Allison
Sus facciones articularon una sonrisita ladeada, apenas perceptible, al tiempo que me soltaba la mano, y rodeaba el banco para ocupar su lugar detrás de él.
Me quedé de pie un instante, mientras mi mano se enfriaba al separarse su tacto del mío. El director se despidió, y una extraña sensación me contrajo el estómago al intentar recordar la última vez que había visto una mirada semejante. No recordé nada.
Lucia me jaló por la espalda, hasta que volví a mi lugar, robóticamente, y la clase inició otro murmullo generalizado, dejando el embarazoso episodio atrás, momentáneamente.
— ¿Estás bien? — Mi amiga me preguntó en un susurro, y asentí, mientras la clase iniciaba. —Entonces quita la cara de idiota, parece que sufriste de una contusión cerebral. — Dijo, y le regalé una mirada amenazante, mientras la voz del maestro comenzaba a presentar una obra de Shakespeare.
Mi cabeza giraba noventa grados en oposición al nuevo estudiante, pero todavía era capaz de percibir sus movimientos, como si ojos quisieran voltear en contra de mi voluntad. Negué con la cabeza, tratando de comprender como alguien podía ser tan estúpida como para avergonzarse en el primer día, y comencé a rebuscar mi lápiz dentro de mi bolso.
El sonido de las hojas removiéndose, y los útiles sobre la mesa, inundó el lugar. Por supuesto que en el primer día íbamos a tener una tonelada de área, si era Fitz el que dictaba la clase, y por un instante envidié a Leo y su acertada elección, que probablemente le tenía haciéndose presentaciones, y hablando de sus metas ahora mismo, mientras yo adoptaba el papel del payaso de la clase, y tenía al centro de atención sentado justo a mi lado.
Lucia tomó una goma de mascar y se internó en la pantalla de su teléfono, cuando casi me había provocado una parálisis por hacer lo mismo. Suspiré frustrada al ver que no había traído nada más que un cuaderno, semi escrito y dejé el bolso en su lugar, al tiempo que un brazo se estiraba frente a mi rostro, con un lápiz en mano.
Un calor comenzó a recorrerme el cuerpo, mientras sentí que mis orejas quemaban, a sabiendas a quien le pertenecía, y contuve la respiración mientras volteaba, para encontrarme con una expresión divertida, y una ceja alzada de Jayson Miller, mientras descansaba una mejilla sobre su puño cerrado.
No me costaba trabajo comprender porque llamaba tanto la atención. Era increíblemente alto, tanto que sus rodillas tocaban el banco al sentarse, y su cuerpo atlético, ligeramente bronceado, despedía un aire de masculinidad sensual, que entremezclado con el brillo sagaz de sus ojos y su pose relaja, hacía pensar que acaba de salirse de una revista.
—Gracias. — Dije, tomando el objeto entre mis dedos, y nuestros dedos se encontraron una vez más.
Un par de ojos, dispersos de forma arbitraria en el aula, parecían casi demasiado interesados en nuestra pequeña interacción. El miró alrededor de forma fugaz, y las curiosas se voltearon, mientras el volvía la mirada hacia mí, todavía con el brazo extendido sobre mi mesa.
— ¿Qué? — Pregunté, con la mirada fije en su brazo, tendido frente a mí.
—Estoy esperando que escribas tu número. — Comentó, tan repentinamente y con tanta natural, que creí haber oído mal.
— ¿Cómo dices? — Volví a preguntar, mientras la mirada de Luzu se disparaba como flecha hacia nosotros, y observaba como Matt giraba la cabeza con disimulo.
— ¿Cómo pensabas que iba a llamarte? — Sonrió, con que probablemente era su sonrisa ganadora, mostrando sus dientes blanquísimos y un par de encantadores hoyuelos. Lo miré incrédula.
—Creo que estás confundido. — Empujé su brazo sobre la madera, hasta quitarlo de encima.
Su brazo colgó en el espacio vació entre nosotros, mientras su mirada, lejos de parecer ofendida, o captar el menaje, se elevó en una desafiante ceja arqueada.
— ¿Eso crees? Porque me pareció que, hace un momento, intentabas ocultar el rubor de tu cara. — Dijo, girado ligeramente el banco hacia mí, bloqueando el pasillo completamente. —Estoy haciéndotelo fácil, Faroles. — Habló, e instantáneamente un golpe helado me atravesó el pecho, al traer los recuerdos infantiles que veían pegados a ese sobrenombre.
Lo miré fijamente, con incredulidad, por un par de segundos, mientras en mi cabeza comenzaba a hilar sucesos que me parecían absurdos.
— ¿Por qué me llamaste así? — Inquirí, con severidad, pero no me importó, y a él tampoco pareció hacerlo. Se encogió de hombros.
