La camioneta blindada dejó a Antonella, Isabella y a su padre frente a la mansión Russo. El silencio reinó durante el trayecto, pero apenas bajaron, Alessandro se detuvo en seco y la miró con esa expresión mezcla de severidad y cuidado que solo él sabía tener.
—Te vi muy pegada a Nathaniel Deveraux —dijo con voz firme, sin adornos—. Mucho cuidado, Antonella. Ese hombre viene con más problemas de los que imaginas.
Y sin esperar respuesta, se giró y desapareció en el interior de la casa, dejándola en la entrada junto a Isabella.
Antonella suspiró, quitándose los tacones en cuanto cruzó el umbral.
—¿Qué demonios le pasa? Solo hablé con él de negocios.
—Ajá —Isabella la siguió, con una copa de vino en mano y esa sonrisa sarcástica que nunca faltaba en sus conversaciones—. ¿Quieres que te diga por qué yo sí te advertí que ese hombre es peligroso?
Antonella arqueó una ceja.
—Ilumíname.
—Ese tras de que tiene un lío entre los sanguinarios D’Amato y los Moretti… su querida hermanita Anne está obsesionada con él. —Isabella dio un trago a su copa y añadió como si estuviera hablando de la cosa más común del mundo—. Obsesionada nivel enfermo. Mata a cualquiera con quien él coquetea.
Antonella se rió, incrédula.
—¿En serio crees esos rumores?
Isabella la miró con seriedad por primera vez en la noche.
—No son rumores, Antonella. Me lo confirmó Dante Moretti. Y créeme… si Dante dice que Anne está loca, es porque realmente lo está.
Isabella se acomodó en el sofá, cruzando las piernas con la copa de vino en la mano y los ojos fijos en su hermana.
—Bueno, a ver… ¿qué te dijo el tal Nathaniel? Porque desde donde yo estaba, parecía que te estaba coqueteando descaradamente.
Antonella rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír un poco.
—Pues… que me invitó a verlo correr en Mónaco.
Isabella arqueó ambas cejas con un gesto teatral.
—¿Quééé? ¡Eso no es cualquier cosa, Anto! Ese hombre no invita a cualquiera a su mundo, ¿lo sabes?
Antonella iba a responder cuando el sonido de una notificación rompió el momento. Tomó su teléfono y, al abrir la pantalla, se encontró con dos invitaciones digitales al Paddock Club de Mónaco, el área más exclusiva de la Fórmula 1, reservada solo para millonarios, patrocinadores y contactos muy selectos.
El corazón de Antonella dio un pequeño salto. Aquello no era una simple invitación: era un acceso directo al mundo privado de Nathaniel.
Pero lo que realmente la hizo sonrojar no fue eso, sino el mensaje que acompañaba los archivos:
“Espero con ansias tu presencia. Lleva a quien tú quieras. Eso sí, si tienes novio no lo lleves, me pondré malito ;)”
Isabella se inclinó sobre el respaldo para leer el mensaje junto a ella. Cuando terminó, casi escupió el vino de la risa.
—¡Dios mío, este tipo no tiene vergüenza!
Antonella intentó mantener la compostura, pero el calor subió a sus mejillas.
—Es un descarado.
—Es un Moretti—corrigió Isabella, sonriendo como gata satisfecha—. Y si no tienes cuidado, vas a terminar siendo su próximo juguete…
Antonella soltó un suspiro y volvió a observar las invitaciones digitales al Paddock Club.
—¿Sabes qué? No quiero ir sola a la boca del lobo… ¿vienes conmigo? —preguntó, mirando a Isabella con cierta súplica.
Isabella arqueó las cejas, fingiendo horror.
—¿Yo? No, gracias. No pienso andar de mal tercio después de la carrera, tocando el violín mientras ustedes se “conocen mutuamente”.
Antonella le lanzó un cojín, entre divertida y exasperada.
—¡Isabella, por favor! No quiero ir sola.
—¡Anto! —replicó ella, llevándose la mano al pecho con fingida indignación—. ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? ¡Que me siente horas viendo autos dar vueltas y a ti suspirando por el Deveraux!
Antonella le agarró la muñeca como niña chiquita rogando.
—Te lo ruego, hermanita. No seas cruel.
Isabella rodó los ojos con exageración antes de dejarse caer en el sofá, teatral.
—Está bien, está bien. Haré ese sacrificio por ti. —Levantó la copa de vino como si brindara consigo misma—. Pero que conste que lo hago solo porque aprovecharé para hacer contenido especial para mis redes. Mis seguidores morirán por verme otra vez en el Paddock Club de Mónaco.
Antonella soltó una carcajada, negando con la cabeza.
—Eres imposible.
—Y tú muy fácil de manipular, hermanita. —Isabella guiñó un ojo, antes de beber otro sorbo de vino.
El teléfono de Antonella volvió a vibrar sobre la mesa, y aunque no quiso admitirlo, la curiosidad la mataba por saber si era otro mensaje de Nathaniel.
...⚜️...
Finca D’Amato. Dos días después de la gala.
El rugido del motor del Aston Martin resonó por el camino privado que conducía al anexo de la finca D’Amato, una propiedad tan extensa que parecía no tener fin. Nathaniel se quitó las gafas de sol al entrar en el sector exclusivo que le correspondía, un anexo que más parecía un palacio moderno con cristales blindados, helipuerto privado y vigilancia que nadie en su sano juicio osaría retar.
La finca D’Amato era un imperio en sí misma, y aunque Nathaniel había crecido entre lujo y poder, siempre le provocaba una sensación extraña atravesar esas tierras: un recordatorio de que estaba en la boca del lobo sin estar conectado de forma sanguínea, aunque fuese el favorito de la manada.
—Bienvenido, señor Deveraux —dijo uno de los guardias, abriendo la reja blindada con reconocimiento facial.
Nathaniel le respondió apenas con un gesto. Se bajó del auto, con esa sonrisa arrogante que escondía un cansancio que pocos notaban. Subió los escalones de mármol hasta el lobby de su anexo y fue recibido por su asistente, un joven de traje gris con una carpeta en mano.
—Los de Ferrari confirmaron la reunión para el martes. Y… —tragó saliva, como si dudara si debía decir lo siguiente—. Su hermana estuvo aquí esta tarde.
Nathaniel se detuvo en seco, soltando una risa incrédula.
—¿Toti? ¿Y qué hizo esta vez? ¿Decapitó a la recepcionista o solo dejó amenazas en los muros?
—Dejó… un regalo. —El asistente lo siguió con torpeza hasta el salón principal.
Sobre la mesa de cristal, descansaba una caja negra con un lazo rojo. Nathaniel la abrió con calma, encontrando dentro una bala bañada en oro con una inscripción en el costado: “No compartas tus juguetes”.
Nathaniel arqueó una ceja, sonriendo de lado.
—Ah, Anne… siempre tan poética. —Se dejó caer en el sofá, haciendo girar la bala entre los dedos—. Y yo que pensé que iba a darle la bienvenida con flores.
El asistente lo miró como si el comentario fuera una locura.
—¿Debemos… preocuparnos otra vez?
—En absoluto —contestó Nathaniel con sarcasmo, guardando la bala en el bolsillo interno de su saco—. Solo significa que mi hermanita ya sabe que invité a alguien interesante a Mónaco.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 32 Episodes
Comments
Linilda Tibisay Aguilera Romero
eso de que Anne está obsesionada con su hermano no es que está enamorada de él y su hermano
2025-10-01
1