Capítulo #4: Militares Desmilitarizados

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Cruzando por el portal, el equipo Explorers llegó frente a su primera misión como equipo.

El entusiasmo de Heart, la serenidad de Writz y la evidente inseguridad de Alex se notaban a leguas.

El trío más disparejo del universo… en acción.

—Chicos, en serio, no estoy seguro de cómo vamos a lidiar con todos esos soldados… ¡miren!

Alex señaló a un grupo de al menos veinte soldados fuertemente armados que custodiaban la entrada.

—Solo son veinte —respondió Heart, sin inmutarse—. Quédate aquí y no sobrecargues el sistema.

—Cuando las estrellas callen, el suelo hablará... —Dijo, extendiendo su pergamino. —Socavón.

El suelo bajo los soldados se abrió como si una boca gigante se los tragara. Cayeron sin poder siquiera gritar.

—¡Me toca! —Heart transformó sus brazos en dos enormes y filosos sables—. Hora de desahogarme un poquito...

Saltó sin dudar al interior del socavón.

Y lo que vino después...

Gritos, disparos, chispazos, metal contra concreto y un eco ensordecedor de destrucción.

Alex tragó saliva. No quería saber qué tipo de carnicería ocurría ahí dentro… y yo tampoco.

Finalmente, el silencio.

De un salto, Heart emergió del agujero, lanzando un rifle de asalto a Alex con total naturalidad.

Estaba cubierta de fluidos, restos metálicos y otros residuos que no describiremos por respeto a la cena del lector.

—¿Qué demonios...? —Alex la miró como si hubiese visto a una película de horror en primera fila.

—Ah… nada mal para calentar un poco —comentó Heart, sacudiéndose con despreocupación. Sus brazos volvieron a la normalidad como si nada.

—¿Nos vamos?

—Sí. Solo faltan los chips. Vamos.

Writz y Heart comenzaron a avanzar hacia la entrada de la base. Alex se quedó rezagado un momento, observando el socavón. La escena lo revolvió.

—¿Qué clase de…? —Agitó la cabeza para alejar el mareo y siguió a los demás—. ¿Era necesario matarlos así?

—Son amenazas, Alex. —contestó Heart, limpiando su ropa y cabello con eficiencia robótica—. O formateas... o te formatean.

Y aunque lo dijo sin emoción, su mirada reflejaba la incomodidad por la reacción del humano. Alex la miraba con mezcla de miedo y decepción.

La robot se acercó a Writz, bajando la voz. Alex estaba unos metros atrás, distraído entre pensamientos… o traumas recientes.

—Writz… ¿crees que Alex pueda ser una buena inclusión al equipo?

—Solo un corazón valiente se queda donde todos sus nervios gritan que huya. Tiene madera... aunque aún no sé de qué árbol. —respondió el elfo.

Writz se mantuvo hojeando otra vez sus pergaminos mientras buscaba los chips en salas adyacentes.

—Puede que... tu filo haya cortado más que enemigos, Heart. A veces, hasta la razón sangra un poco.

—Eh... ¿Entonces qué propones, sabiondo?

—Nada. Solo… sé tú misma. Si no encajamos con él, se irá solo.

Heart se detuvo. Le sorprendió lo directo de la respuesta. Su mente procesaba lentamente aquellas palabras.

¿Por qué eliminar amenazas era siempre tan mal visto? ¿No era ese el camino lógico?

"Todos se alejan porque soy demasiado dura… pero si no lo fuera, tal vez ya no estaría aquí…" Pensó.

Tan sumida estaba en sus pensamientos, que no notó que Writz se había adelantado.

—¿Heart? ¿Heart, estás bien? —Alex, con cautela, le tocó el hombro—. Si te pasa algo, podrías…

Un sable surgió de inmediato. Rozó su cuello por centímetros antes de que diera un salto hacia atrás por puro reflejo.

Las pupilas de la robot estaban dilatadas. Su cuerpo, ligeramente tembloroso. Su mirada… ausente.

