capítulo 2

El olor a pan caliente y hierbas dulces la sacó de su letargo. Abrió los ojos con lentitud, notando la calidez de las mantas gruesas, el crujido suave de la madera y un rayo de sol colándose por la ventana diminuta. A su lado, un chico de ojos amables y sonrisa serena la observaba con una bandeja entre las manos.

—Buenos días, mi lady… —dijo con tono cortés mientras le acercaba el desayuno.— Le traje algo de comer. No sabíamos si te gustaba la avena, así que la hicimos con miel… y un poco de canela. Espero que estés mejor.

Se incorporó con dificultad. Sentía el cuerpo adolorido, como si hubiese sido atropellada por un dragón, o por la vida, que a veces era peor. Observó la bandeja, agradecida, aunque no del todo confiada.

—Gracias… Luciel, ¿cierto?

Él asintió, sentándose con cuidado en el borde de la cama. Su mirada era cálida, pero triste. Como alguien que había visto demasiado. De pronto comenzó a decir.

—Estábamos volviendo del pueblo, Gael y yo, cuando escuchamos gritos en el bosque. Fue… fue parecido a lo que pasó con mi hermana. Los soldados oscuros se la llevaron una noche… —tragó saliva antes de continuar—. Te encontramos malherida, con las ropas hechas trizas. Pensamos que lo mejor era traerte aquí.

Ella escuchaba en silencio, sin interrumpir, como si cada palabra removiera algo dentro de ella que no le pertenecía del todo… y, sin embargo, conocía tan bien. Las imágenes llegaban como flashes: la sangre, las ramas, la carrera desesperada. Y entonces, como si un trueno partiera la calma, una idea absurda pero clara cruzó su mente: esos eran los recuerdos de Blancanieves.

“Es oficial —pensó—. Me volví loca. Pero una loca viva, y eso ya es mucho decir.”

Luciel rompió el silencio con una sonrisa tímida.

—¿Puedo preguntar cómo se llama… mi lady?

—No me digas así, por favor. Puedes llamarme Ro… Blanca. Blancanieves. Sí, lo sé, suena medio racista y para nada ortodoxo, pero ese fue el nombre que le dieron. Que me dieron… quise decir.

Luciel la observó en silencio, como si procesara cada palabra, antes de asentir con la cabeza.

—¿Recuerdas cómo llegaste al bosque? Es que… donde te encontramos no pasa nadie.

—Estaba huyendo.

Se lo dijo sin titubear, pero por dentro, su mente corría como ardilla con cafeína.

"Según la historia original, Blancanieves confía en los enanitos para ocultarse de la malvada bruja que intenta matarla. Yo en este caso tengo algo mejor… siete hombres fuertes. Si logro ganarme su confianza, podré quedarme con ellos y esconderme de esa bruja histérica que quiere robarme la belleza..."

Pausa mental. Frunció el ceño.

"Aunque… ahora que lo pienso, qué trama más patética. Disney y sus cuentos nunca tuvieron mucho sentido. Manzanas envenenadas, reinas obsesionadas con la juventud, príncipes acosadores que andan besando cadáveres por el bosque... ¿alguien más lo notó o soy solo yo? Pero bueno, si quiero evitar todo eso, tengo que actuar antes. En la calle aprendí que quien golpea primero, ríe mejor. Y esa reina ya hizo su jugada… ahora me toca a mí."

Inspiró hondo y continuó, esta vez con voz baja, algo más dolida.

—Estoy huyendo de alguien que me quiere ver muerta.

Luciel la observaba con preocupación. Ella fingió que no lo notaba y se llevó una cucharada de avena a la boca. Estaba sorprendentemente buena. Maldita sea, hasta en los cuentos cocinaban mejor que ella.

—¿Huyes de tu familia? —preguntó él con cuidado—. Es que… tus prendas. No pareces una joven plebeya. Si lo deseas, podemos escoltarte hasta tu hogar.