—Porque no me has dicho tu nombre. — Habló sin quitar la mueca de diversión, y pareció que cada cosa que le decía le divertía más, haciendo que yo me fastidiara en consecuencia. —La verdad es que tienes una mirada increíble. —
—Ni siquiera lo intentes. — Le corté, finalmente, mientras colocaba el lápiz de nuevo sobre su mesa. —Ya me sé de memoria a los de tu tipo. — Continué, mientras su mirada ni siquiera se percataba del lápiz devuelto.
Era verdad. Dos palabras habían bastado para leerlo completamente. Tan predecible como cualquier otro playboy con el que me había cruzado miles de veces: clásico egomaníaco, con delirios de grandeza, acostumbrado a tener a una docena de porristas rubias y delgadas a sus pies, las cual probablemente se llamaban Ashleys.
— ¿Y de qué tipo sería? — Respondió a mi desafío colocando los brazos sobre la mesa, e inclinándose hasta invadir mi espacio personal.
—De los que no me interesan. — Resumí, encogiéndome de hombros. —No voy a acostarme contigo, así que ya déjalo. —
Era consiente que Lucia estaba tan prendada de la conversación, como otro número de alumnos, pero no me importaba. De repente, todo el magnetismo que me había despertado por un ápice de segundo, se había esfumado tan rápido como apareció, en el instante en el que abrió la boca, y dejó en claro que pensaba que el resto de la mujeres eran el prototipo que a él le gustaban, el cual yo había pasado toda mi vida criticando.
Sin embargo, se limitó a sonreír de nuevo, y sentí como poco a poco estaba empezando a hacerme enfurecer.
—Yo no te he pedido que duermas conmigo. — Se carcajeó. —Aún. —
—Imbécil. — Me limité a decir, mientras me volteaba en dirección a mi amiga, y hurgaba en su cartera para sacar un lápiz cualquiera.
—En ese caso deberías replantearte tus gustos. — Susurró. —No es bueno que te gusten los imbéciles, Faroles. — Volvió a hablar, al tiempo que le daba un golpe a mi mesa, volteándome rápidamente, para dar cuenta que su rostro estaba ahora a apenas un par de centímetros del mío.
—Eres lo más humanamente alejado a alguien que podría gustarme. No soy una descerebrada que puedes convencer con ese intento de ligue barato, no seré otra de tus conquistas, y, definitivamente, no pienso seguir teniendo esta ridícula discusión. — Le dije, medio susurrando, medio gritando, mientras continuaba acercando mi rostro, ya rojo de impotencia contra el suyo, impasible.
— ¡Eh, ya cálmate! — Lucia me jaló hacia atrás, hasta tomar mi hombro. —No empieces. — Me susurró, tratando de contener la explosión que sabía que estaba a punto de ocurrir, y asentí.
Le di una última mirada de advertencia, antes de volver a voltear.
—Es que no desayuné bien. — dije a mi amiga, mientras ella me miraba con un gesto de reprimenda.
—Puedo darte una galleta, pareces un chihuahua rabioso. — Oí a mis espaldas, y Lucia cerro los ojos, al tiempo que me ponía de volteaba mi cabeza, con tanta rapidez que pareció una película de miedo, mientras colocaba ambas manos sobre su pupitre.
—Escúchame, idiota...— Comencé, pero un carraspeo desde el otro lado del salón me interrumpió.
— ¡Jones y Miller! Si ya acabaron con su coqueteo, ¿les importaría responder lo que acabo de preguntar? — El maestro preguntó, con una sonrisa de suficiencia, y treinta pares de ojos se clavaron sobre nosotros.
—La razón por la que este año será un inminente fracaso ¿Quizás? — Respondí, con la esperanza de apelar a su lado humorístico, del cual carecía, y cuando su gesto de póker se transformó en un ceño fruncido, negando con la cabeza, supe que había fallado.
—Graciosa como siempre, Jones. Usted y su humor pueden ir de la mano a la oficina del director. — Habló, tomando en sus manos el listado, probablemente para marcar una cruz roja junto a mi nombre. Lucia suspiró, mientras Jayson dejo escapar una risita entre soplidos. —Me alegro que le divierta, señor Miller, porque va a acompañarla. — Dijo, borrándole la sonrisa y formándome una a mí.
Cualquiera habría pensado que era natural para mí terminar con el director, incluso el primer día de clases, pero es que me había esforzado tanto el último tiempo para abandonar los hábitos problemáticos, que me fastidiaba que hasta Lucia se lo tomase como algo esperado.
Caminé lentamente, por el pasillo principal, con la mirada fija en el suelo, a sabiendas que los ojos de Jayson todavía estaban sobre mí, a mis espaldas, usándome de guía. Su cuerpo me seguía como una sombra despreocupada, mientras mi caminata tensa se limitaba a echarle un par de miradas furtivas de vez en cuando.