Alex la observó congelado.

Ok… definitivamente esta tipa está tostada.

—¿Estás bien...? —preguntó Alex, tragando saliva aún con el susto reciente.

Heart mantuvo la mirada fija en él por un segundo más, antes de volver en sí. Su brazo regresó a su forma normal.

—Sí... solo... ¿Dónde está Writz?

—Dijo que iría a revisar si había más soldados cerca. ¿Vas a ir tras él?

Heart se lo pensó. Algo en lo que dijo Writz momentos antes no terminaba de dejarla tranquila.

—¿Heart?

—¿Uh...? ¿Qué pasa?

—Otra vez te fuiste...

—Sí... no importa. Que Writz se encargue de los soldados. Nosotros buscaremos los chips. —Murmuró, reanudando su camino.

Alex se quedó pensando. No sabía si debía seguirla, aprovechar para escaparse... o quedarse congelado ahí.

"Ni una de las opciones suena bien. Literalmente me estoy metiendo al puro infierno... por gusto." Pensó

Finalmente, caminó tras ella. Lo que no notó fue el leve brillo rojizo de unas cámaras de seguridad activas.

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—Así que por fin te atreviste a irrumpir en mi base —dijo una voz grave desde un despacho oculto.

El general Kennedy observaba las grabaciones en tiempo real. A pesar de lo ocurrido, ya había activado el protocolo de evacuación en cuanto detectó la intrusión.

—Son un peligro, general. Le recomiendo evacuar las instalaciones cuanto antes —insistió la general Fel, con tono serio.

—¿Salir corriendo como cobarde? Llevo una década forjando esta bestia… y no pienso dejar que otro la estrene antes que yo. Prefiero morir dentro de ella.

El general presionó un botón. El muro frente a él se abrió revelando una armadura negra, imponente y de tecnología avanzada. En el pecho, una palabra: HAMMER.

—Juré por la bandera que yo sería el primero en portar este hierro. Las promesas de un soldado no se rompen... se graban en acero.

Esto no pinta nada bien...

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—Nada aquí —dijo Alex, cerrando la puerta—. Era solo una letrina...

—¿Qué tan difícil puede ser encontrar unos malditos chips? —gruñó Heart, pateando una papelera—. ¿Y dónde tuercas están los soldados?

—Oye, es cierto... Esto ya me huele raro... como cuando todo va muy bien en una película de terror. —comentó Alex, mirando el pasillo a sus espaldas—. ¿Tú crees que Writz...?

—Una base como esta debería tener cientos de soldados. No tiene sentido... Writz no podría contra tantos por su cuenta… Aquí hay algo raro.

—Estoy de acuerdo. ¿Tienes forma de comunicarte con él?

Heart asintió. Tocó su cabeza y sus ojos se tornaron de un azul intenso: estaba haciendo una llamada interna.

—¿Encontraron los chips? —respondió Writz al instante, con voz baja y sigilosa.

—Aún no. ¿Dónde estás?

Mientras Heart hablaba con el elfo, Alex examinaba el rifle que seguía sosteniendo.

Lo había visto en videojuegos y películas, pero nunca en la vida real… y mucho menos en sus manos.

Sin querer, desactivó el seguro. Al presionar el gatillo, una ráfaga de balas estalló contra las paredes.

Heart pegó un brinco.

—¡¿Qué virus estás corriendo, estúpido?! ¡Casi se me fríe el procesador!

—¡Perdón! ¡Jamás he usado una de estas! —gritó Alex, volviendo a colocar el seguro como pudo.

—Chatarra… —murmuró Heart, regresando a su conversación—. Si encuentras algo, llámanos y vamos al instante. ¿Entendido?

—¡Como un fruto listo para caer del árbol! —respondió Writz.

Fin de la llamada.

Heart miró a Alex con severidad.

—¡Dame esa cosa! —Le arrebató el rifle de las manos—. ¡Es increíble que no sepas ni usar las armas de tu propio mundo!

