mientras la observaba retirarse a regañadientes:

“Me miras como si fueras a enamorarte. No, preciosa. Mi cara bonita y mi cuenta bancaria no son para ti. Esa carta la reservo para alguien especial.”

El estofado llegó humeante. Adrián tomó la Coca-Cola, dio un largo trago helado y suspiró de placer. Comer algo tan pesado en pleno verano parecía una locura, pero con el aire acondicionado y el sabor picante en la boca, se sentía como un pequeño ritual de hedonismo.

No le importaron las miradas de los demás clientes. Que lo observaran con extrañeza por comer solo, en ropa deportiva y con una sonrisa satisfecha en el rostro. Él sabía lo que ellos ignoraban: la verdadera riqueza es poder vivir exactamente como quieres, sin dar explicaciones.

Terminó su comida con calma y se recostó en la silla, mirando el skyline nocturno de Manhattan a través del ventanal.

—Mañana será otro buen día —murmuró para sí mismo.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play