Es que no podía evitarlo. Las personas que se creían superiores estaban en la cima de mi lista negra, y el hecho que él me haya arrastrado hasta la dirección, lo ponía a la cabeza con mayor rapidez.
El sol ya estaba en lo más alto del cielo, y los de preescolar habían salido a jugar al patio, junto a los columpios, mientras sus gritos y risitas eran el único sonido de fondo. Él se detuvo un momento, y colocando las manos en sus bolsillos, se recostó sobre una de las columnas de concreto.
—Aquí me quedo. — Dijo, a modo informativo, mientras detuve mi paso a menos de dos metros de él.
— ¿Es una broma? — Le miré con el ceño fruncido, pero por primera vez no me devolvió la mirada, centrando toda su atención en la diversión infantil del exterior.
Su perfil miraba directamente hacia el cielo despejado del patio, mientras que sus ojos recorrían a cada uno de los infantes, con cierto tinte misterioso que no era capaz de descifrar. Tenía los labios ligeramente separados, como si se estuviese preparando para un suspiro de pesadez, y su pose relajada indicaba que estaba lo suficientemente cómodo como para permanecer ahí el resto del día.
Por supuesto era capaz de ver el evidente atractivo físico que tenía, sin embargo, todo en él gritaba que no pertenecía a una escuela como esa. Desde sus costosas zapatillas, hasta el llamativo reloj e su muñeca, y me pregunté qué rayos estaba haciendo ahí.
— ¿Admirando la vista? — Habló de nuevo, todavía sin establecer contacto visual, y puse los ojos en blanco. — ¿No tienes que ir a dirección?
—Tenemos. — Corregí, mientras inspiraba profundamente en busca de paciencia. Él pareció percibirlo y divertirse con la idea de fastidiarme. —El llamado es para los dos, si no vas, me meterás en más problemas, Miller. — Dije, y al oír su nombre volteó ligeramente, con una ceja arqueada.
— ¿Más?
—Sí, es tu culpa que estemos aquí para empezar. — Espeté, cruzándome de brazos, y el hizo lo mismo, pero con un gesto entretenido.
—Dice la comediante que hizo que nos echaran de clases.
— ¡Porque estabas molestándome!
— ¿Te molesta ser lo suficientemente atractiva como para llamar mí atención? — Preguntó, como si ni siquiera fuese necesario preguntar y dejé escapar un quejido de resignación, al ver que, en realidad, estábamos en páginas completamente distintas.
—Me molesta que pienses que por decir que soy atractiva, voy a acostarme contigo. — Expliqué, con toda la calma que pude recolectar en ese lapso de tiempo, y lo consideró.
—También dije que tenías lindos ojos. — Hizo memoria, con la vista fija en algún lugar y negué la cabeza, con hartazgo, emprendiendo camino hacia la puerta oscura que me llevaba a la oficina de Mitman.
—Sí, eso es suficiente para abrirme de piernas. — Mascullé, rebosando ironía.
—Suele serlo, sí. — Respondió al instante, y no hizo falta voltear para saber que volvía a sonreír.
Leerlo me resultó excesivamente simple: era el peor tipo de petulante. No solo por ser consciente de su atractivo, sino por estar sumamente acostumbrado a sacar provecho de ello.
—Cuidado, vas a aplastarme con tu ego. — Le dije, mientras volvía a acercarse, y rio.
—Eso por estar tan enana.
—En verdad ¿qué clase de atarantada caería por tus idioteces? — Pregunté y el volvió a reír.
—Te sorprenderías. — Hablo mientras aceleraba el paso, y se posicionaba frente a mí, bloqueando el paso, a pesa de faltar apenas un par de centímetros para la entrada. — ¿Qué problema tienes, Faroles? ¿Eres una odia pollas en general o solo es conmigo?
—No soy una odia pollas. — Me defendí. —Pero tampoco soy un prototipo de desesperada, con el autoestima tan bajo que espera al menos cumplido de algún buenote para caer rendida. — Expliqué, mientras el articulaba un pequeño gesto pensativo, y se quedaba serio, por primera vez. —No me interesan tus intentos de meterte en mis bragas, ni mucho menos impresionarte. — Concluí, bordeándolo y aproximándome al umbral de la dirección,
—Ya estoy bastante impresionado. — Resumió, encogiéndose de hombros y tocó la puerta.
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Comments
doris bastidas
tan bello el nombre qué le coloco a Allison me encanta 💖 😍 💕
2022-08-01
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doris bastidas
Allison ya te perdimos jajajajaja 🤣 😂
2022-07-31
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doris bastidas
me encanta Allison y su forma de vida Relajada jajajajaja 🤣 💕 💖
2022-07-31
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