Pero el karma es justo. Al tomar el arma, también desactivó el seguro sin querer. Un movimiento en falso del gatillo bastó para otra ráfaga.

Ambos se encogieron del susto.

El arma cayó al suelo.

Silencio.

Se miraron. Luego, sin poder evitarlo, Alex soltó una carcajada. La expresión en el rostro de Heart lo hizo reír aún más.

Ella miró hacia otro lado, incómoda, mientras un leve brillo rojizo aparecía en sus mejillas metálicas.

¿Se sonrojó? Increíble...

—Esto fue... —Alex volvió a reír—. ¡Y tú diciéndome que yo la uso mal!

—¡Cállate! —Heart golpeó la pared junto a él.

Alex la observó, conteniendo una carcajada más. Pero no aguantó. Volvió a reír.

—¡Ahora encima fallaste el golpe!

—¡No le veo la gracia!

Heart cruzó los brazos, frustrada… aunque por dentro, empezaba a notar lo irónico de la situación. Una pequeña risa se le escapó.

Alex se sorprendió.

¿Heart… riéndose?

Pero tan pronto como se dio cuenta de que la estaban viendo, volvió a su expresión seria.

—Te la dejo pasar esta vez… solo porque fue mínimamente gracioso…

—Anda ya, Heart. No está mal reírse un poco. Sirve para soltar lo que… bueno, lo que hiciste antes.

El silencio que siguió fue espeso. Incómodo.

Ninguno sabía qué más decir. Tampoco querían recordar lo que había pasado en el socavón.

—¡Ah, cierto, los chips! —exclamó Alex, avanzando con energía fingida.

—Eh, sí, sí. Tenemos una misión que… completar —respondió Heart, siguiéndolo.

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Mientras dejaban atrás el rifle del desastre, Writz continuaba su búsqueda en solitario.

Había inspeccionado varias habitaciones sin hallar rastro de los chips. Nada útil… hasta que una figura al fondo del pasillo captó su atención.

¿Esa es la teniente Fel...? Oh-oh…

—¿Será hostil...? —susurró el elfo, dando un paso al frente con cautela.

Pero justo entonces, unos pasos metálicos resonaron a su espalda.

¿Heart? ¿Ya volvió?

—No es hostil... —dijo una voz áspera, distorsionada.

No era Heart.

—Yo, en cambio, fui entrenado para serlo.

Antes de que pudiera reaccionar, Writz recibió un golpe seco en la nuca. Su cuerpo cayó al suelo, inconsciente.

El atacante, cubierto con una armadura negra con líneas rojas brillantes, no era otro que el general Kennedy.

Demasiado rápido. Demasiado peligroso.

—Buen trabajo, teniente Fel. Solo faltan dos... —murmuró el general, dejando el cuerpo del elfo frente a la oficial y marchándose con paso firme.

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Mientras tanto, Alex y Heart seguían caminando por los pasillos vacíos de la base. Nada. Ni un alma.

—Esto es raro... —murmuró Alex—. ¿No se supone que debería haber más gente?

—Creo que ya sabían que vendríamos... —dijo Heart, cada vez más desconfiada.

—Entonces mataste a esos soldados... ¿por nada? —preguntó Alex, con el ceño fruncido.

—Eran enemigos —replicó la robot, sin darle importancia.

—Claro... como si tú hubieras presenciado cómo mataban a los de tu especie —soltó Alex, en tono sarcástico.

—Debes entender que no todos tienen buenas intenciones, Alex...

Heart quería cambiar de tema. Hablar de moralidad le resultaba incómodo.

—¿Lo dices por ellos... o por ti?

Alex no supo por qué dijo eso. Tal vez fue la tensión, tal vez las emociones. Pero lo soltó... y ya era tarde.

Heart se detuvo en seco. Su cabeza giró hacia él con una lentitud inquietante.

