Los días pasaban lentamente en la mansión Volkov. Aunque los guardias iban y venían como sombras silenciosas, y el ambiente era tenso como un campo de guerra, Ilya se adaptaba sin miedo.
Cada mañana despertaba antes de que la casa cobrara vida. Se asomaba por la ventana con una taza de té caliente entre las manos, observando cómo la nieve caía sobre el bosque. En lugar de sentirse encerrado, sentía paz.
Y, sin saberlo, también comenzaba a llamar la atención de quien menos lo esperaba.
Una tarde, Mikhail trabajaba en su despacho. Papeles, contratos, informes de tráfico de armas y enemigos por eliminar. Todo era rutina… hasta que un suave aroma a pastel caliente invadió el pasillo.
Mikhail volkov
*Frunció el ceño.*
Mikhail volkov
¿Qué es ese olor?
Un guardia se asomó con la expresión incómoda.
guardias
El chico… está cocinando.
Mikhail volkov
¿Qué?
guardias
Fue a la cocina esta mañana. Dijo que quería “darle un poco de vida a la casa”. No nos dejó intervenir. Solo… cocinó.
Mikhail se levantó, molesto. O al menos eso pensó. Bajó a la cocina y lo encontró ahí: Ilya, con un delantal dos tallas más grande, la cara manchada de harina y una sonrisa que desentonaba con lo lúgubre del lugar.
...
Mikhail volkov
¿Qué haces?
Ilya morózov
¡Mikhail! Estás justo a tiempo. Hice pastel de manzana. Mi mamá solía hacerlo cuando nevaba fuerte.
Mikhail lo miró con severidad.
Mikhail volkov
¿Quién te dio permiso de usar mi cocina?
Ilya morózov
Nadie. Pero tampoco dijiste que no podía. Solo me dijiste que no tocara lo que no era mío… y como el horno estaba solo, asumí que no pertenecía a nadie.
La lógica era ridícula. Pero Mikhail no pudo encontrar una réplica.
Ilya morózov
¿Quieres probar?
*preguntó Ilya, levantando un pedazo en un platito.*
El Diablo lo miró en silencio… y tomó el tenedor. Probó. Silencio. Ilya lo miraba como si esperara ser fusilado.
Mikhail volkov
Está bien
*dijo Mikhail.*
Ilya morózov
¿Solo “bien”? *puchereó Ilya, divertido*. ¡Lo hice con todo mi amor!
Mikhail volkov
No necesito tu amor. Necesito silencio.
Ilya morózov
Mmm... entonces haré galletas la próxima vez *murmuró, ignorándolo por completo.*
Mikhail giró para irse, pero Ilya lo detuvo:
Ilya morózov
Mikhail.
Él no respondió.
Ilya morózov
Gracias por dejarme quedarme aquí… aunque lo niegues, me estás cuidando.
Esa vez, el mafioso no respondió. Ni siquiera giró. Solo caminó de regreso a su despacho.
Pero por la noche, una bandeja vacía con restos de pastel apareció sobre la mesa de café de su sala privada. Y eso decía mucho más que cualquier palabra.
...
Durante los días siguientes, Ilya siguió apareciendo en los momentos menos esperados:
Ayudó a limpiar el jardín interior sin que nadie lo pidiera.
Se sentó en la biblioteca a leer en silencio, justo cuando Mikhail necesitaba concentración.
Le llevaba café caliente cuando lo veía trabajando tarde (aunque él gruñía en respuesta).
Sin decirlo, estaba llenando la mansión de vida.
Y aunque Mikhail seguía serio, frío, distante... ya no lo evitaba.
Una noche, lo encontró dormido en el sofá de la sala. Estaba envuelto en una manta, con un libro sobre el pecho. Afuera caía la nieve como una canción muda.
Mikhail se acercó en silencio. Lo miró. Su rostro dormido… tan tranquilo, tan diferente al mundo podrido en el que él vivía.
Se agachó, tomó la manta y la acomodó mejor sobre sus hombros.
Mikhail volkov
Inocente, estúpido…
*murmuró.*
Pero no podía negar lo evidente:
Cada día, ese gama estaba rompiendo el hielo que él había construido durante años.
Y no sabía si eso lo enojaba… o lo aliviaba.
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