Capítulo #5: ¿Cuál es mi lugar?

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Las luces tenues y parpadeantes de las instalaciones daban un aura de completo terror a los pasillos de la base militar.

Parece una escena sacada de El Aro...

Aún medio cojeando, Alex caminaba con cautela.

Su mente le decía que estaba loco. Su cuerpo gritaba por huir.

Pero él no iba a dejar a Writz atrás.

—Demonios... ¿Dónde está ese elfo? —murmuró Alex, mirando a su alrededor.

Ay, mamá, qué ansiedad me está dando esto...

Sin perder el ritmo, el chico siguió avanzando, deteniéndose en puntos donde los pasillos se conectaban.

"Hay demasiados pasillos... parece un maldito laberinto." Pensó.

El pasillo de enfrente lo llevó a una sala amplia, con aún más caminos por elegir.

Alex tenía la esperanza de divisar al elfo en alguno de ellos.

Aunque el problema ahora sería lidiar con la soldado que había visto junto a él en las cámaras, sin llamar la atención de Kennedy.

—Por favor... Writz, Heart no puede esperar mucho tiempo... —se dijo entre dientes, frustrado.

—Yo tampoco puedo esperar más a tu respuesta...

Con la piel de gallina y los ojos como los de un tecolote, Alex alzó la mirada.

Sobre él, en el techo, se encontraba el general, sostenido gracias a la tecnología de adherencia de sus guantes y botas.

Esto ya no se parece a una película de terror... ¡Es una película de terror!

—¡A la gran! —Alex brincó hacia un portal que creó por puro instinto, apenas esquivando el intento de Kennedy por atraparlo—. ¿¡Qué demonios!?

—Qué cobarde eres... —Los guantes del general liberaban presión en forma de humo.

—¡No quiero morir... ¿sabes?! —Alex se incorporó con dificultad; su pierna le dolía—. Mira, no quiero pelear... Mi grupo y yo nos iremos, y... buscaré cómo compensar a los soldados que mi capitana mató, ¿okey?

—¿Y cómo garantizo que me darás lo que quiero?

Alex miraba a todos lados; no sabía cómo negociar con gente peligrosa.

—Ja... No confío en una sola de tus palabras. Tal vez pudiste salvar a la chica, pero creo que me quedaré con ese duende como garantía.

—¡No! Nos iremos todos o no te...

Un golpe lo interrumpió, lanzándolo al otro lado de la sala.

—¡Ah...! ¿Por qué siempre me lanzan...?

—Tus vendajes... No te tratan bien en ese lugar, ¿eh? —Kennedy, con gran ego, caminaba alrededor de la habitación—. ¿Quieres negociar conmigo... cuando lo que haces ahí es dejar en ridículo a nuestra especie?

Alex lo miraba con un miedo que poco a poco se transformaba en enojo.

—No sabes de lo que son capaces... y ellos tampoco saben nada de ti. —Los guantes soltaron más humo—. Nadie te va a recordar...

Alex cambió su mirada temerosa por una seria y llena de rabia.

—Al menos no me recordarán por ser un psicópata como tú...

Kennedy, enfurecido, lo golpeó en el pecho. Alex sintió cómo algo se rompía dentro de él.

—¡Se cancela el trato...! ¡Idiota!

Sin perder tiempo, lo tomó del cuello, intentando acabar con él de una vez por todas.

Alex... no...

Con las fuerzas que le quedaban, Alex intentaba zafarse del agarre del general, pero este no se detenía.

Los recuerdos empezaron a llegar...

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—¡Alex! ¿¡Por qué no he recibido el dinero de esta quincena!? —La voz mayor de una mujer resonó con furia.

—Mamá... ¡Aún no he encontrado trabajo! Estos días han sido difíciles... —dijo Alex, rascándose el brazo, deprimido.

—¡Es increíble! De verdad, Alex... ¿¡Hasta cuándo vas a dejar de ser un inútil!?

Alex solo la miraba, impotente. Había aplicado a cada empresa a la que podía, pero nada.

—¡Tus hermanos al menos traen lo suficiente para que podamos sobrevivir un día a la vez! ¿De qué sirvió la educación que te dimos, si no sirves para nada?

—Serviría... si nadie supiera que mis hermanos son delincuentes...