—¿Qué dijiste...? —preguntó con voz baja, mientras sus brazos comenzaban a transformarse en sables.

—Eh... n-no fue nada... —Alex retrocedía paso a paso, como si tuviera enfrente a una fiera.

—Repítelo, Lower... —gruñó Heart, avanzando con paso firme. Las puntas de sus armas rasgaban el suelo, soltando chispas.

—¡Solo dije...! ¡¿Quién demonios mata así?! ¡¿No puedes tener un poco de piedad?!

Alex tropezó y cayó de espaldas. Heart ya estaba frente a él, sable en mano, la punta rozándole el cuello.

—La piedad... —dijo ella, con los ojos entrecerrados—. Es inútil aquí, Alex. La piedad... te lo puede quitar todo. A todos...

Alex apenas podía respirar. Su corazón palpitaba como si quisiera escapar del pecho. Esta chica... era una pesadilla con cuerpo de acero.

Pero entonces, algo los interrumpió.

Pasos metálicos.

Heart giró la cabeza. Ella no había hecho ese sonido.

—Me alegra ver que hay alguien con quien compartir opinión... —dijo una voz profunda.

Al fondo del pasillo, emergió la figura de la armadura negra, oscura como el vacío y decorada con líneas rojas encendidas. El rostro estaba oculto, pero su presencia era intimidante.

—Alex Lower... civil no autorizado. Tu archivo es una anomalía táctica. El destino quiso que nos encontráramos, y la patria me exige que termine esto.

—¿Lo conoces? —preguntó Heart, confundida.

Alex negó con la cabeza, retrocediendo con nerviosismo.

Pero antes de que Heart pudiera responder, la armadura se abalanzó sobre ella. La tomó del cuello y la lanzó contra el muro opuesto con tal fuerza que dejó un enorme agujero en la pared.

Alex se quedó paralizado.

—Ups. Creo que me pasé un poco —dijo la figura, mirando hacia el humano—. No me gusta maltratar damas, pero bueno... excepciones.

Pulsó algo en su casco. La parte frontal se retrajo, revelando el rostro de un hombre maduro, de gesto frío.

—General Tadeus Kennedy. Ejército de los Estados Unidos.

—Eh... ¿un gusto? —murmuró Alex, confundido—. ¿No vas a matarme?

—Créeme, muchacho, te habría volado los sesos... pero esa cara de civil asustado me dio lástima. Por ahora.

El general se giró un momento para asegurarse de que nadie lo flanqueara.

Demasiado precavido para ser un simple soldado.

—Resulta que tú, ya sea por accidente o por destino, te volviste una piedra en mi zapato —dijo el general.

—¿Qué? —Alex frunció el ceño, confundido.

—Forrester era mi activo asignado. Tu presencia provocó una desviación de protocolo... y veintiún bajas directas.

—Yo... yo no quería que eso pasara...

—Ahora tengo veintiún buenas razones para matarte. Pero voy a darte una única oportunidad de arreglar este desastre.

Alex ya sabía hacia dónde iba eso.

¡No te vendas! ¡No te vendas!

—Serás mi informante dentro de ARMA. Solo quiero información, en especial sobre su tecnología. A cambio, dejaré que vivas… y tal vez, solo tal vez, considere no matar a tus dos amigos.

Una oferta tentadora. Si uno ignora la parte de “tal vez” como si fueran vidas desechables.

Antes de que Alex pudiera responder, el general volvió a colocarse el casco. En el instante siguiente, detuvo con su brazo el impacto de los sables de Heart.

—¡Alex! ¡Vete de aquí! —gritó la robot.

Kennedy golpeó a Heart con fuerza. Ella salió volando por el pasillo y se estrelló contra una pared.

La pelea había comenzado.

Heart se levantó tambaleante. Intentó cortar la armadura, pero esta era tan resistente que lo único que lograba era astillar sus propios sables.

—¡Emergencia...! —retrocedió unos pasos, sus brazos regresaron a su forma original.

