Punto de vista de Alejandro
Soy Alejandro Montenegro, un hombre que a mis treinta años se había apoderado del mercado mundial de la moda. La empresa familiar se dedicaba al diseño y confección de la alta costura, y mi vida giraba en torno al trabajo y, de vez en cuando, a salir con mujeres hermosas. Aunque hasta el momento no he conocido a la indicada y, sinceramente, empiezo a pensar que nunca la encontraré. La mayoría solo se acercan a mí por mi dinero y estatus.
Tengo una hermana menor, Daniela, un verdadero dolor de cabeza. Para ella lo único importante era ir de fiesta en fiesta y meterse en problemas. El día de hoy, por ejemplo, María, mi ama de llaves, me llamó. El simple hecho de ver su nombre en la pantalla me preparó para el desastre de turno. Daniela había salido de la casa con una amiga. Una supuesta amiga de la que jamás había escuchado. Mi mayor preocupación era que alguien la usara para llegar a nosotros. Le ordené a mi equipo de seguridad que la rastreara de inmediato.
Media hora después, el informe llegó. La inconsciente de Daniela se había ido a Las Vegas. Definitivamente, esa niña iba a hacer que mis nervios explotaran.
Decidí ir personalmente a buscarla y enseñarle una lección que, con suerte, la haría madurar un poco. Aterricé en esa ciudad ruidosa y, mientras caminaba hacia la salida, me encontré con unos conocidos. Me invitaron a una discoteca donde, casualmente, se encontraba mi hermana. Les seguí el juego. Podría usar la excusa de que había sido una "casualidad", que no la estaba persiguiendo.
Al entrar, el estruendo de la música electrónica golpeó mis oídos y resonó en mi pecho. Nos abrimos paso entre la multitud hasta una sala VIP con vista a toda la pista de baile. Las personas que me acompañaban se veían muy animados, hasta que uno de ellos señaló al centro de la pista donde dos jóvenes bailaban de forma muy provocativa.
—Esas mujeres son muy sexys —comentó uno de ellos, con una sonrisa lasciva.
—La de rojo está que arde —añadió el otro—. Yo me la llevaría a la cama sin dudarlo. Mira esos movimientos de cadera, debe ser una leona.
Los comentarios hicieron que mi atención se centrara por completo en la acompañante de mi hermana. Mis ojos se agudizaron al ver el vaivén de sus caderas, su larga cabellera negra recogida en una cola alta y ese vestido que se ajustaba a la perfección a su impresionante figura. Un nudo de furia se formó en mi estómago.
—¿Qué dices, amigo? ¿Vamos con ellas? —preguntaron entre sí, sin quitarles los ojos de encima.
La rabia me recorrió la piel. Por instinto, giré la mirada hacia ellos. —No se les ocurra acercarse a ellas —dije con una frialdad que heló el ambiente.
—Eres un egoísta, las quieres solo para ti —se burlaron.
La sangre me subió a la cabeza. Tomé a uno de los sujetos por el cuello de su camisa, apretando con fuerza. —Es mi hermana con su amiga, y no voy a permitir que les falten el respeto —le advertí con la voz tensa.
Los solté y los dejé en la sala, ordenándole a mis hombres que se hicieran cargo de Daniela. Esas eran exactamente las situaciones que buscaba evitar, pero el comportamiento de mi hermana siempre la ponía en peligro. Esos dos sujetos eran conocidos por no aceptar un "no" por respuesta, y cuando se fijaban en alguien, no paraban hasta llevárselas a la cama.
Después de dejar a esos dos asquerosos, me dirigí a un lugar privado donde me encontraría con Daniela. Al verme, su rostro se encendió de rabia.
—¿Qué haces aquí? ¿Me estás siguiendo? —preguntó furiosa.
—Vine a divertirme un rato y por casualidad me encuentro con una escena bastante desagradable —mentí. Sabía que decirle la verdad la haría ponerse aún más rebelde.
—¿Tú? ¿El rey del aburrimiento vino a un lugar como este a divertirse? No soy estúpida, Alejandro, sé que viniste para arruinar mi noche.
Caminé con calma y me senté en una de las sillas de la sala, mostrándome tranquilo. —Deja de decir tonterías. Mejor cálmate, estás bajo los efectos del alcohol y podrías decir cosas hirientes —dije, aunque la impotencia me carcomía por dentro.
Daniela no lograba mantenerse estable, así que tomé la decisión de enviarla de vuelta al hotel. No podía dejarla en un estado tan lamentable.
—No puedo irme, tengo que buscar a mi amiga —dijo antes de desplomarse, perdiendo el conocimiento.
Al verla así, no pude evitar sentir una oleada de pena. Sabía que ella no era así por su culpa. Tanto mis padres como yo éramos responsables de su comportamiento. Siempre estábamos pendientes de nuestros trabajos, viajando y dándole más importancia a nuestros asuntos que a ella. Le pedí a mi seguridad que la sacara de aquel lugar discretamente. No podía dejar que nadie la viera, y mucho menos que le tomaran fotos en ese estado.
Una vez que todo estuvo en orden, fui personalmente a buscar a su amiga. Pero cuando salía de la sala privada, una hermosa joven de ojos azules y cabellos negros chocó contra mí. Era una joven hermosa y atrevida, que empezó a coquetear conmigo descaradamente, era la amiga de mi hermana.
Tomando el control de mis acciones decidí alejarme de la tentación, era amiga de Daniela y eso era una línea que no pensaba cruzar. Pedí que l.amanuvieran vigilada y que cualquier cosa me avisarán. Salí de la discoteca rumbo al hotel, necesitaba descansar después del día tan difícil que tuve. Al llegar al hotel fui a buscar mi habitación y en el camino me encontré con una escena bastante desagradable, un tipo estaba queriendo obligar a una joven a ir a su habitación, no me gustaba meterme en problemas, pero tampoco podía dejar un acto tan vil, cuando me acerque y me si cuenta de que se trataba de la misma joven que estaba con Daniela cerré mi puño en señal de rabia. Con furia me enfrente al sujeto dando la orden a mi seguridad que le hicieran pagar su osadía. Cuando la fin estuvimos solos la muchacha perdió el conocimiento cayendo en mis brazos. Sabía que era una mala idea, sin embargo, por primera vez ignore la razón dejándome llevar por el impulso.
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