Un golpe directo en la cara, propinado por la mujer, hizo temblar al chico.

—¡No me respondas! Ellos, al menos, sí hacen algo... —dijo la madre antes de alejarse.

"¿Es esta la vida que debía llevar? No... no seré como ellos... no quiero..." Pensó el chico.

El lugar entero se distorsionó. Ahora era un día soleado. Rocas y matorrales eran lo común.

El fondo del gran barranco por el que Alex caminaba era silencioso, y eso le daba cierta calma al joven.

—Siempre tengo que ser yo quien arregle todo... jamás pido nada... —suspiró, mientras avanzaba—. Me pregunto si estoy destinado a vivir así para siempre...

Mientras caminaba, pateaba una pequeña roca que, como él, se movía de un lado a otro, sin saber a dónde iba... pero siempre hacia adelante.

Alex sonreía. Quería ver si podía batir su propio récord de distancia.

—No quiero sobrevivir el día a día... quiero vivirlo... —dijo con la mandíbula temblorosa.

Estaba muy metido en sus pensamientos... y en la roca.

"Espera... esto jamás pasó... yo jamás estuve en el fondo del acantilado hasta que..." Pensó.

El escenario se distorsionó otra vez.

Alex estaba en un auto rojo. Pero algo andaba mal.

—No, no... ¿¡Qué pasa!? —El auto se descontrolaba, y su corazón latía con furia. —No, no, no... ¿¡Por qué!?

El vehículo salió del camino y cayó por el acantilado.

Como si todo fuera en cámara lenta, Alex veía la caída que lo esperaba: el suelo, las rocas, los matorrales.

Lágrimas caían de sus ojos. Solo un pensamiento lo consumía:

"Debí pagar el reemplazo de frenos en vez de darle el dinero a mi madre..."

A punto de cerrar los ojos, resignado, un pensamiento distinto emergió.

Su último deseo...

"Quiero vivir..."

Un portal se abrió frente a él. Todo se oscureció.

"Esta vez, no escaparé del dolor..." Pensó.

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Uno... missisipi...

Dos... missisipi...

Tres... missisipi...

Alex abrió los ojos con furia y lágrimas.

Cuatro... missisipi...

Activó el reloj de portales: uno bajo los pies de Kennedy, otro en el techo.

¡Cinco!

—¿¡Pero qué!? ¡Ah! —gritó el general, cayendo sin fin entre los portales. —¡No puede ser!

Alex retrocedió, tosiendo. Sentía que su cuerpo estaba hecho trizas... pero seguía con vida.

¡Eso es, Alex! ¡Tú puedes...!

Observó cómo Kennedy caía atrapado en el bucle. Era su oportunidad.

—Writz... —susurró con voz ronca.

Sin perder tiempo, Alex abandonó el bucle y comenzó a buscar a Writz por toda la base. No sabía cuánto tiempo más duraría el portal.

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Mientras, en otra parte, Heart tosió una vez más, pero comenzaba a sentirse mejor. Su sistema de regeneración interna, como buena Humex, ya estaba trabajando a toda marcha.

La robot abrió los ojos con un leve quejido electrónico.

—¡Ah! ¿¡Alex!? —Se incorporó de golpe, sus sensores aún algo desorientados. —¿Alex? ¿Writz?

El lugar estaba extrañamente tranquilo. Solo el zumbido de las luces y el parpadeo de unos monitores llenaban la sala.

Al bajar la vista, Heart notó que su mano sostenía algo con fuerza.

—¿Los chips...? ¡Los encontré! Pero... ¿dónde están ellos?

Se incorporó lentamente y dirigió la mirada a las cámaras de seguridad del despacho. Las pantallas mostraban diferentes áreas del complejo.

En una vio a Writz tirado en el suelo, aparentemente inconsciente, cerca de la sala de pruebas. En otra, divisó a Alex tambaleándose por un corredor, apenas capaz de mantenerse en pie.

—Me lleva toda la tarjeta madre... —susurró con voz temblorosa. El alivio y la preocupación se entremezclaban en su sistema emocional.

Con rapidez comenzó a revisar las demás cámaras, buscando alguna señal de Kennedy. Lo que encontró la dejó helada: el general estaba atrapado en un bucle de portales, girando sin cesar, incapaz de escapar.