Con un puñetazo bien colocado, logró hacer retroceder al general, quien gruñó de dolor.

—Eres una chica ruda, ¿eh? —Kennedy sonrió, burlón.

—¡Cierra la boca! —Heart saltó hacia él, lista para contraatacar.

Pero Kennedy la atrapó con sus guantes y la golpeó una y otra vez en el abdomen.

Heart resistía como podía... hasta que un líquido oscuro, probablemente aceite, salió de su boca.

—¡Heart! ¡Sal de ahí!

Alex quiso correr hacia ella, pero Kennedy tenía otros planes. Tomó a Heart como si fuera peso muerto y la lanzó directamente contra él.

Ambos cayeron al suelo.

Heart tenía espasmos, su cuerpo temblaba, y la tos no se detenía. El aceite seguía manchando el suelo.

—A-Alex... —susurró ella con dificultad—. Vete...

Alex tenía el corazón desbocado. Verla así, derrotada, lo sacudió por completo.

Y entonces...

—Última oferta. Cooperas... o te clasifico como enemigo de estado. —preguntó Kennedy, avanzando hacia ellos.

Alex no podía apartar la vista de Heart. Sus pupilas digitales parpadeaban, débiles... luego se cerraron, como si no pudiera más.

Haz algo, idiota. ¡Haz algo ya!

Una idea le vino a la mente.

Rápidamente, activó el reloj de portales. Uno se abrió bajo sus pies, el otro al final del pasillo.

—¿Qué rayos es eso...? —Kennedy frunció el ceño.

—Lo pensaré... —dijo Alex, antes de lanzarse junto a Heart por el portal.

Aterrizaron más adelante. El general giró con rapidez y comenzó a perseguirlos.

Alex no se detuvo. Activó otro par de portales, esta vez llevándolos a otra sección de la base. Repetía el proceso una y otra vez, usando los portales para confundirlo, hasta que por fin lo perdió de vista.

Agotado, cargó a Heart hasta una sala cercana.

Era el despacho del general Kennedy.

Con esfuerzo, colocó a Heart en un largo sofá. Observó su abdomen... magullado, abollado, como si algo dentro se hubiese roto.

—¡Heart! ¡Por favor, dime que estás bien! —Alex sacudía sus hombros, desesperado.

Ella no respondía.

Alex se dejó caer junto a ella. Todo su cuerpo temblaba. Apenas habían escapado.

Entonces, una tos.

El sonido más hermoso que pudo oír en ese momento.

Sigue viva.

—Maldita sea... —murmuró Alex, respirando entrecortado.

Pero un ruido estático lo hizo voltear. La pantalla de seguridad mostró a Kennedy, buscándolos por los pasillos.

Alex sintió que el aire volvía a escasear.

Cambiando de cámara, vio a Writz. Seguía inconsciente. Frente a él, la teniente Fel... lista para atacar en cuanto se moviera.

—¿Cómo se supone que voy a salir de esto...? ¿¡Cómo!?

Se puso de pie, frustrado. Entonces lo vio.

Los chips.

Estaban ahí, en el despacho de Kennedy, sobre el escritorio.

Los tomó con manos temblorosas, observándolos por un instante.

—Están muriendo por estas cosas... y aun así... seguimos aquí. Juntos.

Hablaba consigo mismo. Buscando fuerza. Algún tipo de fe.

—Ni sé cómo terminé aquí... pero algo vieron en mí. Y no voy a echarme para atrás... aunque se me revuelvan los frijoles del susto.

Alex cerró el puño. Ahora lo tenía claro.

Por favor... que no sea una idea estúpida...

—Debo... no. —Se acercó a Heart, colocando los chips en su mano—. Solo aguanten un poco más, chicos...

Con decisión, se alejó.

Activó su reloj.

Es una idea estúpida... Pero va a ponerse bueno.

—Ni modo, si ya estoy metido hasta el cuello... pues que sea con ganas...

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