—¡No! —la cuchara cayó sobre la bandeja con un clang. Luciel dio un pequeño salto.

Ella tragó saliva, bajó la mirada y luego, con tono suplicante, tomó su mano.

—Por favor… no me lleves de regreso. Si lo haces, ella me matará.

En ese momento, la puerta se abrió de golpe.

Seis pares de ojos la observaban desde el umbral. Los bandidos —porque eso eran, por más bonachones que se vieran— habían estado escuchando tras la puerta como cotillas de pueblo. Pero ante esa frase, Gael, el más impetuoso del grupo, no pudo contenerse más.

—¿Ella quién?

Rosana, o Blancanieves, o como demonios quisiera llamarse ese día, los miró uno a uno. Hombres curtidos por la vida, desconfiados… pero no malvados. Tenía que actuar, tenía que decidir quién iba a ser en esta historia. Si iba a morir como la original… o vivir como la nueva versión mejorada.

Se sentó derecha, respiró profundo y dijo con la dignidad prestada de una princesa de cuento:

—Mi madrastra. La reina.

Un silencio cargado se apoderó de la habitación.

Luciel parpadeó.

Gael frunció el ceño.

Otro de los hombres, uno con una trenza gruesa y una cicatriz en la mejilla, levantó una ceja.

—¿La reina? ¿La reina, reina?

Ella asintió, y con voz clara, como si pronunciara su sentencia o su salvación, añadió:

—Mi nombre es Blancanieves, princesa heredera del Reino de Liria. Y huí porque esa bruja con corona quiere verme muerta.

Los hombres se miraron entre sí. Nadie habló durante varios segundos. Hasta que uno de ellos, un rubio con cara de que se había golpeado la cabeza muchas veces, soltó:

—Entonces es oficial… estamos metidos en un gran problema.

— Da igual quien sea... no fue para esto que creamos la orden. Juramos proteger a todas las mujeres que podamos de la malvada bruja...

— Esto es diferente... ella es su hija.— dijo Gael con cierta sospecha.

— Eso no es cierto, esa mujer me detesta, solo me crío para robarme mi belleza al cumplir la mayoría de edad...— al decir aquello, Rosana se sintió muy tonta, pero tal parecía que para los hombres frente a ella, esas palabras sí tenían mucho sentido.

—¿Y si está diciendo la verdad? —Luciel la miró, esta vez no con lástima, sino con algo parecido a respeto.

Ella alzó el mentón. No sabía exactamente en qué se había metido, pero lo que sí sabía era que ya no pensaba ser la víctima.

*"Sí, soy Blancanieves —pensó con una media sonrisa—, pero no una que espera el beso de un idiota montado en un caballo blanco. Yo misma voy a recuperar mi legítimo lugar y en esta vida nadie... absolutamente nadie, me volvera a humillar, ni lastimar"*

Porque esta vez, no iba a esperar a ser salvada. Esta vez, la princesa se pondría los pantalones —bueno, una armadura sexy tal vez—, y escribiría su propia historia.

Y si tenía que apuñalar a una reina por el camino… que así fuera.

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Comments

Faveamny Calderon

Faveamny Calderon

🤣🤣🤣 solo a ti se te ocurren estás locuras y de seguro sin ton ni son en cualquier momento aparece Luciana haciendo de las suyas porque una de tus historias sin que ella parezca es como comer torta desabrida 🤭🤭🤭 pero está está muy guena te felicito mujer

2025-07-28

10

Candy Cira 🥂💃🌹❤️🙃

Candy Cira 🥂💃🌹❤️🙃

Tienes muchísima razón aunque hay que resaltar que cuando la vimos eras pequeñas e ingenuas y nuestro príncipe lo era todo 😍🫣🤭🤭🤭 ahora lo vemos de otra perspectiva ya no somos esa pequeñas 😉

2025-07-29

5

Angel

Angel

ver las historias desde otro punto de vista

2025-08-12

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