"¿¡Alex lo venció!?" Pensó con asombro.

Le costaba creerlo. Ese chico torpe y ruidoso, al que pensó que solo le iba a estorbar... la había salvado. ¡Y además había derrotado al enemigo!

"Tuercas... increíble." Pensó, tratando de procesar lo que veía.

—Debe de estar yendo por Writz; iré también, así podremos abarcar más terreno.

Heart guardó los chips, se aseguró de estabilizar su sistema y salió corriendo del despacho, decidida a ayudar a su equipo.

Sus pasos metálicos se alejaron por el pasillo justo cuando una voz sonaba a través de los parlantes del despacho:

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—¡Señor general! ¡Por favor, conteste cuanto antes! —La teniente Fel hablaba por su walkie-talkie con creciente desesperación. —¡Me lleva el...! Ese tal Alex y la robot deben de estar dándole problemas...

En otro rincón del edificio, Fel seguía oculta, arrinconada contra la pared. Sus ojos iban de una pantalla a otra con nerviosismo.

Algo me dice que no estaba pasando un buen rato...

—¡Debí haber ido en su lugar! O... o juntos... ¡Así podríamos haber tenido una chance contra esa... cosa!

Fel tragó saliva, recordando las imágenes en las cámaras: la forma en que Heart había destrozado a los soldados sin pestañear. Era más que una amenaza.

—El Proyecto Hammer deberá hacerle frente... —susurró con una mezcla de miedo y determinación.

Unos dedos temblorosos sacaron un papel viejo y maltratado de su cinturón. Lo desenrolló, revelando unos símbolos extraños.

—Pergamino de protección...

—¿¡Pero qué ca...!? —exclamó al ver una figura frente a ella.

Disparó sin pensar. Una, dos, cinco veces.

Pero las balas rebotaron en el aire antes de alcanzarlo. Un campo de fuerza invisible rodeaba al elfo.

—C-cómo... —balbuceó Fel, retrocediendo. —Eso no era un dispositivo... —La teniente aterrada.

—No... no lo era —respondió Writz con calma, sacudiéndose el polvo de su túnica. —La ciencia de lo desconocido es lo que comúnmente llamamos... magia.

Fel y Writz se quedaron viéndose. Ninguno atacaba.

Fel revisó su arma: vacía. Mientras tanto, Writz no mostraba intenciones de luchar. No traía hechizos de ataque. Él siempre había querido ser el soporte del equipo, no un guerrero.

Imbécil...

—Joven doncella, ¿dónde podría encontrar unos dispositivos de almacenamiento? —preguntó Writz con total cortesía, completamente ajeno a la "enemiga" que tenía enfrente.

—¿Eh...? Yo... —Fel parpadeó, confundida. "¿¡Me dijo doncella!?" Pensó

Un rubor involuntario se le escapó por las mejillas.

—¡Jamás te lo diré, duende! —gritó, dándose la vuelta.

Y salió corriendo a toda velocidad, más por vergüenza que por estrategia.

Ahora entiendo por qué Kennedy tiene que ser el pecho frío de esta base... Todos son inútiles...

—Qué maleducada... Mi tamaño es el apropiado para considerarme elfo, no duende —refunfuñó, haciéndose el ofendido mientras volvía a guardar su pergamino. —Ahora, ¿dónde estará mi dúo dinámico?

Y así, Writz caminó con total serenidad por los pasillos, como si estuviera dando un paseo por el parque.

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Mientras Alex luchaba por mantenerse en pie y Heart corría desesperada entre corredores, él tarareaba una melodía élfica que nadie más entendía.

Y hablando de los otros dos... Alex no la estaba pasando nada bien.

—Ah... me lleva... —dijo el chico, sentándose mientras presionaba con la mano la zona donde el puño de Kennedy había impactado—. Lo siento, chicos... no creo que pueda más...

Su vista comenzó a nublarse.

¿Acaso ese sería su final?

—Veo que el retoño por fin está creciendo —comentó Writz, mirándolo con calma. Si Alex estaba así de golpeado, era porque se había esforzado. Al menos, así lo veía él—. Curación de los Cuatro Vientos...

Un aura blanquecina rodeó el cuerpo del humano. Sintió cómo sus huesos —aunque con dolor— volvían a su lugar, sus órganos se reparaban y los moretones comenzaban a desaparecer.

