SU OLOR, SU MALDICIÓN El instinto

La casa era enorme. Tradicional por fuera, moderna por dentro.

Joon Song nos recibió en la entrada con una sonrisa cálida y una reverencia leve que, por alguna razón, me puso nerviosa.

Pero no tanto como cuando él apareció.

Damián.

Mi padre lo saludó con esa firmeza típica suya, apretón de manos incluido.

Damián Song (A.D)

Ha pasado mucho tiempo —dijo Damián, su voz era grave, pausada.

Evander Laskaris (A.D)

Demasiado —respondió papá.

Entonces papá giró hacia mamá.

Evander Laskaris (A.D)

Ella es Celeste, mi esposa.

Damián Song (A.D)

Un gusto, señora —dijo Damián, inclinando ligeramente la cabeza. Su tono fue respetuoso, aunque no distante.

Y luego… Luego se giró hacia mí.

Evander Laskaris (A.D)

Y ella es mi hija, Ariadne.

Nos cruzamos la mirada. Y entonces lo sentí.

El olor.

Dios.

Era una mezcla de cuero cálido y especias, con un fondo oscuro, casi adictivo, como humo dulce y madera.

Un olor que no solo me gustó... sino que me recorrió la columna entera.

Me quedé helada. Mi lobo interior, que normalmente dormitaba en silencio, se desató como si alguien hubiera abierto una jaula.

Eira (Lobo de Ari)

Ari… es él. Él. Nuestro mate. Nuestro mate, Ari. ¡ES ÉL!

No. No. No puede ser.

Me obligué a respirar, pero era como si su olor se me pegara por dentro. Como si algo en mí hubiera despertado sin mi permiso.

Damián Song (A.D)

Un gusto, Ariadne —dijo él, y su voz sonó distinta esta vez. Un poco más… profunda. Pero yo no pude responder.

Solo asentí. Tensa. Bloqueada.

Quería que mi cuerpo reaccionara con educación, con frialdad, como siempre. Pero no podía.

Mi loba no paraba de moverse. No gritaba… rugía.

Y entonces, sentí una mano en mi brazo. Mamá.

Celeste Volkova (O)

¿Estás bien, cielo?

No podía mentirle. No a ella.

Celeste Volkova (O)

¿Podemos hablar un momento?

Me llevó fuera del comedor, hacia un pasillo menos concurrido. Su mano en mi espalda era suave pero firme.

Celeste Volkova (O)

¿Qué pasa? —preguntó, preocupada.

Respiré hondo, pero el aire parecía tener todavía un poco de su olor. Ese maldito olor.

Ari Laskaris (O)

Mamá… él es mi mate.

Ella abrió los ojos, pero no dijo nada enseguida.

Ari Laskaris (O)

Mi loba está… descontrolada. No deja de gritar que es él. Que lo toque. Que lo reclame. Pero yo… yo no quiero nada de eso todavía.

Mamá asintió lentamente.

Celeste Volkova (O)

Está bien. Es normal que reacciones así. El vínculo es fuerte.

Ari Laskaris (O)

Pero yo no quiero —dije, bajando la voz, casi como una súplica.

Ella me tomó el rostro con ambas manos.

Celeste Volkova (O)

Entonces no tienes que. Nadie te va a obligar. Ni él… ni tu loba.

Asentí, tragando saliva.

Y en ese momento me di cuenta: no hay forma de evitar al destino cuando huele tan bien.

Cuando mi padre me dijo que íbamos a cenar con la familia del señor Evander —su compañero de equipo— no pensé mucho en ello.

Una cena más. Gente nueva. Saludos, sonrisas, cortesía. Nada fuera de lo común.

Lo que nunca imaginé… era que terminaría conociéndola a ella. Y que escucharía a mi lobo enloquecer por ella.

Kael (Lobo de Damián)

Es ella, Damián. ¡Es ella! Nuestra compañera. Nuestra pareja. ¡¡ES ELLA!!

Kael nunca había gritado así. Nunca lo había sentido tan salvaje. Tan fuera de control.

Todo ocurrió en un segundo.

Ella estaba parada al lado de Evander.

Cabello suelto, ojos brillantes, expresión suave. Cuando mi mirada cayó sobre ella, mi mundo se congeló… Y luego se encendió.

El olor. ¡Cielos!

Era como un suspiro de flores nocturnas mezclado con un toque de miel cálida y algo que no puedo explicar… como luz en medio de una tormenta.

Me golpeó directo en el pecho. Y en la sangre. Y en los huesos.

Mi mandíbula se tensó. Mi respiración cambió.

Kael (Lobo de Damián)

Acércate. Tócala. Es nuestra.

Kael no dejaba de repetirlo. Y por primera vez… tuve miedo de lo que podría hacer si no lo escuchaba.

Damián Song (A.D)

Un gusto, Ariadne —le dije.

Ella no respondió. Solo asintió, pero sus ojos… sus ojos me lo dijeron todo.

Ella también lo había sentido.

Kael (Lobo de Damián)

Lo sabes, lo sabes, lo sabes.

Quise avanzar, hablar, hacer algo más. Pero me detuve.

Tenía que controlarme. Yo, Damián Song, el que nunca perdía el control.

Y ahí estaba… Temblando por una chica que ni siquiera conocía.

Una chica que olía a hogar. A calma. A todo lo que nunca pensé que querría.

Kael caminaba de un lado a otro en mi interior, impaciente.

Kael (Lobo de Damián)

Tócala. Di algo. Reclámala.

Pero no lo hice. Solo la miré.

Y supe que mi vida ya no me pertenecía del todo.

††††