—¿Writz...? ¿Eres tú...? —balbuceó Alex, recuperando poco a poco la conciencia. Vio al elfo frente a él, completamente intacto.

—Veo que no los puedo dejar solos ni un rato... Pareces una hoja en medio de la tormenta —comentó el elfo, entrecerrando los ojos con ese aire sarcástico que tanto lo caracterizaba.

—Qué chilero... Estás vivo... —Alex abrió los ojos de golpe—. ¡Vivo, por un demonio! ¡Writz, tenemos que buscar a Heart! ¡Está herida!

Pero la preocupación del humano fue calmada por una mano fría y metálica sobre su hombro.

Alex solo rezaba que no fuera la armadura Hammer de Kennedy...

—Idiota, casi te mata ese tipo... —Heart se arrodilló frente a él—. Creo que te subestimé más de lo que pensaba.

—Es increíble que admitas eso —dijo Writz, riendo por lo bajo.

Lo mismo digo... Esta robot tiene el ego como especificación principal...

—¡¿Quieres callarte, sí?! —le soltó Heart con una mirada fulminante, volviendo luego hacia Alex—. Ya tenemos los chips. Lo mejor será que nos vayamos de una vez.

—¿¡Cómo es que...?! —Alex estaba confundido; hacía apenas unos minutos su compañera estaba al borde de la muerte.

—Heart y yo nos encontramos a medio camino. Por suerte, logramos hallarte también —dijo Writz, guardando su pergamino de curación.

—Ah... Me alegra tanto verte, Heart —Alex sonrió con alivio. Casi se le escapan las lágrimas al ver a su líder con vida.

Heart no pudo evitar sentirse incómoda. Su día a día con los novatos siempre era el mismo ciclo.

Reclutado. Primera misión. Quejas e insultos. Y, finalmente, abandono.

La vida puede ser dura... incluso para un robot.

—Sí, bueno... Larguémonos de aquí, Explorers —dijo Heart, con una leve sonrisa determinada.

—Writz... gracias por salvarme la vida. Espero que no se vuelva una costumbre... —dijo el humano, algo nervioso.

—Veré si te asigno una cuota por cada vez que te salve —respondió el elfo, extendiéndole la mano.

Con cuidado, el elfo y la robot ayudaron al humano a ponerse de pie. Por un momento, los tres compartieron un breve suspiro de alivio. La misión, al fin, parecía haber terminado.

Hasta que los pasos metálicos resonaron detrás de ellos...

¿Para qué hablo...?

—Jamás había topado con un mocoso tan necio... Pareces una garrapata con ego. —La voz de Kennedy venía cargada de furia. Sus guantes soltaron un chorro de vapor a alta presión, intimidando al trío—. No dejaré que se vayan tan fácil...

Los tres se giraron. El silencio era tenso. La mirada de Kennedy bajo el casco era un torbellino de rabia contenida.

—Writz... ¿aún tienes el anillo Terreok? —preguntó Heart, sin apartar la vista del enemigo.

El elfo asintió.

—Alex, ve a un lugar seguro. Si no volvemos en cinco...

Alex no la dejó terminar. Se colocó a su lado. Aunque sus brazos temblaban, se mantuvo firme. No pensaba huir esta vez.

—Vaya... ¿esta vez sí van a dar pelea? Ya era hora que dejaran de correr como gallinas mojadas. —gruñó Kennedy con una sonrisa retorcida.

Heart transformó sus brazos en sables brillantes.

Writz se colocó el anillo Terreok.

Y Alex... activó su reloj de portales. Aún sin saber la estrategia, estaba listo para lo que viniera.

Kennedy no esperó más. Corrió hacia ellos como una fuerza imparable.

—A mi señal... —dijo Heart, más decidida que nunca—. ¿Listos?

Ambos chicos asintieron. El rugido de los propulsores de Kennedy crecía a cada segundo. Hasta que saltó.

Y la batalla final de la misión comenzó.

—¡Ataquen!

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Comments

Fasikos,(sombra general)

Fasikos,(sombra general)

Dale papu, el prota siempre gana

2025-08-23

1

kokichi.oma.panta

kokichi.oma.panta

Sigues ecribiendo, necesito mas, bendiciones

2025-08-07

1

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